En una era dominada por guitarras estridentes y voces que buscaban romper el aire, Morphine apareció como un susurro profundo y resonante. Su “low rock” se convirtió en una especie de contrapeso: íntimo, visceral, minimalista. Tres instrumentos bastaron para difuminar el humo entre el jazz, el blues y el rock alternativo: Mark Sandman, Dana Colley y Jerome Deupree (más tarde remplazado por Billy Conway) dieron vida a un trío que parecía imposible, conn bajo de dos cuerdas, un saxofón barítono y una batería. Hicieron de la austeridad su mayor virtud.
La voz de Sandman era otro instrumento en sí misma: grave, rasposa y cargada de una cadencia narcótica que parecía emerger de algún rincón del alma donde habitan los secretos. Era un murmullo que seducía, como si invitara a adentrarte en un lugar desconocido pero irresistible. Sus letras, envueltas en poesía urbana, hablaban de pérdidas, deseos y ciudades dormidas, como si cada canción fuera una página arrancada de un diario que nunca quiso ser descubierto. La voz de Sandman era, al mismo tiempo, narrador y cómplice de sus ensoñaciones.
Colley llevó su virtuosismo más allá al tocar dos saxofones simultáneamente, una técnica que requiere un control absoluto del aliento y una sincronización perfecta. Este gesto, más que un truco, añadía una dimensión magnética al sonido de Morphine, dejando al público hipnotizado por su habilidad y por el misterio de cómo lograba que dos voces parecieran una sola. Capaz de transmitir melancolía y furia en la misma canción, su estilo era una conversación constante entre lo humano y lo cósmico.
La batería en Morphine nunca fue protagonista, pero siempre fue indispensable. Tanto Deupree como Conway supieron construir ritmos que eran una especie de corazón tranquilo: constantes, orgánicos, precisos. Un sopor delicado que unía lo tangible y lo imaginario en un trance perpetuo.
Morphine dejó tras de sí una discografía impecable, con álbumes como Good (1992), Cure for Pain (1993), Yes (1995), y Like Swimming (1997). Pero su historia tuvo un final trágico en 1999, cuando Mark Sandman falleció en pleno escenario durante un show en Palestrina, Italia. El silencio que dejó su partida fue ensordecedor. Al año siguiente salió a la luz The Night, un disco póstumo ultrasensitivo que tiene esa cualidad de parecer un cierre, pero que a la vez se siente como si hubiera mucho más por decir.
Sin embargo, para Colley y Deupree, el legado de Morphine no podía quedarse detenido en el tiempo. Había algo más grande que ellos mismos en esas canciones, una conexión que seguía viva en la música y en los corazones de los fans que continuaban escuchándola. Fue así como nació Vapors of Morphine: no como un intento de replicar a la banda original, sino como un tributo vivo y en evolución. Junto a Jeremy Lyons, un artista que compartía la misma sensibilidad musical, Colley decidió mantener el espíritu de Morphine flotando, como un eco que se rehúsa a apagarse.
Hoy, Morphine sigue siendo una anomalía hermosa en la historia. Sus canciones son un recordatorio de que lo simple puede ser poderoso, de que la melancolía puede ser bella y de que a veces, en la música como en la vida, menos es más. Antes de su nueva visita a Argentina, hablamos con Dana Colley acerca del pasado y presente de la banda, sus influencias y su recuerdo de Mark Sandman.
Será un placer tenerlos de vuelta. ¿Qué es lo que más disfrutan de tocar en Argentina?
Estamos muy emocionados. Pasó mucho tiempo desde la última vez que estuvimos en Argentina, y tenemos recuerdos muy lindos de nuestras visitas allá: la gente, los shows. Estamos con muchas ganas de volver, sentimos que allá tenemos amigos. Hace bastante que no nos vemos, y creo que todos necesitamos un poquito de ese sentido de comunidad. Me encantaría recorrer más la ciudad, pero con el ritmo de la gira tan intenso, seguro no voy a tener tiempo para mucho más que tocar, prepararme para los shows, ir de un lado a otro, comer algo rápido y descansar un ratito.
¿Qué te atrajo del saxofón en un principio?
Mi conexión con el saxofón empezó con el clarinete, cuando era un niño aprendiendo a tocar un instrumento en la banda de la escuela. Luego escuché el saxofón en una banda de jazz y me impactó muchísimo. En particular, recuerdo la canción principal de la película La pantera rosa, compuesta por Henry Mancini. Ese solo de saxofón me quedó grabado, y recuerdo haber pensado: “quiero saber cómo se hace eso”. Así que hice la transición al saxofón tenor.
¿Quiénes son los monstruos del jazz que te marcaron?
No diría que mi forma de tocar se parece a la de ellos, sería imposible. Ni siquiera pretendo creer que podría lograr lo que hicieron algunos de los grandes, pero me conmueve mucho John Coltrane, por supuesto. Jimi Hendrix y Coltrane: ambos empujaron los límites de lo que se había escuchado antes y exploraron hasta dónde podía llegar un instrumento. La voz de Coltrane en el saxofón era una extensión directa de su humanidad. Eso fue lo que realmente me interesó e inspiró. Lo mismo ocurre con Hendrix.
¿Cómo se originó el concepto de “low rock”?
Muchas veces los periodistas nos preguntaban cómo describiríamos nuestra música, y eso nos daba la oportunidad de ofrecerles una definición. Creo que fue Mark quien tuvo la idea de jugar un poco con eso, a ver si ellos lo anotaban. Y efectivamente, él sugirió el término “low rock”. Antes de que nos diéramos cuenta, la gente comenzó a convertirlo en un género que no existía antes. Éramos la única banda que encajaba en ese género. Podrías incluir a otras bandas, pero en esencia fue una invención nuestra para satisfacer la curiosidad de los periodistas de ese momento.
¿Qué te llevó a experimentar tocando dos saxofones simultáneamente?
¿Conocés a “Rahsaan” Roland Kirk? “Rahsaan” Roland Kirk tocaba con tres saxofones a la vez. Deberían buscar en Google: “Rahsaan Roland Kirk“. Verán a un hombre ciego, afroamericano, con tres saxofones alrededor del cuello, además de silbatos y otros instrumentos, tocándolos todos al mismo tiempo con respiración circular. Fue él quien me inspiró, e inspiró a Mark a sugerirme que intentara tocar dos saxofones a la vez. Es algo increíble.
¿Cómo se dio el proceso de armar Vapors of Morphine? ¿Qué los llevó a juntarse?
Todo comenzó en 2005, cuando recibimos una invitación para tocar en Italia. Para esa ocasión, armamos un trío que se llamó Members of Morphine, con Jeremy Lyons, Jerome Dupree y yo. Esa fue la primera formación de lo que más tarde se conocería como Vapors of Morphine. Desde entonces, no hemos parado de tocar. A lo largo del tiempo cambiamos de nombre varias veces mientras buscábamos nuestra identidad, pero finalmente Vapors of Morphine es el que mejor nos representa hoy. Ahora, Jerome ya no está con nosotros en la batería y lo reemplaza Tom Airey. Así que hoy somos Jeremy, Tom y yo. Vapors es lo que queda de Morphine, pero seguimos trayendo con nosotros la esencia de la banda, la que nace desde sus raíces. Y lo podrán escuchar, es eso: vaporoso.
¿Cómo comenzó su conexión con el músico argentino Sergio Dawi?
La primera vez que fuimos años atrás nos hablaron de Sergio y de su legado con Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota. Resulta que él era fanático de Morphine y quería tocar “Buena”. Nosotros le dijimos: “¡Venite!”. Nos conocimos en la prueba de sonido, tocamos, cenamos juntos… y desde entonces, cada vez que volvemos, si está disponible, nos encanta invitarlo a subir al escenario. Con el tiempo nos hicimos muy buenos amigos, aunque nuestros encuentros en el escenario siempre fueron breves.
¿Qué recordás del lanzamiento de su primer álbum, Good (1992)?
Fue hace bastante, así que no lo recuerdo con total claridad. El disco salió primero en cassette, lo pasamos a algunos amigos y la reacción fue buena, les gustó. Con el tiempo empezó a llamar más la atención, hasta que una discográfica local decidió lanzarlo oficialmente. Después, cuando firmamos con Rykodisc, lo relanzaron tras Cure for Pain (1993), lo que le dio más visibilidad. Curiosamente, mucha gente pensaba que era nuestro segundo álbum, cuando en realidad era el primero.
Después de 30 años, ¿cómo escuchás Yes (1995) hoy en día? ¿Qué sensaciones te trae y qué podés contar sobre ese álbum?
Creo que tiene buenas canciones; es un buen álbum. Aunque, en cierto sentido, pienso que Cure for Pain fue nuestra obra maestra. Yes vino después, y quizás no es un álbum tan completo como el anterior, pero igual tiene grandes temas y muestra un desarrollo. Como músico, siempre escuchás cosas que podrías haber hecho mejor, pero es lo que es. No suelo volver a escuchar mucho nuestros discos, así que tengo una impresión general más que un análisis detallado.
¿Y cuál es tu canción favorita de A New Low (2016), el primer álbum de Vapors of Morphine?
Creo que “Baby’s on Fire” podría ser mi favorita de ese disco. También me gusta “Souvenir”, y “Sombre Reptiles” es divertida.
Pasaron cuatro años de Fear & Fantasy (2021), ¿están pensando en algún nuevo disco?
En este momento no estamos trabajando en un nuevo disco. Estamos, simplemente, tratando de sobrevivir en el Estados Unidos de Trump. Todos tenemos trabajos y cuando podemos tocar juntos, tenemos un set en vivo que creo que se volvió muy interesante, especialmente gracias a nuestro nuevo baterista, Tom, que aporta mucho al sonido. Aún no decidimos entrar al estudio. Grabar discos puede ser mucho trabajo con poca respuesta o retorno. Para hacerlo, como banda, tenés que tener algo que quieras decir, y hasta que eso cambie, estamos contentos tocando en vivo.
¿Qué es lo que más se te viene a la mente al recordar a Mark?
Lo recuerdo como alguien que amaba lo que hacía: componer, grabar, hacer música, estar en una banda, viajar, disfrutar de una buena comida o una copa de vino. Creo que realmente amaba la vida y era consciente de la suerte que tenía al poder hacer lo que amaba y sobrevivir gracias a eso. Desearía que estuviera vivo para ver su legado, porque su música sobrevivió más allá de él. Fue escuchada en todo el mundo, y todavía hay personas interesadas en oír esas canciones en vivo. Mark fue un gran amigo y un hermano para mí, y lo extrañamos todos los días, al igual que a Billy Conway, quien fue una parte enorme de Morphine, tanto en vivo como en los discos. Billy falleció hace tres años, fue un ser humano increíble y un amigo muy querido. Hoy seguimos adelante con lo que tenemos, y lo hacemos con una gran sonrisa en la cara.
Vapors of Morphine se presentará el viernes 21 de febrero a las 20 h en Niceto Club (Cnel. Niceto Vega 5510, CABA). Entradas disponibles a través de Passline, con 20% de descuento para socios de la Comunidad Indie Hoy.