Doce meses pasaron desde que todos escuchamos por primera vez un comentario sobre Perras on the Beach y apareció el carisma de Simón Poxyran en la escena. Esa vez fue sobre el escándalo en El Primer Color, festival de San Martín de los Andes donde la banda hizo enojar a algunos vecinos pacatos. La ola de rumores y versiones llegó a todos lados del país: hay una banda de pendejos de Mendoza que te hace sentir adolescente de nuevo, que escupe un poco de la vida real a los viejos de mierda. Los rumores llegaron a Yumber Vera Rojas, programador de los Martes Indiefuertes de Niceto Club y ahí nomás armó varios Manso Indie para traer la frescura cuyana al cemento aburrido de Buenos Aires. Se sacudió el avispero. Están los que aman y están los que odian.
Un disco de banda y uno solista después, Simón Saieg, encara un 2018 con una exposición enorme y una apuesta que decidió redoblar. Antes de tocar en el Festival Bue y recién llegado de Mendoza, Simón habló con Indie Hoy sobre su año.
Empezaste el 2017 de una manera muy especial. ¿Cómo fue esa primera gira?
Demencial. Fue una gira que debería haber salido bien pero salió todo mal. El plan no era tan loco, tres bandas que compartían gente, íbamos en caravana de tres autos desde Mendoza a Bariloche. Apenas salimos Tuti, la mamá de Bruno y mánager de Usted Señalamelo, chocó el auto de un comisario. Podía haber chocado uno de los pibes pero no, chocó ella. Una multa enorme, volvimos a Mendoza a hacer una fecha para recaudar fondos y pagar la multa. Todo empezó así, mal. Pasaron cosas muy raras, muy Twin Peaks, mi guitarra se rompió sola, ¡hubo hasta fantasmas! Ahí el sur tiene una energía muy rara, y llegamos a San Martín de los Andes y me la vi venir. “Acá va a pasar algo”, me dije. Y así fue.
Es una comunidad muy conservadora.
Sí, todos nos miraban como diciendo quiénes son estos pibes y nosotros veníamos con toda la energía de “vamos a fundir todooo” y ¡pum! contra una pared nos la dimos. El primer festival donde íbamos a tocar y me la di.
Pero también fue un impulso para ustedes.
El impulso ya lo teníamos, fue más para los otros hacia nosotros. Pero ya estaba pasando, tarde o temprano iban a prestarnos atención porque se estaba generando.
¿Y qué te pasó a vos con esa reacción conservadora?
Todo mal, quedé mambeado un par de días. Fue la primera fecha de la gira, no es que la terminamos y explotó cuando llegamos a Mendoza, ahí mismo se pudrió todo. En el momento se armó el quilombo. Había mucha gente involucrada, amigos, y yo sentía que lo había arruinado. Porque reconozco que me mandé una cagada. Estaba muy borracho, me chupó un huevo todo y a partir de ahí me ubiqué. A partir de ahí empecé a pensar cómo me porto en el escenario. Fue todo muy rápido. Decí que pasó ahí y no en un lugar más grande si no me comían vivo. Ahora cuando digo algo bardeando a la Municipalidad o hablando del porro o lo que sea, lo digo por algo y lo disfruto. Antes lo decía porque sí.
Había muchos amigos y periodistas que replicaron lo que pasó ahí. Desde Buenos Aires empezaron a prestarte atención a vos y a Perras on the Beach a partir de ese día. ¿Cómo te afectó?
A mí no me afectó tanto que me dieran más o menos bola, pero sí me despertó un toque. Tenés un micrófono, fijate qué decís. Me di cuenta que cuando estás en un escenario hay un montón de gente que quiere escuchar algo y yo no estaba pensando en nada de verdad. Había salido de una cagada familiar muy grande, en la que lo había pasado muy mal, y la energía era muy punk rock en el recital, escupiendo, cada vez que tenía un problema necesitaba tocar para sacármelo de encima.
Entendiste la responsabilidad.
Eso. Sí. Y en realidad fue culpa de un vecino, que vive al lado de mi casa, un señor de barba, re hippie, vino muy serio y me dijo “Simón, hiciste muy bien. Estás haciendo política, y lo que decís es más sincero que lo que dicen muchos” y yo estaba saliendo del malflash de ese show y ahí dije sí, voy a hacer canciones que tengan más sentido. A partir de ahí hice mi disco solista y muchas canciones más que si bien tienen quilombo, hay más de esto.
Lo que uno dice se enmarca en un momento social determinado. Hay que hacerse cargo de eso.
Totalmente. El año pasado ni siquiera me comunicaba, si me hacían una entrevista mentía, decía boludeces, ahora me empecé a rescatar en lo que me pasa de verdad y lo que quiero decir y transmitir. Nosotros somos muy pendejos y estamos creciendo. Yo tengo 20 años, pero Bruno tiene 17. Ahora es un momento clave, tal vez el año que viene esté diferente, más calmo en cuanto a lo que estemos diciendo, porque todo va cambiando y estamos creciendo mientras pasa todo esto.
¿Cuáles son los temas que te interesan discutir desde ese lugar de poder que tenés? ¿Y cómo te afecta la vida social-política de este momento del país, siendo tan joven, que no viviste las grandes crisis de Argentina?
Las canciones que estoy haciendo ahora tienen un rumbo más definido, son más oscuras porque la realidad está más oscura, hay un montón de cagadas en todos lados. Pero tampoco dejé de hablar de las cosas lindas, porque yo soy una persona feliz que ríe, aunque sí me afecta lo que pasa. Igual me parece una mansa paja cuando el rock se mezcla en la política. Yo estoy desconectado de lo política de lo partidario.
Varias veces dijiste que Perras on the Beach era música de joda.
Sí, cuando nació era eso. Era una banda de amigos, ahora lo sigue siendo pero todo es más grande. Está evolucionado, pero sigue siendo una banda de amigos. No buscábamos nada, sólo subir nuestra música a internet. La fiesta está porque somos nosotros. El disco que va a salir en marzo tiene canciones más reales, más adelantadas en relación a lo que creemos que va pasar. Pero es la visión de nosotros que tenemos 20 años, ni más ni menos que eso.
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Mendoza se levanta como el oasis dentro del indie, después de que la escena que nació en La Plata esté consolidada, la renovación llegó del lado de la montaña. Sin sellos, sin organización, el grupo de bandas que son amigos parece que está vinculado directamente a la geografía que los vio crecer y a cierta libertad que te da el margen del país. Donde no se esperaba que naciera nada más que vino, pasó algo que está sonando entre los más jóvenes de la escena.
¿Cómo es ser adolescente en Mendoza?
Está bueno, y crecer allá también, las calles de tierra, las montañas. Eso sí, es medio burbuja. Cuando vine me choqué con la realidad, acá salís a la calle y en una cuadra ves a cinco personas pidiendo plata. Acá – Buenos Aires- te obliga a pensar si hacés las cosas bien.
¿Cómo creés que podría haber sido Simón Poxyram si no hubieses salido de tu provincia?
Trato de no pensar en eso porque es una trampa. Igual lo hago. Mendoza es un lugar muy zarpado, depende de con quién te juntás y cómo te criaron, nosotros tenemos padres muy abiertos, vinculados al arte.
Después de esa gira patagónica, tocaron en Cosquín Rock y fueron al Manso Indie en Niceto Club el 4 de abril, ese día tocaste con Perras on the Beach, y después solo con la guitarra cantaste una canción sobre los miedos que te daban venir a Buenos Aires. ¿Ante qué te enfrentaste? Porque todo te pasó muy rápido, apenas unos meses.
De hecho la primera vez que vine a Buenos Aires fue el año anterior y nadie ni bola, vine a ver a Tame Impala. Mi mamá no me dejaba porque me iba muy mal en el colegio, pero junté la plata y no me pudo decir que no. Esa canción que decís se llama “Capital“, que la escribí una semana antes de ese show. Me choqué un toque contra el mundo, porque me pasó acá que me empecé a dar cuenta de la gente falsa, que te absorben y te demandan. Pensé ¿qué es todo esto? Porque tenía reuniones que no terminaban en nada, que me daba cuenta que no era por amor al arte lo que me estaba pasando en ese momento. Ahí compuse “Capital“, tocamos en Niceto, y decidimos usar esa plata del recital para hacer nuestra gira autogestionada. Ahí me empecé a querer con Buenos Aires, se me acercó gente buena, que me cuidan hasta hoy. Se formó como una familia para mí, siempre que vengo veo a la misma gente. Esa bola que nos empezaron a dar acá llegó a Mendoza después. Allá decían mucho “ahhh el faso, Pity Álvarez”, se quedaban con lo simple porque es difícil llegar a la música real de una banda si hay mucho barullo alrededor.
Entonces en ese momento tomaste determinadas decisiones sobre cómo querías que fuera tu carrera si decidiste autogestionar tu gira, tu música, en ese momento en que tenías tanta atención sobre vos.
Yo tengo algunos amigos más grandes, los chicos de Las Cosas que Pasan, Tito, que tienen 30 años, son más grandes. Esa gira la organizaron ellos, estábamos con Luca Bocci, y estuvo re bueno. Después de eso me di cuenta que no lo podía hacer yo, que necesitaba un manager, porque me iban a comer vivo. Me junté sólo con Facu (Cruz) y le dimos para adelante, todo lo que pasó después de eso fue gracias a él, porque estar ahí hablando de plata es re turbio. Los músicos tienen que pensar en la música y nada más.
¿Cómo fue para vos el pase de la montaña a la ciudad desde el ánimo, porque el contexto te determina como persona? ¿Cómo lo vivís?
Estoy todavía en el mood de Mendoza. Yo no estoy enamorado de Buenos Aires, me enoja esta ciudad, estoy tres semanas y me empiezo a pelear con la gente, me pongo mala onda, me chupa algo, me tengo que ir. Pero entendí que es parte, que voy a tener que amigarme con la ciudad y conmigo, que por algo me pasa esto, y que hay que venir acá.
Hay una particularidad en Mendoza y es que en general las bandas más conocidas están formadas por hombres, sin mujeres, y esto se da también en un momento donde la concepción de “estrella” y de fan está puesta en discusión por las mujeres. ¿Qué pensás en relación a esto, ahora que tenés un número de seguidores importante?
Pienso que el machismo es una cagada, que la mayoría de las bandas del pasado -que muchas me gustan- tienen una manera de pensar en relación a las mujeres que es una cagada. A mí me criaron pensando que somos todos iguales.
¿Pero por qué crees que hay tan pocas mujeres?
En Mendoza hay un montón de amigas con nosotros tocando, casi 50/50, pero no sé porqué recién ahora están formando sus bandas. Tengo amigas que tienen cosas grabadas que son increíbles y les digo que las muestren, que quiero ir por la calle escuchándolas en el celular, pero no se animan. Entiendo que por ahí para las mujeres es más difícil, aunque ahora se piense mejor. Todavía re está ese estereotipo de tener una banda para tener minas o tener plata. Tener minas. Suena terrible. Mansa bronca porque es estúpido pensarlo así. No sé qué decirte de porqué somos tantos vagos, sé que hay mujeres, Bocci tenía una baterista mujer, pero no sé por qué pasa esto. Sí hay en Mendoza cantautoras, pero no sé porqué no hay mujeres en nuestro grupo.
Entre los mendocinos se da algo que ocurría al principio de la movida en La Plata, que tan bien demostró Laptra, de que la música es una red de amistades donde el público muchas veces también es el artista y a la inversa. ¿Cómo concebís las relaciones y el vínculo con la música?
Creo que la amistad tiene que ir primero. Porque yo soy así, escucho una banda y quiero conocerlos para ver si son copados, si pensamos lo mismo, si podemos charlar.
No separás autor de obra.
No sé, me di cuenta que no me gusta que no me gusten las cosas. Soy re abierto, me gusta todo. El otro día conocí a Guli, que tiene un proyecto que está buenísimo, y lo conocí porque le escribí y le dije “che me encanta lo que hacés” y me dijo venite a mi casa. El chabón flasheó porque nos hicimos amigos de un día para el otro. Para mí no es algo que pasa en Mendoza, llama la atención que nosotros seamos todos amigos, pero es lo normal, y eso pasa en todos lados. Antes las bandas competían, quién llevaba más gente, quién llevaba más minitas, que es una estupidez.
En algunos lugares esas escenas se aglutinan en relación a un sello, ustedes no.
Es que eso se vuelve medio secta a veces, nosotros somos siempre los mismos. Toca una banda de cumbia y una de rock y siempre somos los mismos de público y de músicos. Se chocan un montón de mundos todo el tiempo en Mendoza.
En tus letras hay un afán de contar la vida de la manera más simple posible, casi de documental.
Soy un poco barrial, son canciones como historias bien contadas.
Las escucho y me imagino un videoclip. La pregunta es: ¿qué es lo que te obsesiona narrar?
Creo que hablo de todo, pero también hay algunas cosas muy marcadas porque yo estoy hablando de eso todo el tiempo. No sé cómo explicarlo. Si yo hiciera una película tendría los mismos condimentos que aplico a la música. Sería el mismo estilo. La amistad, la familia y el amor estarán siempre. Después hay cosas como el porro -que la gente se agarra mucho de eso- pero es que si yo digo porro es como cualquier otra cosa, como si hablara de cualquier palabra, de Alf o lo que sea. Es una palabra más y se malentiende eso.
¿Qué va a pasar con Simón Poxyran?
Lo que me di cuenta tocando es que no es una banda, es como un trabajo práctico muy largo, de muchas partes, que no sé si lo voy a terminar. Más que nada es una vía de descarga de lo que es muy personal. Si fueran dos equipos de fútbol estoy mucho más en Perras on the Beach. No le voy a dar mucha manija al proyecto de Simón Poxyran porque no me gusta tocar solo y no me gusta relacionarme de esa forma con el proyecto, eso de que los músicos son tus músicos y la gente te está yendo a ver a vos solo. No sé qué va a pasar, tal vez haga un disco que me guste demasiado pero no me relacione bien con el vivo de ese disco.
¿Y cuál es el futuro cercano de Perras on the Beach?
Estamos en el mejor proceso posible. Lo vamos a grabar en la primera semana de enero, lo vamos a grabar nosotros en Fader, el estudio de la familia de Luca y Bruno, producido por Usted Señálemelo. Los temas ya están re cocinados en los ensayos, así que no habrá demos, vamos a entrar a grabar sin maquetas, lo más rápido que se pueda, aprovechar el fuego prendido con todos los amigos que estén. Lo vamos a mezclar y masterizar bien y vamos a sacarlo en marzo para girar. Antes no había la expectativa que hay ahora, eso es lo que cambió.
¿Cómo te pega eso?
Es un fuego que nos alimenta. Todos me decían “loco sacá un tema ya” y yo pensaba listo lo grabo con el teléfono y lo subo ya ya ya, pero ahora entendí que no. Ahora hay que hacerlo mejor. Obvio el disco es muy distinto al otro, todavía no existe el disco, pero cuando esté imagino que ahí va a ser una ansiedad total.
¿Diferente cómo?
Hay muchas más opiniones de nosotros mismos. Son canciones más serias. El disco anterior fue más tal cual yo me lo imaginaba, ahora llegué con las canciones y empezamos a funcionar como una banda. Antes no podíamos ensayar tanto porque los chicos tenían una responsabilidad con Usted Señálemelo, lo era para mí también. Ahí fue cuando entendimos que ellos tenían que enfocarse en ese proyecto y nosotros hicimos otra formación para Perras on the Beach. Ahí empezamos a funcionar como banda. Cada uno tiene su momento, yo estoy abierto a que hagan lo que quieran. La banda es mía y es de todos, hay gente que se sabe mejor que yo mis propias canciones, así que la banda es de la banda. Estamos evolucionados.
Foto principal: Matías Casal.