Aunque no se trate de una regla absoluta, parece existir cierto consenso en la idea de que los músicos virtuosos carecen de la sensibilidad para conmover: como si, enredados en un torbellino de notas hiladas a la perfección y obsesionados con el asombro ajeno, terminaran por diluir esa belleza hasta convertirla en un ruido insulso. Thundercat, el proyecto bajo el que el estadounidense Stephen Bruner se presentó al mundo, emerge triunfal como la antítesis de esa tendencia maldita: un guerrero del groove que encontró en la música una forma de vivir bajo sus propias reglas.
Criado en el seno de una familia de músicos, entre instrumentos, vinilos y animé de los años 80, Bruner forjó una identidad propia —la del bassman imbatible, excéntrico y carismático— inspirada en el legado de bajistas como James Jamerson y Paul Jackson. Con esa impronta, y a lo largo de los años, no solo fue parte vital de algunos de los discos más influyentes de la última década, sino que también tejió una constelación de colaboraciones que va de Kendrick Lamar a Erykah Badu, de Flying Lotus a Justice, y de Gorillaz a Mac Miller.
Este domingo 17 de agosto, Thundercat volverá a la Argentina para presentarse en el Complejo C Art Media, marcando su segunda visita al país y en el contexto de una nueva gira mundial. Su primera vez en Buenos Aires fue en 2018, cuando se presentó en el Teatro Vorterix con un set extenso que tuvo como columna vertebral a Drunk, su tercer disco de estudio, publicado apenas un año antes y celebrado por la crítica como su obra más contundente hasta aquel entonces. Sin embargo, las imágenes de esa noche —todavía frescas en la memoria de aquellos que estuvieron presente en el recinto de Colegiales— para el neoyorquino se esfumaron tras unas cuantas botellas vacías.
“La mayoría de mis recuerdos de esa fecha están empapados en alcohol”, confiesa Bruner entre risas, en diálogo con Indie Hoy, al rememorar su primer y difuso encuentro con el público argentino. “Aun así, recuerdo que fue muy divertido y que la pasé muy bien”, agrega el artista, cuya historia personal está atravesada justamente por el consumo. Y es que el título del disco no surgió como un capricho (que son comunes en la obra del bajista), sino todo lo contrario: lo concibió como un testimonio sumamente personal, experimental y un tanto delirante, de cómo sobrevivió a sus propios demonios. Hoy, según afirma, lleva más de cinco años sobrio.
En su ya prolífica carrera, Bruner ha desarmado distintos géneros musicales para reconstruirlos desde una lógica propia. Sus discos —desde The Golden Age of Apocalypse (2011) hasta It Is What It Is (2020)— no solo reinterpretan el legado del bajo de jazz en la música contemporánea, sino que lo proyectan hacia un territorio híbrido donde conviven el humor, el duelo y la catarsis en una armonía retorcida pero imposible de ignorar.
En ellos, el músico se expresa, desde su propio y caótico lenguaje, sobre todo lo que carga su inquieta cabeza: el recuerdo de un vínculo fallido, la pérdida de su mejor amigo y las cientos de referencias a la cultura pop que flotan en su inconsciente friki y millennial. Por momentos, en sus canciones, la línea entre lo absurdo y lo real parece desaparecer sin llegar a desconcertar, porque ahí es cuando Thundercat saca un as bajo la manga y nos vuelve a poner con los pies sobre la tierra compartiendo su dolor y su alegría.

“Aunque uno no quiera, la vida siempre se filtra en el arte, es inevitable”, dice el músico, quien entiende la disciplina, no solo como una filosofía de vida, sino también como una vía para remover los sentimientos y usarlos como tónico de su propia antipoesía. "Algunos de los momentos más grandiosos de mi carrera representan los más dolorosos de mi vida —agrega—. Aun así, siempre intenté sacar algo de belleza de esa oscuridad y entenderlo también como parte del proceso creativo. Personalmente, siempre me aferro a algo que me dijo [Flying] Lotus una vez hace muchísimo tiempo: tenés que ser honesto con tu arte”.
Es imposible pensar la carrera artística de Bruner en soledad. Por más que sea él quien esté detrás del nombre Thundercat, siempre orbitó alrededor de músicos y artistas tan capaces, talentosos y con el mismo hambre creativo que él, quienes impulsaron —de forma directa o indirecta— su música. Además de Lotus, otro de ellos es el saxofonista Kamasi Washington, a quien considera un hermano de la vida. Ambos se conocieron de niños, pero fue en la adolescencia cuando forjaron un lazo fraternal tan fuerte como inevitable, alimentado por el jazz fusión, las zapadas interminables y el colectivo West Coast Get Down, formado junto a otros músicos de la escena de Los Ángeles. Codo a codo, Bruner y Washington aprendieron el oficio y a transformar lo que antes era un pasatiempo en una forma de ganarse la vida.
"Crecer junto a Kamasi me hizo darme cuenta que la música tenía que ser mi vida —dice Bruner—. La seriedad con la que tomábamos la práctica y cómo tratábamos de aprender cosas nuevas, era un proceso muy intensivo. En aquel entonces, había cierta curva de aprendizaje sobre cómo ser un músico profesional en Los Ángeles, pero sabíamos que si queríamos elegir este camino, tenía que ser algo que realmente sostuviera nuestra vida. Así que simplemente seguíamos tocando y haciendo cosas. Kamasi siempre tuvo un plan desde que éramos chicos... creo que vi muy temprano la importancia de trabajar por tu arte, de dedicarle tiempo. Y creo que eso ayudó a guiar mis decisiones cuando éramos jóvenes".
Otra de las experiencias clave que forjó la identidad de Bruner como artista fue su paso, a los 16 años, por la banda de thrash crossover Suicidal Tendencies, donde ingresó como reemplazo del exbajista Josh Paul. Allí vivió en carne propia la expansión y la energía desbordante del hardcore californiano, con sus luces y sus sombras. Mike Muir, líder y cantante del grupo, fue su guía en esa odisea. "Mike me enseñó a cómo plantarme en escenario, a usar mis miedos como fortalezas —explica—. Él siempre trataba de empujarme a que me pusiera al frente, a que hiciera solos. Me decía: no tengas miedo de que te peguen con una lata de cerveza, y si alguien te da un botellazo, es porque te quedaste quieto demasiado tiempo; tenés que ser fuerte. Aprendí a estar muy conectado con el público y a estar presente con lo que hacen los demás músicos en el escenario”.
Sea como sea, Bruner nunca tuvo problemas para adaptarse al arte de sus colegas. Su ego nunca es más grande que lo que la obra reclama y necesita, y para un músico de su talla y trayectoria, eso es mucho decir. Tal vez esa sea la razón por la que, de forma innegable, se ha convertido en uno de los nombres más solicitados de la industria. Para él, la metodología de trabajo con otros músicos es siempre la misma: “La mayoría de las veces trato de ver qué pide la canción, dependiendo de para quién esté trabajando. Si es para mí, no me pongo límites a la hora de crear. Pero cuando trabajo con otros músicos, ellos ya tienen una idea y yo trato de ayudarlos a moldearla sin involucrarme demasiado”.
Sin embargo, el artista reconoce que su forma de tocar muchas veces abruma a las personas con las que trabaja, y que por eso debe encontrar un punto medio entre encajar y resaltar. “Por el tipo de músico que soy, puedo incomodar a alguien de inmediato —admite, y recuerda que ese fue el caso de su colaboración en Call Me If You Get Lost de Tyler, The Creator—. Una vez tuve una conversación con Tyler sobre por qué nos había llevado tanto tiempo trabajar juntos. Lo primero que me dijo fue: Bueno, necesitaba tener una razón para llamarte, no sabía cómo hacer que funcionara. Me explicó que conocía el tipo de músico que soy y que necesitaba encontrar la forma de incorporarme a su música. Y bueno, Call Me If You Get Lost: The Estate Sale es una obra maestra, ¿no? Estoy muy agradecido de ser parte de eso”.
En el vasto catálogo de colaboraciones en las que aparece acreditado Bruner, hay un título en particular que destaca por su contundencia y repercusión: To Pimp a Butterfly, el magnum opus de Kendrick Lamar y uno de los mejores discos de rap de todos los tiempos, que este 2025 cumplió 10 años desde su lanzamiento. El álbum se gestó tras un viaje de Lamar por Sudáfrica, donde visitó lugares históricos que terminaron influenciando la dirección del LP, como la cárcel donde estuvo Nelson Mandela en la isla Robben.
To Pimp a Butterfly fue un hito, y los músicos que participaron en él recibieron el merecido reconocimiento: desde Flying Lotus, Pharrell Williams, Rapsody y Snoop Dogg, hasta Kamasi Washington y el propio Thundercat. "No tenía ni idea de la dimensión de lo que estábamos creando —cuenta Bruner sobre la producción del álbum y su participación en canciones como "These Walls"—. Siempre supe que Kendrick era especial. Eso lo sentí desde la primera vez que lo vi. Personalmente, siempre quise ser parte de algo así de grande, y para mí eso fue To Pimp a Butterfly: una obra de arte histórica”.

Estas fueron solo algunas de las miles de peripecias que transformaron a Bruner en el artista que es hoy: un músico a tiempo completo, con identidad y sonido propios. Y eso no es poca cosa: muchos artistas pasan toda su vida intentando encontrar su tono y, aun así, no lo logran. En el bajo, esa búsqueda es todavía más compleja, y para Bruner tampoco fue fácil. “Cuando era más joven, solían burlarse de mí por cómo sonaba mi bajo —confiesa—. Hacían comentarios tontos sobre tocar un bajo de seis cuerdas o sobre las cosas que me inspiraban, como músicos como Abe Laboriel, Anthony Jackson y Jaco Pastorius. Esos eran mis héroes”.
Fue su obsesión por la forma de tocar de estos bajistas, y sus ansias de traducir esas técnicas a un lenguaje propio, lo que terminó de cimentar la identidad única que Thundercat despliega al tocar. “Ellos me hicieron entender la importancia de que mi sonido tuviera una característica personal. Con el tiempo, encontré lo que me hacía feliz en términos sonoros y aprendí a no tener miedo de lo que la gente pensara al respecto. Hay una realidad: a la gente le encanta opinar sobre cuál debería ser el rol de un bajista. Pero nunca me importó lo que los demás pensaran. Jamás hice lo que me decían que hiciera, y nunca lo voy a hacer”.
El futuro es incierto pero hay una certeza y es que Thundercat lanzará más pronto que tarde un nuevo disco de estudio. Bruner afirma que actualmente se encuentra trabajando en él y que se diferencia bastante con It Is What It Is, publicado hace ya cinco años: "No sé ni qué decir… todo el proceso de este álbum está siendo completamente distinto para mí y estoy aprendiendo a estar bien con eso. Creo que, después de que salió el último disco, tuve que aprender una forma diferente de hacer las cosas. También porque, en definitiva, nada permanece igual con el paso de tiempo".
El músico tiene un punto: muchas cosas cambiaron en cinco años. Desde entonces, Bruner no solo ganó múltiples premios por su último disco de estudio, sino que también cerró el círculo prestando su voz a un personaje en la serie animada Thundercats Roar de Cartoon Network, debutó como actor en la producción de Star Wars titulada El libro de Boba Fett y cumplió un deseo personal al colaborar con Kevin Parker, algo con lo que había soñado desde el primer disco de Tame Impala. Sin embargo, hay algo mucho más importante: es su primer disco completamente sobrio. "Está siendo muy distinto para mí, no solo desde lo compositivo, sino también en lo emocional y lo físico. Aun así, estoy entusiasmado”, concluye.
Thundercat se presenta el domingo 17 de agosto a las 19 h en C Art Media (Av. Corrientes 6271, CABA), entradas disponibles a través de Passline.