Matías Aguayo es un artista nómada. Nacido en Santiago y criado en la ciudad alemana de Gummersbach, el músico y DJ chileno lleva una vida recorriendo el mundo y ha encontrado algo parecido a un hogar en el circuito global de fiestas electrónicas, y algo que también podría llamarse comunidad en las distintas escenas de DJs que conoció en las ciudades por las que gira.
“Los años me han llevado a conocer distintos lugares y cada vez es más difícil identificarme con una nacionalidad particular“, admite en conversación con Indie Hoy desde Santiago, donde ha pasado los últimos meses produciendo su siguiente disco antes de volver a ponerse en movimiento y comenzar una gira que tiene sus primeras paradas en Buenos Aires y Mar del Plata, y luego seguirá en Europa (Berlín, Madrid, Lisboa, Lituania, Suiza, Génova, Bucarest, Rumania y podría seguir).
“Para mí, para crear una sensación de hogar a donde sea que voy es importante tener rituales -continúa Aguayo-. Por ejemplo, cuando estoy en Santiago me junto con mi amiga y siempre vamos al mismo lugar a comer unos panchos o completos como le dicen acá, y cosas así. Me armo mis rutinas en cada ciudad. Creo que la identidad está construida de maneras muy complejas, entonces, me identifico más bien con la gente que tiene alguna clase de desarraigo y que anda un poco perdida por el mundo”. Su música es un reflejo mismo de este espíritu inquieto, de esa curiosidad por los nuevos géneros electrónicos, los sonidos emergentes y los experimentos que suceden en la periferia de la industria musical.
Esta búsqueda también lo ha acercado a distintas escenas que hoy son una referencia ineludible en la electrónica, desde los comienzos del sello alemán Kompakt en los 90 en Colonia, hasta la creación de su propio sello Cómeme en 2009. En sus primeros discos como solista –Are You Really Lost de 2005 y Ay ay ay de 2009-, Aguayo se movió entre los cruces del techno minimalista, el house y la canción, pero con los años incorporaría una inercia más frenética y difícil de definir que muchos han tratado de etiquetar como techouse, microhouse o electroclash.
Su interés en formar comunidades alrededor del mundo ha convertido a Aguayo en un artista crítico y disidente, que reflexiona acerca de las transformaciones que atraviesan a su oficio y a la industria musical, aunque evita los discursos reduccionistas o la sobrepromoción a través de redes sociales.
“Es un momento bastante particular y complejo para ser DJ -afirma-, porque uno se tiene que volver una persona pública y menos misteriosa. Se empieza a esperar cierto comportamiento de ti, y encuentro muy complejo eso. Yo me muevo con la música justamente porque siento que me puedo comunicar mejor a través de ella que a través de las palabras. Y sobre todo, me cuestan los discursos que están reducidos a slogans y que nos alejan de la complejidad de las discusiones que se deberían tener”.
Como un DJ que acaba de pasar los 51 años de edad, Aguayo lo ha visto y escuchado todo. Sin embargo, se resiste a caer en la trampa de la nostalgia o a descansar en los laureles del pasado. “Siempre he estado más enfocado en el presente -admite-, algo que es cada vez más difícil por el momento que estamos atravesando en la historia mundial y social. Pero encuentro la nostalgia un tanto peligrosa para el proceso creativo y para moverse en la vida, aunque puedo apagar un poco esa sensación de nostalgia y recordar algunas fechas que fueron importantes para mí, y agarrarme de lo que aprendí de ellas”.
Mucho del lore de la cultura dance y electrónica siempre se apoyó en anécdotas y recuerdos de DJ sets que marcaron un antes y un después en el género. En conversación con Indie Hoy, Aguayo rememoró sobre algunas de las fiestas que quedaron grabadas en su memoria.
DJ Pierre y su clase maestra sobre el house
“A inicios de los 90 en Colonia escuché a DJ Pierre y me marcó su habilidad para moverse por varios géneros. Nosotros en esa época estábamos escuchando house, house y house, y de repente llega una leyenda del house y no toca house. Bueno, sí tocó house, pero también mucho soul y disco. Conectó varias músicas que yo había escuchado de adolescente y las integró de una manera que no había tenido en cuenta antes. Yo crecí con mucha música disco y funk en Alemania, porque un amigo de mi papá era DJ de una discoteca donde iban muchos soldados gringos estacionados en Alemania, y muchos eran negros. Obviamente yo no podía ir a discotecas, tenía 11 años, pero él me grababa cassettes que ya venían mezclados. Y ahí estaban Grace Jones, D Train, Afrika Bambaataa. Escuchar a DJ Pierre me demostró la conexión de toda esa música con el house”.
El set reversible de Magic Juan Atkins
“También recuerdo haber visto un DJ set de Magic Juan Atkins en Colonia, debe haber sido en el 94 o 95, que me marcó bastante porque me abrió los ojos a ciertas posibilidades, sobre todo a la posibilidad de contar un cuento en una pista de baile. El DJ previo de esa noche había tocado muy duro y rápido, y él tomó eso, siguió con un techno duro, rápido y bien abstracto, pero en el transcurso del set se fue poniendo cada vez más lento. De los 140 bpms con los que empezó, terminó en unos grooves de house de 100 bpms o algo así al final, mientras en el público estábamos sintiendo los efectos de nuestras primeras experiencias con pastillas. Ese trayecto al revés y esa manera de contar una historia me influyó bastante. Tuve la suerte de escucharlo en un muy buen momento de su carrera“.
El cruce de escenas de Colonia y Buenos Aires
“A mediados de los 90 en Colonia existía un lugar que se llamaba Liquid Sky, que no era un boliche así como club, sino que era un lugar para escuchar, aunque a veces se bailaba, pero no era lo central. Los DJs tocaban en un sillón, era como otra onda, pero fue muy importante porque era como el living de la escena electrónica de ese momento. Una de las cosas que generó ese sonido de Colonia fue que teníamos lugares sociales fuera de la pista de baile, porque sí estaban las fiestas, pero también eran importantes las tiendas de discos, en las que uno también podía ir a tomarse un café, fumarse un faso y conversar, y ahí se armaba mucha escena. Todo el mundo que tocaba en Colonia en esos años en algún momento tocó en Liquid Sky. Hubieron grandes noches ahí, recuerdo cuando presentaron el compilado de Triple R, Riley Reinhold, de música electrónica de Buenos Aires [Elektronische Musik Aus Buenos Aires]. Fue la primera vez que me percaté de lo que estaba pasando en Buenos Aires, y así empecé a armar contactos y a hacer mis primeros viajes ahí”.
El poder de seducción del micrófono
“No puedo hablar de fechas históricas sin mencionar a Buenos Aires. Una de las fiestas que me marcaron fue la primera vez que agarré un micrófono durante un DJ set. Yo previamente tenía las cosas bien separadas: una cosa era el live set donde cantaba mis canciones y estaba con las máquinas, y otra cosa era el DJ set. Pero una noche estaba tocando en una fiesta de disfraces organizada por Alejandro Ros, una de las antiguas que eran bien chiquitas, no esas fiestas de ahora, y había un micrófono conectado. Lo empecé a probar y funcionó tan bien en ese contexto que me di cuenta que podía conectar con el público de una manera más directa. Me permitía también hacer unas locuras que no podía hacer teniendo solo la herramienta de seleccionar temas. Siento que el micrófono me permite llevar a la gente de manera más fácil a lugares que son difíciles de llegar de otra manera. Todo el proceso de seducción en el DJ set es muy importante para llegar a ese punto en el que se crea una situación de confianza y puedes lanzar lo que quieras”.
Las primeras BumBumBox
“Una muy importante fue la primera BumBumBox, que ni siquiera estaba pensada como fiesta sino que se armó sola. En ese momento en Buenos Aires, porque había pasado de Cromañón, no había tantos lugares para salir, y me acuerdo que un día estábamos paseando con una boombox escuchando música, nos instalamos en una esquina no muy lejos de Niceto y nos pusimos a bailar. Inesperadamente, se empezó a unir gente al baile y cuando nos dimos cuenta la esquina se había llenado. En Buenos Aires están esos carritos que andan con bebidas, café y chicles; uno de esos se quedó y de repente, sin esperarlo, teníamos una barra. Eso también fue muy bonito porque no había un DJ, entonces tocábamos sets cortitos que teníamos en un mp3, íbamos cachando la onda, decíamos ‘pongamos el más housero, ahora pongamos algo más latinoide’, y así. Eso nos influyó a crear el primer sonido de Cómeme, porque nos dimos cuenta que las cosas que funcionaban en la calle no eran las cosas que se escuchaban en ese momento en los clubs. Lo que funcionaba en la calle eran ritmos más latinos, música sudafricana, música disco, house antiguo; en cambio, toda la música de discoteca más introspectiva no funcionaba en ese contexto”.
Fiestas en la calle
“Hace un mes toqué en una fiesta que arma un colectivo en Ciudad de México que se llama Nueva Red de Bailadores. Se han inspirado en lo que hacíamos nosotros antes, ellos también hacen fiestas con DJs de cualquier género en centros culturales que por lo general se encuentran dentro de barrios más difíciles, complejos y vulnerables. Son fiestas gratis, sin alcohol y son durante el día. Entonces todas las personas que están ahí es porque realmente van a bailar. No hay situación de consumo, no puedes comprar nada. La gente trae sus propias botellas de agua y sus frutas“.
“A lo largo de los años, me he percatado que las fiestas en el espacio público son geniales porque cuando no hay una transacción, no hay una relación entre alguien que está dando un servicio y otra persona que es un cliente, se genera una energía de fiesta muy distinta. Aparece otra clase de generosidad y de participación. Y uno nunca se va sin una anécdota especial, porque las noches de club a veces se pueden parecer mucho una a otra, pero esas fiestas provocan algo muy especial. Además, es muy inspirador tocar en un contexto con gente que está menos familiarizada con tu música y al mismo tiempo es más abierta. Eso es algo que siempre trato de retomar, porque me encanta tocar en festivales y discotecas, pero es muy importante buscar esos espacios que no son tan típicos para el DJ”.
Los orígenes del sonido Cómeme
“Uno de mis DJs favoritos de siempre es el Diegors, de Santiago. Es alguien que realmente vive por la música. Recuerdo la primera fiesta Cómeme que hicimos en Europa, en un lugar que se llama Roxy en Colonia, donde tocaron varios Cómeme, y me impresionó la frescura de su set. De cierta manera, él definió gran parte del sonido de nuestro sello“.
Fiestas en la cárcel
“Voy a nombrar una que he contado varias veces, pero que es importante para mí. Una vez al año participo en un proyecto social en París [llamado Juventud Clandestina], donde la música para una obra de teatro [titulada Watch] en la que la mayoría de los participantes son personas privadas de su libertad, que están en la cárcel de 8 a 15 años. Yo estoy con ellos en el escenario interactuando, hago la mitad de la música porque la otra mitad la hace una pianista que se llama Gianni Di Luca junto con una orquesta. Es un trabajo que me encanta hacer, porque es emocionalmente difícil y pesado, pero al mismo tiempo te da muchísimo porque no eres tan protagonista sino que formas parte de un grupo y te puedes relacionar con gente que normalmente no te relacionarías. Ahí tuve una experiencia que marcó mucho mi forma de entender mi oficio como DJ“.
“En 2020, cuando París abrió en pandemia, yo estaba trabajando en la cárcel y justo tocó el día de mi cumpleaños. El equipo me había preparado una pequeña sorpresa para el final del día del ensayo, me dieron un pastelito, y luego quedaban 10 minutos antes de terminar el ensayo. Habían pasado 7 meses de estar encerrado, de no poder tocar ni saber si iba a volver a tocar otra vez, pero como la atmósfera había quedado medio festiva, me volví a encontrar en situación de DJ: tenía que tocar una canción porque es un momento para bailar. Y para mí, el laburo del DJ es eso, se trata de llevar una canción a su mejor momento de ejecución. En este caso, como los reos eran de origen norafricano, argelinos, puse una canción de pop argelino, del raï de pop de Argelia de los 80, y se pusieron a bailar y cantar, incluso de las celdas de alrededor se escuchaban golpes rítmicos y se armó como una fiesta en la cárcel que, bueno, en algún momento llegaron los guardias y tuvo que terminar. Fue un momento de mucho escalofrío, porque no había tocado hace meses y de repente estaba otra vez con gente bailando, pero en un lugar de confinamiento real y duro. Fue rarísimo, muy lindo y conmovedor, porque se me acercó uno que me dijo ‘gracias, Matías, esta es la primera vez en 8 años que bailo con amigos’. Estas experiencias me permiten explorar la idea de qué puede ser un DJ, porque a veces es difícil ver en qué ha derivado y cuáles son las motivaciones detrás de ser DJ, que a veces no parecen ser tanto el amor a la música“.
Aguayofest
“El año pasado cumplí 50 e hice una gran fiesta en Ciudad de México que se llamó Aguayofest, en la cual invité a tocar a 12 artistas por 12 horas, desde las 6 de la tarde hasta las 6 de la mañana. Primero fueron más conciertos donde tocó Camille Mandoki, Mabe Fratti, Carlos Aye Aye de Chile, y después vinieron todos los DJs. Pusimos la cabina en el centro de la pista de baile, lo cual creó una atmósfera muy especial, festiva y diferente. Yo era el anfitrión y bailé sin mentirte 10 horas sin parar. Invité a personas de géneros muy distintos, pero que tenían algo en común y que ellos reían que tenían que tocar en mi cumpleaños. He sentido que cuando una fiesta tiene un motivo, a veces eso sirve mucho. Por ejemplo, en las fiestas en carnaval de Colonia tocan todos los DJs conocidos de la ciudad y tocan de una manera distinta porque es carnaval, es más festivo, más ridículo, pero lo hacen con el mismo amor y la misma profundidad. Algo así pasó, porque invité por ejemplo a DJ Otto, que está acostumbrado a tocar en unas mega raves mucho más comerciales con esa música tribal que viene de Monterrey, pero adaptó su set a la fiesta. Lo mismo hizo Zut Zut, que normalmente con su música latina deconstruida puede llegar a unos bpms muy altos, pero aquí estuvo mucho más tranquilo y más adaptado a una idea de un swing de la fiesta. También me impresionó mucho Danny Daze, que tocó todos los géneros, los mezcló deportivamente. Otro fue Justin Strauss, que es una gran leyenda que viene tocando desde los 80 y me impactó desde la primera vez que lo escuché. Es también alguien con quien he tocado muchas veces back 2 back, lo mismo con Paurro, que es algo que no siempre me gusta hacer”.
La visión melómana de Carlos Souffront
“Hace un año toqué en un festival en San Francisco y me gustó mucho Carlos Souffront. Es muy original, me impresionó mucho, traía una vibra realmente de melómano, te dabas cuenta que amaba los tracks que tocaba”.
La historia del funk carioca por Suny Pitbull
“La primera vez que fui a una favela de Río de Janeiro a escuchar funk tocaba el DJ Suny Pitbull. Siempre me han interesado los géneros experimentales del underground electrónico, de todas partes del mundo, así que obviamente me llamaba mucho la atención el funk carioca. Llegué a la favela con gente de allá, y uno está un poco preocupado porque sabes que son lugares con mucha violencia, pero al llegar estaban tocando “Another Man” de Barbara Mason, que es uno de mis temas favoritos. Suny estaba empezando su DJ set e hizo un warm up maravilloso. Creo que el warm up es la disciplina suprema del DJ. Me encanta llenar una pista de a poquito, empezar muy lento, ir de a poco armando y también operar con el volumen, que no esté muy fuerte porque eso invita a que la gente se acerque más a los parlantes, y de ahí ir subiendo. Suny hizo eso, y es como que contó una historia de todas las influencias del funk carioca, tocando sobre todo mucha música disco y funk neoyorquino, y cuando ya estaba lleno el lugar entonces ya era puro funk carioca”.
Las misas espirituales de Channel One Sound System
“Siempre me ha impresionado escuchar a DJs de otro contexto, como una vez que fui a ver a Channel One Sound System en Brixton, un clásico soundystem de dub reggae. Es una maravilla ir a fiestas del género con gente que desde los años 70 está ahí viendo cómo pueden hacer sonar mejor el soundsystem. Y desarrollan una capacidad de DJ que es distinta a la del DJ electrónico que mezcla ritmos y canciones. Esto es más bien una canción tras otra y, si una canción le gustó mucho al público, entonces la repiten. También me gusta que la gente no baila hacia el DJ, sino hacia el soundsystem, esos parlantes que son una pared gigante y son lo que llevan esa misa espiritual que es una fiesta de reggae”.
La Changa y el sonidero de México
“La Changa es un DJ clásico que empezó en el año 60, del sonidero de México, que toca música tropical, cumbia y un poco entre medio. Yo lo invité a un festival en Portugal que me había dado la curaduría y, si bien en México y para los migrantes mexicanos en Estados Unidos es una leyenda, en Portugal nadie lo conocía. Los sonideros tocan con micrófono y le dicen a un asistente que ponga un tema, pero como no teníamos más plata, yo trabajé de asistente para él. La estructura de los sonideros es bastante piramidal, no es democrática; él estaba ahí, dándome órdenes, ‘ahora pone esto, ahora el otro, apaga eso’, pero fue muy divertido porque conectó mucho con el púbilico. Me impresionó esa capacidad de DJ que, no importa si es dancehall, funk carioca o house y techno, tiene esa cosa de vibrar una atmósfera, de sentir al público y de reaccionar al público. Por eso nunca entendí esa cosa moderna de preparar los DJ sets, porque va en contra de la naturaleza de lo que es un DJ set. Vi esa capacidad en grandes DJs y de muy distintos géneros, no importa si es Channel One Sound System, La Changa de México, Suny Pitbull de Río, el Diegors de Chile o lo que sea, siempre veo algo en común. En el fondo, no nos separa tanto”.
Matías Aguayo se presenta este martes 30 de abril desde las 23 h en Niceto Club (Av. Niceto Vega 5510, CABA) junto a J. Catriel y E110101, entradas disponibles a través de Passline.