Jirí Alvriv está vestido con una especie de enterito de azul oscuro y llega en bicicleta a nuestro punto de encuentro, una pizzería en el barrio de Valentín Alsina. Él tiene un taller a unas cuadras y me cuenta que aquí vino con su banda a festejar tras una grabación: “Tenía un lindo recuerdo de este lugar,” me dice mientras se acomoda. Él es de San Telmo, pero ahora se instaló en el Conurbano. A diferencia de muchos de los vecinos, a él le gusta vivir acá.
Jirí dedicó gran parte de su juventud a su formación como músico. Estudió en el Conservatorio, pero lo dejó tras ganarse una beca con el gran maestro Manolo Juárez, un músico brillante y uno de los fundadores de la Escuela de Música Popular de Avellaneda (EMPA), donde a su vez continuó sus estudios. También fue becado por el Fondo Nacional de las Artes y el Gobierno de la Ciudad, además de ser muy autodidacta. Desde 2009, Jirí es la cabeza de su propio proyecto musical autogestivo, Rascolnikoff. “Durante años estuve en la búsqueda de trabajar con managers o agentes de prensa sin ningún tipo de éxito. Desde el 2019, después de una década de existencia del proyecto, cuento con el apoyo del sello Ultrapop en la distribución digital y con un manager que me ayuda a sortear lo que de alguna manera ya no era para mí. Creo firmemente en la autogestión, y por tener este apoyo no significa que esto no siga siendo autogestivo, pero ya no estoy tan solo. En estos años, de todas maneras llegué a subirme a escenarios muy prestigiosos. Tocando puertas y siendo mi propio manager supe cosechar muchas cosas hermosas,” explica. Y tiene razón: en las dos horas y media que dura nuestra charla, recorremos anécdotas como la de la vez que tocó con Yann Tiersen en una casa de San Telmo o cuando Tricky flasheó con su música, repasamos los resultados de la nueva etapa que inauguró el 2019 que incluyen desde colaboraciones con Diego Roa y Kobra Kei hasta la elección de una canción suya como parte del último álbum de Marina Fages, reflexionamos acerca de las decisiones que convierten a este proyecto en una propuesta diferencial y nuestros pensamientos navegan traspasando el guion de una entrevista tradicional. Es eso lo que genera en el oyente el universo sonoro de Rascolnikoff, en el que las canciones parecen haber sido compuestas con una dedicación minuciosa y artesanal para lograr un resultado que asemeja el ritmo indescifrable de lo natural, donde las sensaciones fluyen con absoluta libertad y no hay barreras condicionantes. Una música sin letras puede disparar la mente hacia lugares inesperados.
La primera vez que vi a Jirí recuerdo haber pensado que parecía un personaje de novela. Quizás lo único extraño en su figura era que llevaba un gorro o una boina, pero de alguna manera llamaba la atención entre el común de la gente. Me pidió que le prestara la SUBE mientras subíamos a un colectivo en la Avenida San Juan y, cuando bajamos juntos de casualidad, me entregó una postal de su banda. “Siempre me gustó más la postal que el modelo cibernético, porque me da como vergüenza acudir a mandar un mensaje para que le den un like a la página. A eso se debe nuestra escasa popularidad. Es más genuino si la gente llega. Siempre hice postales porque siempre me gustó el mano en mano,” se explica. Y funcionó: quizás jamás me hubiera adentrado en Rascolnikoff si no hubiese sido por aquella experiencia cara a cara, completamente diferencial a una interacción a través de las redes sociales.
Sobre los inicios del proyecto, recuerda: “Rascolnikoff se formó en el año 2009, y su debut fue en el Centro Cultural San Martin en el cierre de una muestra colectiva de Aduki y Marina Fages. Años antes se venía gestando el proyecto. Por entonces, en vez de que cantara yo, las melodías las llevaba un violín, era más instrumental que ahora. Pero tuve tanta mala suerte con esos instrumentistas que me cansé y decidí darle una oportunidad a mi voz. Mi manera de componer siempre fue al piano y cantando fonéticas inexistentes. Un día tuve esa lucidez y me di cuenta de que el camino era ese, crear canciones sin lenguaje. De niño había tenido una formación muy clásica de conservatorio, muchos años de coro, y de educación vocal, entonces me sentía súper cómodo con la nueva idea. En la actualidad pienso que fue la decisión artística más acertada que pude haber tenido.”
Cuando escuché por primera vez el proyecto pensé que era yo la que no entendía las letras, hasta que me di cuenta de que no existían.
Lo que más decantó en esta idea fue recordar que cuando era más niño y escuchaba canciones en inglés y no entendía nada, le daba mucho valor a la música, a las melodías y poco me importaba sinceramente qué estaría diciendo Robert Smith o Roland Orzabal, por nombrarte a algún artista. De más grande y con la internet de mi lado, con la posibilidad de traducir letras más fácilmente, comenzó mi camino de la decepción: yo escuchaba ciertas canciones por mi estado de ánimo, e imaginaba cosas, pero en la realidad no me identificaba con nada. En la actualidad, me hace sentir muy satisfecho que mi proyecto no exponga ciertas cosas desde la palabra, el no tener letras además te saca artísticamente el peso de estar expuesto a tus verdaderos sentimientos. No creo igual que todos los artistas hablen de sus intimidades en sus canciones ni que no haya otros que inventen relatos hermosos, pero eso no es lo mío, ni lo uno ni lo otro. Además creo que ayuda a pasar más desapercibido.
En el Bandcamp de Rascolnikoff hay una declaración que dice “la idea prima es hacer canciones que no estipulen estados, que no relaten historias y que no expongan sentimientos.”
Siento que no es necesario que el público esté recibiendo todo el tiempo información explicita. Esto, de todos modos, solo tiene que ver con haber transformado una experiencia mía en una forma de hacer arte, hay gente que necesita una estructura y gente que no. Yo busco no exponerme y que a la vez eso sea un puente para que el público pueda hacer propias las canciones, pero desde otro lugar, desde la imaginación y de lo confortable que les puedan resultar las melodías.
No contar historias sí, claro, no estás exponiendo tus sentimientos, pero me parece que en ese relato no hay forma de evitar que el público se apropie.
Sí, exacto. Es medio ambiguo mi discurso, pero a la vez es como una capa y una espada que me protege. Yo solo te doy esto, vos tomalo como puedas. Sé también que esto puede hacer que la música llegue a tocar menos corazones por esto de no tener letras, pero a su vez sé que de alguna manera lo estoy diciendo y dando todo. Yo he visto gente llorar en los shows de Rascolnikoff, he pasado esa barrera e incluso a mí mismo me emocionan a veces ciertas melodías, hay una línea muy fina en lo abstracto de la emoción, las melodías pueden trasmitir mucho.
¿Por qué elegiste Rascolnikoff como nombre de proyecto teniendo vos ya un nombre muy original?
Tal vez por esto de pasar un poco más desapercibido… nunca me gustó la idea de estar frente a todos en el escenario. Mi intención siempre fue funcionar como una banda, aunque lo seamos solo a veces. En el escenario siempre estamos todos en una fila horizontal frente al público, a veces casi circular, y mi lugar siempre es a un costado.
¿Por una cuestión de humildad o qué?
Considero que por más de que la música sea mía, sin el baterista o el bajista no va a sonar igual. Siempre me irritó que la cara visible de un conjunto de trabajo de una banda pase por el cantante y se le reste importancia a todo lo demás, me parece una porquería. Tal vez suene contradictorio porque a veces no me queda otra que dar la cara. Un dato importante para entender esto es que las personas que históricamente participaron en la formación de Rascolnikoff siempre fueron compositores. Eso trajo pro y contras, lo pro fue que eso potenció a la música y en definitiva logró el resultado final del sonido actual del proyecto. La contra de esto es que los músicos siempre han ido migrando a trabajar en sus propios proyectos y esto ha hecho que existan varias formaciones, todas de lujo por supuesto. Entonces Rascolnikoff sí es una banda, pero de integrantes ocasionales. Es una familia grande donde algunos se toman sus tiempos y luego vuelven. De todos modos, para mí es importante el resultado final y no quiénes somos o cómo lo hicimos.
El 2019 fue un año con muchos resultados para Rascolnikoff…
Fue un año de compartir y experimentar cosas artísticas que antes no había hecho, como por ejemplo ceder una canción que había dejado afuera de Fragments Consistent para que otra artista le ponga letra y la haga parte de su disco. Estoy hablando de Marina Fages, quien incluyó en su último álbum Épica y fantástica nuestra obra “La furia suave”. Para mí fue una rareza total, primero porque mi obra nunca había tenido lenguaje, como te decía antes, y segundo porque, al sentirme muy halagado por ser una artista a la que respeto mucho, no le puse condiciones de ningún tipo. Pero el resultado final fue hermoso y la poética de la letra me gustó mucho. Otra experiencia similar me pasó con la rapera Kobra Kei, pero el proceso fue muy distinto. Surgió la posibilidad de trabajar juntos en una obra que fue producida por Ezequiel Araujo para que sea parte del soundtrack de la ópera prima de la directora de cine Sol Berruezo Mamá, mamá, mamá, película que se estrenará en el 2020. Esto también fue muy nuevo para mí porque nunca había trabajado con un productor, siempre hice todo yo y además me metí en un terreno musical que nunca había experimentado. Antes de seleccionar el track final, trabajé como en 20 bocetos distintos, así que no descarto hacer un disco con todo eso alguna vez. En la senda del compartir también me di el lujo de invitar a Fernando Samalea y Christian Basso para grabar unas bases de algunos tracks para el próximo disco de Rascolnikoff, en el que trabajó a la par con el baterista estable de la banda, Borja Cordeu Illia. Aún no tiene título, pero está en un hermoso proceso de trabajo.
También estuvieron trabajando con Diego Roa…
Justamente la otra gran perla de este año fue sumar a la banda al artista visual Diego Roa, pero no como artista visual sino como bajista. Con Diego nos conocimos hace un par de años y tuvimos varios encuentros artísticos, desde tocar en alguna que otra inauguración de sus obras, hasta contar con sus visuales en vivo en diferentes shows de la banda. Ambos siempre fuimos muy fan uno del otro, pero este año surgió la posibilidad de tocar en la TV Pública para La noche de los museos, evento del que somos habitúes desde hace varias ediciones, y lo convoqué para que nos asista con las visuales a lo que él me retrucó: “¿No querés que toque el bajo mejor?.” Yo no tenía idea que tocaba el bajo. Justo el bajista estable de Rascolnikoff tenía un viaje así que todo se dio de una manera maravillosa. Son situaciones muy hermosas que se dan de compartir con otros artistas, todo nutre y te hace crecer.
En tantos años tocando, debe haber alguna o varias fechas memorables que me puedas contar.
Hay un montón, pero una muy rara fue cuando tocamos con Yann Tiersen en una casona de San Telmo. La anécdota surgió de una pequeña amistad que trabé con su hijo Elliott que en aquel entonces tendría unos 15 años. Nos conocimos por medio de otra persona fan de Rascolnikoff. Nos juntamos un día a zapar en mi estudio y él quedó muy flasheado por la situación, quizás también por la adultez con lo que lo traté haciendo música, como un par y no como un niño. Al año volvió a Buenos Aires con el padre y me dijo que le había hablado mucho de mí y si había posibilidades de hacer un show íntimo. Habían venido a vacacionar, Yann no tenía previsto tocar, así que este amigo que nos presentó ofreció su hermosa casa para llevar adelante el concierto. Lo publicamos en Facebook creo que un par de horas antes y fueron unas 40 personas a las que alcanzamos a pasarles la dirección. Después teníamos un montón de mails que no llegamos a responder.
En tu Bandcamp hay también una anécdota con Tricky.
Tengo sentimientos encontrados con él. La segunda vez que vino a tocar a Buenos Aires tenía muchas ganas de ir a verlo, pero no tenía plata entonces decidí ir a esperarlo a la salida del show para darle nuestro segundo EP Emotionally Cold. Después de tocar, cuando se estaba yendo en un taxi, lo alcancé y se lo entregué diciéndole: “Tricky, esto es para vos, me encanta tu música.” Pasó un mes y me llegó un correo desde Londres de una productora que él estaba lanzando en ese momento que se llamaba Brownpunk, que es el nombre de una película suya. Me dicen que a Tricky le había gustado mucho el tema “Elefantes Marvyn” y que estaba por lanzar un compilado de bandas que quería difundir a través de su sello. Nosotros éramos la única de Argentina, también había de Chile, México, Brasil, EE. UU. y Europa. Firmamos un contrato y después no pasó nada… Tricky cambió de planes, armó otro sello y sacó un nuevo disco. Nunca más paso nada, pero somos amigos en Facebook y una vez me escribió diciendo que mi música era muy grande. Para mí, como fan de él, ya lo había logrado todo. Él también se había conmovido con mi música como yo con la de él.
¿Pensás que la verdadera experiencia de Rascolnikoff es verlos en vivo?
Pensaba eso hasta que este año pudimos editar Fragments Consistent, nuestro último disco, gracias a un premio del INAMU. Es muy superior a los anteriores discos, fue hecho en dos estudios tremendos, nada de lo-fi, y la gente que trabajó en él fue muy certera. Tiene un sonido muy bien logrado que, para mí, es como vernos en vivo. Ese disco es todo lo que quiero mostrar, sin quitarle el valor que significó hacer Veneno emocional, Emotionally Cold, Fecamp Lofthus, e Insensitive Corporation, con herramientas más caseras. Editarlo en físico era una idea que tenía que concretar, sentía que necesitaba plasmar mi música en algo físico. Además, siempre fui fanático del CD, los escucho y a veces hasta uso un discman. También ayuda mucho a solventar gastos cuando tocamos en vivo y vendemos discos, en la gira que hicimos por Santiago, París, Londres y Ámsterdam fue esencial. Pero bueno, nada quita la experiencia de vernos en vivo. La próxima oportunidad para eso será el viernes 14 de febrero de 2020 en La Tangente.
¿Por qué fueron 4 EPs y un solo disco?
En realidad, les digo EPs pero son discos, tienen siete tracks cada uno, entonces superan lo que se estipula como EP. Creo que lo que hace la diferencia es los recursos con los que conté para llevarlos a cabo.
La formación actual de Rascolnikoff es: Jirí Alvriv, Chunli Juana, Borja Cordeu Illia y Diego Roa. Su disco Fragments Consistent se puede escuchar en plataformas de streaming y conseguir en sus shows en vivo y en Disquería Mercurio. El proyecto se presentará en vivo el viernes 14 de febrero a las 24 h en La Tangente (Honduras 5317, CABA) junto a Naiborg, entradas disponibles a través de Ticket Hoy y Disquería Mercurio.
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Foto principal: Erin Brer.