“Dahmer” es la serie de Netflix que este año ha dejado a los espectadores con las emociones a flor de piel. La serie aborda la vida de Jeffrey Dahmer, conocido también como “el monstruo de Milwaukee”, un asesino en serie que mató a 17 personas a lo largo de 13 años. La narrativa profundiza en la vida del criminal desde su infancia hasta su adultez, explorando los factores que contribuyeron a su obsesión por matar.
Como otras series basadas en asesinatos reales, “Dahmer” mantiene a los espectadores expectantes y ávidos de más contenido. Un estudio realizado por ExpressVPN destaca que “la tecnología nos ofrece el mejor asiento para ver historias de crímenes reales a nivel mundial, fomentando nuestra fascinación por el género”.
Jeffrey Dahmer buscaba a sus víctimas en bares gays de Milwaukee, Wisconsin. Dado que muchas de ellas eran de raza negra y provenían de ambientes homosexuales, se piensa que ese pudo ser el principal motivo por el cual en aquella época no se insistió tanto en resolver aquellos crímenes.
Dahmer tenía un deseo compulsivo de controlar a sus víctimas y mantenerlas con él. No se trataba de una cuestión de odio, sino de una obsesión por poseerlas eternamente, lo cual lo llevó a guardar partes de los cuerpos de sus víctimas. Durante 13 años, Dahmer mató a varias personas, viendo a sus víctimas como objetos de placer en lugar de seres humanos.
Aunque siempre supo que lo que hacía estaba mal, la primera vez no estaba planeada. En 1978, cuando tenía 18 años, recogió a su primera víctima y lo llevó a su casa, momento en el que surgieron sus deseos de dominación.
En otra ocasión, Dahmer llevó a un joven a su habitación de hotel sin intención de hacerle daño. Planeaba drogarlo y pasar la noche juntos. Sin embargo, al despertar por la mañana, el chico tenía una costilla rota; Dahmer lo había matado a puñetazos y no lo recordaba. Este incidente se volvió adictivo para él, ya que le proporcionaba una sensación de energía al tener el control total de la situación.
No se conformaba con matar a sus víctimas, también las fotografiaba. Esto le permitía recordar su existencia y su belleza. Ya que no podía mantenerlas con él para siempre, al menos quería conservar sus esqueletos. Incluso llegó a plantearse la construcción de un altar simbólico con diez esqueletos diferentes. Esto corrobora el planteamiento de que Dahmer tenía un trastorno por necrofilia.
Mientras los cuerpos estaban en su apartamento, Dahmer admite que en alguna ocasión percibió los objetos como algo grotesco. Su ritual para recibir a las víctimas en su apartamento consistía en ir a las discotecas hasta encontrar a alguien, a veces ofreciendo dinero. Cuando llegaban a su apartamento, ya tenía la bebida preparada con droga para que la víctima se durmiera, momento en el que la estrangulaba.
A los 15 años, Dahmer empezó a tener fantasías sexuales sobre tener control, poder y ser completamente dominante, hasta que finalmente las hizo realidad. Describe estas experiencias como una mezcla de “ilusión, miedo y placer”, todo al mismo tiempo.
Empezó a expandir sus experiencias como criminal, y fue entonces cuando empezó a comerse los corazones de las víctimas a las que mataba. Poco a poco, hasta empezar a comerse también el músculo del brazo, como forma de hacerle sentir que formaban parte de él. Dice Dahmer: “Al principio era solo curiosidad, y al final se acabó convirtiendo en un comportamiento compulsivo, luego intenté mantener a la persona viva a través de inducir a un estado “zombie” inyectando ácido diluido en su cerebro o agua caliente, pero nunca llegó a funcionar”. Según Dahmer, hacer eso era lo único que le satisfacía.
Tracy Edwards fue quién desveló su identidad tras haber sido secuestrado por el asesino, y haber conseguido escapar aquella misma noche tras escuchar a Dahmer decir que iba a comerse su corazón. Esa misma noche regresó al apartamento con dos guardias de policía que al ver las fotos de las víctimas muertas en su habitación consiguieron detenerle. En la entrevista que le hicieron a Dahmer en Inside Edition, confiesa que si nada le hubiese detenido habría seguido cometiendo estos delitos fuera de la cárcel.
Autor: Irene Álvarez Sánchez