El vínculo afectivo que tiene el músico chileno Manuel García con Argentina es intenso y añoso. Entre sus recuerdos de la infancia, hay varios en los que aparece él junto a su padre entonando alguna canción de Los Chalchaleros o de Atahualpa Yupanqui, de quien aún se considera un profundo admirador. Más tarde, el soundtrack cambió a Virus y Soda Stereo, “músicas que nos hacían bailar y pensar”, como describe en conversación con Indie Hoy previo a su viaje a Buenos Aires, visita que lo tendrá presentándose en el Teatro Margarita Xirgu este 11 de junio.
El tiempo ha pasado y se ha encargado de estrechar las relaciones y hacerlas aun más amorosas, más sentidas, más naturales. Además de haberse presentado en varias ocasiones en escenarios argentinos desde la salida de su álbum Pánico (2005), en los últimos años García cumplió un sueño al grabar el disco Abrazo de hermanos (2019) junto a Pedro Aznar, trabajo con el que ganaron un Premio Gardel que convirtió al compositor en el primer artista chileno en ser acreedor del galardón. El camino ha sido largo, pero Manuel es caminante y no tiene prisa. Todo llega a su tiempo, dicen, y su historia lo comprueba.
¿Cómo se dio la posibilidad de grabar un disco con Pedro Aznar?
Cuando recién saqué Pánico tuve la oportunidad de abrir muchos de sus conciertos. Pedro Aznar y su gente siempre fueron muy generosos, amables y cercanos, se generó una amistad. Después de un concierto de él, coincidimos y nos sentamos en una mesa a compartir, a conversar de lo humano y lo divino. Yo le conté que tenía canciones que sentía que tenían mucha influencia suya, y ahí apareció esa idea de enviarse material y ver cómo caminaba eso. Pensamos en unas cinco canciones al principio, pero empezamos a trabajar con tanto entusiasmo que se volvió un disco de tomo y lomo. Fue una experiencia inefable, porque yo tengo esa dualidad con Pedro: lo considero un amigo, pero también para mí siempre va a ser un maestro. El disco luego lo quisimos defender en una gira. Tanto en Chile como en Argentina el disco tuvo preciosos momentos. Estamos en deuda de tocarlo más en Argentina, porque en Chile se hizo una gira región por región, pero luego nos tocó el estallido social en Chile, y luego la pandemia, así que -como tantos proyectos- quedamos un poco en un limbo.
¿Y existe aún la posibilidad de mostrar el disco en vivo, de retomar eso que quedó inconcluso?
¡Claro! Nos quedamos con las ganas de haberlo tocado más veces en Argentina, de llevar el espectáculo a provincias, por ejemplo. Tengo muchas ganas de reencontrarme con Pedro. Nos quedaron cosas en el aire que no alcanzamos a aterrizar en este disco, así que a ver si podemos hacerlo en otro. Soy muy feliz trabajando con él, y ya estoy juntando algunas músicas nuevas que espero estén a la altura de este nuevo desafío.
Se formó un lazo estrecho…
Se afianzó un lazo al hacer este disco. Cuando compartes con otra persona el espíritu de la creación, uno se convierte en una especie de familiar del otro, y eso es muy profundo.
Sos el primer chileno en tener un Premio Gardel, ¿cómo te sentís al respecto?
Me siento orgulloso, porque un disco implica mucho más que a los creadores. Implica el trabajo de un equipo y la complicidad del público, porque la música existe en la medida en que alguien la escuche, la valore y le dé un lugar en su corazón. Cuando un trabajo es reconocido, quiere decir que hay una lucecita que te anuncia que se produjo la instancia de la comunicación, y eso es muy valorable. Sobre todo porque yo cuando he ido a Argentina percibo que falta mucha música chilena en las bateas, por lo menos en Buenos Aires. Tenemos poca presencia y la que hay es un poco antigua. Estaría bueno renovar ese repertorio. Me parece que este premio sería fundacional en restablecer una relación todavía más potente desde Chile hacia Argentina y viceversa también, en la medida que la música nos ayuda a generar estos puentes culturales.
¿Por qué sentís que para los artistas chilenos ha sido difícil entrar en Argentina?
Creo que no hemos sabido nosotros mismos contarnos como pueblo. Nos ha faltado entender que la cultura es nuestro primer producto de exportación. Un pueblo sin su canto, sin sus tradiciones culinarias, sin su sentido de conversación con el mundo, es un pueblo que se va secando y que no tiene con quién establecer una relación amorosa. Somos un país difícil en nuestra geografía, pero hemos sido por lo mismo también un poco tercos y difíciles a la hora de relacionarnos con el resto de los países. Imagínate que hace un tiempo atrás yo dije que Argentina era un pueblo hermano mayor para nosotros, y mucha gente se enojó, casi que me dijeron traidor a la patria. ¿Quién no quiere apreciar y disfrutar el cariño de lo que te puede enseñar un hermano mayor? Desconocer eso es también insultar en el sentido más profundo e íntimo la relación que tú como persona puedes tener no solo con un pueblo, sino que con tu propia familia. La gente que se enoja por eso yo siento que está perdidísima. Siento que es bueno tener una referencia entre los pueblos cercanos.
¿Qué sentís que la música chilena tiene para ofrecer al público argentino?
Chile tiene una pluma. La cordillera nos influencia, nos hace reflexionar de una manera muy particular. No solo vivimos en el alma de Gabriela Mistral, de Pablo Neruda, de Víctor Jara, de Violeta Parra o de Nicanor Parra… Si lo piensas, nuestros genios son regionales, son provincianos, han sabido ser buenos provincianos y reflexionar de la relación del hombre con la tierra. Eso tal vez sea un aporte interesante hacia Argentina, pero de cara también a que las nuevas generaciones han sabido basarse en aquello y trabajar con las raíces, y las han vinculado a géneros musicales nuevos, como el pop rock, pasando por el punk a la música electrónica. Ese fenómeno chileno de generaciones nuevas, que al mismo tiempo tienen una raíz pero se enfocan y se muestran con sus propias influencias más contemporáneas, es algo que ha conmovido al mundo hispano. España recogió durante muchos años mucha de esa influencia, valorando desde Anita Tijoux a Camila Moreno, de Fernando Milagros a Gepe, de Chinoy a Pedropiedra. España observó esos fenómenos, los estudió, y la gente allá sabe mucho de eso. Ahí creo que hay algo que Argentina debería conocer un poco más en profundidad. Ha estado faltando esa relación comunicacional, y tal vez también allá debe estar pasando algo similar que acá no conocemos, por cuestiones que tendrán que ver con la necesidad de unos lazos culturales más fuertes.
Tu último show aquí fue el año pasado, cuando presentaste el disco El caminante, ¿cómo recordás esa experiencia?
Hicimos un CCK y estuvo repleto. Fue una sorpresa, porque yo he ido en otras ocasiones, varias, pero pensé que con el tiempo, y sobre todo con el momento mundial que hemos vivido, la relación se podría haber diluido. Ver el teatro lleno y tan entusiasta fue hermoso. Sentí que sí se estableció una conexión muy amorosa a través de la música con el pueblo argentino. Me siento muy agradecido e inspirado para trabajar más y tener con qué refrendar esta especie de trueque, que es un trueque amoroso cuando uno intercambia materiales artísticos.
El concierto que vas a dar el 11 de junio está enfocado en la conmemoración de los 50 años del Golpe de Estado en Chile, ¿qué nos podés contar al respecto?
Sí, por el momento se llama “Repertorio conmemoración 50 años”, pero tendrá un título más especial. Va a tener cinco capítulos y cada capítulo es una década. Por cada diez años pretendo cantar unas cuatro o cinco canciones que representen esas décadas. Pretendo no acentuar solo el drama que hemos tenido como pueblo para irnos desarrollándonos y entendiéndonos, sino que también algo del humor, de lo que escuchaban nuestros abuelos, de lo que escucha la gente joven, de cómo fue cambiando el panorama musical… Finalmente es una especie de collage donde yo voy a tratar de representar a través de canciones y pequeños textos, los 50 años que hoy conmemoramos en Chile y que tiene que ver con la memoria. No siempre referida a la tragedia, sino también a la alegría y a las posibilidades de que un pueblo sobreviva y permanezca con todo lo que un pueblo tiene, sus penas y sus alegrías.
Hoy en Chile el partido republicano ha ganado mucho espacio, y está siendo un momento un poco complicado en términos sociales y políticos, ¿qué reflexión haces tú de lo que está ocurriendo?
Se ha hablado mucho de que se abrían las grandes alamedas en Chile con el estallido social. Me da la impresión que lo que se veía como una especie de avenida abierta, se ha resignificado como una especie de laberinto, como un laberinto ciego. Como si no tuviéramos opción de avanzar en un acuerdo que ponga las diferentes ideas de un pueblo en coherencia. Esto no se trata solo de que una mayoría republicana tome cartas en el asunto, porque por algo la opción es democrática y abierta a una votación… El problema es lo dispar, y lo poco representadas que están nuestras comunidades y nuestros pueblos originarios. Nosotros como comunidad y como país, como nación, estamos necesitando la sabiduría de los pueblos indígenas en conexión con los derechos humanos más profundos: la tierra, la relación con el cosmos, la relación con nuestros propios pares, el sentido de la vida, el respeto por la naturaleza, y un montón de derechos que las culturas indígenas dominan, manejan, y que tienen mucho que aportar. Siento que una vez más estamos en una especie de nudo ciego, donde es muy difícil destrabar energías, que es la energía que se necesita para alcanzar justicia en un pueblo de mucha disparidad y mucho contrapeso a la hora de las decisiones.
¿Qué sientes que puedes aportar al país como artista en un momento como este?
La oportunidad que tenemos es de reconectarnos, y digo reconectarnos porque alguna vez sí nos conectamos como vecinos y vecinas, por ejemplo con el tema de los cabildos. Creo que es allí donde tenemos que trasvasijar nuestros conocimientos y también disponer nuestro corazón a escuchar y aprender. Nadie tiene una capa de superhéroe para salvar una situación. Hay que ser humilde en este proceso y empezar desde cero. Antes incluso que artistas, somos vecinos, vecinas y vecines. Hay que generar un diálogo, un encuentro, ahí donde todas las personas somos valiosas.
Manuel García se presenta el domingo 11 de junio a las 19 h en el Teatro Margarita Xirgú (Chacabuco 875, CABA), entradas disponibles a través de Passline. Escuchá Manuel García en Buenos Aires en plataformas de streaming (Spotify, Tidal, Apple Music).