La cita fue cerca del mediodía y en una casona del barrio General Paz que agrupa a un pequeño colectivo de amigos que no son precisamente los miembros de Surikata Ki. En la vereda me encuentro con Francisco López Zega, bajista de la banda, esperando a que Agustín Parodi (el Colo, guitarrista, hincha de racing-con-minúscula y un virtuoso de la impuntualidad) bajara a abrirle la puerta. “Ni me clavó el visto”, me dice. Esperamos unos minutos y nos atiende el pelado, uno de los habitantes de la famosa Rock Haus, quien nos comenta que el Colorado mufa se quedó dormido porque la noche anterior salió de joda. Ok. Subimos. El estar es estrecho y, como en las viejas casonas de conventillo, se encuentra rodeada de habitaciones de puertas altas. Nos hacemos lugar en el sillón. En una de las piezas, en un colchón tirado en el suelo una piba relojea como un fantasma. El pelado corre de la mesa los escombros de la noche anterior y se pone a cebar un mate uruguayo en la penumbra. ¿Bizcochuelo? nos ofrece, y corta un pedazo de la bandeja popular que oficia de centro de mesa. No, gracias. En la casa se respira un código de hermanos. Mientras esperamos al Colo hablamos con Francisco del futuro de la disquería Mercurio, de Altagracia, de vinilos, del espíritu esquivo de los instrumentos acústicos (el disparador fue un ukelele desafinado que estaba en el sillón) y su propensión a llenar de efectos el bajo. El Colo se levanta medio en tarlipes y nos saluda con voz ronca. Abrazo. Que hacés guachín. Primer mate. REC.
Escuchando sus trabajos previos noto que Habitación marca un punto de inflexión fuerte, tanto desde la estética general como desde el sonido. ¿Cómo explicarían ese desplazamiento?
Francisco: Hay dos factores muy fuertes. En principio hay un cambio de formación respecto a Ermoso (2014). En esta última etapa incorporamos dos integrantes nuevos que tienen una impronta distinta: el Colo (Agustín Parodi, de Morsa Light) que tiene una manera de tocar mucho más texturada y menos ruidosa que los violeros anteriores, y Noel que se sumó en sintetizadores, un instrumento que no teníamos antes. Eso facilitó otro cambio que estábamos buscando, que se dio puntualmente en la composición y que nos permitió entrar en una zona más pop. Todo eso se terminó de cerrar en la etapa de producción, donde se sumó Berni (Bernardo Ferrón, guitarrista de Telescopios).
Más allá de esos quiebres, ¿qué rasgos de la primera etapa creen que se mantienen en este nuevo trabajo?
F: Hay una cuota de melodía pop que se mantiene y que tiene que ver con las influencias que traemos y con las características que tiene Seba como cantante. Esa es una de las cosas que más perduraron desde lo sonoro. En lo actitudinal nos mantenemos fieles a nuestra propia búsqueda. No nos interesa repetir la misma receta todo el tiempo sino de encontrar las formas que nos permitan evolucionar y sonar como nosotros queremos.
Habitación se compone de 5 canciones que lo dejan a mitad camino de un EP y un LP. ¿Ustedes como lo definen?
Agustín: Lo vemos como un disco. Creo que la cantidad de temas y la duración que tiene es la justa y es la que buscábamos. No necesitamos más que eso.
F: Es como un disco corto, por así decirlo.
¿Grabaron todas las canciones que tenían o decidieron dejar afuera algunas que no se ajustaban al concepto?
F: Desde que sacamos Ermoso hasta principios del año pasado teníamos 15 canciones. Cuando nos sentamos hicimos una depuración y quedaron unas 10 o 12; luego vino Berni, las escuchó y nos dijo que para el momento de la banda convenía buscar 5 canciones que cierren bien un concepto. Ahí se definió la selección final: son 4 canciones nuevas y una de Ermoso -“We Know It“- que cierra el disco y que decidimos sumarla porque nos gustaba como la estábamos reinterpretando en esta última etapa. Más allá de las matices de cada canción creemos que logramos darle forma y coherencia a una idea, y eso era uno de nuestros principales objetivos a la hora de encarar este nuevo trabajo.
Me interesa profundizar en la producción, no solo porque es la primera vez que ustedes trabajan con un productor sino también porque, si no me equivoco, fue la primera experiencia de Bernardo por fuera de Telescopios. Además de ayudarlos en la definición de la idea, ¿qué otros aportes destacan?
A; A mí me hizo acordar mucho cuando trabajé con el Estani -Estanislao Arizábalo- en el primer disco de Morsa Light. Son pibes que te hacen entender cosas de la música que antes no veías. Te explican por qué y cómo elegir un arreglo, ven los espacios, proyectan los conflictos que pueden tener lugar en la mezcla. Es ahí cuando decís: “claro culiau, por eso tengo que trabajar con un productor” (risas).
F: Es un tipo que tiene una cabeza enorme para el audio. Vos podés caer con una idea que creés que es tremenda y él te dice “genial, pero cuando lo vaya a mezclar va a dar ocote” (risas). Es ahí cuando te enseña, te compara los resultados y vos decís “ahh, mirá… claro… puede ser por ahí”. Tiene eso. Por otro lado, en mi caso personal, me ayudó a evolucionar como músico. Como bajista era medio frutero, pero él me hizo entender que por ahí menos es más. Me hizo entender que los espacios en la música son vitales.
Como decía Hendrix… “Lo importante en la música no son las notas sino el espacio que hay entre ellas”*.
F: Exacto.
Me gusta que puedan validar y reconocer la importancia de un productor. Es algo que en la música independiente a veces se pierde en el torbellino de la autogestión.
A: Está bueno tener la perspectiva de alguien ajeno que no esté tan ensimismado con la obra. La mirada de alguien de afuera es importante.
F: Contar con alguien que tenga el oído más fresco ayuda mucho. Nosotros veníamos de experiencias de autogestión que en algunos casos fueron suicidas… Tailandia (2012) lo grabamos en un día y a Monster (2013) en un fin de semana, lo cual fue enfermo. Arrancabas a las 7 de la mañana y eran las 11 de la noche y todavía estabas grabando. Y cuando hacés eso dejás de pensar. Ermoso fue un parto, literalmente, porque fue todo lo contrario: fueron 9 meses donde nos dimos cuenta que para el próximo disco íbamos a necesitar de alguien que nos guíe y que te aclare las ideas. Porque es lo que dice el Colo, por ahí estás muy ensimismado e intoxicado con la obra.
A: Además te ayudan a administrar los tiempos, el bajón y la ansiedad que dominan las ganas de sacar el disco. Emociones que por ahí te hacen perder objetividad.
Más allá del cambio musical es claro que Habitación implicó un relanzamiento de la banda que se manifiesta, incluso, en un salto de calidad de las presentaciones en vivo. Sin ir más lejos acaban de tocar en uno de los escenarios del Cosquín Rock, ni más ni menos. ¿Cómo lo vivieron?
A: Fue una experiencia tremenda.
F: Fue zarpada, sí. En la previa te hacés una idea de lo que puede ser tocar en un festival, pero cuando estás ahí todo eso que pensabas se cae y se multiplica a la vez.
A: También pareciera que el tiempo pasa dos o tres veces más rápido. Nosotros fuimos el día anterior a un departamento prestado. El domingo nos levantamos con una manija de querer tocar y llegamos re temprano. Un rato antes de la presentación se largó a llover y eso hizo que el escenario del Quilmes Garage* se llenara. Además del público, estas experiencias te hacen compartir espacio con un montón de músicos y eso es muy enriquecedor. Para el caso del Quilmes Garage nos cruzamos con muchas bandas de acá y eso también estuvo buenísimo.
F: Nos sentimos parte de un momento muy particular. Estás tocando y en unos metros podés escuchar a Javier Martinez, Ricardo Soulé o a Palo Pandolfo. Una de las cosas más flasheras que me pasó es que terminando el recital salimos a recorrer el predio y escuchando a Jimmy Rip veo a unas pibas delante mío que tenían la remera del festival con el resumen de la fecha, y ahí, entre tantas bandas, veo a Surikata Ki. Ahí terminé de dimensionar que uno es una pequeña parte de un todo que se destaca por su riqueza.
Durante mucho tiempo el Cosquín Rock, pese a ser nuestro festival autóctono por excelencia, estuvo en deuda con la música emergente y esa falta de foco le permitió cosechar amores y odios en proporciones iguales. Esa deuda parece haber sido saldada en esta edición, que logró sintetizar el pasado, presente y futuro de la música argentina en tres jornadas extraordinarias: por un lado tenías el escenario de los 50 años del Rock Nacional, que reafirma una herencia, pero otro proponía dos escenarios -el Quilmes Garage y el Ceremonia Geiser- con varias de las mejores propuestas emergentes del momento. ¿Qué opinión les merece el festival?
A: Mirando a los escenarios principales te puedo decir que no encontré nada que me haya llamado la atención. Lo que si me llamó la atención fue que estando ahí me quedé anclado en el escenario Quilmes. Me perdí a Fito por quedarme en ese escenario porque entendía que ahí estaba pasando algo importante.
F: Yo lo recorrí un poco más al Cosquín, aunque no pude ver todo. El show que más me quedó del escenario principal fue el de Carl Palmer, que me pareció un momento zarpado. El Cosquín Rock siempre pecó de no renovar sonidos que se estaban haciendo lugar, pero al mismo tiempo se nota que esta edición quiso abrir esa puerta. Eso es una base que está buena, porque lo más interesante tuvo lugar en el Quilmes Garage y la carpa de Geiser. Diosque, las chicas de Ibiza Pareo son geniales.
A: Bandas emergentes con un nivel de la puta madre. Tremendo.
F: Y el escenario de los 50 años realmente era un escenario emotivo, pero que también tenía contradicciones: por un lado tenías un show como el de Fabiana Cantilo donde la banda parecía amateur, dando la impresión de que se habían juntado media hora antes a ensayar los temas, y por otro lado lo tenés a Fito, que pese a que no me gusta, al verlo reconozco que fue un show sublime, donde se notaba que el tipo estaba disfrutando de esa experiencia… lo dijo tres o cuatro veces: “acá están los 50 años del rock nacional pero también están los tipos que están renovando”. De alguna manera esta edición sentó las bases de algo que esperamos que signifique una renovación para el Cosquín Rock, que creo que es algo que le hace falta desde hace rato.
¿Cuáles fueron las bandas emergentes que les causaron mejor impresión?
A: Lo de Perras on The Beach y Los Espíritus fue increíble. La energía que se vio ahí no pasó en ninguno de los otros escenarios del festival. La gente estaba loquísima. Fue hermoso.
F: Lo que hicieron Los Espíritus fue increíble. Es una muy buena noticia ver que existe un público propio para estas propuestas. Es algo que confirma que algo está pasando: es una prueba para los que no lo creen.
Perras on The Beach representa muy bien la energía y la fuerza de esta renovación. No solo porque tienen la rabia de una generación, sino porque demuestran talento en todas las aristas: desde el espectáculo en vivo hasta la poesía o la composición musical. Recuerdo haberlos visto en el Festival La Nueva Generación, donde dejaron a todo el público con la boca abierta. En un momento el cantante prende un porro y se jacta del hecho en un gesto bastante naif -por no decir pelotudo- pero acto seguido se redime con una tema donde canta “nuestro amor es como una tuca en mi bolsillo” (o algo así). Crack. Un upper cut poético. Entendieron todo.
F: Es innegable que son buenos en lo suyo.
A: En una canción te aparece un invitado, después sale otro, luego ves que el bajista está con la viola pelando un solo o tocando en el piso. Se cagan de risa. Uno por ahí está loco con los horarios, con las formas, con la estética, con la disposición del escenario y vienen estos chabones que se pasan todo por el culo y se cagan de risa. No pareciera que están tocando contra-reloj. De eso se aprende también.
En La Celebración, el ciclo donde van a participar el sábado, se puede ver una continuidad en relación al fomento y difusión de expresiones autogestivas y emergentes. ¿Cómo ven esta propuesta en relación a las otras ofertas del under cordobés?
F: A mí me parece una propuesta de las tantas interesantes que está teniendo Córdoba. No sé si destacarla por encima de las otras porque hay que reconocer que están sucediendo muchas cosas interesantes, como ser el caso del Undertones. Hay un movimiento constante. Existe una continuidad en relación al trabajo y las motivaciones de los pibes que la llevan adelante. El Pai*** venía agitando desde El Ciclón, o los ciclos de Ringo Discos, donde se buscaba celebrar que esta movida autogestiva está cristalizando en proyectos concretos.
A: Ya no es una novedad. Es hora de empezar a dejar de sorprenderse y decir que en Córdoba pasan cosas. Ya está: Córdoba le pegó un piñón a todos. Es un hecho que está sucediendo desde hace rato.
F: Es algo que acompaña un proceso donde las bandas emergentes han evolucionado hacia un desempeño más profesional y serio. La Celebración visibiliza todo esto que está pasando, y bandas como Telescopios o Aloe o nosotros buscamos confirmarlo. El caso de Telescopios es uno de los más significativos en la medida en que ha sentado las bases de lo que significa trabajar pensando todas las dimensiones de un proyecto artístico.
A: También es un ciclo que está asentando vínculos con otros lados. En otra oportunidad estuvieron Francisca y los Exploradores, Venus de Milo, Hijo de la Tormenta y Un Día Perfecto Para el Pez Banana.
Ya me contaron algo de Telescopios, ¿qué me pueden decir de Aloe?
A: El Fran Saglietti tocó con ellos y me había pasado el disco. Es hermoso.
F: Yo no los tenía. Cuando el Pai me dijo que se sumaban a la fecha los escuché esperando una cosa pero para mi sorpresa me encontré con otra totalmente distinta. Por ahí no es de los estilos que más me gustan, pero la verdad que lo que hacen es muy interesante. Los tipos logran sonar como Invisible pero al mismo tiempo suenan como ellos mismos. Es una propuesta ambiciosa que logra concretarse en algo muy auténtico.
Agustín: tenemos entendido que vienen con una linda propuesta. De hecho sabemos que tienen algo con la disposición del escenario, lo cual nos obliga a acomodarnos de otra manera. Tenemos mucha expectativa de verlos. Y bueno, con los Telescopios ya nos conocemos de hace tiempo y Bernardo nos produjo el disco.
En el trabajo de Telescopios, particularmente en el Templo Sudoku, hay algunos elementos retrochentosos que se replican, con matices, en otros trabajos como Habitación, el último EP de Cintia Scotch, el LP de Valdés o, en otras latitudes, Bándalos Chinos. Si bien entre ustedes existe un feed y un paneo de lo que están haciendo, el sonido no parece remitir directamente a tradiciones nacionales. ¿Ustedes como evalúan esas referencias?
F: Creo que se están reivindicando cosas de los ’80, tanto nacionales como internacionales, que tiempo atrás estaban mal vistas. Eso está permeando bastante. Creo que es reivindicar ciertas bandas. Yo veo mucho Virus en las bandas de ahora, mucho Duran Duran. Cosas que antes eran vistas como ñoñas. Supongo que tiene que ver la activación de un efecto nostálgico. Me parece que Córdoba está afianzando un sonido propio, así como La Plata lo hizo en su momento, pero sin dejar de ser diverso.
Hay todo un microclima que incluso cruza a los músicos en sus espacios de trabajo. Esa camaradería y esa manera de ver la música genera que bandas distintas como Telescopios e Hijo de la Tormenta puedan compartir fechas. Recuerdo que en esos pases, cuando los Telescopios estaban grabando El Templo, Rodri Molina me cuenta que a uno de los temas le dieron una rosca medio “stoner”. Después escuché “Ciudad de Tampa” y no podía dejar de pensar la conexión con los HdT.
F: Totalmente. Las diferencias están pero se dan dentro de una corriente. Por ahí suena endogámico, pero creo que tiene que ver con el hecho de que nos vemos, nos escuchamos y respetamos mucho el trabajo de cada uno.
*No encuentro la frase exacta, por lo que puede ser de Hendrix, Borges o Ludovica Squirru. No hay problema. Funciona igual.
** El escenario Quilmes Garage era cerrado.
***Juan Manuel Pairone, periodista, productor, manager y agitador cultural.