“No había ningún lugar. No había público. Nadie quería escuchar música en vivo”. En los recuerdos de Thomas Mars, la escena electrónica de la ciudad de Versalles en 1995 no era un lugar idílico para el surgimiento de una banda de rock alternativo como Phoenix. Pero eso no los amedrentó.
“Ni siquiera pensábamos en dar algún show. Estábamos en el sótano de mis papás haciendo álbumes y estábamos más fascinados con comprar equipos, grabar e intercambiar instrumentos. Tampoco nos importaba tocar el mismo instrumento todas las veces, yo era originalmente baterista”, cuenta el cantante en conversación con Indie Hoy, días antes de visitar Buenos Aires en el marco del festival Lollapalooza Argentina 2024.
Las tardes que Mars, Christian Mazzalai, Deck d’Arcy, Laurent Brancowitz y Thomas Hedlund pasaron encerrados en disquerías hurgando en discos provenientes de lugares recónditos del resto del mundo, no les dejó más opción que la de convertirse en productores y compositores obsesivos. Como jóvenes franceses, su cercanía con Air y Daft Punk excedía lo geográfico para abarcar una cualidad metafísica: el capricho por el futurismo y el amor por la síntesis. “Las bandas en vivo que amamos eran como Kraftwerk, bandas que podían cambiar y que llevaban el estudio al vivo, lo cual es algo difícil de hacer”. Sin embargo, después de cinco años de nerdearla, Phoenix estaba listo para salir a los escenarios.
El mismo año en el que Mars participa en la composición y grabación de “Playground Love” de Air -incluida en el soundtrack de Las vírgenes suicidas, ópera prima de Sofía Coppola-, Phoenix sacaría su primer disco, United (2000). De ese debut se desprendieron dos tempranos hits: “If I Ever Feel Better” y “Too Young”, la cual llegó al segundo largometraje de Coppola, Lost in Translation (2003).
El amor por el séptimo arte tuvo un largo aliento: su carrera musicalizando películas es fruto de una fascinación que estuvo presente desde el principio. “De adolescente, me acuerdo que vi Cuerpo doble [film de 1984 de Brian De Palma] y fui directamente al estudio a escribir ‘Honeymoon‘ -recuerda Mars-. Sé que esa canción estuvo directamente influenciada por la película y no habría existido sin ella”.
Si el sonido de Phoenix logró ser retro al tiempo que moderno, no es ninguna casualidad. “La primera vez que vimos una película de François Truffaut con la banda, nos quedamos alucinados; se había hecho en los años 60, pero parecía tan nueva y descarada. Creo que crecimos en una cultura que era artística y de la new wave y, al mismo tiempo, con esas películas ochenteras mega exitosas y perfectas como E.T., Tiburón y cosas así. Era un buen combo de inspiración a la hora de crear música”.
Una vez que la nave Phoenix se puso en órbita, ya nada la contuvo. Siguieron Alphabetical (2004), una gira de 150 shows y de vuelta al estudio para grabar It’s Never Been Like That (2006). “Para mí, irse de gira siempre se sintió como la recompensa por hacer un álbum. Cuando terminás de hacer un álbum, tocás esas canciones hasta que no te queda nada que decir sobre ellas, para después volver al estudio. Es una especie de ciclo natural y saludable”.
La segunda vuelta al estudio fue la que hizo que su carrera alcance dimensiones astronómicas. En 2024 se cumplen quince años desde que Mars, Mazzalai, d’Arcy, Brancowitz y Hedlund se encerraron junto al productor Phillippe Zdar para grabar su aclamado cuarto disco, Wolfgang Amadeus Phoenix (2009). El proyecto empezó y terminó con la composición de “Love Like a Sunset”, una épica de dos partes que expresa toda la espacialidad de la que el grupo es capaz.
“Es la canción que más tiempo nos llevó hacer porque existía de muchas formas -admite Mars-. Mientras la hacíamos nos preguntábamos ‘¿qué es esto?’. No teníamos idea de cómo iba a encajar en el disco. No sé si sigue siendo así, pero por aquel entonces las canciones dos, tres y cuatro del disco eran las más importantes, los hits, un lugar reservado para los singles. Y la pusimos ahí no como una outro o algo así, sino porque estábamos muy orgullosos de ella y pensamos que la gente tenía que escucharla. Es el momento clave del álbum”.
Antes de la vorágine, la grabación de Wolfgang Amadeus Phoenix era una escena cálida, familiar y plagada de ternura, en la que Zdar, además de trabajar como el gran profesional que fue, se divertía con el grupo. “Mis mejores recuerdos fueron mezclando esa canción con Phillippe -cuenta Mars-. En el estudio, se sentía como trascender todos los días. Normalmente, mezclando un álbum, hay que escucharlo en parlantes diminutos para hacer una mezcla que suene bien para los teléfonos de mierda de todo el mundo. Pero era tan divertido escucharlo en esos parlantes gigantes del estudio que lo poníamos todo el tiempo y lo escuchábamos como nunca nadie lo iba a escuchar”.
Fue cuando empezaron a tocar estas canciones en vivo que comenzaron a comprender cuánto le gustaba el disco a la gente. “Me acuerdo cuando tocamos en un festival que se llama Bonnaroo y yo estaba en el backstage -sigue Mars-. Estaba llegando tarde y escuché a la multitud enloquecida, y pensé que alguien estaba tocando. Pensé: ‘va a ser difícil seguirles’, y resultó que solo gritaban por nosotros, que todavía no estábamos en el escenario. El show ya era fantástico y prácticamente no teníamos que hacer nada, solo aparecer”. El frenesí por estas diez canciones propulsaron a la banda a apariciones televisivas, anuarios en blogs y revistas, festivales de música que eran palabras mayores, un Grammy y un show en el estadio más emblemático de Nueva York.
Entre el murmullo cargado de mucha gente apretada, se escucha a alguien gritar desde sus vísceras: “¡Es Daft Punk! ¡La puta madre, es Daft Punk!”. Es el show en el Madison Square Garden, retratado en el documental sobre la banda From a Mess to the Masses. La cuota de heroísmo se duplica para una banda completamente independiente: Phoenix llegó hasta acá solo a fuerza de su amor por crear discos. “No teníamos compañía discográfica, no teníamos management, no teníamos a nadie involucrado -admite Mars enternecido-. Era divertidísimo porque hacíamos música solo para nosotros”.
A pesar de lo que Bankrupt! (2013) pueda decir, los franceses no se dedicaron a intentar ser cool después de semejante acierto. “En esa época, empezamos a hablar más de éxito y menos de música -admite Mars-. Supongo que llegó el momento de protegernos a nosotros mismos y volver a centrarnos en componer”. Este nuevo foco se volcó en un vertiginoso fulgor tecnológico que se alejaba del pop para acercarse a la experimentación.
Ti Amo (2017), por su parte, se trató de cristalizar “emociones simples y puras: amor, deseo, sensualidad e inocencia”. Las canciones destellan un paraíso perdido de veranos en Roma; luz del sol, gelato de pistacho, antiguas estatuas de mármol y capricho sin fin. Su último disco, Alpha Zulu (2022) fue grabado entre las paredes del museo Louvre en Francia durante la pandemia, sede que Phoenix honró con un cuadro de Botticelli intervenido como arte de tapa. Pero el homenaje mayor fue hacia el productor Phillippe Zdar, que falleció en junio de 2019.
“Philippe está siempre presente porque tenía una forma de trabajar única, te daba ideas y conceptos que se pueden aplicar incluso en el día a día -admite Mars-. Era una especie de Brian Eno, como un gurú. Incluso ahora que se fue, todavía miramos lo que hacemos a través del prisma de su mente. Siempre estamos pensando, en cada paso de la grabación, si le hubiera gustado esto o qué habría dicho. Aprendimos mucho y seguimos aprendiendo mucho de él. Y eso es lo que le pasa a muchos artistas, porque trabajó con mucha gente de distintos géneros y trascendió los estilos musicales. Acabo de hablar con alguien que quiere escribir un libro sobre él. En Francia se le aprecia mucho. La gente sabe quién es y conoce su legado. Además, empezamos este álbum justo después de su muerte. Así que era imposible no pensar en él todo el tiempo”.
En lo que siguió a este lanzamiento, el grupo pudo reacomodar sus convicciones respecto a los covers y remixes. “Normalmente no me gustan -admite Mars-. Seguro que hay contraejemplos, algunos deben ser buenos, pero nunca se me ocurren covers que aporten algo nuevo. La mayoría de las veces no es interesante, es solo una forma vaga de jugar con la mente de las personas porque saben lo que está pasando, es algo así como engañarlas. Siento que es una especie de música de ascensor, porque es familiar y cómoda. Nunca es algo que aporte algo interesante a la música”.
En sus reversiones de canciones de Alpha Zulu con artistas como Clairo y León Larregui, la banda intentó que se sientan menos como remixes y más como traer una nueva voz al frente. “Hay un montón de canciones en este álbum que, cuando las estábamos escribiendo, yo las percibía como duetos. Hay una que está en el álbum con Ezra Koenig de Vampire Weekend, que existía como dueto desde el principio. Otras no pudimos terminarlas a tiempo o hacerlas a dúo para el álbum, así que se convirtieron en dúos después. ‘After Midnight‘ siempre tuvo esa intención y ‘Artifact‘ también. Tiene que ver con la composición, con la forma en que se escribió como si fuera una pregunta y una respuesta, así que funcionaron muy bien como duetos”.
Al final del jour, aunque parezcan mundos antagónicos, cada parte del oficio tiene su encanto. “Mi amor por el estudio siempre estuvo ahí y nunca se desvaneció -concluye Mars-. Es constante, tan fuerte como al principio. Pero cuando empezamos a tocar en vivo y mejorar, porque al principio éramos muy, muy malos, nuestro amor por esa parte no fue constante, sino que aumentó exponencialmente. Nunca me lo hubiera imaginado cuando tenía 15 años, creía que íbamos a estar atrapados en el estudio para siempre”.
Phoenix se presenta el jueves 14 de marzo a las 22 h en el Complejo Art Media (Av. Corrientes 6271, CABA) y el domingo 17 de marzo en el Lollapalooza Argentina (Hipódromo de San Isidro, Provincia de Buenos Aires), entradas disponibles a través de AllAccess. Escuchá Alpha Zulu en plataformas de streaming (Spotify, Tidal, Apple Music).