En el cementerio de los afectos, Sakatumba desata una peligrosa arritmia con gritos apasionados y lamentos desgarradores. Sin miedo al infarto, los picos de ira sónica de la banda porteña se diluyen al compás descorazonado del piano. El espectro multifacético se comprime en saltos y descensos que abarcan desde la ferocidad del punk hasta la melancolía de las baladas de amor. Puro teatro, su primer disco, manifiesta con un movimiento pendular las dos caras de una misma moneda: el éxtasis y el sepulcro.
“Creo que el ser humano no es una cosa u otra, no todo es blanco o negro -dice la cantante Renata Bade en conversación con Indie Hoy sobre los claroscuros que subyacen en el disco de la banda-. Por eso jugamos con distintas texturas y tratamos de entenderlo como un paso del tiempo, una etapa. También hay que saber reconocer cuando ya pasamos a otro flash”.
El nombre Sakatumba chispea entre las tinieblas de la noche profunda. Una onomatopeya tan creepy como lúdica que traspasa la narrativa a medida que ahondamos el misterioso imaginario de la banda capaz de llevar a sus personajes a paroxismos de placer, fiebre y agonía. “La intención fue inventar una palabra que no exista -confiesa Bade-, una palabra que no tenga ningún tipo de contexto, sin ninguna explicación musical”.
Para la banda, Puro teatro no se limita a ser un disco: es un umbral hacia un enigmático juego de símbolos y significados que van más allá de lo estrictamente musical. El álbum se convierte en un culto pesadillesco donde los sentimientos se desangran y las cortinas se alzan para develar las entrañas de Sakatumba. “Todo viene del drama, es una exageración -explica Renata-. Nosotros nos reímos mucho de lo dramático que somos en las letras. Buscamos exagerar aun más y que se tome un poco a modo de chiste también, porque lo pienso como una burla hacia nosotros mismos”.
En el frenesí de sus shows en vivo, Sakatumba se convierte en un cuadro viviente en el que mimos transpiran las penas con el maquillaje corrido sobre el escenario. Abajo, entes misteriosos emergen del público, arrastrándolo a una experiencia visceral. Te hacen parte de ese pedacito de ensueño para hacerte dudar de lo que estás viendo. Una fantasmagoría que encarna las metáforas con cuerpos alienados en búsqueda de interacción social. Sakatumba desafía las normalidad con un exorcismo irónico e iracundo en clave de shock multilateral.
“Necesitamos jugar con esto, encontrar una gracia en exagerar… exagerar todo -cuenta Octavio “Oki” Báez acerca de las actuaciones en vivo en donde su aspecto performático se convierte en el foco de atención-. Surge de la necesidad de hacer algo distinto, dar algo más jugoso, y fundamentar un show de nosotros solos. Que no sea solamente un show de banda, que tenga perfo, que tenga un guion, que invite a la gente a buscar lo que les gusta más”.
“La expresión del ser roquero y de subirse a un escenario, es un acting, es teatro también -agrega Bade-. Porque vos tenés que ponerte en el papel. Quizás estás re en otra ahí, pero de repente tenés que cumplir con eso. Porque si vos no te creés el flash, nadie se lo come. Al final es todo teatro. La intención principal de la música a veces se ve minimizada en relación a otras cosas que la rodean: relaciones públicas, negocios… entonces, es todo un acto. Estamos todos cumpliendo un rol en la realidad. Está bueno ponerlo en duda, y también es un poco desolador”.
De la puesta en escena al plano literario, Sakatumba se retroalimenta del sentimiento exagerado para hacer eco de las pulsiones más agudas de la condición humana. En Puro teatro, escarban en la existencia con una sutileza nupcial capaz de hacer amena la tristeza. Un refugio para sentirse pulcro en la miseria. Es un disco sugerente, hipnótico y celestial, pero en el júbilo también parpadea lo retorcido y esquizofrénico, como un borracho con una resaca que revienta la cabeza en tono verborrágico para vomitar. Puro teatro es crepuscular, pero al mismo tiempo es un profanador de sombras, una proyección siniestra con antiépicas que gruñen las tripas. “Tu papá se comió por tu culpa el corazón de tu hermano/ Tu vieja no lo soportó, se tiró por el balcón”, canta Báez junto a un saxofón embrujado en “No te vuelvas a sentir mal”.
Los cuentos de la cripta continúan. La oscuridad no es algo que se va, sino que se mantiene como la niebla en el mar. En el epílogo del disco, una batería estruendosa se suma al traqueteo metálico del bajo y el rito tenaz de Marcos Medina Bellotti origina una distopía fabril con un ímpetu soviet postapocalíptico. “Habíamos quedado una cosa, no quiero a la guillotina”, gruñe en “Ropa equivocada“. Durante esa canción en los shows en vivo, el bajista suelta su instrumento y se despliega por el escenario con una danza robótica, como si estuviera poseído por un soldado que atraviesa un desfile surrealista de una guerra sin cuartel.
Hay crueldad en la música de Sakatumba, pero también sensualidad. En “Basta ya!” y “Chica gótika” podemos suponer una entrañable dualidad, dos canciones hermanadas por el dolor y la seducción del más allá. Ambas forman un retazo compartido de romanticismo mortuorio en el que la voz de Renata se intensifica sobre un crescendo de pasión contenida que busca sufrir para alcanzar el orgasmo hasta que se desvanece dentro de un remolino de distorsión. En “Corazón“, las notas lastimosas del piano evocan un fuego íntimo que arde y abrasa a la vez, mientras Bade pule un instante en cada verso, bajo la cadencia onírica de unos besos imborrables.
Su insaciable deseo de innovación los impulsó a buscar siempre nuevas fórmulas, para evitar caer en el abismo del aburrimiento y mantenerse en continua transformación. Sin embargo, la banda tuvo que también enfrentarse a la disociación de su propia música, donde cada canción canaliza una atmósfera diferente. Esto llevó a sus integrantes a preguntarse acerca de la identidad del grupo. “¿Qué somos? ¿Qué le transmitimos a la gente? -repite Renata aquellos remordimientos en su mente-. Cada canción es un mundo y el teatro nos resultó un buen recurso para poder transmitir eso”.
Más allá de la perfo y el drama, los integrantes de Sakatumba aseguran que buscan traer de nuevo la canción. Esa que la gente canta y perdura en el tiempo sin pasar de moda. Esta declaración contrasta con una perspectiva crítica de la banda, ya que comparten la preocupación de que el tren de la música popular se descarriló y va sin frenos a chocar contra el paredón. “Las canciones de ahora, las que suenan en la radio, son solo funcionales en el contexto que estamos viviendo -lamenta Renata-. Estoy segura de que no van a poder perdurar y eso me pone muy mal. Siento que la música termina siendo una máquina de contenido. Los buenos artistas son los que marcan el paso del tiempo, porque transmiten un sentimiento con el que la gente siempre se va a sentir identificada”. “Se trata de que la canción no muera 15 minutos después de que la sacás y otra persona sacó un tema igual”, reniega Oki.
Para esto, Sakatumba encontró su propia fórmula en distintas canciones, pero hay que subrayar con tinta negra la euforia de “Me estoy olvidando de vos”, un punto álgido de sus shows en vivo, con una energía festiva y un teclado contagioso que resalta la capacidad de la banda para desahogar las penas en un clima vibrante de exaltación comunitaria. “Para mí, es el tema más argentino que hay -dice Renata-. Es muy de cancha de fútbol. Me encanta eso, porque es re propio de nuestro país. Es un re tema de rock argentino”. “Cuando estás ahí -suma Oki-, todo el trabajo cobra sentido. Es una recepción tan genuina que te desvivís por sentir esa mierda”.
La evolución de “Trepan los esclavos” es otra que merece especial atención, una canción que esclareció su virtud de atravesar las diferentes etapas del grupo y emerger con la fuerza renovada de un ave fénix. Inicialmente, formó parte del EP homónimo de Sakatumba en 2019, y ahora, en Puro teatro, resurge con un ímpetu ardiente para incendiar los escenarios con el temperamento del presente. “Es una canción que nunca terminamos, solamente la fuimos documentando mientras grabamos -describe Oki-. Siempre estamos encontrando detalles, cosas nuevas, y fuimos grabando distintas versiones porque la seguimos trabajando. Si la grabáramos mañana volvería a ser diferente“.
Tan ambiguo como cristalino, “Trepan los esclavos” evoca una atmósfera que se va espesando con una progresión sórdida -pero brutalmente liberadora- mientras Renata canta sobre notas que chirrían: “Arrastrando las cadenas, se ven dos pájaros ardiendo, todos entienden del sufrimiento, y vas andando”. “¡Ese es un tema que perduró en el tiempo! -aclama la vocalista-. Es muy rítmico y es muy sensual. Tiene sus grados de estar bien en el momento, y eso me gusta, ya que también explota. Me gustan esos moods, me siento identificada. A mí me hace sentir muy cómoda tocarlo. La forma de cantarlo es como a mí me gustaría escucharlo en alguien más. Siento que es un tema muy paciente”.
Mientras las nuevas voces de la escena postpunkdémica resuenan con audacia, Sakatumba asegura que esta rebelión musical aún tiene mucho por explorar. Sus integrantes mantienen la calma y evitan hablar por hablar, con la confianza de que el tiempo se va a encargar de lo demás. “Por un lado pienso que es increíble lo que está sucediendo -dice Renata acerca del auge en el under porteño-. Pero por otro lado, siento todavía no es momento de decir nada. Las bandas están en un momento muy bueno, pero pueden surgir un montón de caminos de repente que desvíen. Por eso hay que tener cuidado. Me gusta pensar que las cosas que perduran en el tiempo son las reales. Y no es el momento todavía, quizás es puro humo”.
Frente a la oportunidad que puede traer un boom de atención, la banda también señala un reto importante: no quedar atrapados en un nicho. Para Sakatumba, el próximo paso se trata de federalizar la oleada y llegar a nuevas audiencias en todo el país, lo que sería un paso crucial para lograr un impacto más significativo.
“Estamos en una ciudad que está completamente inmolada -asegura Renata-. Estamos en una burbuja, somos siempre los mismos, todavía se tiene que expandir mucho más como para hablar de algo masivo. Por eso fue hermoso tocar en Mendoza, salir de toda esa aprobación constante. Creo que en Buenos Aires estamos mal acostumbrados, estamos todos muy cómodos, todos hacemos shows sold-out. Pero cuando salís un poco, ves que no es tan sencillo. Hay que bajar un poco los humos y tener paciencia, porque falta un montón de trabajo para crecer. No hay que inflar más el globo, porque va explotarte en la cara”.
En un mundo donde opiniones y las modas estéticas son tan volátiles como las promesas de políticos en campaña, Sakatumba se burla de aquellos que creen que el rock está seis pies bajo tierra. En lugar de sumarse al coro de lamentos sobre la supuesta defunción del género, la banda se regodea en la tradición, mezcla géneros y redefine la escena con un guiño colectivo. En ese sentido, Puro teatro es una cachetada en la cara para apillar a quienes duda de que el rock no solo está vivo, sino que también está en buenas manos.
Este compromiso con cuidar a la nueva escena es también un llamado a recuperar y reimaginar la riqueza histórica del rock nacional. Por eso la banda posee una sólida postura acerca de quiénes son dioses y demonios en la escena musical argentina, una conciencia que les permite rendir homenaje a la tradición con el orgullo de ser contemporáneos. “Se trata de ser gratos con nuestras referencias -concluye Renata-. El rock nacional es muy importante y de alguna forma es seguir una especie de ritual. Siento que nos están pasando la posta y hay que hacerse cargo, y hay que hacerlo bien. Hay que hacer justicia”.
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