Cuando los hermanos Moura comenzaron a tocar juntos en La Plata, Marcelo solía quejarse de que, por ser el menor, siempre le asignaban el instrumento que nadie quería tocar. Sin embargo así, siendo el integrante más joven de una banda que supo llenar estadios en toda Latinoamérica, fue testigo de una década dorada de la música popular argentina. Marcelo es sin dudas alguien que tiene mucho para decir, y no sólo en materia musical. Luego de que a uno de sus hermanos se lo llevaran los militares y a otro el VIH, supo ponerse la banda al hombro y liderarla por casi treinta años con mucho éxito, a pesar de las críticas y las duras comparaciones, y embarcándose también en diversos proyectos paralelos.
Disculpen la Demoura, su primer disco enteramente solista (en 2012 sacó uno a dúo con Ale Sergi), es una placa bien pop, con baladas y bailables, y cuenta con la participación de figuras como Cachorro López, Sebastián Schon y su propia esposa, Ana Naón. Si en la música nacional hay, como dice el cantante, una vacante en el lugar del pop “fino” y serio, sin dudas la propuesta de este disco es más que interesante para llenar ese espacio. Canciones juguetonas como “Superchica” o el hit “Donde quiera que estés” se conjugan con baladas de amor a lo McCartney, como “Darling”, un tema que derrocha dulzura y es sin dudas su mejor track.
Años de ir y venir hacen que definitivamente a Moura no le falten consejos para repartir e interesantes puntos de vista para plantearle a quien los pida. En esta charla en exclusiva para Indie Hoy dejó en claro que si hay algo que Marcelo no sabe es quedarse quieto, y esta “demoura” no fue en vano.
Empezás desde el título del disco pidiendo disculpas. ¿A qué demora te referís?
Básicamente es un juego de palabras; las disculpas vienen a raíz de que hace muchos años que las gente nos pide o que hagamos un disco con Virus o que haga uno solista. Desde la compañía ya me dijeron que nunca había pasado que tenga tanta repercusión el título de un disco *risas*. Son detalles que no son menores, porque realmente te quedan grabados en la cabeza, y suma.
¿Por qué decidiste hacerlo solista y no sacar estos temas en un disco nuevo de Virus?
Yo pienso que en este momento, o mejor dicho hace tiempo, que para la gente Virus es “Luna de miel“, es “Pronta entrega“, y demás. En el último disco que hicimos, Caja Negra, incluimos cinco temas nuevos de estudio, y sin embargo todas las radios pasaban “Luna de miel“. De alguna forma la gente incorpora Virus con eso, y es más fácil generar algo nuevo si se hace desde otro ámbito.
¿Renegás de esa difusión de sólo los hits? ¿Cómo será la promoción de este disco?
El disco salió hace muy poquito, así que lo primero que voy a hacer es presentarlo para la prensa, dentro de dos sábados. Luego obviamente voy a salir a tocarlo. La verdad es que estoy muy sorprendido por el recibimiento que ha tenido el disco. Parece haber casi una unanimidad de criterios, a todo el mundo le encanta. Y es absolutamente compatible con Virus; son proyectos paralelos que conviven. A la par seguiré cantando “Luna de miel“, y todo, sin problemas.
¿Cuánto tiempo estuviste escribiendo estos temas, son cosas que tenías ya listas de hace tiempo, o te pusiste a componer pensando en este disco?
Yo tengo un estudio en mi casa, instrumentos. Tocar y componer es un ejercicio cotidiano. El disco que saqué hace unos años junto a Ale Sergi, Choque (2012, Pelo Music), también iba a ser un disco solista, pero las compañías lo rechazaron. Lo terminé haciendo con él, que fue un orgullo para mí. Ganó el Gardel a Mejor Disco Pop, así que fue muy bien reconocido, aunque muy poco difundido. Igual me permitió mostrar qué podía hacer yo con un proyecto solista; ese rechazo sirvió para mostrar que podía hacer un disco, y que la siguiente oportunidad sea distinto. Ahora están todos muy felices porque con el disco nuevo está llegando una repercusión muy poco común. Creo que es porque está en un lugar artístico donde hoy no hay nada, hay un gran vacío. El último que estuvo en ese lugar fue Cerati, por decirte algo. Quiero decir, en el lugar de un pop “fino”, algo como afuera sería Bowie o Bryan Ferry, y que tiene mucho público acá. O, bueno, haya mucho o poco es un lugar que está como vacante; me parece que es un disco que encaja absolutamente con eso.
“Perfume de mujer” habla de las relaciones humanas, reales, frente a lo digital y las redes sociales. Creo que hace un contraste muy fuerte con como era la cosa en los ‘80, donde estaban muy en auge los sintetizadores, lo electrónico. Y Virus hacía muchas referencias a esa cuestión tecnológica; pienso en “Super color” o “Me puedo programar”, por mencionar algunos. ¿Cómo te llevás con la tecnología? ¿Qué cambio hubo con ella entre esas dos épocas?
Me llevo bien y mal al mismo tiempo. Por un lado es necesaria y facilita muchas cosas, pero al mismo tiempo hay varias cosas que no me gustan para nada, como el hecho de que ha separado muchísimo las relaciones familiares, o el tema de que los chicos están todo el día con distintos aparatos y han dejado de leer y muchas cosas importantes. Generalmente no usan la computadora para leer Shakespeare, están jugando a voltear un avión. En lo que a mi profesión respecta, las facilidades que hoy se ven como maravillosas y como cosas que nos simplifican todo, yo creo que por el contrario, nos van quitando. Pensá en un músico como Mozart, en una época donde no había ningún tipo de grabador. Él pensaba la música y la música se iba superponiendo en su cabeza. Las pistas las iba teniendo él en su mente. Hoy vos grabás en las pistas, primero en una, después otra, y así podés grabar quinientas. En la película Amadeus se ve cómo el tipo se está muriendo y le dicta a Salieri lo que se va imaginando y empiezan a sonar los instrumentos. Eso estaba todo en su cabeza. En algún punto también la cosa fácil al mismo tiempo que es práctica nos va a atrofiando ciertas capacidades. Y profundamente prefiero eso, prefiero lo real, “tocar tu piel”, como dice el tema. Hay incluso hasta mucho amor virtual hoy en día. Y yo no cambio lo real por lo virtual, ni loco.
Hablando de amor real. Tu mujer también fue una parte fuerte del armado de los temas, ¿no?
Sí, en realidad hace mucho que lo es, en Choque también lo fue, cantó en el disco, hizo letras. Después yo escribí un libro sobre la historia de Virus y ella fue un pilar fundamental, escribe muy bien. La verdad que tenemos una relación artística muy muy fluida y nos hace muy bien, y en este caso también estuvo con cuatro o cinco letras en el disco. Las letras más lindas son de ella. Para darte cuenta sólo tendrías que mirar el tema, yo soy mucho más pragmático, soy más “esto es un vaso, esto es un lápiz”, y ella es más poética.
La canción “Todos no me quieren” pareciera ser un comentario muy directo hacia quienes te han criticado. ¿Me contás un poco sobre el trasfondo de la letra?
Yo tengo muy buen humor, en ningún momento el tema esconde una venganza o algo así. Quizás sí alguna especie de consejo. Cuando nosotros empezamos con Virus nos dijeron “con esa musiquita no van a ir a ningún lado” y siempre apostamos, y ahora todos dicen “qué capo, Virus, qué grande”. Sin ir tan lejos me pasó con este disco, porque al haber sido rechazado con el disco anterior, a este decidí hacerlo y pagarlo yo, producirlo yo, elegir los músicos, el estudio, y una vez terminado lo ofrecí. Obviamente tuve que invertir mucho dinero y absolutamente todo mi entorno me decía que estaba mal de la cabeza, que iba a perder un montón de plata. Y ahora cuando salió el disco me dicen “qué suerte que tenés” *risas*. Un poco lo que quiere decir es que si no comprás el billete de lotería no te la vas a ganar nunca. Si en la vida no asumís riesgos es imposible que consigas nada. Yo he pasado por muchas cosas y ya perdí el miedo.
¿Tiene que ver también con el hecho de que, como has dicho en otras ocasiones, a la gente le costó entender que ahora eras vos el cantante de Virus?
Sí, de que le costó no tengo dudas, pero no está relacionado con eso. Viste que dice “desde que yo nací, siempre fue igual…”. Tiene que ver con el miedo que tiene la gente a jugarse, a saltar al vacío, eso de “yo hago tal cosa y en realidad me gustaría otra, pero acá estoy seguro”. La vida es una sola y la única forma de conseguir las cosas o vivir como uno quiere es asumiendo riesgos. La gente por las redes me dice “por fin la gente va a entender quién sos vos realmente como músico”. Y yo dije no, para nada, yo no tengo eso adentro. Yo siempre sentí que al único que le tenía que darle explicaciones éticas y musicales era a mí mismo, y precisamente por la confianza que tuve en mí fui muy perseverante. Cuando yo empecé a cantar reemplazando a Federico no existía ninguna posibilidad ni de que yo lo empate. Yo sabía cantar, pero cuando te subís a un escenario los nervios te tiran todo al diablo. La forma de avanzar esos procesos es justamente subiendo a cantar, en el escenario, y cuando la gente conoció a Federico él ya había cantado en mil shows. Cuando me conocieron a mí, en cambio, yo no había cantado nunca, y mi proceso lo vivieron todos en vivo. Fue mucho más cruel. Por eso el disco está dedicado a tanta gente que confió, me esperó, supo que podía hacerlo. No me molesta que hayan dicho que desafinaba, o me movía mal, o trataba de imitar a Federico. Seguramente era todo cierto. Lo que sí me molestaba es cuando alguien traslada un pensamiento y lo pone como tuyo, eso de “Moura solo quiere mantener un negocio”, o “se está aprovechando de su hermano”. Eso duele mucho y hace mal, seguramente eso es algo que piensa él o lo haría él y lo traslada a mí. Y yo nada que ver, nada más lejano. Cuando muere Federico yo tenía opciones más redituables y caminos más sencillos para seguir, pero me parecía que Virus podía ser igual una muy buena banda y podía haber generaciones posteriores que la sigan viendo, como sigue pasando. Si prendés una radio no pasan más de diez minutos y pasan un tema de Virus. Y eso un poco es porque uno siguió tocando y le dio la oportunidad a los chicos de conocer a un grupo de una década tan hermosa como fueron los ochenta.
Hablaste de llenar el lugar de un “pop fino”. Cuando preparabas el disco, ¿tuviste en cuenta el contexto actual del pop, o a quienes hacen pop hoy en día y cómo suena?
No, en absoluto, es todo lo contrario. Cuando yo hago un disco o compongo una canción me libero de cualquier tipo de objetivo, de pensamiento, de proyección. Cada cosa que proyecte o que piense es una puerta que me estoy cerrando. En el proceso creativo el arte es más importante que el negocio. En mi libro yo cuento de un episodio que ilustra un poco esto: cuando hicimos Agujero Interior, que fue nuestro disco más rocanrolero, más comprensible, el grupo se tornó más popular y tuvo mucho éxito. Luego cuando hicimos Relax, el siguiente, el vicepresidente de la compañía nos corrió literalmente con un palo por los pasillos, gritando “¡una vez que hacen un disco y a todo el mundo le gusta, me cambian todo!”. El verdadero arte es lo que perdura. Cuando fui a llevar el contrato a Sony, el presidente me dijo “yo recibo cerca de veinte demos por día y en diez hay un cover de Virus”. Es como que Virus va tomando importancia con el tiempo por no haber hecho la música en función del éxito, sino en función de tener otro concepto. También hay otras cosas, como que a mí se me murieron dos hermanos e intentamos salvarlos con plata y no se pudo. Te empiezan a cambiar un poco los valores, pensás “al final para qué quiero plata si se me muere un hermano en los brazos y no puedo hacer nada”. Los dolores uno hubiera querido no tenerlos, pero se aprende mucho de eso. Y bueno, espero que no me pasen más cosas *risas*. Igual, a esas energías difíciles se les puede cambiar la polaridad y transformar en cosas positivas.
¿Qué música escuchás actualmente? Sobre todo, ¿hay algo actual que te guste, que te haya enganchado?
Esa pregunta me la hacen habitualmente y la verdad es que, podrá parecerte extraño, pero yo vivo tocando en vivo, ensayando con cada proyecto, y después en mi casa vivo componiendo. Lo que escucho mucho es música clásica, cosas que me relajen. En las giras voy con mi aparatito y mis auriculares y en el hotel me pongo y es una cosa que me relaja, me hace bien. Esto debe ser una respuesta rarísima *risas*. Pero me gusta mucho, me parece que esas cosas tienen una superioridad absoluta. Escucho una obra de un director de hace quinientos años, Mozart, Debussy, y siento que lo que hago yo absolutamente elemental al lado de lo que hacen ellos. Y va un poco de la mano con eso que te decía, las cosas que nos han facilitado a poder grabar y tener estudios en nuestras casas también nos han quitado algo que para mí es más importante, que es tener todo en la imaginación y poder superponer capas de instrumentos en tu cabeza.
Al sacar hoy un disco de este estilo musical, con este sonido, ¿a quién te imaginás que va dirigido? ¿Te imaginás un público joven o gente más grande, que ya te conoce? ¿Cuál sería el “target”?
No, quizás relacionado con lo que te decía antes, no pienso esas cosas. No quiero parecer humilde porque quizás no es la palabra, pero me parece que como objetivo mío lo importante es que las cosas fluyan, vengan. Por más que viva mil vidas, nunca voy a poder decir que llegué a algún lugar. Siempre va a haber un horizonte por delante. Es una cinta sin fin. Entonces, nada, trato de fluir, no pensar esas cosas. Veo muchas veces músicos que tienen un tema y lo dan vuelta mil veces y lo revisan y miran los tonos y qué se yo. Como si sintieran que tienen que escribir La Divina Comedia. Y con eso creo que lo mataste, es todo un proceso cerebral que le quitó toda la espontaneidad. No es una crítica, quizás sí una diferencia de opinión. Siempre disentí con eso de que “la música es el arte de combinar los sonidos”. Eso parece una visión matemática, que la música la tiene, pero quizás tiene más que ver con el Jenga que con la música. La música es una expresión del alma, y no quiero que se me filtre mucho por la cabeza. Si tocás el bajo es el instrumento, pero no toca el bajo, tocás vos. Vos tenés algo para decir. Lo mismo con la cabeza, funciona como un instrumento. De ahí viene la palabra “reflexión”: refleja a tu corazón, a tu alma. Pero sino ya se empieza a entrar en un laberinto cerebral, y en mi caso quiero hacer todo lo contrario; que mi cabeza solo me sirva para ser un espejo del corazón.