Nación Ekeko es el alter ego del músico chaqueño Diego Pérez. Una suerte de chamán electrónico que invoca espíritus ancestrales en el escenario y lleva al público a un trance de baile, cuerpo y mensaje. La Danza (2015) es el primer y hasta ahora único álbum del proyecto, y en poco más de 33 minutos genera un intercambio de estímulo-respuesta efectivo con el oyente.
Diego conoce una gran cantidad de escenarios del país gracias a Tonolec, el dúo de folklore alternativo que conforma junto a Charo Bogarín. Pero Nación Ekeko nació para cumplir con otras demandas artísticas. En las siete canciones que componen el álbum los paisajes se escuchan, los ritmos se leen y los discursos se aprehenden. El baile se hace inevitable pero no es el fin, es el medio por el que se envía el mensaje. Y en vivo la experiencia se intensifica.
-¿Qué necesidad sentiste que tenías que satisfacer cuando armaste Nación Ekeko?
-Creo que hubo varias inquietudes que se fueron uniendo y que por ahí no estaba canalizando en mis otros proyectos. Una tiene que ver con la improvisación, algo que siento que está en la vida de todos los días. Mientras mejor improvisador sea uno, mejor vive. En la música es un aspecto a desarrollar que para mí es muy interesante. Uno de los desafíos era poder llevar la electrónica a un lugar de improvisación y poder interactuar con otros instrumentos en vivo. Venía ya hace varios años desarrollando herramientas, una de ellas es la linterna inalámbrica que diseñé junto a un programador, la Sonoluma. También trabajo con pedales para ir tirando loops en vivo y poder modificar la forma de las canciones en el mismo momento. Con los músicos que me acompañan tenemos una serie de señas y pautas para poder ir manejando eso en vivo. Con la improvisación y la estructura abierta podés percibir la energía de la gente y generar una música que esté influenciada por eso.
-¿Cómo es esa energía? ¿Cómo reacciona el público a esos estímulos?
-Parece que por suerte el nombre que le pusimos al disco, La Danza, no fue en vano. Nos estamos encontrando con un público que participa desde el cuerpo, desde el movimiento, desde el canto también. Es muy importante para nosotros porque ahí se termina de cerrar ese círculo, esa ronda que le da la forma final a la música en vivo. A la improvisación colectiva, por decirlo de alguna manera.
-El disco tiene una selección de poesías y discursos que ponen en palabras el concepto de Nación Ekeko, ¿cómo fue el proceso de selección de esos fragmentos?
-Algunos los fui encontrando y recopilando en distintos viajes, otros aparecieron a partir de búsquedas más deliberadas. También hubo amigos que me hicieron llegar grabaciones. Así se fue armando este cosmos de poesías y discursos de grandes espíritus que llegan al escenario para transmitirnos su mensaje. Creo que salir a bailar no tiene por qué ser algo banal… podés bailar y conectarte con cielo y tierra, con tu cuerpo y con mensajes profundos, poéticos, ancestrales. Y todo eso puede convivir en el mismo encuentro.
-¿Creés que se puede cambiar el estado actual de las cosas desde la música?
-Sí. Creo que la música tiene una fuerza, una magia, una capacidad de transformación muy grande. Creo que en el mundo urbano uno a veces pierde de vista esa capacidad curativa y regenerativa que tiene la música, y me parece que en este caso, en Nación Ekeko, apuntamos a la danza y al cuerpo porque a veces también tenemos demasiado texto, y hablamos y hablamos… la información también tiene que entrar por el lado de la intuición, impregnarse más desde lo físico, hacerse carne. Lo que buscamos es que sea una experiencia vivencial, que no tenga algo netamente textual, sino que se conjugue el contenido, la música y la experiencia de entregar el cuerpo a ese momento.
-Metiéndonos más en el aspecto sonoro, ¿en qué artistas o productores se inspira el sonido de Nación Ekeko?
-Te puedo mencionar a Damon Albarn (cantante de Blur, productor y cantante de Gorillaz), que me gusta mucho. A Manu Chao, que también generó un sonido completamente nuevo conjugando la música latinoamericana con algunas otras cosas. Escucho muchísimo folklore argentino, también me gusta la música africana, sobretodo la que viene de la zona de Mali y Argelia. La música folklórica de Latinoamérica generalmente fue concebida para danzar con un sentido espiritual. No es solamente salir a mostrarse, a tomar algo y mover el cuerpo. Apunta a la conexión.
-¿Crees que falta ver a la danza desde ese punto de vista?
-Creo que todo está bien pero que a veces terminamos vaciando de contenido a la danza y pierde el sentido. Creo que en el ámbito urbano, que es donde más damos conciertos, es donde más necesitamos a la danza porque estamos bastante desconectados de la naturaleza, de nuestro propio cuerpo, de la intuición. Es importante que recuperemos eso por el medio que sea posible.
-¿Qué hace falta para que bandas como Nación Ekeko o Tonolec lleguen a todos los oídos posibles?
-En el año 2001 tuvimos una fuerte crisis política, histórica y social. Nos dimos cuenta que querer parecernos a Estados Unidos en el modelo económico no nos servía, que querer parecernos a Europa tampoco nos servía porque no somos europeos, y creo que en ese momentos los artistas empezamos a mirar un poco más para adentro y a entender que somos esto. Esta conjugación de culturas. Tenemos una riqueza enorme de pueblos originarios mezclada con culturas que vinieron de Europa y de diferentes lugares del mundo. Yo, por ejemplo, tengo una parte argelina. Creo que comenzó un proceso de reconocimiento en el que se empezó a trabajar lo folklórico de una manera diferente. No como una tradición que tiene que quedar en la vitrina de un museo, intacta y sin transformación, sino como algo que se ve influenciado por los cambios del medio, de la sociedad. En ese sentido aparecieron muchas cosas positivas, como Gaby Kerpel, que fue unos de los precursores con el disco Carnabailito (2003). Nosotros con Tonolec también fuimos iniciadores de esta mezcla. Hay un montón de bandas de rock y jazz que empezaron a mirar para adentro de la tierra. Creo que lo que hace falta es que entendamos que esto lleva tiempo, que es parte de un proceso. Los músicos y los artistas en general no debemos buscar resultados inmediatos porque lo importante es transitar el camino e ir transformándose como persona. Y a nivel social y político necesitamos, como siempre, todo el apoyo necesario para que la cultura pueda sobrevivir. Los músicos necesitan tocar, necesitan desarrollarse. Hay un público en Argentina que está ávido de cosas nuevas, es cuestión de poder fomentar eso en la magnitud necesaria como para que todo ese arte se vuelque en la gente.