Son las 6 de la tarde. Afuera el calor aplasta. El bar todavía no abrió: todas las luces están prendidas, las mesas están apiladas y las pinturas de Hundertwasser me miran con una claridad resacosa. Es raro. El espacio está vacío de sonidos y personas, pero hay algo suspendido en el aire que sugiere otra cosa. Una presencia. Varias. Como si el espacio estuviera cargado y reverberara o necesitara de la empatía de las personas que noche a noche lo habitan. Ese efecto fantasmático, ese eco, suele detectarse con facilidad cuando uno visita de día un local nocturno. Pero en este caso el eco no apela a los residuos hedonistas de un boliche, sino a las múltiples historias que se tejen en un bar de amigos. No es el negativo de una película, digamos, sino más bien la impresión de una foto sobreexpuesta en las penumbras de un cuarto oscuro. Hay algo de memoria. De nostalgia. Es algo más personal y, ciertamente, mágico: es como recorrer los múltiples tiempos y fantasmas de un pueblo abandonado. Macondo. Comala. La casa de tu abuela a la hora de la siesta.
Con motivo de su vigésimo segundo aniversario, me junto con Alen Sued –actual dueño del bar y sobrino del fundador– para hablar de un festejo que durará toda una semana. Pero sobre todo aprovecho para conocer y tratar de acercarme un poco más al misterio que lo ubica como uno de los bares rockeros más emblemáticos de la capital cordobesa.
Pétalos de Sol es un lugar que se ganó con justicia la etiqueta de “clásico”. Contame un poco de su historia.
Al bar lo abrió mi tío –Ricardo Sued- hace 22 años. Si bien antes de eso funcionó con otros nombres (primero se llamó Arte Bar, luego Cielo de Girasoles) Pétalos de Sol abre oficialmente en el ’96. En ese tiempo tuvimos épocas malas y épocas buenas, como suele suceder. Mi tío estuvo a cargo hasta hace dos años. Yo venía trabajando con él desde hace 13, más o menos, hasta que tuve la posibilidad de comprárselo. Desde su apertura el bar siempre estuvo en el mismo lugar y conservó el mismo estilo y la misma onda: siempre apostó al rock y a las nuevas expresiones, incluidas las de Córdoba.
Las pinturas del lugar son muy características, ¿de donde surgen?
El estilo y algunas de las pinturas están basadas en la obra del pintor austríaco Friedrich Hundertwasser. Originalmente el bar estaba pintado de otra manera, pero en el 2000, que es cuando fallece este artista, surgió la idea de homenajearlo incorporando sus obras y conceptos al lugar. Desde ahí se volvieron una marca registrada.
¿Qué sentís que tiene Pétalos que no tiene otro bar?
Pétalos tiene algo que es intangible, no sé… puede ser la gente que trabaja acá, los clientes, el trato. Ni mi tío ni yo te lo podemos explicar. Es como una gran familia. La mayoría de la gente viene trabajando, por lo menos, desde hace 10 años. El cliente viene y son las mismas caras. Parte de la mística puede ir por ahí, pero también puede deberse a que en 20 años mantuvimos la misma esencia. Es difícil de explicarlo. Lo vivís. Es como si fuera una extensión del living de la casa de cada uno. Un lugar familiar. Un lugar de encuentro que tiene a su propia fauna… a sus propios locos. Es un bar pero no es un boliche de moda donde vas a ver a cada uno en la suya. Acá hay una onda colectiva que es muy fuerte, y que trasciende las diferencias: podés venir de traje o alpargatas que está todo bien, nadie te va a decir nada ni te va a mirar mal. Por estar cerca de Nueva Córdoba –un barrio universitario– tenés un público que se renueva, pero tenés clientes que son una fija y que no van a otro lugar. Hay un grupo que de miércoles a sábado lo vas a ver en una columna que tenés ahí –señala el espacio vacío que los espera- … que ya pasó a ser de ellos. Es muy diverso. Además es un espacio que, por tradición, se terminó convirtiendo en una especie de referencia y clásico en la noche cordobesa. ¿Quién no terminó en Pétalos alguna noche? Podés no ser amante de la música o de la onda, pero seguro tenés un amigo que es medio fanático y te hizo caer al lugar una noche.
Incluso muchos músicos han venido a visitarlo.
Sí, la verdad que sí. Fernando Ruiz Díaz suele decir que su primer Fernet lo probó acá.
¿Conocés propuestas similares en otras ciudades?
La verdad que no vi algo parecido. Tengo familia en otros lugares, como ser Chile, y más de uno me propuso abrir Pétalos en otras ciudades. Se podría, pero no es la idea: primero que no es algo fácil, yo estoy más tiempo acá que en mi casa… por otro lado el bar también conlleva una historia, no es solo abrir y vender alcohol. Podría abrir otro bar, pero no el mismo.
En 20 años han podido abarcar un panorama musical enorme. ¿Cómo notás la evolución en estos últimos años? Y en particular, ¿cómo notás la evolución de la música cordobesa en ese contexto?
Nosotros siempre apostamos a lo mismo y fuimos sumando expresiones. Dentro del rock tenés un abanico enorme: podés poner a Juana la Loca, JAF o Francisca, y notamos que a pesar de ser puntos distantes pueden convivir. En la escena cordobesa se notó un crecimiento notable, y el público lo reconoce. Acompaña. Acá las bandas cordobesas suenan con normalidad, como una banda más. Siempre buscamos darle una oportunidad a las bandas nuevas, tanto de acá como de otros lugares. Acá podías escuchar Eruca o Usted Señálemelo antes de que sonaran en las radios. Tenemos dos DJs, uno más tirado a los ’90 y otro que tiene más cercano a lo alternativo y contemporáneo, y con ellos vamos armando programaciones distintas. Cuando toca una banda buscamos que la programación posterior al show acompañe la línea musical.
Dentro de la programación del bar no había música en vivo. ¿Cuándo empezaron con el ciclo de presentaciones?
Lo empezamos en octubre del año pasado y la idea es llevarlo adelante todos los jueves, aunque a veces se abre la posibilidad de hacerlo miércoles o domingos. Abrimos a las 21.30 y con entrada gratuita –limitada a la capacidad del lugar-, la música en vivo es hasta las 12 y el bar sigue hasta las 5 con su programación habitual. Siempre nos esforzamos por traer buenas bandas, que además representen el estilo del bar. Indios fue la primera y fue una gran experiencia. Incluso surgió la idea de ponerle “Indios” al escenario, no solo por la banda sino también por el Indio Solari, que también es un referente.
¿Los shows son todos acústicos?
Sí, el formato es acústico; excepto el de Juana La Loca que fue electroacústico pero que fue tranquilo. Creo que la propuesta es interesante porque, más allá de la intimidad y la cercanía que aporta el lugar, en la mayoría de los casos el set acústico termina siendo una rareza dentro del repertorio de la banda: es algo que preparan especialmente para Pétalos.
En febrero cumplen 22 años. ¿Cómo lo van a festejar?
La idea para este año fue festejar preparando un ciclo que durara una semana entera: el martes toca El Indio Marquez y Armando Flores, el miércoles Valdés, el jueves Rayos Laser, el viernes La que Faltaba, el sábado Cabezones y el domingo cerramos con Nina. Va a estar muy bueno.
Luego, ¿cómo sigue?
Más adelante vamos a tenerlo a Don Vilanova, Karamelo Santo, Palo Pandolfo, Pablo Molina, Los Monkys, Marcelo Moura. Queremos continuarlo y, a través de la productora –SUED producciones– , empezar a apostar por producciones más grandes. Incluso imaginamos algo al aire libre… quién te dice.
Para cerrar, ¿qué onda la sangría? ¿la siguen vendiendo?
Sí (risas). Siempre. Es un clásico.
Podés visitar Pétalos de Sol en Marcelo T. de Alvear 384 (Córdoba).