Tribulaciones es una de las productoras culturales más importantes del país. Creada y dirigida por Mario De Cristófaro desde 1997, este grupo independiente ha conseguido promover el trabajo de artistas de todo tipo y en distintos formatos. Comenzó como un programa de radio, luego llegó a la televisión y estuvo en el aire durante cinco años en Music Country, Canal 7 y Canal (á). Su premisa siempre fue la difusión de música que tenía poco espacio en los medios tradicionales, y estuvieron detrás de los shows más inusuales y míticos que se han realizado en Buenos Aires, desde Battles, Swans y Thurston Moore, hasta Tricky, Primus y Mike Patton.
Este año la productora se reinventó como Tribulaciones Radio, programa de radio que se emite todos los domingos a la medianoche a través de Radio Con Vos FM 89.9, y que lo tiene a De Cristófaro como conductor acompañado por Marina Fages, Sebastián Chaves y Oscar Arcángeli. Hablamos con él sobre la historia de este fenómeno de la industria musical argentina.
¿Cómo viviste la vuelta a la radio? ¿Qué expectativas tenías para el programa?
Fue una sorpresa porque hace tiempo que quiero volver a la radio y como estaba con muchas cosas no dediqué mucho tiempo a buscar. Y el año pasado empecé a trabajar de columnista en un programa que se llama El círculo rojo que está los domingos de 21 a 23 h en Radio Con Vos. A partir de eso me contacté con Guillo García, que es el director de la radio, le planteé la propuesta que tenía de hacer un programa de música como en su momento había hecho en Radio Nacional y en La Tribu. Llegamos a un acuerdo y por suerte pudimos largar a partir de marzo. Armamos una movida muy linda, entrevistamos a Nadya [Tolokonnikova] de Pussy Riot, que presentó un tema junto algunos traperos argentinos sobre la represión policial. Hacemos una entrevista todas las semanas y paso algún tema inédito de los recitales que hice acá. Por suerte pude grabar casi todos los audios de los shows y algunos videos, tengo un montón de material que lo vamos pasando. Dejé de hacer radio en el 2013, así que son casi siete años de shows que nunca se emitieron.
¿Cuáles fueron los primeros pasos de Tribulaciones?
La historia empezó en el año 1995, con unos compañeros de la facultad armamos un programa de radio que se llamó La Tribu, una radio bastante barrial e independiente, y era un programa donde hablábamos bastante de economía, de política y algo de música. Yo me encargaba de musicalizarlo y luego hubo unas discusiones internas, la política siempre trae esos problemas, y al final me quedé yo solo en el programa y con otro amigo que le gustaba mucho la música, hicimos un programa solo de eso. Ahí le pusimos de nombre Tribulaciones, como una mezcla de La Tribu y los problemas que podía tener la gente. Como la radio tenía poco alcance, La Tribu se escucha todavía hoy en algunos barrios como Almagro, Caballito, Palermo, decidimos empezar a invitar a músicos a que toquen y hacer recitales en la radio. Tocó Willy Crook, Suárez, Javier Malosetti, Hermeto Pascoal, hasta una vez apareció Pappo e hizo una zapada que fue increíble. A partir de eso creamos una revista que era gratuita que se daba en bares, disquerías y dábamos información solo de música. Al otro año con mi amigo Oscar Mingorance, había una banda que nos gustaba muchísimo que era Medeski, Martin and Wood, un trío de jazz funk que estaba tremendo en ese momento, ahora están medio separados pero cada tanto tocan, y empezamos a hablar con la manager sobre la posibilidad de traerlos a Argentina. Fue una experiencia increíble porque hicimos un par de shows y logramos llevarlos a Uruguay también y nos fue bárbaro, la sala de La Trastienda estaba llena y fueron unos shows impresionantes. Eso nos dio ánimo de empezar a traer bandas. La idea de Tribulaciones era la de difundir música que no tiene espacio en los medios masivos, la música no mainstream en general. Al poco tiempo hicimos Tortoise en La Trastienda y ahí arrancamos con todo. Luego dimos un salto importante, hicimos en el Estadio Obras en mayo o junio del 2001, el dólar todavía estaba uno a uno, así que era más fácil hacer cosas y trajimos a Living Colour que se habían juntado después de años de estar separados, fue impresionante.
Realizar eventos así siempre involucra un riesgo para quien está a cargo de la organización. ¿Cómo viviste esas experiencias?
Soy un tipo que no tengo mucha aversión al riesgo y traje cosas que me gustaban, y así también perdí plata a morir, por cosas que me parecía que podían funcionar y acá el mercado tampoco es tan fácil. A mí siempre me pareció que estaba bueno el desafío y siempre me gustó estar ahí en la cuerda floja. Hay un poco de esa adrenalina que me gusta evidentemente, soy un poco masoquista quizás en ese aspecto. Me gusta pensar qué pasará con tal banda, si irá gente o no, eso de ir chequeando la venta de tickets y ver que no se mueve y llega el día del concierto, es una sensación muy extraña. Pero cuando ves a la banda tocar, terminás con un bienestar absoluto. A mí no me interesa acumular guita, me interesa vivir bien por supuesto, pero nada más. Pero tengo la satisfacción de que la gente reconoce eso y aparte nos hacemos bastante amigos con los artistas que traigo, que son gente que admiro, y se van re contentos por la buena onda. Por ejemplo, hacemos unas clases de español con Julia Holter por Skype. No me arrepiento, siempre fueron buenas experiencias. En 2005 traje a la banda del guitarrista de Living Colour, Vernon Reid, que era Yohimbe Brothers. Se trataba de una banda grande porque eran como nueve tipos y un DJ, y no fue nadie, fueron ponele 200 personas en dos funciones y tuve que vender el auto para pagar lo que debía. Una cosa de locos, me quedé sin auto por muchos años.
¿Cómo trabajás la curaduría de los eventos? ¿Cómo elegís con qué artistas trabajar?
Primero, si me gusta el artista, tengo que evaluar si tiene seguidores en Argentina. Uno podía ver cuantos seguidores tenía en Facebook el artista por país, y eso te daba un poco la idea. Los sellos discográficos también pueden chequear desde Spotify cuántos seguidores tiene por lugar también. Trabajo en función de eso, si me gusta y si arreglo una cifra razonable. La clave es intentar armar una gira razonable, como para que a los tipos les sirva. Porque, por ejemplo, para un show solo en Buenos Aires tenés que bancar los vuelos que son carísimos y si sumás aparte el presupuesto del artista se vuelve algo imposible. En cambio, si armás una gira en cuatro o cinco países, dividís el vuelo entre todos los países y ya el costo se reduce un montón. De esa manera uno puede hacer algo más redituable. Así he podido traer quizás cosas más raras y meterlas en Brasil, Chile y Uruguay. Lo más difícil es cuando es un tipo no tan conocido que quizás los promotores de otros lugares no lo conocen y te preguntan cómo vas a gastar plata en esto, y después si te va mal te putean. Hay productores que se bancan el riesgo y otros que solo quieren hacer negocios, que creen que si no hay ganancia no les sirve.
¿Podés contarnos sobre algun show que hayas visto en el exterior que te haya encantado y cómo fue la decisión de traerlos a Argentina?
Estuve dos veces en Islandia en el Festival Iceland Airwaves, un evento tremendo que se hace en varios lugares a la vez dentro de la ciudad de Reykjavik, y conocí un montón de bandas de allá que son buenísimas pero que acá ni se conocen. Yo traje nada más a Mamut que es una banda muy buena, la traje hace unos años a Niceto, había poca gente, pero la ventaja que tenés es que allá hay algo que se llama Iceland Music, que es una institución del gobierno que banca a los artistas para que sean conocidos en el resto del mundo. Entonces si le conseguís cuatro fechas a los tipos en la región bancan todos los vuelos. Últimamente estaba viendo de traer una banda que se llama Vök que es increíble, pero bueno, pasó todo esto. También me pasó con Battles que estuvo muy bueno el show. Otro festival que me enloqueció fue el Bell Atlantic Jazz Festival de Nueva York, que vi a John Zorn que es un saxofonista yanqui que tiene bandas más hardcore y tiene Naked City, un grupo espectacular con un cantante japonés, un delirio. Los quise traer y pude después de varios años con Moonchild, un grupo en que estaba Mike Patton cantando y John Medeski en teclados, una cosa muy experimental. Esto fue en el año 2010 en el Coliseo. Después otra banda que vi en Londres fue Swans, una locura. Los tipos tocan a un volumen tan alto que tuve que comprar tapones para repartir en la puerta porque ya me lo había anticipado la gente de la agencia. Igual los más fanáticos estaban delante de todo y se sacaban los tapones.
¿Cómo ves el futuro de los shows en vivo en el contexto de la pandemia?
Es muy complicado, porque en primer punto muchos de los artistas no van a querer viajar. Pongamos un ejemplo, The Residents iban a venir este año de vuelta, ya había arreglado con ellos y por supuesto se canceló. Son tipos grandes, entonces hablé con el manager la otra vez y me decía que si el año que viene estaba todo liberado había que ver si se animaban a viajar, sobre todo el cantante principal. Quizás, hasta que salga una vacuna, va a estar todo el mundo medio cagado. Con el público pasa lo mismo, si a vos te dicen vamos a un recital masivo, y aunque esté habilitado, hay que ver cuántos van. Hasta que pase el pánico se va a complicar la circulación del mercado de la música. Ahora con los streamings es algo, pero no soluciona demasiado.
Podés escuchar todas las emisiones de Tribulaciones Radio a través de Spotify.