La escena porteña de los 2000 tiene tatuado el nombre de Entre Ríos. El proyecto del productor y compositor Sebastián Carreras logra reinventarse a nivel musical y escénico con Sin (2017), un álbum que rompe las barreras del disco físico y es presentado en formato de instalación audiovisual.
Después que su último disco Cuadro (2015) obtuviera el Premio Gardel al Mejor disco de música electrónica, Entre Ríos participó en la Feria Internacional de Arte Contemporáneo de Madrid (ARCO), donde presentaron “Las fotos”, segundo simple digital que obtuvo gran repercusión y le permitió a la banda ser parte de los playlists más escuchados del género.
Al diagramar el proceso de desarrollo de sus letras y melodías, el artista explica:
“Yo sigo buscando un nuevo sonido, la originalidad y la búsqueda tiene que ver con un concepto de modernidad. Para mí es muy importante que haya emotividad en una pieza, todo tiene que estar sostenido por algo sensible”.
Sin es la deconstrucción del concepto de show y banda. Los límites se desdibujan al plantear el uso de un sonido cuadrafónico. Esto significa que Entre Ríos utiliza cuatro parlantes que están situados en esquinas y emiten un fragmento musical que puede ser escuchado de distintas perspectivas. Todo eso acompañado de la proyección simultánea de imágenes proyectadas en 80 pantallas, con la intención de sumergir al espectador en una experiencia multisensorial.
En un Starbucks de Palermo, con las paredes impregnadas de aroma a café de primera mañana, el autor del proyecto electropop se muestra romántico de a ratos, aunque por momentos nostálgico, y con la firme opinión de que en el 2017 la música genera más pérdidas económicas que ganancias. En simples palabras, no es un negocio rentable.
Tras diecisiete años de profesión, Sebastián Carreras navegó el mundo analógico y surfeó las olas de la convergencia digital. “¿Por qué los artistas siguen haciendo un disco? Si ya no existe la necesidad con la aparición de las plataformas musicales” se cuestiona el productor, que cuenta que MySpace fue la muerte inminente de la venta de CD’s, seguido por la aparición de Spotify.