Nahuel Briones nos recibe en su casa de Parque Patricios. La vivienda es legado de su abuela, a quien Nahuel descubrió como artista al mudarse a esa casa, plagada de detalles, objetos y elementos diversos que ella disponía con dedicación en los distintos ambientes. “Esta casa es muy kitsch, de hecho la casa me condicionó a mí. Siempre me gustó ser medio kitsch, de hecho de chico me vestía con ropa de mi hermana, y el otro día canté con ropa para que, supuestamente, usen las mujeres, pero lo kitsch, la estética kitsch, es que no es lo mismo que uses una pollera rosa y eso… Mi abuela estaba completamente loca, de hecho era un personaje llamativo de la familia. Se afanaba carteles por la calle… Y cuando usurpé esta casa me di cuenta de que ella era una artista, que no lo hacía para afuera, que su flash era tener una casa que fuera una suerte de museo y entonces me siento bárbaro en esta casa. Me siento una señora mayor en esta casa. Mi abuela coleccionaba cajas de fósforos. Cada persona que viajaba le traía una caja de fósforos. Cajas de fósforos de todas partes del mundo, algunas son rarísimas. Los familiares, los amigos, los vecinos, sabían que le tenían que traer una caja de fósforos”. Briones publicó los discos Pera reflexiva (2010) y El cruce de los unders (2015). Cuando llegamos, está pintándose las uñas. Comentamos los acontecimientos ocurridos –unos días antes de la charla- durante el show del Indio Solari en Olavarría. Nahuel, admirador de Los Redondos, opina que “es medio una constante en el rock, el descuido hacia el público. Una inconciencia total”.
Es el estudiante
“Siempre estudié mucho, desde muy chico. Empecé a los ocho años. Yo vivía acá, en Parque Patricios” –comenta Briones mientras agita sus manos para que se seque el esmalte– “y busqué profesor de música y me lo recomendó un vecino y fui once años. Acá a tres cuadras. El profesor era muy fanático de Peter Hammill, de King Crimson, cosas con las cuales después me peleé, pero está bueno escuchar eso de chico. Yo empecé a aprender guitarra tratando de sacar temas de King Crimson, lo cual te lleva a tener cierta técnica. No estoy haciendo un juicio de valor. Me acuerdo que antes de ir ahí escuchaba Los Redondos, Sumo y si bien la guitarra de Skay está buenísima no son cosas demasiado complejas. Empecé a estudiar. Y después hice una carrera, soy licenciado en composición, en una universidad privada, pero estoy peleado con la carrera. Yo siempre estudié en escuela pública y si bien tenía media beca, me desencanté en el segundo año y la terminé igual, pero sentí lo que es la educación privada y además de no buena calidad. Aprendí menos de lo que podría haber aprendido en otro lado. Y lo digo en este momento en el cual en Argentina se discute tanto la escuela pública, yo estudié en escuela pública de bastante calidad, fui al Bernasconi y después al Mariano Acosta y, si bien nunca fui muy estudioso, sentía que aprendía en la escuela. Y mis compañeros de escuelas privadas… tal vez tenían más contenido pero no entendían nada, no sabían qué pasó el 24 de marzo, esas cosas. Piensan que viene el 24 de marzo y después el descubrimiento de América”.
Lave Rap Rock
Nahuel Briones publicó su primer CD, Pera reflexiva, en 2010, un disco grabado en soledad: “Lo grabé en el lavadero de la casa de mis viejos. Cero presupuesto. No sabía que se grababa de otra manera, no sabía que se grababa en un estudio. Yo no sabía cómo se hacían discos. No sabía que se podían hacer en un estudio caro. Me parecía ridículo pagar por grabar teniendo una compu y un micrófono. Me sigue pareciendo un poco así pero ahora entiendo la diferencia: queda mejor. Entonces grababa en un portaestudio. Pensaba que no había ninguna diferencia entre hacerlo en mi casa o en un estudio caro. Tenía una banda antes, que era mi banda del secundario, se llamaba El Espejo y teníamos un logo muy lindo. El nombre ya existía y cambiamos de idioma y le pusimos Der Spiegel, obviamente el nombre más antipopular del mundo. Una banda muy popular”.
Nahuel se ríe al recordar la anécdota. “No le fue bien a la banda. Llegamos a sacar un disco. Una banda de adolescentes. Yo estaba empezando a maquetear canciones, a grabar canciones en mi casa, demos y ya no tenía mucha relación con la banda, que era una banda de rock. Si bien tenía alguna que otra cosa diferente, a mí siempre me embola tocar un solo género. Me acuerdo que tenía amigos que tenían una banda de reggae, otros una banda de ska, y yo iba y tocaba la guitarra. Me moría de embole. Y esta banda tenía otra cosa, yo tocaba el piano, el guitarrista pasaba a tocar el bajo pero era una banda de rock… Hasta que me di cuenta que esos demos que yo tenía les había puesto mucho trabajo y me parecía que tenían que crecer y tenía que terminarlos. Así hice ese disco y armé la banda, Orquesta Pera Reflexiva y presenté el disco. En 2012 empecé a grabar otro disco ya con la banda. Terminé un disco que se llamaba Revolución Snob que nunca se editó, iba a mandar el disco a maxterizar y ahí lo conocí a Jorge Álvarez”. Y aquí, entonces, comenzará otra cuestión y otra historia.
El cruce de los Álvarez
Nahuel Briones comienza a cranear su posterior disco, El cruce de los unders, en 2014, año en el cual el Indio toca en Gualeguaychú: “Yo estaba en una casa que me prestaron, en San Bernardo, un séptimo piso con vista al mar. En abril no hay nadie en San Bernardo: es una ciudad turística, la poca gente que vive permanente es como que vive atrás. Estuvo bueno, grababa las voces a las cuatro, cinco de la mañana, abría la puerta del departamento y grababa cosas en el hall. No había nadie. Grababa cosas en el balcón mirando al mar. Muy divertido. Las letras las tenía hechas. Ya tenía unas voces de referencia, las grabé de nuevo. Iba a ser un viaje de joda y terminé trabajando y de ahí me fui a ver al Indio a Gualeguaychú. Y después volví a la costa. Cualquiera. Llegué a San Bernardo embarrado. Es que la gente va sin plan, ni de ida ni de vuelta –la vuelta es a dedo o como sea- y nadie te va a subir a un auto si estás embarrado”.
Si Pera reflexiva es un disco que se puede calificar de solitario, El cruce de los unders está plagado de invitados: Antonio Birabent, Pablo Dacal, Sergio Dawi, Fernando Kabusacki y siguen las firmas. Sin embargo, si hay algo llamativo en el disco es, retomando, el nombre del productor: Jorge Álvarez, un personaje mítico que comenzó montando una editorial que publicaba, durante la década del ’60, un material sumamente interesante. A fines de esa década se volcó a la industria discográfica, fundando Mandioca. Álvarez impulsó, entre otros, a Manal, Almendra, Sui Generis y Pappo’s Blues, nada menos. Falleció en julio de 2015 pero antes produjo un último disco: El cruce de los unders. Y entonces Nahuel Briones: “Fue muy divertido trabajar con él, todavía no conocí a una persona más inteligente. Mi primo trabaja en un banco, no tiene nada que ver con el ambiente de la música y un día cae un tipo grande que hacía cuarenta años que no estaba acá, vivía en España. Y le dice que tiene que abrir una cuenta. Mi primo es fanático de Pappo, le pregunta si es ese Jorge Álvarez de los discos de Pappo –ridículo porque se llama: ¡Jorge Álvarez!- y el tipo le dice que sí. Mi primo le da un disco mío. A Álvarez le gustaban los chicos rubios y de ojos claros y le dijo que le había encantado el disco, pero era mentira, era para tirarle un poco de onda. Mi primo le pasa mi teléfono. Me llama. No tenía un peso. No tenía plata. Lo invité a casa. Comimos unos sandwichitos y me dice: ‘escuché tu disco y me pareció una porquería, el disco suena mal, las canciones son una cagada, las letras son una mierda, hasta la tapa es una cagada’. Yo me quedé, fue una larga charla en la que el tipo sólo me maltrató. Hasta que en un momento me dice: ‘bueno, me voy a ir pero antes mostrame algo de lo que estás haciendo ahora’. Escucha ‘Serenata‘, el primer tema del disco, y me dice: ‘hagamos una cosa, voy a salir, abrime la puerta de nuevo, vuelvo a entrar y vamos a cambiar nuestra relación’. Abro la puerta y me dice: ‘¡Maestro! Increíble canción, lo mejor que escuché en los últimos veinticinco años’. Me dice que quiere producir el disco y le digo que ya está casi terminado. Le pasé una copia, me llamó al otro día y me dijo: ‘Quiero producir el disco pero es una cagada, hay cinco canciones que están buenas pero hay que grabarlo bien’; y: ‘No te voy a cobrar nada por la producción, solo necesito que me pagues los taxis y la comida’. Álvarez ganaba bien pero al ocho de cada mes no tenía más plata. Fue a todos los ensayos durante un año. Tenía armada Orquesta Pera Reflexiva, en ese momento éramos cinco. Yo quería tener dos baterías y Álvarez logró eso no porque puso guita, sino porque convenció a los músicos de que lo que estábamos haciendo estaba bueno. Estuvimos un año ensayando, maquetando las canciones. Y grabamos el disco de nuevo que, finalmente, tiene cinco años de diferencia con el otro. Álvarez me decía que veía al disco como la banda sonora de una película, como cuando te comprás el disco de una película y tiene todas las canciones enteras. Y a mí me gustaba eso, cuando hay muchos músicos tocando. Esas cosas sinfónicas, que son medio grasas pero bastante emocionantes. De hecho fui a ver a Raphael sinfónico: sesenta músicos. Tipo orquesta, en el Gran Rex. Increíble. Tiene setenta y tres años. Y él cantando como siempre. A mí me emocionan esas cosas, yo qué sé. Álvarez no era músico, tenía una visión como de marketing, una visión comercial… Tenía una editorial importante también, editó Mafalda por primera vez. A Rodolfo Walsh. Un tipo bastante apolítico. Se tuvo que ir en la Dictadura pero no por zurdo, sino porque era curioso. Editaba libros de Trosky, de Lenin, bueno, apolítico… Creo que toda la gente con las que nos relacionamos debe tener un disco editado por él. Editó los discos de Sui Generis, los de la Máquina de Hacer Pájaros, Almendra, Manal, Pescado Rabioso, todo el rock nacional hasta el 77, Miguel Abuelo, Vox Dei, Tanguito, todo. Elegía los nombres de las bandas, Vox Dei se llamaba Match 4, cantaban en inglés y los juntó con Spinetta para que tradujera y armara las letras y les puso Vox Dei porque tenían la idea de grabar la Biblia. Le gustaba la noche, las drogas. Se juntaba con músicos y flasheaba. Sus ideas eran tipo: para mí esto tiene que ser como una película italiana. Él escuchaba las cosas y se daba cuenta de si iba a gustarle a la gente o no. Es el laburo que hizo siempre con las bandas, de hecho en España editó a Mecano, a Marta Sánchez, además recién había muerto Franco y fue uno de los precursores del destape español. Volviendo al disco: yo quería hacer como la banda sonora de una película. Recordaba que me gustaban, de chico, muchas canciones de películas como La máscara, que a veces aparecen tres segundos las canciones y en el disco están enteras. Y tienen esa cosa, que no suele pasar en una banda, de que cada canción suena como muy distinta, con músicos distintos, yo quería un poco generar esa situación. Y creo que está logrado. Son muchas canciones. En la banda somos siete y hay como cuarenta y cinco invitados”.
El futuro llegó
El esmalte de las uñas ya está seco, salimos al patio: una parrilla, mesitas, plantas, objetos. La casa de la abuela artista de Briones. El presente: “Tengo una banda que somos siete: dos baterías, tres guitarras eléctricas. Es un quilombo. Y si bien venimos tocando como hace siete años, en los últimos tres empezamos a tocar mucho menos y en lugares más grandes, y si bien me encantan esos shows en con invitados y demás, me excede el laburo de producción. Es mucho trabajo. Entonces me propuse hacer eso que hacíamos hace tres años. Quiero tocar cuatro veces al mes, que sea sencillo, no tener gastos, dejar las cosas en el lugar. Está re bueno, además las bandas suenan mucho mejor cuando tocan seguido que cuando tocan una vez cada tanto”. Nahuel –que también toca en la banda de Diego Frenkel y es un prolífico productor- se prepara para las fotos: “Me gusta cuando los proyectos tienen el nombre del solista, es como que aúna todo lo que hacés. Yo tenía la Orquesta Pera Reflexiva y ahora se llama Nahuel Briones y Orquesta Pera Reflexiva. Porque estaba tocando solo y tocaba con otra gente. No venía nadie a vernos porque nadie sabía quién tocaba. Y me encanta tocar en proyectos de otros. Siento que estudié guitarra y un montón de cosas que a veces cuando toco con mi banda no puedo aplicarlo demasiado. Cuando toco con mi banda siento que tengo la obligación de ser un showman”. Nahuel, a punto de emprender un viaje europeo, cuenta sus proyectos, su nuevo disco: “Tengo la maqueta del disco entera. Creo que lo más probable es que pause la banda, grabe y vuelva con la banda con otras canciones. Puede funcionar en paralelo. Tenemos una idea de la industria de la música que es vieja, de que no hay vuelta atrás, ahora no es así, yo vivo de la música pero hago muchas cosas: produzco, grabo, toco, tengo una banda… Por ejemplo, con Lucy Patané me siento identificado, esa cosa de hacer todo el tiempo, de hecho soy su reemplazo en la banda de Frenkel, en algunos shows. Si tenés una banda, armala y seguí tocando en otra. Así que es muy probable que este disco que estoy pensando no se grabe con esta banda, porque entendí cómo funciona la banda y que música le sienta mejor. Me gustaría mucho grabar un disco en vivo con esta banda.”
Nahuel Briones nos conduce hacia la puerta y nos indica cómo llegar a nuestro destino, vía colectivo. Noche de barrio en Parque Patricios.