La conexión entre Graham Coxon y Rose Elinor Dougall sigue mutando y se refleja en City Lights, el segundo álbum de The Waeve publicado en septiembre pasado. Lejos de cualquier parecido con Blur o los ecos pop de The Pipettes, este proyecto construye un universo paralelo con vida propia. En él, el dream pop se cruza con la crudeza del post punk, mientras saxos desquiciados se abren paso entre sintetizadores hipnóticos. Las melodías folk aportan una calma engañosa para que la complejidad del rock progresivo sume un toque de misterio que atrape y desconcierte. Así suena The Waeve: un cóctel para el oído intrépido.
A poco más de un año de su debut homónimo, el dúo británico regresó con un sucesor que captura la intensidad y los contrastes de una ciudad que nunca duerme. Si su primer trabajo evocaba paisajes impresionistas y el aroma del atardecer en el campo, este nuevo disco resplandece con luces de neón, difuminado con el humo de los vehículos para trazar un recorrido errático por callejones sin salida y bares de mala muerte, hasta llegar a la calidez del hogar dulce hogar. Afuera, la ciudad ruge como un monstruo indomable, pero puertas adentro, todo parece volver a su eje.
Esto se debe a que en City Lights, The Waeve nos muestra su lado más salvaje, pero a su vez, más vulnerable. Las canciones son como radiografías urbanas que convergen en su relación sentimental, exponiendo tanto los momentos de éxtasis como las grietas que se forman con el tiempo. Las voces y sonidos que emergen a lo largo de las canciones nos transportan a un espacio más audaz, donde la luz y la sombra coexisten en perfecta tensión.
“Es interesante hablar de él ahora, porque creo que al principio no sabíamos muy bien qué decir al respecto -cuenta Graham Coxon en conversación con Indie Hoy-. Pero ahora que estamos conversando con la gente, empezamos a entender un poco más lo que creamos. Es bastante difícil darte cuenta de lo que hiciste justo después de terminar un disco. Así que esperamos poder darle algo de sentido para ustedes”.
Rose y Graham comenzaron a cranear su disco a principios de 2023, cuando ambos se metieron de lleno en el proceso de composición. Durante meses, dedicaron largas jornadas a perfeccionar los arreglos y darle forma a las canciones. Fue recién en abril del año pasado que decidieron dar el siguiente paso: llevar ese material al estudio de James Ford, en Walthamstow, al noreste de Londres. Ahí, las ideas que habían trabajado pacientemente en casa tomaron vida, en un espacio donde los demos encontraron su forma final.
“Estuvimos unos veinte días con él, donde regrabamos las baterías, hicimos las cuerdas, las voces y dejamos todo listo para la mezcla y masterización -recuerda Rose-. No teníamos mucho tiempo cada día porque acabábamos de tener un bebé. Así que solo podíamos trabajar unas pocas horas a la semana cuando conseguíamos quien cuidara al bebé. Aunque nos tomó varios meses, en realidad no fueron tantas horas efectivas de trabajo. Es un reflejo de dónde estamos en nuestras vidas ahora, de la misma manera en que el primer álbum lo fue, pero esta vez queríamos capturar el momento que estamos viviendo juntos”.
Veinte días de trabajo interrumpido parecen insuficientes para dar vida a un rompecabezas de la talla de City Lights. Este disco no solo avanza con fuerza, sino que ataca y conmueve a la vez. Es tan vehemente como sensible, tan anárquico como equilibrado. El caos se desata, pero se sujeta justo antes de romperse, manteniendo un delicado equilibrio hasta el final.
“Creo que, en muchos sentidos, tanto en el sonido como en las letras, es menos suave, más directo, más agresivo -dice Graham al compararlo con el debut del dúo-. La mayoría de las canciones las situamos en un ambiente urbano, o en lugar de un entorno natural. Creo que la canción que abre el disco, ‘City Lights‘, con ese gran redoble de batería, es una especie de declaración de intenciones. Fue una de las primeras canciones que escribimos y de alguna manera abrió un mundo más agresivo. Aunque hay momentos suaves en el álbum, en su mayoría es más seguro, más confiado”.
“You Saw“, el segundo tema del repertorio, comienza con un coro celestial que va tomando cuerpo hasta combustionar en una explosión caleidoscópica. La experiencia evoca un recorrido por una autopista, donde las luces intermitentes de los carteles golpean la cara y ocultan las estrellas, intensificando el deseo desesperado por verlas brillar. La voz de Rose, llena de dolor y sabiduría, crea un sonido que es a la vez etéreo y visceral, mientras canta sobre entregarse al amor, repitiendo su mensaje una y otra vez en un esfuerzo por escapar de la oscuridad.
“Se me ocurrió un pequeño patrón en el piano que pensé que sonaría genial si lo tocaba una sección de cuerdas -cuenta Rose-. Y luego fue creciendo y convirtiéndose en algo más grande. Líricamente, trata sobre cómo cambia nuestra identidad a lo largo de la vida, y cómo intentamos reconciliar nuestro yo del pasado con el del presente. También explora la sensación de que a veces parece que hay fuerzas fuera de tu control que dirigen el rumbo de tu vida, y la canción trata de entender de qué se trata todo eso”.
La atmósfera cambia de manera constante a lo largo de “You Saw”, parte de la intensidad se desvanece y se sumerge en un estado narcótico. El vaivén entre el desasosiego y la búsqueda de claridad convierte la pieza en un juego que revela las tensiones que la configuran. “Esa canción fue principalmente obra de Rose -cuenta Graham-, pero pensé que tenía un ritmo bastante intenso, así que una mañana escribí una parte más melancólica y soñadora, sin baterías, con imágenes que evocan un ambiente de ensueño. Creo que la canción cierra con un mensaje positivo sobre entregarse al amor y salir de la oscuridad, lo cual me parece un pensamiento muy alentador”.
Esta dualidad entre luz y sombras que florece desde el inicio hace de City Lights un disco con múltiples facetas. Una tempestad con sintetizadores ochenteros electrifica “Moth to the Flame”, para luego empezar a descender por los paraísos artificiales de “I Belong To” (nacida de unos acordes que Coxon tocó para su hija una mañana), y aterrizar en una balada descorazonada como “Simple Days”. Las cuerdas acústicas dan vida a un ritual análogo a la delicadeza y distorsión onírica de “Sunrise”, el poderoso final.
La experimentación se manifiesta sin restricciones en City Lights. El camino vertiginoso enardecido por “Broken Boys” alcanza su clímax en “Druantia“, una pieza que se extiende por casi ocho minutos, donde el delirio se intensifica y el oyente es arrastrado a un trance lisérgico.
“Las melodías comenzaron a formarse y escribimos letras que son bastante personales -cuenta Graham-, principalmente sobre el parto, la naturaleza y cosas así. Porque el romance es como una diosa de la naturaleza, esa es la idea, en resumen. Me gusta cómo la canción crece en intensidad y tiene una relación casi familiar con la banda Gong, que me gusta y conozco un poco. También está la idea de que en ciertos momentos del año hay portales en el campo y tal vez incluso en la ciudad hacia otro mundo, el mundo más allá del velo, como un reino de hadas o lo que sea que quieras llamarlo, donde ocurren cosas. El mundo se abre, hay puertas que se abren en el campo y la tierra se despliega. Es un concepto interesante, supongo”.
También hay momentos de suma intimidad, como en “Song for Eliza May“, una canción que desarma con su franqueza, pero nunca simplicidad. Los arreglos de cuerdas resplandecen al compás de la voz de sirena de Rose. Es en esos instantes donde el disco baja la guardia, permitiendo que la vulnerabilidad se cuele entre las trincheras para convertirlo en una experiencia ultrasensitiva.
“Esa es la canción que dediqué a nuestra hija -dice Dougall-. Quería crear algo que reflejara el momento de su llegada al mundo. Siento que la maternidad no suele estar tan representada en la música, así que quería compartir una experiencia honesta sobre lo que significa ser madre. Espero que, cuando crezca, pueda escucharla y que no la odie”.
En 2020, ambos estaban desorbitados, sacudidos por la pandemia y recién solteros tras sus respectivas rupturas. Su encuentro en un show benéfico en el Jazz Café de Londres llevó a Rose a proponer que escribieran canciones juntos. Ella había publicado su tercer álbum en solitario, A New Illusion, el año anterior, mientras que Coxon, recién llegado de Los Ángeles, se encontraba en medio de la incertidumbre.
En esa serie de encuentros y desencuentros, fueron los primeros indicios que le darían forma a su álbum homónimo de 2023. Sin tener la mínima noción de lo que podía llegar a pasar, la pareja aprovechó ese momento en el que el mundo se pausó para salir a caminar por Hampstead Heath, hablar sobre la música que amaban, intercambiar playlists y, eventualmente, comenzaron a trabajar en canciones en la pequeña sala de Coxon.
“Me recuerda a la experiencia de conocer a Graham y entenderlo tanto como persona como músico -dice Rose sobre su primer disco juntos-. Juntos, fuimos creando este mundo musical que es muy especial para nosotros. Hay algo romántico en eso, y sigue siendo relevante. También creo que nuestra música tiene un carácter muy visual. Nos gusta crear música que evoca paisajes. Me inspira mucho el paisaje inglés, con el que me siento muy conectada”.
Por su parte, Graham conserva en su mirada el mismo ardor del flechazo que recibió cuando grabaron su primer disco. “Recuerdo lo increíble que fue descubrir lo talentosa y capaz que era Rose como música -cuenta-. Allí descubrí cómo podía llevar una canción a otro nivel, o cómo lograba poner una melodía sobre una progresión de acordes que yo había hecho deliberadamente difícil para ponerle una melodía. Hizo eso al comienzo de ‘Can I Call You‘ de manera increíble. Aún me deja asombrado cada vez que lo escucho”.
El arte nace de experimentar. En una sesión de trabajo, Graham le preguntó a Rose si le gustaba el saxofón. Su afirmativa lo llevó a sugerir sacar uno del armario, un momento que surgió naturalmente mientras intentaban llevar “Can I Call You” a otro nivel, el hit de su primer álbum. Criado con el saxofón como parte de su infancia, Graham lo vio como una herramienta ideal para enriquecer su propuesta, e incluso marcar una poderosa diferencia con todo lo que hace junto a Damon Albarn y compañía.
“Tuve mucha suerte con lo que hice en el saxofón -admite-. Me acuerdo que en ‘Can I Call You’, mientras Rose y yo estábamos trabajando, yo tocaba unas notas y luego hacía grandes acordes. Me parece que suena un poco como una voz, pero sin palabras. Por eso lo abordo de una manera similar a como lo haría con la guitarra principal o el canto. Me gusta cómo se utiliza el saxofón de manera inteligente e interesante, en lugar de solo para sonar sexy”.
Lo maravilloso de The Waeve es su carácter insospechado y exclusivo. Al ser un proyecto paralelo y poco convencional, su música siempre tendrá un aire de rareza, como una joya oculta que solo unos pocos afortunados pueden descubrir. No es Blur, no es The Pipettes, es algo completamente distinto. Es una pareja de estrellas de rock que se enamoraron y formaron un proyecto estruendoso, una familia.
Claro que el proyecto tiene algo de especial para todo atento, esa sensación de presenciar algo genuino, una pálida historia de amor tan profunda entre dos artistas que se traduce en canciones llenas de frenesí, desolación y una vorágine de sentimientos. ¿Cómo no reconocer la magia en esto?
Escuchá City Lights de The Waeve en plataformas (Bandcamp, Spotify, Tidal, Apple Music).