Siete años pasaron desde que el londinense Jacob Allen comenzó a publicar música bajo el alias Puma Blue. La música contenida en sus primeros EPs (Swum Baby de 2017 y Blood Loss de 2018) se amamantaban de influencias disímiles: saxos jazzeros, beats de hip-hop, graves post-punk, entonaciones taciturnas y suspiradas.
Esta intersección, que le valió a Allen una serie de comparaciones no del todo justificadas a King Krule, decantó en una voz autoral absolutamente singular, que está presente a lo largo de In Praise of Shadows, el debut de Puma Blue hoy publicado. A propósito de la ocasión, hablamos por videollamada con el músico para que nos cuente en detalle sobre este gran primer álbum.
El disco se titula In Praise of Shadow y me parece interesante reivindicar a lo oscuro como lo desconocido sin asignarle necesariamente connotaciones negativas. ¿Descubriste o tomaste conciencia de algo de vos mismo durante la composición?
Entendí que no tengo que tener una percepción consolidada y estrecha de quién soy musicalmente. Al principio del proceso estaba intentando componer un disco que sea atractivo para el público que fui acumulando con los años y que apoyó mi música desde el comienzo. Me di cuenta de que era un uso malgastador de mi tiempo y preferí expandir un poco más mis horizontes, intentando escribir la clase de canciones que escribiría de no haber arrancado el proyecto Puma Blue. Me propuse retornar a mi identidad como músico cuando no me estoy poniendo expectativas encima. Fue muy liberador, siento que me encontré a mí mismo incluso más que en proyectos anteriores. Por un lado, me estaba rebelando contra lo que ya había hecho y, por otro, solo confirmé aquello que persiste conmigo como verdadero.
¿Contra qué aspectos de tu música en particular reaccionaste?
La voz es algo que me atraviesa, siempre escuché y admiré un montón de música que emplea a la voz como un instrumento y no como un vehículo para las letras. Escuchando mi propia música, sentí que había subordinado lo vocal a lo lírico y decidí comenzar a usar mi voz de un modo más compositivo, como si se tratase de un instrumento más. Otra cosa contra la que reaccioné es que creo que se me ha encasillado un poco bajo el rótulo de “artista de jazz”, algo con lo que nunca me identifiqué por mucho que me inspire el jazz. No me veo como un músico de jazz y, si bien no fue un acto consciente, estas canciones están más alejadas que nunca del género. Tienen más influencia del soul y del R&B.
Tu música toma influencias de distintos lugares pero las dispone al servicio de una voz que es muy evocadora e interesante. ¿Sentís pertenencia en alguna escena o comunidad musical particular?
Al principio lo hacía. Cuando estaba creciendo encontré un hogar en el sudeste de Londres y la comunidad de artistas ahí fue muy receptiva conmigo: me ayudó a encontrar mi propia voz. Circa 2015, 2016, te hubiese dicho que me sentía parte de esa escena londinense, pero ya no me siento tan así. Todo el mundo creció, se volvió más independiente y cada vez nos vemos con menos frecuencia, aunque sigamos sosteniendo un vínculo cercano. Estilísticamente intenté crear música que pertenezca más al mundo que a una escena particular.
El título del disco proviene del escritor Jun’ichiro Tanizaki. ¿Qué te interesó de su obra al punto de titular tu debut, que es tu presentación al mundo, en homenaje a su trabajo?
Titulé el disco en honor a Tanizaki porque ese era uno de mis libros favoritos hace dos o tres años. Lo estaba leyendo muchísimo, más por confort que por cualquier otra cosa. La forma en que habla sobre la estética japonesa y la diferencia estética entre Oriente y Occidente es algo que me interesó mucho. Tanizaki le concede mucha importancia al uso de sombras al hablar de arquitectura, cerámica, teatro… Es un libro muy bello. Después de releerlo varias veces, empecé a pensar en celebrar las sombras como una metáfora y decidí quedarme con mi propio significado, que es el que conecta con la temática del disco. Este álbum gira en torno al balance que encuentro entre escribir canciones dichosas y celebratorias de amor, y canciones que vienen de un lugar algo más oscuro. Lo importante es que no son canciones de desespero sino más bien de aceptación. De ahí el título. Prefiero celebrar las sombras en lugar de desesperarme en ellas.
¿Encontrás algún paralelo entre la forma en que Tanizaki escribía y la forma en la que vos componés?
Diría que, incluso antes de este disco, Tanizaki fue muy influyente en mi apreciación de lo que constituye el espacio negativo. Eso es algo en lo que pienso seguido. Me siento muy atraído por el contraste entre lo brillante y lo oscuro, y de hecho encuentro mucha belleza e intención en la ausencia de sonido, a veces hasta más que en llenar una canción con ruido porque sí.
Acabás de hablar de aceptación y esa es una forma muy budista de encarar la vida. ¿Te considerás una persona espiritual de alguna manera?
Sí, absolutamente. Mis padres eran cristianos y en la adolescencia se empezaron a alejar de la iglesia, decidieron que podían ser espirituales sin tener que pertenecer a una religión organizada. Yo siento que hay algo más grande, sea Dios o la Madre Universo o literalmente la energía que conecta a todos los seres humanos. No tengo idea, pero sí me siento muy sensible espiritualmente. Mi pareja me introdujo a Joseph Campbell y Carl Jung y siento que reflejan mi cosmovisión de una forma mucho mejor de lo que yo podría articularla.
Tu música es muy etérea sin ser lánguida, hay una intención concisa dentro de su ligereza. ¿Cómo es tu proceso compositivo?
Siempre abordo la música de una forma distinta porque siento que es muy mística. Es como una energía a la que podés canalizar pero no controlar. A veces simplemente me siento sin nada a ver qué sale, me pongo a cantar arriba de la guitarra. Algunas veces estoy conforme con lo que tengo, la mayoría de las veces no lo estoy. Incluso a veces es simplemente disciplina, me siento a hacer beats de cero y empiezo a añadir capas hasta que se siente como una canción. A partir de ahí es un proceso de sentir algo que conecte conmigo. El refinamiento viene después: ahí es cuando articulo un poco más concisamente la idea y muevo las cosas de lugar, experimentando con la forma y la estructura, y reescribiendo las letras. Intento no premeditar tanto las cosas y dejar que la música me hable. Ver qué funciona de lo que sale y después no perfeccionarlo pero sí llevarlo a un punto donde siento que realmente me puedo expresar.
¿Tenés alguna canción favorita en el disco?
Me encanta “Sheets” porque fue la primera vez que escribí algo tan alegre. Fue un desafío para mí, pero quería reflejar el estado más saludable en el que me encuentro hoy y la felicidad que estoy sintiendo. No tenía gimnasia escribiendo música alegre. Me dijeron muchas veces que ser artista es estar torturado y me lo creí. Pero hay un montón de artistas a quienes admiro y parecen ser personas muy positiva, así que busqué lo mismo para mí. “Sheets” fue la primera vez que escribí una canción de amor íntegramente dichosa así que tiene un lugar especial en mi corazón.
Me llama la atención que hayas escrito una canción así sampleando la banda de sonido de Eterno resplandor de una mente sin recuerdos de Jon Brion…
Es cierto. También me gusta “Bath House”, ateniéndonos a lo que acabamos de decir sobre cómo me aproximo a la música. Escribí la idea rapidísimo pero después regresé a ella miles de veces, la depuré y la dejé mutar hasta que finalmente terminó siendo algo muy distinto al demo original. Me contentó que a pesar de eso todavía conserve un poco del espíritu original. Esa fue muy divertida de componer.
Hablaste sobre tus influencias y cómo quisiste alinearte más con música más orientada hacia beats y percusión. Citaste a D’Angelo como una gran influencia, ¿te acordás dónde estabas cuando salió Black Messiah?
Estaba en la cocina de mi hall universitario rodeado de muchos platos sin lavar. En ese entonces vivía en un espacio comunitario muy grande donde veinte personas compartíamos un solo lavadero. Y estaba con mi amigo Lloyd, que también adoraba a D’Angelo. Nos entusiasmó muchísimo, le dimos play a “Sugar Daddy” ni bien había salido. Fue todo lo que puedo esperar de un artista: esencialmente él pero al mismo tiempo marcadamente distinto. Era evidente que había evolucionado y era una persona distinta experimentando con cosas nuevas y eso es todo lo que puedo anhelar de un artista que me gusta: que preserven lo que amo de ellos y que cambien y maduren cada vez que sacan música.
También mencionaste Vespertine de Björk como una influencia. ¿De qué maneras informó tu música?
Lo que resonó mucho conmigo es lo delicada que se mostró en ese disco. Eso es algo que vengo queriendo reflejar más y más de mí mismo. Soy muy delicado por naturaleza pero en el pasado he intentado ejercer masculinidad con mi música. Con este disco intenté ser más fiel a mí mismo y lo de Björk me resultó muy inspirador porque lo hace de una manera sin esfuerzo. Es una role model para mí pero, al margen de eso, la producción de ese disco me voló la cabeza. Lo compré varios años después de su lanzamiento y me sigue sorprendiendo lo atemporal que suena. Podría haber sido publicado ayer. Me encanta el uso del arpa y esa cosa donde el mundo analógico se encuentra con el mundo digital. Esos son mis paisajes sonoros favoritos, ese espacio gris donde hay algo old school expresado digitalmente o viceversa. Y la forma en que habló sobre amor en ese disco es increíble. Me encantan los beats que diseñó, todas las texturas y atmósferas me inspiraron muchísimo.
Eso está presente en tu música también, aunque la grabación haya sido casera.
Hice gran parte de este disco viajando porque mi pareja y yo estábamos en una relación de larga distancia entonces iba y me quedaba con ella en Atlanta, Georgia. Buena parte del disco fue escrita en el piso de su departamento, sin mucho más que la computadora, el micrófono y una guitarra. Ella se iba a trabajar y yo me quedaba componiendo todo el día, intentando conjurar algo bello. La mayoría de las veces no lo logré. Pero cada tanto me salía algo que sí me conformaba y cuando ella volvía a casa le daba un beso y le decía: “Woo hoo, ¡hice algo que me gusta hoy!”. Fue un período muy bello, fue lindo escribir algo encantador, estar en movimiento me dio muchísimo empuje para terminarlo.
Es sorprendente que lo hayas compuesto así. Algunos discos suenan muy DIY y es parte del encanto, pero este suena muy prístino y hi-fi.
¡Gracias! No quería seguir escondiéndome detrás de lo lo-fi. Quería hacerlo de una forma autogestionada pero que suene lo mejor posible. No es que lo lo-fi se oponga a la vulnerabilidad: siempre me encantó cómo sonaban los primeros tres discos de Elliott Smith por ese motivo. Son tan íntimos que no importa qué tan buena sea la mezcla, no hay forma de ocultar las imperfecciones de su voz. Para mí, este disco se trató de encontrar un balance entre no perder aquella intimidad lo-fi que estuvo presente en mi música desde siempre pero también conseguir algo que suene limpio y pulcro. La mezcla de Marta Salogni lo consiguió por completo y Heba Kadry, que masterizó el disco, también sabía exactamente cuánto preservar y cuánto sacar. Encontraron un balance y me ayudaron a elevar mi propia voz.
Escuchá In Praise of Shadow en plataformas de streaming (Spotify, Apple Music).