Surgió de un error de tipeo de su manager. Con una apertura a lo que pueden aportar creativamente los caprichos del azar, una hoja de ruta se puede enriquecer hasta cambiar no solo su plan sino su objeto y hasta incluso su nombre. El discurso instruccional pasa a ser metáfora: la ruta, como si fuera un ser mitológico, concibe y da a luz. Como heredera, como un canal conductor, alguien se encarga de transmitirnos su esencia: velocidad, viaje, movimiento, destino, aventura. Lucy Patané se pone el traje de esta heredera del camino y le calza justo.
Hija de ruta, el nuevo disco que estará presentado este sábado 7 de septiembre en Niceto Club, es una píldora concentrada de adrenalina, velocidad y ruidos de motores carburando. En conversación con Indie Hoy, Patané nos invitó a subirnos en la carretera para conocer el camino que desembocó en la creación de su flamante álbum y los destinos a los cuales la llevará esta nueva obra.
¿En qué lugar estabas parada como artista cuando terminaste tu primer disco solista de 2019?
Bueno, lo que me pasó con este es que nadie me avisó de lo que se trataba hacer una segunda obra. Entiendo que es una de las cosas más difíciles que hay cuando ya hiciste una primera, no solo por el resultado sino por la experiencia vivida en el proceso de haberla hecho. Es algo medio nuevo, de incógnito, nadie sabe que estás haciendo eso, ¿no? La primera obra nadie la espera. La segunda, tiene un poco de esa carga.
Expectativas…
Primero la mía, por empezar. Sí siento que en este disco, a diferencia del primero, desplegué un poco más fuerte la búsqueda de un audio muy específico. En el primero había una búsqueda, pero más de qué iba a transmitir la música y cómo empezar a dejar una primera huella de cómo yo me imagino qué es la música. En este, siento que fue “bueno, ya tengo la huella y ahora a pisar”, así de fuerte. Hubo un upgrade de cómo sonar que a nivel producción me encontró mejor parada. A nivel creativo y a nivel composición, siento que soy la misma enroscada de siempre, neurótica. En este disco hubo mucha neurosis…
¿En qué momentos?
En las letras. En el primer disco, de alguna manera tenés toda la vida para escribirlo, y en este segundo… estaba completamente vacía. Las letras fueron un momento difícil porque me costó encontrar qué decir. Pero de repente, en la acumulación de maquetas que tenía, se lo mostré a una amiga y me dijo: “Boluda, está re claro de lo que estás hablando ¿no? Estás protestando de alguna manera”. Como un disco de protesta, pero no de protesta social, sino re íntima.
Antes de sacar Lucy Patané en 2019, habías sacado cosas, aparte de ser música reconocida en bandas. ¿Sentiste que ese rol te ponía en un nivel de exigencia para tu primera obra?
No, porque con el primer disco no es que yo dije: “bueno, acá vengo, miren que voy a sacar un disco”. Fue como que lo saqué así, medio de la nada. En este segundo, sentí que sí había como una especie de… en realidad, es un imaginario, no es que “la gente” está “esperando” que vos saques un disco, pero bueno, hay como una especie de presión.
Más si ganás un premio Gardel en el medio…
Claro.
O también toda la cuestión de la pandemia en el medio que me imagino que, sin hacer un capítulo de “disco pandémico”…
No, igual para mí la pandemia estuvo bastante presente digamos, y en el disco también.
Me acuerdo que en ese momento estabas con algunas trabas en el proceso compositivo.
Sí, a mí la pandemia me dejó re vacía, fue vacía y aburrida. Me resultaba muy difícil encarar desde ahí. Yo necesito que me pasen cosas para componer, salir a la calle y que pase algo. Pero bueno, desde ese lugar evidentemente también pude decir cosas.
¿Surgieron en ese momento o tuvo que pasar ese paréntesis social para que vuelvas a vivir cosas que desembocaron en la poética del disco?
Hay de todo, algunas ya existían, otras aparecían ahí y otras directamente las terminé de escribir antes de entregar el material para mezclar. Sí siento un poco que todo está envuelto en ese halo de aburrimiento y estancamiento que evidentemente generan violencia, porque el disco siento que es como una respuesta violenta a todo eso puesto en el arte. Yo no soy una persona violenta, soy muy tranquila, pero ahí expreso toda mi neurosis, mi bronca y mi todo. El disco se sirvió un poco de mí y yo quedé un poco tecleando. Siento que ahora estoy un poco en recuperación de lo que fue el disco y a la vez la pasé súper bien, la pasé súper mal… me pasaron tantas cosas que lo volvería a hacer.
En tu disco anterior estuviste en todas las etapas del proceso, grabaste casi todo. ¿Con Hija de ruta fue similar o delegaste algunas cosas?
Pasó que volví a grabar todos los instrumentos, pero esta vez no quise estar a solas con el disco. No es que me lo llevaba a mi casa y me ponía a editar o a jugar. Siempre busqué estar con alguien y esas personas fueron Tomi Campione y Juanito el Cantor. Y bueno, Carola Zelaschi que aportó muchas ideas, mucho color, mucho destrabe y los arreglos de cuerdas. Pero Juanito y Tomi estuvieron más que nada en el momento de sacar la música de mí. El proceso lo hice con Tomi y siempre necesité que haya alguien más, es como si este disco fuera una especie de ente que yo estaba tratando de codificar, traducir y transmitir para que salga afuera. Busqué mucho apoyo en ellos dos, si bien hay algo que evito que es la transferencia de una idea musical a otra persona. Quiero evitar ese momento porque disfruto mucho tocar los instrumentos, desde ahí compongo y también siento que eso lo hice mucho con mis bandas y también con otros proyectos. Me parece increíble hacer música con otros, pero es como que acá necesito ese momento, de tocar los instrumentos y poder transmitir eso desde el toque, ¿se entiende?
Sí. ¿Cómo surgió el nombre del disco y el concepto? Tu debut era un disco que, si bien era homónimo, tenía un tema común que unía las letras, ciertas historias de afecto y amor. ¿Cómo sentís que responde el título Hija de ruta en este caso?
Mirá, voy a ser muy sincera: el título fue un error de tipeo.
¿Querías ponerle Hoja de ruta? ¿O Hija de puta?
Fue así. Yo estaba en un momento en el que no sabía qué nombre iba a tener el disco. Justo estaba en una reunión con una diseñadora, que me preguntaba el nombre del disco y yo le decía: “No sé, no lo encuentro, no lo veo”. Entonces Carlos [Sidoni], mi manager, me escribe un mail y me dice: “Deberíamos empezar a armar la hija de ruta”, y al toque me manda otro mail que decía “Perdón: hoja de ruta”.
Y se escuchó un coro de angeles…
¡Sí! Fue así. “Carlos, me acabás de dar el título. Gracias. Es esto: Hija de ruta”. Y de eso hay mucho en el disco, de errores que abren puertas. Siempre hubo algo que estuvo por encima de todo, que era la duda, que a mí me consume la cabeza -soy Géminis ascendente Libra-. Estas especies de errores y de cosas medio espontáneas destrabaron un montón de cosas. Mismo la tapa iba a ser otra foto, tenía otra idea. Yo tenía 15 años ahí y mi mamá estudiaba maquillaje, entonces practicaba con mi hermana y conmigo, y mi papá nos sacaba esas fotos con flash bien de cerca para que se vea bien todo. Lo vimos con Carola y ella me dijo: “Esta es la tapa, boluda”. Muchas cosas fueron así. La duda es algo que siempre padezco, pero a la vez con los años empiezo a abrazarla, porque siento que es mi manera de seguir buscando…
…tenés el don y la maldición de no tener una zona de confort.
Algo así, muy bien explicado. Por eso también elijo bien con quienes trabajar. Tomi reconoce ya todo ese sistema, Juanito también. Él es muy terrenal, muy “para mí es esto”, ¿viste? Entonces es como muchas veces las decisiones de los otros me ayudan no necesariamente a tomar la decisión que están planteando sino que a darme cuenta que voy para otro lado. Me ayudan para saber lo que no quiero.
¿Sentís que el rol de producir a otros incluso en el mundo familiar, como productora del disco de tu padre, Richard Limbo, se filtró en el proceso?
No, siento que es un rol re separado. Yo siento que mi colaboración con él o con mi hermana Ana Patané son una devolución a todo lo que me han dado. Me encanta que estén en actividad.
Sin embargo, en este disco se siente que el rol de productora se mezcla mucho con el de la composición, cuando quizás en el anterior tenias más la canción ya terminada…
Puede ser, aunque igual yo soy un bicho del estudio siempre, me gusta mucho el estudio de grabación…. Tengo maquetas, pero siempre me pasa que hay una muy fina línea entre lo que es maqueta y lo que no, entonces muchas cosas de esa etapa previa terminan quedando. El proceso de composición del disco fue en el estudio con Tomi. Yo le pedía que arme todo, que microfonee para yo al toque poder ir y registrar una idea. Esa velocidad nos daba poco tiempo para sacarle el audio a las cosas, pero a la vez nos daba una espontaneidad para ciertos sonidos que los terminamos dejando. Las guitarras del tema “Vinieron a buscar la paga” junto a Marttein, por ejemplo, tienen la distorsión directo desde la consola.
¿Y cómo sentís que responde Hija de Ruta al contexto actual, en comparación con tu debut?
Siento que prepandemia era un mundo y hoy es otro, yo soy otra persona, y no solo me doy cuenta de eso sino que también las formas en las que uno puede mostrar una obra también cambiaron. La forma de mostrar la música es otra, las estrategias. También había gente, al menos entre la que escucha mi música, agradecida de que el disco fue sacado de una, mucho de escucharlo entero… Siento que, a diferencia de ese momento, estoy como en un estado de alerta, con una alarma con todo lo que está pasando, de que el mundo está por explotar. Entonces hoy grabar, ensayar, hacer música y encontrarse con otras personas tiene completamente otro peso e importancia que hace cinco años atrás. Yo veo que la gente está necesitando encontrarse y si la música es un motor para eso, si ese es el rol del arte, bienvenido sea. Lo digo porque de un disco a otro me ocurrió muchas veces de preguntarme qué rol tiene el arte en este mundo. Eso también fue una traba para hacer el disco, que mucha gente estaba como “qué enroscada, hacé el disco y ya” o “ni lo hagas”, como “¿qué importa?”… El mundo es completamente otro escenario y no sé, siento que hay gente que está abrazando al disco a manera de “tengo ganas de romper todo”. No genera una cosa introspectiva, genera una necesidad que siento que se refleja hoy con lo que pasa en el mundo.
¿Sentís que, ahora que salió el disco, las presiones de la expectativa se pulverizaron, o siguen vivas, orbitando?
Cuando salió el disco me agarró mucho pudor, como mucha vergüenza… Como que dije “por ahí, solo quería que estos temas los escuchemos con mis amigos, no sé si quería que los escuche la gente”. Y me empezó a agarrar una de decir “che, si lo vas a escuchar, cuidado porque es intenso”. Después me di cuenta que no le podía ir advirtiendo eso a cada persona que lo escuchara. El primero es más canción, más fusión, más progresivo. Este nuevo roza lo industrial.
Tiene un componente mucho más catártico entonces. ¿Sentís que te hizo bien? ¿Estás más tranquila?
Y ahora se viene el cómo armarlo en vivo, el diseño del show, una nueva energía que hay que poner. Ver cómo hacerlo sonar con las personas. La banda cambió un poco. En la bata sigue Carola en un par de fechas, en otro par va a estar Roki Fernandez. En el bajo está Santi Mazzanti y somos tres guitarras: yo, Tomi y Juanito el Cantor. Ahí vamos con toda. Estoy rodeada de gente que está muy entusiasmada, lo cual es increíble.
Lucy Patané se presenta el sábado 7 de septiembre a las 20 h en Niceto Club (Av. Niceto Vega 5510, CABA) junto a Remisería Temperley. entradas disponibles a través de Passline, 20% de descuento para socios de la Comunidad Indie Hoy. Escuchá Hija de ruta en plataformas de streaming (Spotify, Tidal, Apple Music).