En el deseo de evocar un recuerdo, donde el tiempo y la realidad perdieron sentido, el vértigo emocional y el derretimiento de síntomas culturales invadieron el universo fantasmagórico de LvRod. Durante la pandemia, la artista porteña forjó una alianza junto al productor y multiinstrumentista Cruz para forjar el sendero hacia los abismos subterráneos de un no-lugar musical. Con un abordaje minucioso, magnético y espiritual, la dupla -Lucía Rodríguez e Ignacio Cruz- logró distorsionar las fronteras del arte al extirpar la subjetividad onírica enraizada en la pesadilla colectiva de la cuarentena global.
Dejando en pausa su trabajo con los grupos Crewrod y Pommez Internacional, el dúo situó su búsqueda en la intersección entre la música acústica y digital, la tradición folclórica y la modernidad urbana, la poesía y el imaginario surreal. Esta vorágine de sonidos remarcan los tintes vanguardistas en un retrato encantado en el que el ensamble de texturas proliferan la enigmática presencia simbólica.
“Hay algo que a mí me atrae mucho, que es ver qué pasa con la mente de un otro. Dos cabezas uniéndose para hacer música, me parece que siempre es muy nutritivo”, asegura LvRod en conversación con Indie Hoy de las convicciones que le dieron cuerda al reto. “El diálogo fue fundamental para saber qué nos pasaba con los temas -agrega Cruz-. No tener a priori una idea tan marcada de lo que queríamos hacer nos llevó a aventurarnos en el proceso de ir encontrándolo”.
El resultado fue Caudal -publicado de manera independiente en mayo-, un álbum que ahonda en la oscuridad intrínseca de su naturaleza artística para resignificar la experiencia idílica y estimular una atmósfera hipnótica que atrape todos los sentidos.
Entre las bifurcaciones de lo sensible, estas diez canciones nos sumergen en diferentes ensoñaciones delineadas por la experimentación vocal, arreglos corales, improvisación y el procesamiento no convencional de instrumentos acústicos. “El disco propone algo desde un lugar que tiene un grado de abstracción que se puede leer de un montón de maneras distintas”, asegura el productor sobre el arma de doble filo que subyace la cuestión.
¿Cómo surgió el vínculo artístico entre ustedes?
LvRod: Surgió en la pandemia, en una crisis existencial en la que la solución era estudiar o morir. Empecé a cursar en el taller que da el señor Cruz llamado “Luthería digital”, me encantó su forma de ser y la información que brindaba. Le propuse hacer clases de producción y desde ahí nunca más nos separamos.
Cruz: Cuando nos quisimos dar cuenta teníamos un proyecto juntos. Las veces que nos habíamos visto antes eran situaciones muy random, de hecho, el día que nos conocimos fue al costado de un escenario. Yo estaba esperando en el festival Futuröck en el Malvinas Argentinas, Lu estaba con otro artista y yo estaba con otro artista, ella entraba y salía del escenario, yo esperaba el show que teníamos después. Cuando ella salía del escenario charlábamos y después cuando volvía a salir seguimos charlando. Después no nos vimos nunca más hasta ahora.
¿Cuáles fueron las primeras sensaciones al momento de definir la línea conceptual del proyecto en un momento tan extraño como lo fue la pandemia?
LR: Cuando decidimos empezar a trabajar las canciones, decíamos que estábamos desenterrando música de un lugar que ya teníamos y no conocíamos. Esa era la sensación, un descubrimiento tema tras tema, o temas en simultáneo. Fueron muchas improvisaciones las que hicieron que se transforme en un proyecto. Venia Cruz con una idea, empezaba a tocar y yo me sumaba, o al revés. Y de repente se armaba el universo, no fue algo pensado, sino que sucedió.
C: La pandemia fue un momento en el cual los dos estábamos repensándonos, entonces teníamos tiempo y ganas de reconfigurar nuestra dirección artística. Por ese lado, la pandemia tuvo una influencia bastante grande, pero veníamos queriendo explorar este tipo de música desde hace un montón tiempo y de repente nos lo permitimos.
¿Cuánta relevancia tuvieron los procesos de búsqueda y experimentación en las canciones?
C: Todos los temas son distintos, cada uno tuvo su origen en particular. “Corral de piedra”, primera canción que sacamos, es una canción de Lu. Ella un día dijo “tengo este tema desde hace un montón”, y lo vimos unido espiritualmente a lo que estábamos haciendo, entonces empezamos a trabajar desde ahí. La improvisación está presente a lo largo del proyecto de diferentes maneras, a veces desde la composición, la producción, la estructura. “Corral de piedra” era una canción con una estructura muy definida y con una letra, entonces planteamos ponernos a grabar sin dirección por un tiempo largo, poner un micrófono y grabar para entrar en modo “hacer música sin parar” durante dos o tres horas, y ver qué pasa. Porque en un momento te olvidás de la idea con la que venías, te olvidás de todo. En ese tema hay cosas como nosotros golpeando cucharas y cantando al mismo tiempo. Los temas terminaron siendo micro pedacitos, exploración de esas partículas en sesiones largas. Poníamos la lupa en un lugar y extrajimos una canción. Hubo un proceso de arrojarse.
LR: También lo que se fue dando con el tiempo, lo que hace que los temas hayan sido cada vez más locos. Es que me sale muy natural componer sobre las ideas que trae Cruz. Se armó una amalgama mucho más interesante y compleja, tal vez más difícil de trabajar y descubrir, pero se trata de eso. Él puede agarrar una partícula de una zapada grande, yo la escucho y empiezo a hacer una melodía. Él se ceba con esa melodía y empieza a tocar sobre eso, entonces empiezo a armar una letra y, de repente, hay un pedazo de canción.
C: Hubo temas que hicimos en un ratito. En un momento nos juntábamos todas las semanas y cada día componíamos una canción nueva, un arte creativo violento que después se tenia que frenar, pero parecía que no se iba a terminar nunca. A mí me pareció increíble ese momento. “Rojo profundo” es un tema que hicimos así.
¿Qué conlleva el ejercicio de tener que sintetizar tantas horas de registro sonoro? ¿Eligen un fragmento o toman diferentes por separado?
LR: Ese es Cruz, que tiene la templanza de la escucha. Decía “escuché las 18 horas que grabamos y mirá esta partecita”.
C: Depende. Este ejercicio lo aprendimos a refinar, eso es lo interesante. Lo hacemos juntos todo el tiempo cuando estamos produciendo, grabando o componiendo. Las primeras letras están muy inspiradas en Alpa Corral, un lugar donde Lu vivió de chica y que tiene un vinculo afectivo fuerte. “Corral de piedra” está inspirado en ese lugar. En un momento estábamos hablando un montón de Alpa, entonces le propuse ir. Fuimos allá a seguir el proyecto, llamamos a un otros músicos para tocar en grupo como An Espil y Dinastía. Grabamos por multitrack en una semana más de cuarenta horas de música. De todo eso, terminó saliendo muy poco a nivel audio. Hay un tema que compusimos en base a los materiales que teníamos ahí. Mucho de eso fue conectar con el lugar, conectar entre nosotros. Ellos son como familia, tenerlos cerca hizo que apuntalaran la idea conceptual del proyecto. Si uno lo analiza desde el punto de vista compositivo no fue tan efectivo, porque nos fuimos una semana y no compusimos ninguna canción. Pero para mí fue lo que nos terminó de hacer entender lo que estábamos haciendo. A veces necesitás decir un montón para entender que lo que te importaba era solo un fragmento. Nosotros somos muy pasionales, entonces necesitamos hacer ese ejercicio de sacar para afuera y después analizar, porque si lo pensamos mucho nos trabamos.
¿Qué nos pueden contar acerca de ese pueblo?
LR: Es un pueblo al sur de Córdoba, limita con San Luis. Hay generaciones de mi familia que ocuparon ese lugar desde hace muchos años, todo mi conjunto familiar está muy arraigado desde el corazón a ese espacio. En un principio fue inconsciente a la hora de escribir, Cruz fue quien me hizo ver de dónde venía lo que decía. Me decía “esto suena a un lugar, a tierra, a madera”. Es un lugar donde soy yo de otra manera, me conecto con la naturaleza y el universo en un nivel muy profundo y existencial. Se trata de contemplar la vida. Los temas suenan a algo orgánico, no es etéreo, es de la tierra. Espíritu y tierra unidos.
El disco está cargado de una fuerza simbólica muy poderosa que se puede apreciar desde lo poético de las imágenes del video y el arte de tapa, hasta los paisajes que invocan los sonidos. ¿De dónde proviene esa mística?
C: Siento que el mundo está plagado de literalidad, y muchas veces el arte o el entretenimiento juega un lugar de impulsar esa literalidad y tratar a los oyentes como personas pasivas, de tener que explicar o hacer que sea fácil. A mí me interesa la búsqueda artística que tiene que ver con una expresión que no es tan clara, donde hay que buscar el sentido, y que por eso no tiene que dejar de ser atractivo. Hay que encontrar una explicación propia de lo que estás viendo, salir del ejercicio de la literalidad y el realismo. Haciendo música fuimos entendiendo que lo que nos interesa es el lugar en el medio entre la naturaliza y la ciudad, los sonidos electrónicos y acústicos, lo futurista y lo retro. Trabajamos ese espacio en el medio, lo que parece surrealista porque no tenés de dónde agarrarte. Las letras muchas veces sacrifican sentido por poética, un lugar central en el proyecto. Vengo de un lugar mucho más cerebral al hacer música, entonces este proyecto es re liberador. Trabajar desde un lugar de no pensar, pensar viene después. Nuestra forma es completamente catártica.
LR: Pensamos un montón después. Hacemos mierda todo básicamente, lo que armamos lo desarmamos, lo pensamos y lo volvemos a armar. Con las letras me considero bastante cavernícola. Siento que escribo y me cuesta más modificar el mensaje, porque siento tanto la pasión en lo que me está pasando que se vuelve complejo cuando lo quiero plasmar. Cruz me hizo laborar intensamente en ese análisis y entender que en esa búsqueda de la no literalidad quedan cosas interesantes. Hay una cosa de misterio en las canciones que no fue pensado ni premeditado, y de repente sucedió. Y me encanta ese universo, también soy fanática de un par de escritoras que buscan esas cosas como Marosa di Giorgio o Clarice Lispector, quien tiene una concepción de la vida muy profunda, también picara y graciosa que me encanta. Hace un tiempo leí a Dolores Reyes, tiene un libro que se llama Cometierra que es una locura. Es terrenal, porteño, de terror y de espíritus. Y por supuesto, la señora Mariana Enríquez quien está muy presente. Todas ellas tienen esta cosa oscura que a Cruz y a mí nos atrae un montón.
¿Qué escenarios habitaron durante el proceso para llegar a la esencia de Caudal?
C: El disco está marcado por varios viajes. Empezó con unas ideas de Lu sobre sus viajes de la infancia a Córdoba. Luego ella se fue a Bariloche y grabó unas cosas allá. Yo me fui a Salta y el disco se terminó ahí. Estuvimos recorriendo el país de punta a punta. Hubo algo en mi último viaje que me hizo pensar que de alguna manera este disco traza una línea entre la naturaleza y la ciudad. Hemos tenido momentos de más conexión con lo natural y otros más con lo urbano. Ese proceso me hizo entender dónde había arrancado el disco. Siento que es muy especial, un disco muy único y fiel a un momento de encuentro entre nosotros. Siento que este es un disco que al escucharlo te dan ganas de hacer cosas, de salir y expresarte de alguna manera. Eso es lo que a mí me gustaría que pase.
LR: Cruz se fue al norte con una idea armada de un interludio, de hecho ahora es de mis favoritos, que se llamaba “Caudal”. El disco en realidad se iba a llamar “Garganta del Diablo”, nos encantaba el nombre, pero no sabíamos si representaba todo el disco. El tema que se llama “Caudal” en realidad es el que lo cierra, Cruz creó esa pieza pensando en el concepto del disco, en torno a las corrientes del río, las intensidades y profundidades. E hicimos un cambio de nombre, le pusimos “Garganta del Diablo” al primero que se llamó “Caudal”.
En la línea de entender a Caudal como un cúmulo de experiencias reconfiguradas. ¿Cuán complejo fue descifrar lo esencial de ese grado de abstracción?
C: Yo creo que eso está muy presente en el disco. Gran parte de las cosas que compusimos juntos salieron de la improvisación. “El deseo” salió de la improvisación que hicimos con An Espil y Dinastía cuando nos fuimos a Alpa Corral. “Invocación” salió de una sesión que hicimos acá en Buenos Aires. Toda la guitarra de “Sombra” salió improvisando en la terraza del estudio. Gran parte de la música del disco salió así, varias de las letras salieron así. Hay algo de canalizar el momento y tratar de bajarlo. Después hay un montón de trabajo de producción, pero tratamos de ser muy fieles a esa instancia original de la composición, de ser muy honestes con respecto a ver si estábamos dejando eso de lado por tratar de buscar algo en la producción que terminara siendo contraproducente con la esencia. Nos pasó en varios casos de tener que volver atrás con algunas cosas. Creo que ese fue el desafío más importante de este disco, aprender a entender qué cosas deben quedarse como son y no hay que tocar más, pero al mismo tiempo hacer el trabajo de ver si eso puede transformarse en otra cosa. Puede ser que trabajes en un montón direcciones posibles y que la mejor opción sea la primera, o puede que no. Pero es importante estar abiertos y ser críticos con lo que estamos haciendo siempre en pos de buscar preservar ese espíritu.
LR: Por ejemplo, Cruz tenía una idea con la guitarra que me conmovía mucho y quería hacer algo con eso. “Sombra” fue un tema que costó, no porque era difícil, sino porque había una cantidad de cosas que estaban fluyendo a la vez que me costaba encontrar el momento para hacer la letra. Tuve mi primera toma de ayahuasca y en un momento me salió la fuerza para volver a enfrentar la idea. Agarré un cuaderno con las hojas amarillentas, un lápiz negro, y pude volver a sentir la sensación de escribir cuando era una adolescente. Ese nivel de intensidad y sensibilidad que tiene la canción, siento que es una apreciación física del momento. Siento que también se relaciona con el origen del nombre. Hay algo muy especial en la observación de la cotidianidad.
De principio a fin, el disco se siente literalmente como un viaje, donde podemos ir atravesando por distintos climas de un ecosistema surreal. ¿Qué fue lo más valioso de sumergirse en esta odisea musical?
C: Me alegra que se sienta así, porque lo pensamos de esa manera. El esfuerzo del último tramo de trabajar el disco fue priorizar ese viaje. Tuvimos sesiones largas pensando en los silencios entre las canciones y en la narración general. Los temas en sí mismo tienen una entidad, se pueden escuchar sueltos, pero ganan mucha potencia al reproducir el disco entero. Creo que la gente que le interesa lo que hacemos, tanto individualmente como este proyecto en conjunto, va a apreciar el poder encontrarse con una obra que te invita a dedicarle un tiempo a escuchar música. Y a escuchar música que te va a devolver algo. Es algo que nos une y está en nosotres, nos gusta esa experiencia mística de hacer música. Esa cosa de que la música te sumerja en otro estado.
L: Quiero remarcar algo positivo que no había experimentado anteriormente en otros proyectos a la hora de hacer discos, lo cual es que se habló mucho de las intenciones. Con Cruz teníamos muchas conversaciones sobre las ideas de los temas. ¿Qué sentís? ¿a dónde te lleva? ¿qué te imaginás? Y me parece fantástico, porque es algo que nunca había compartido con alguien, pero siempre lo he sentido. Entonces se generan intercambios muy productivos sobre el concepto de cada creación, clima, ambiente o universo. Todas esas cosas nacen de un ida y vuelta entre una cabeza y la otra.
Mirá el video de “Lamento del cerro” a continuación y escuchá Caudal de LvRod :: Cruz en plataformas de streaming (Spotify, Tidal, Apple Music).