El barrio, la calle, los amigos, los vicios, el trabajo: todo eso y mucho más es Viejas Locas, una banda que supo capturar, sin tapujos, las alegrías y miserias de la juventud argentina de la década de los 90, resignificando el rock stone en algo más puro, directo y terrenal, como contrapartida al sonido sofisticado que dominaba la radio por aquel entonces.
Este 2024, se cumplieron 35 años de la fundación de la banda que marcó a una generación entera con Cristian “Pity” Álvarez a la cabeza. Para celebrar el aniversario, Fabían “Fachi” Crea y Abel Meyer, bajista y baterista del grupo, brindaron una serie de shows a lo largo del año y ahora se preparan para la tercera fecha el sábado 30 de noviembre en el Teatro Vorterix. Allí, presentarán Viejas Locas… hasta que me muera!, un disco en vivo que recopila momentos destacados de sus energéticos shows con los éxitos inoxidables y vigentes de Viejas Locas.
“Cuando empezamos este proyecto dijimos: ‘bueno, emulemos a los Viejas Locas de los 90, que eran bien directos, que tenían potencia, con shows bien dinámicos’ -cuenta Fachi en conversación con Indie Hoy-. Yo me animé a cantar, a tomar ese rol; no por creerme cantante, sino por la antigüedad que tenía en la banda. Aun así, logramos el sonido que queríamos”. Fachi cuenta que este reciente proyecto surgió por casualidad, en una fecha programada donde no pudo coordinar con los miembros de su otra banda post Viejas Locas, Motor Loco.
“Un enero teníamos una fecha con Motor y yo me había colgado de avisarle a los pibes. Les comenté y me dijeron que ya tenían vacaciones programadas, y qué se yo. En vez de levantar la fecha se me ocurrió cambiar ahí el el proyecto y llamar a Abel y decirle: che, ¿te animás a hacer una noche todo temas de Viejas Locas? Lo llamé a Burbujas [Adrián Pérez], tecladista de Viejas Locas e Intoxicados y fuimos los tres. Buscamos dos violeros, hicimos un show y se agotaron las entradas. Nos pidieron de repetir función y se volvieron a agotar las entradas. De ahí no paramos más”, cuenta el músico sobre la génesis de este rebautismo y celebración del mítico grupo, cuyas canciones ya son parte fundamental del cancionero del rock nacional.
Se cumplieron 35 años de la fundación de Viejas Locas. ¿Qué recuerdos tenés de los primeros días con la banda?
Hubo una especie de pre Viejas Locas entre Pity y yo, que vivíamos a una cuadra y media de distancia. De chicos no teníamos mucha onda, casi ni nos conocíamos. Ya de adolescentes, cuando empezamos a interesarnos por la música y los instrumentos, siempre lo veía pasar a ese pibito de rulitos con una guitarra criolla, hasta que un día me lo crucé con un estuche. Me acerqué, me puse a conversar con él y empezamos a hablar de música. Le conté que tocaba el bajo y decidimos intentar formar una banda, pero ese proyecto no tuvo éxito. No prosperó porque todos teníamos influencias muy diferentes. Pasó el tiempo y me comentó que se estaba sumando a una banda llamada Viejas Locas, que ya tenía su recorrido y su formación. Cuando el bajista se fue, Pity no dudó en llamarme, y me uní al grupo. Ya éramos Pollo [Sergio Toloza], Pity y yo, y tocamos durante un año con otro baterista, hasta que se sumó Abel, y ahí fue cuando la banda realmente floreció.
La identidad de la banda siempre estuvo profundamente marcada por el lugar donde surgió, el barrio de Villa Lugano, y las canciones servían como un reflejo de esa realidad, que también se replicaba en cientos de otras localidades del país.
Totalmente. Y es que las canciones de la banda representaban bien el estilo de lo que se vivía en esa época y sin vueltas, con palabras simples y directas. No solo cantábamos sobre lo que le pasaba al pibe de Lugano, sino también lo que pasaba con el pibe de Flores, al de Budge, al de Caballito, al de Ituzaingó, al de Castelar, ¿entendés? Creo que ese fue el secreto del éxito: los pibes se sintieron identificados con letras sencillas que reflejaban lo que ellos mismos vivían en ese momento, sin necesidad de ser de Lugano. Esas historias, las de las canciones, encajaban perfectamente con la realidad de cualquier de esa época y están basadas en hechos reales. El chico del chalet marrón de “Lo artesanal” existió de verdad, por ejemplo.
Pasaron más de 30 años y hay canciones de Viejas Locas que no solo siguen vigentes, sino que también continúan encontrando una nueva audiencia, ya sea en plataformas digitales o en redes sociales. ¿Por qué creés que pasa eso?
No sé. Es recontra loco. Yo siempre digo que con la realidad del país parece que todos los días alguien se levanta y escribe “Homero” nuevamente, ¿no? Y es una canción que ya tiene 25 años de estar grabada. Suena actual todos los días de nuestras vidas. En las canciones de la banda no solo se hablaba de la esquina, de las drogas y el alcohol, como muchas veces se dijo desde la prensa, sino también de la historia del laburante de clase obrera.
“Homero” también narra una realidad que ustedes vivieron en carne propia desde sus inicios, trabajando al mismo tiempo que tocaban, porque no se podía vivir de la música.
Sí, y sigue siendo así hasta el día de hoy. Yo hoy tengo 53 años y hace 35 años que toco y todavía tengo un laburo semanal. Laburé de todo, desde operario hasta manejar un remis. Si bien la música es lo que más me gusta en la vida y es mi vocación, con la banda solamente pudimos vivir dos años de ella, cuando salió Especial, que explotó todo.
¿Por qué Especial pegó tanto?
Yo creo que en las bandas under, los terceros discos son fundamentales; es el que marca la diferencia porque refleja el proceso de evolución de la banda. Para el tercer disco, ya aprendiste a grabar y a manejarte en los estudios. Si escuchás los discos de Viejas Locas, notás cómo la banda fue madurando con cada álbum. Aunque nuestro primer disco tiene temas como “Intoxicado“, “Lo artesanal”, “Sacátelo” y “Nena, me gustás así“, quizás la banda todavía estaba más verde. El segundo álbum, Hermanos de sangre, mantiene la misma temática en las canciones, pero con un sonido más profesional, ya que fue producido por Mario Breuer. Y luego, Especial no solo mostró una mayor apertura musical, sino que también lo grabamos en Circo Beat [estudio ahora conocido Rompahonic] y justo coincidió que estaba Nigel Walker, un productor inglés que vivía en España. Él había trabajado en discos de Los Rodríguez y lo trajeron para producir Enemigos íntimos de Sabina y Páez. No sé cómo, pero tuvimos la suerte de que Walker escuchara algunos temas nuestros y comentara: “Che, me gustaría escuchar un ensayo de esta banda, que tiene un estilo similar al de Los Rodríguez. Creo que podría aportar algo”. Así que vino a un ensayo y encajamos a la perfección. Nos permitió mantener nuestra esencia y la estructura de las canciones. Casi no tocó nada de eso; simplemente se enfocó en que el disco sonara profesional, y creo que lo logró porque fue un éxito comercial de inmediato. Lástima que después nosotros unos boludos que nos separamos justo en el mejor momento, cuando estábamos explotando.
Comentaste que la prensa los marginaba y críticaba. De hecho, hay un libro que se llama El rock perdido de Sergio Marchi que despotrica contra el rocanrol “barrial”. ¿Creés que eso fue cambiando con el paso del tiempo?
En su momento fuimos desvalorizados y quizás todavía hoy en día también, a pesar de que los tres discos de los 90 ya forman parte de la música argentina como clásicos del rock nacional. Cada uno tuvo sus éxitos. Hasta hace poco, “¿Qué vas a hacer tan sola hoy?” estaba sonando en la publicidad de una yerba y volvió a tener un boom [esta entrevista fue hecha antes de que Dillom publicara su versión de la canción]. Nosotros lo notamos en nuestro shows. Siempre nos catalogaron como una “banda de rock barrial” de forma despectiva, como que cualquiera puede tocar estas canciones, pero no es fácil tocar las canciones de Viejas Locas. Hace poco me preguntaban sobre las bandas tributo, que ahora están muy de moda, y qué sé yo. Yo decía eso, que no es fácil tocar las canciones de Viejas Locas, que yo veo muchos tributos a Los Redondos que los emulan e imitan bien, pero después las bandas que hay de Viejas Locas son un desastre.
¿Qué hacen mal?
Creo que confunden los roles, tratan de hacerse los loquitos, imitar al Pity, pero se olvidan de copiar el sonido y tocar bien las canciones. Y la verdad que Pity como frontman era único, ¿viste? Tenía esa locura natural. A veces parecía un chabón re pillo, a veces parecía que tiraba unos chistes medio nerds, otras tiraba unos chistes zarpados, y otras tiraba unos chistes medio gays, pero al chabón le salía natural eso, era orgánico. En cambio vos ves a los pibes tratando de imitar esa locura y les queda para el orto. Así que en vez de preocuparse por sonar bien y hacer bien las canciones, quieren imitar a un chabón que tenía un talento natural.
¿Lo volviste a ver a Pity? ¿Cómo es tu relación hoy con el?
Contacto directo no tengo. Cuando pasó lo que pasó, intenté un par de veces arrimarme. Quizás fue muy pronto. Me decían que por el momento solo podía la familia y bueno, después de un par de veces dejé de insistir, creo que se tiene que dar de forma natural. Parece que está en camino de recuperación.
¿Escuchaste la versión de “Pesar” que sacó junto a Daniel Melingo?
Me encantó, me gustó cómo cantó. Pensé que no iba a poder hacerlo y, sin embargo, cantó bien, ¿no? Obvio, no es el Pity de los 90, pero siento que no perdió la chispa. Como decíamos antes, ya tiene el oficio. Quizás sea uno de los que más oficio tiene como frontman. Yo he visto al Pity en shows salir de situaciones realmente complicadas. Tenía esa magia de que con dos palabras arreglaba todo. Entonces, ¿qué puedo decir sobre el oficio que tiene este chabón? Es un número uno. No debería haber pasado por todo lo que pasó. Es como La leyenda del indomable de Paul Newman. Creo que Pity es eso, siempre fue un indomable.
Viejas Locas por Fachi y Abel se presenta el sábado 30 de noviembre a las 19 h en Teatro Vorterix (Av. Federico Lacroze 3455, CABA), entradas disponibles a través de Allacess.