Con la argentinidad al palo, Marttein encarna un delirio punk en el que cruza escenarios de mala muerte y termina colgado del mástil frente a la casa de gobierno en una noche alucinógena. Su cuarto disco, que él mismo define como su verdadero debut, es una oda al fracaso que no solo abraza las caídas, sino que las envenena con ritmos tan mutantes como su destreza performática: rock, pop, tango, industrial y hasta una cumbia en clave Frankenstein.
Nada de esto es lo que parece. Marttein tampoco canta, sino que interpreta con sus entrañas cada verso como si le fueran a arrancar el alma. Su voz lleva el peso de un Buenos Aires que no se apaga ni aunque se ahogue en humo de escape. Un antihéroe de lunfardo afilado y sonrisa engreída, que parece haber escapado de una película en blanco y negro o un antro secreto.
Marttein lleva años gestando su nuevo disco, un trabajo titulado de manera homónima que sintetiza sus múltiples influencias y su enfoque disruptivo en un puñado de tracks electrizantes que salieron a la luz en 2024. “Algunos temas tienen tres años, otros dos. Los más longevos los recontra reworkeamos. Después hubo mucho laburo con los nuevos, que empezamos a trabajar en la segunda mitad de 2022, primero con Pedro y después se sumó Jeremy”, cuenta el artista en conversación con Indie Hoy a días de su presentación en el Festival Buena Vibra 2025, este sábado 22 de febrero en Ciudad Universitaria de Buenos Aires.
El disco fue solo el primer golpe. Después llegó la película, y con ella, el personaje cobró carne, latido y exceso. No era solo un concepto: tiene una forma de moverse, de perderse, de mirar sin ver. “Es un fracasado, un joven que se va desarmando a medida que avanza la historia. Los singles eran su caparazón: lo mostraban canchero, pero en la ‘peli’ ves que termina hecho mierda“. Para darle más profundidad, Marttein trabajó con Roma Trio, una profesora de teatro con la que había tomado clases anteriormente. “Nos cruzamos en una fiesta, le hablé del disco y me dijo que contara con ella para lo que sea. Así que lo armamos, fue una preparación muy intensa”.
Quienes hayan visto a Marttein antes de este disco saben que su cuerpo nunca fue un mero vehículo: se desangra en el escenario, como quien cincela el aire, convirtiendo cada gesto en parte del mensaje. “A lo largo de mi vida hice cursos de teatro clásico, teatro físico y performance con Roma. Todo eso se filtró en el disco. Tanto lo audiovisual como lo performático y lo musical llegaron a su punto álgido. Fue como crear una pócima en el laboratorio, buscando el balance perfecto entre todo”.
Marttein creció rodeado de todo tipo de música. Desde Serú Girán, Soda Stereo y Sex Pistols, hasta Queen, Ricky Martin y Julieta Venegas. “Mi mamá siempre me metió en la cabeza el pop, y mi viejo me metió más en el rock. Mi hermana en la adolescencia me hizo descubrir toda esa música medio Tumblr: Joy Division y The Cure“, cuenta, reflejando cómo esas distintas corrientes fueron decodificando su identidad. Pero alguien muy importante fue su abuelo, un tanguero empedernido que también cultivaba las letras. “Era escritor, tenía diccionarios de lunfardo, y eso lo mamé de él”, recuerda con cariño.
La rave como portal
Aunque en sus primeros años Marttein se formó como músico clásico tocando la guitarra, pronto comenzó a cuestionar las estructuras académicas. “Me hinché los huevos del conservatorio, no quería saber nada con los instrumentos”, admite con sinceridad. Fue entonces cuando, a través de SoundCloud, descubrió lo que realmente le interesaba. “El trap fue mi entrada a la música electrónica y experimental”, explica, señalando cómo Yung Lean fue una de sus guías en aquel momento de rebeldía estética.
Pero fue la conexión con la rave la que realmente terminó de definir su camino. A los 15 años, comenzó a asistir a fiestas, en esos sótanos donde la música electrónica hace transpirar las paredes. “Mi hábitat era bastante suburbano y clandestino. Hacían fiestas en lugares random, lugares donde a nadie le importaba lo que estaba pasando, y yo me colaba”, cuenta. Más que una salida, esos escenarios eran para Marttein el portal a lo que realmente lo movía.
“Me encontraba solo en esos lugares. A los amigos que tenía no les gustaba la música que a mí me gustaba ni los lugares a los que iba. Estaba solo, y me pasaban cosas de pibe”, relata, remarcando cómo la música le permitió encontrar una comunidad que entendiera lo que él sentía. “La actitud de la rave sigue presente en mí. Hay algo emparejado con el rock, y eso une todo. Creo que eso se traduce en mi música”.
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No hay estructuras fijas ni patrones predecibles en la propuesta de Marttein. Es un híbrido que se descompone y reconstruye en cada tema; lleva al oyente a un lugar impredecible, donde lo trash y lo melódico se mezclan sin reglas. “Buscamos que cada tema dure lo que tenga que durar, que te deje con las ganas justas. Hay una tensión entre los versos, que a veces son caóticos, y los estribillos, que son súper limpios”.
El proceso de producción fue meticuloso. “Desde la composición, llevamos los temas a distintos productores: Bbynito, Mag, Camilo Desorden, El Punga… Trabajamos cada track hasta lo más hondo”. También hubo una exploración particular en la voz: “La idea era proyectar lo que pasa en vivo en el estudio. Probamos métodos rarísimos para que la voz quedara verídica, sentida”.
“Antes de afrontar lo audiovisual, ya teníamos un camino marcado”, cuenta. En “El rubio”, el personaje que protagoniza la canción se convirtió en una entidad propia. “Era como actuar cuando canto el tema. Un poco el video existía sin imágenes, solo con el audio. Desde ahí se construyó todo”.
Nada en él es azaroso: el personaje fue construido desde las entrañas, con una visión clara que permea cada fragmento de la historia. “Nos reuníamos dos veces por semana para ensayar. Siempre lo llamábamos ‘el chabón’ o ‘el tipo’, cuando en realidad era yo”, recuerda entre risas. “Me desprendí de su imagen y se transformó en algo fuera de mí”.
Esta apuesta a la ficción atraviesa toda la obra de Marttein y se potencia con las colaboraciones. “Está bueno cómo cada invitado entra como un personaje en la película del disco, más allá de su identidad artística”. Dillom, por ejemplo, genera un efecto curioso en los oyentes mientras le da vida al transa que caga al Rubio y su pandilla. “Vi en los comentarios que mucha gente flashea que su participación es una especie de historia paralela a su disco Por cesárea“. También aparece Juana Rozas, quien encarna a una endemoniada presentadora de televisión en uno de esos juegos noctámbulos para adivinar la palabra. ¿La palabra? Fracaso.
Presumir el fracaso
La idea central del disco había aparecido tiempo atrás, cuando componía las letras. “Yo pensaba: ‘Bueno, quiero presumir el fracaso, presumir cosas que no está bueno que te pasen’”, dice. En una época en la que la música popular se trata de la ostentación extrema, Marttein buscó el contraste: “Yo voy a mostrar todo lo que tengo y presumirlo, pero lo que tengo tampoco está muy bueno“.
El disco se apoya en la complejidad del personaje, una construcción que trabajó a diestra y siniestra con la intención de lograr un equilibrio entre géneros, emociones y narrativas: “No queríamos que quedara como un chabón reventado sin más, sino contar una historia con contenido, con matices”. Desde el inicio, el personaje se mueve entre la soberbia y la inconsciencia, pero a medida que avanza el relato, la ruina se hace evidente. “Fuimos laburando las distintas etapas, desde la tristeza hasta la euforia desbordada del final. En la performance, Roma me iba marcando cambios de estado de ánimo con chasquidos de dedos, y yo iba entrando y saliendo de cada sentimiento“, explica.
El resultado es un antihéroe que se resiste a reconocer su propia decadencia. “Es un joven perdido que busca encontrarse en la noche, pero la noche lo sigue perdiendo aún más”, reflexiona Marttein. “Es soberbio, está en una situación de fracaso total, pero no lo asume. Por eso, en el último tema (“AAA”), dice ‘soy un fracaso, pero en el antro hago que grites’. Es fuerte ver cómo ese deterioro se va profundizando a lo largo del disco”.
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Marttein no solo construye imágenes porteñas a través del lunfardo y los modismos, sino que también reivindica una forma de hablar que muchas veces queda afuera de lo que se categoriza como “latino”. “Quería mostrar eso, hablar sin tapujos, como lo hago todos los días, como habla la gente a mi alrededor”, explica. Para él, hay un juego en ser una especie de ladrón de la voz popular, en rescatar frases y berretines que ya existen en el imaginario colectivo y llevarlas a sus letras. “El chiste de ‘qué más querés, que te lo fume también’ no es mío, es de la gente. Y me interesa eso, porque cuando alguien lo escucha en una canción, le causa más gracia. No se lo espera”.
En cuanto a la temporalidad de la historia, Marttein tiene una visión clara: “Todo sucede en una noche. En un momento pensamos que podía ser una gira de dos días, pero terminó siendo una sola noche”. La dirección creativa estuvo a cargo de Valentín Mutti, quien ayudó a dar forma al personaje junto a Roma. “Al principio no iba a ser tan sociópata, pero Mutti me dijo: ‘que haya algún asesinato, que haya algo’”, explica entre risas. El disco, como el personaje, es un bucle de lucha y caída. “En todo su delirio, termina volviendo a la casa de la madre, rendido. Empieza como terminó. Un bucle tortuoso que es su vida”.
Para Marttein, “Adelante” es la canción más representativa del álbum. “El personaje es un obstinado, alguien sumido en una situación de mucha bajeza, un inútil del que cualquiera se reiría”. Pero dentro de esa miseria hay algo de resistencia: “Más allá de todo, sigue adelante. No tiene seguridad ni convicción de que las cosas vayan a salir bien, pero sigue”. Esa dualidad entre fracaso y actitud desafiante se resume en una línea de la canción: “Ese que tiene plata pero le falta amor. A nosotros nos falta plata, pero tenemos amor para vos”.
Esa idea lo atravesaba en lo personal. “Un poco el personaje tiene cosas mías. Lo que pasa en ‘Adelante’ es casi un registro de cuando salía a las raves con 16 o 17 años y me encontraba con chabones más grandes que trataban de levantarme. También están esos personajes de la noche, los que tienen plata pero están vacíos, los que te quieren como amigo y te convidan todo. Vos sos medio maldito y te aprovechás de eso”, dice, reconociendo la crudeza del retrato. “Hay algo re loco en contar a través de una vivencia. Las letras fueron saliendo cuando sentí que tenía justicia escribirlas”.
Si bien las canciones pueden escucharse por separado, el disco cobra otra dimensión cuando se experimenta como una obra completa. “Me encanta cómo funcionan en conjunto. Mezclamos géneros en distintas dosis: en un tema hay más rock, en otro más electrónica”, dice Marttein. La narrativa se potenció cuando la idea de la película empezó a tomar forma. “Al principio lo veía más como una colección de relatos que como una historia de corrido. Cada canción podía describirse en una oración, como una sinopsis, pero después todo se terminó anclando en un personaje”.
Entre el frenesí y la desesperación, el personaje atraviesa una odisea narcótica y desdichada cargada de elementos que potencian el relato. “Queríamos generar imágenes a través del sonido, meter climas y atmósferas”, explica. En “Llamalo”, por ejemplo, aparecen voces que simulan una llamada telefónica, creando un efecto inmersivo. “Es como si estuvieras espiando una conversación”, dice. Esta mezcla entre lo cotidiano y lo poético es una de las claves del álbum. Frases como “El Pepe acariciaba las calvas de los pelados buena onda” y “Algún espejo se rompió mientras te miraba” tejen ese equilibrio entre lo directo y lo enigmático. Hay un yo y un otro en cada canción mientras Marttein juega con su propia sombra.
La participación de Mariana Enriquez en el disco surgió casi de manera accidental. Todo empezó con una entrevista que le hicieron en Rosario, donde el periodista quedó impactado por su show en vivo. Tiempo después, al entrevistar a la escritora, mencionó su nombre y ella comenzó a seguirlo. Cuando Marttein tuvo la idea de sumarla al proyecto, le escribió y ella se entusiasmó de inmediato. “Encima fue muy loco porque pensé que ella iba a escribir, pero al final tuve que hacerlo yo”, cuenta. Enriquez revisó el texto, hicieron algunos ajustes y lo grabaron. “Me parece una re figura. Tiene una visión que me interpela y me identifica muchísimo”, explica Marttein.
La canción en cuestión, “Futurista”, describe un barrio destrozado. Para escribirla, Marttein releyó varios textos de la autora, tomando inspiración de varios, entre ellos, recuerda “El chico sucio”. “Ella tiene mucho de esa descripción urbana, y era clave que estuviera”, dice. Aunque recitar no es algo que la escritora haga habitualmente, se involucró por completo y aportó una presencia casi espectral en la canción.
Otro de los temas clave del álbum es “Amigo“. “Es la canción más tanguera del disco, tiene la temática clásica del tango: algo del pasado que no está más, la melancolía, el llanto”. La idea le surgió con una frase que Mutti tiró en 2022: “El pucho que se lo fuma el viento”. “Lo dijo en joda, pero me gustó, lo anoté y cuando busqué frases para el tema, la recuperé. Él ni sabía que le había robado la frase”.
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Marttein habla sobre la dualidad que tiene su disco, esa mezcla de penumbra y jovialidad que, a pesar de la crudeza de algunas de sus letras, mantiene un tono irónico y, en ocasiones, casi cómico. “Es oscuro y extraño, pero al mismo tiempo, el tipo dice cosas fuertes, y hay algo en cómo las dice, que es muy ligero. A veces te da gracia”, comenta, refiriéndose al contraste que atraviesa el disco y también la película que lo acompaña.
Para él, no se trata solo de lo sombrío, sino de cómo se presenta esa oscuridad, con una dosis de humor que lo vuelve digerible. “Creo que lo logramos, porque tiene esa cuestión humorística. Como una conversación que te llega fácil. Y no quería hacer algo solemne ni serio, sino algo que tuviera contenido pero que también llegara de forma sencilla“, explica.
En ese sentido, Marttein menciona cómo en algunas escenas de la película, aunque las situaciones son duras, hay algo ridículo y bizarro que produce risa, pero también incomodidad. “Nos cagamos de risa haciéndolo, pero había momentos en los que veíamos las imágenes y decíamos ‘esto es terrible’”. Un ejemplo claro es la escena en la que le roba la plata a la madre. “Es re feo lo que está pasando, pero te dan ganas de decir ‘qué hijo de puta’”, dice, evidenciando cómo la tragedia está envuelta en una capa de cinismo.
De la portada al show bolichero de Marttein
En cuanto a la portada del disco, Marttein revela que fue una idea que compartió con Mutti. Querían algo impactante, provocador, algo que hablara directamente de la idea de un personaje inútil para la sociedad. “Es alguien que no tiene ninguna función en el sistema, no produce nada, no cumple ninguna función”, dice sobre el concepto detrás de la imagen. Con la figura atada frente a la Casa Rosada, juega con la frase popular “que lo cuelguen en la plaza”. El personaje representado, para él, es como un paria, alguien que el sistema considera desechable, alguien que podría ser linchado.
Finalmente, el proceso de nombrar al álbum fue un verdadero desafío y, a su vez, lo último que apareció en su mente. “Este es mi cuarto disco, pero lo vivimos como el disco debut”, confiesa. Para él, el álbum representa la culminación de un largo proceso de exploración, y el título homónimo fue una declaración de intenciones. “Queríamos mostrar que este es el proyecto, el verdadero primer paso. Fue raro, pero al final este es el disco que define lo que somos“, concluye. Marttein, el álbum, formó parte de los 50 mejores discos de 2024 según Indie Hoy.
La ambición artística es un torrente incontenible. Marttein viene trabajando en una propuesta especial para su presentación en el Festival Buena Vibra. “Está directamente ligada a lo que hicimos en Niceto y en presentaciones anteriores, pero esta vez armamos algo específico para la ocasión. Ya que tocamos después de Illya Kuryaki, a la 1 de la mañana, queremos darle al show un tinte más orientado a la rave. Va a tener ese ingrediente, que va a ser más clubero, más ravero, y con algunos actos performáticos que no se vieron en los otros shows. Vamos a acompañarlo con una campaña estética y creativa acorde, lo titulamos: ‘El show bolichero de Marttein‘”.
Marttein se presentará el sábado 22 de febrero en el Festival Buena Vibra 2025 en Ciudad Universitaria de Buenos Aires, junto a Illya Kuryaki & the Valderramas, Bandalos Chinos, Marilina Bertoldi y más; entradas disponibles a través de Enigma Tickets, 2×1 para socios de la Comunidad Indie Hoy. Escuchá Marttein en plataformas (YouTube, Spotify, Tidal).