Mauro Valenti es un músico que viene transitando la zona de influencia under desde principios de este siglo, llegando a compartir escenario con bandas como Adicta o Miranda!. Luego de tocar en diversas bandas, entre ellas su actual Fotos del otoño, ahora este artista lanza su segundo disco solista. Tras su debut de la mano de La paz, Mauro afina el lápiz y apunta contra buena parte de los males que imperan por estas pampas. Pero para explicar mejor Danza cínica, su flamante placa, nadie mejor que él: “La frase Danza Cínica vino de forma instintiva, simplemente quedaba bien con la melodía y la armonía del tema. Luego me di cuenta de que esa frase unificaba todo. El disco, entre otras cosas, habla de una degradación de valores culturales y espirituales en un país imaginario o real, situado en un espacio y tiempo retro futurista. Imaginé al presidente de ese país bailando en un balcón cínicamente mientras todo a su paso se degrada. ¿Lo habré imaginado?”.
Lo dicho. Mauro Valenti toma su obra y la traslada a lugares nocturnos, con un pop oscurito y bailable de tintes ochentosos, y con letras que muestran cierto inconformismo contemporáneo. A raíz de ello, la próxima pregunta tiene que ver con los artistas que lo identifican desde su contenido crítico. Aquí la respuesta: “En el último tema del disco (“La ciénaga“) termino citando a Moris; creo que él y Javier Martínez construyeron un lenguaje crudo, poético, y fundacional dentro de nuestro rock. Influencia que se extiende hasta nuestros días, llegando a tipos como Daniel Melero, Lucas Martí y Prietto, que a la vez son referentes para mí. Desde lo lirico también me influyen el cine y la literatura, me acuerdo de la primera vez que leí Viaje a Ixtlán de Carlos Castaneda: con ese libro se me abrió un universo de imágenes tremendas, al igual que con 1984 de Orwell. En otra frecuencia están los libros como los de Naomi Klein, Noam Chomsky, e incluso los de Simon Reynolds, que de alguna manera se filtran en lo que hago. Igual que cualquier documental de conspiraciones, por más amateur o trash que sea”.
¿Cómo fue el proceso de composición del disco? ¿Primero fueron las melodías o las letras?
Fue un proceso un tanto caótico y disperso porque al estar trabajando en muchas canciones al mismo tiempo, tuve que ir descartando ideas y sumando otras que aparecían constantemente para luego decidir qué tipo de disco iba a hacer. Lo que sabía de antemano es que no quería un disco muy ecléctico, entonces tuve que descartar muchísimo material. Lo bueno es que grabé en mi casa, lo cual me dio mucho margen para probar cosas de manera inmediata. Estuve muy en contacto con los sintetizadores, eso fue muy lúdico y liberador.
En cuanto a la segunda pregunta, generalmente la melodía viene primero y casi siempre trae adjunta, de manera mágica, una palabra o varias, o incluso una frase que luego me sirve como hilo conductor para ir construyendo la letra. Esas primeras palabras que surgen desde lo instintivo son claves porque vienen involuntariamente, no son intelectuales, surgen como una unidad entre la armonía de los acordes y la melodía que estoy cantando. La bocha la uso después, cuando bajo un cambio la adrenalina.
¿Qué influencias reconocés en tu música?
Escucho mucha música de todo tipo: nueva, vieja, indie, mainstream. Soy muy abierto y curioso ante cualquier género que me conmueva, entonces me cuesta mucho filtrar y cerrarme a algo en particular. De todas maneras, no voy a decirte que todo lo que escucho me influencia, porque no es así. Amo por ejemplo a los artistas del sello Motown de los 60s, y escucho mucho ese tipo de cosas, pero sin embargo mi música no tiene absolutamente nada de eso, porque no lo llevo en la sangre. En cambio lo que sí me influencia son aquellas cosas que se filtran aunque no quiera, generalmente, cosas que escuchaba en mi temprana adolescencia. Por ejemplo, el rock argentino clásico, o todo lo anglo de los 90s. Ese tipo de cosas son las que llevo tatuadas. El resto es información, valiosa, pero no lo suficiente como para influenciarme inconscientemente.
En el último tema hablás de “tinellización” y titiriteros de los medios. Dentro de este contexto que narrás, y enlazándolo con “Monoblock”, ¿sos más bien pesimista u optimista con respecto al devenir del arte y la cultura?
Hacer discos y expresarme a mi modo de ver son gestos optimistas, si fuera pesimista no haría música y me quedaría únicamente en la queja. Nada más lejos de mí. Es bueno que hayas enlazado esos dos temas porque son como una unidad. La letra de “Monoblock” dice: “Arte y cultura, engranajes de la educación, si se denigran toda la estructura caerá con la fuerza de un monoblock”. Esa frase apunta tanto al futuro como al pasado, al futuro como una advertencia de lo que puede venir si nos seguimos alimentando con personajes que generan basura, y con vibraciones que nos intoxican la cabeza y el corazón. Y al pasado porque esa frase puede referirse por ejemplo al pibe que prende una bengala en un recital en un lugar cerrado y desata una tragedia. Ese pibe es el resultado de un engranaje y de un sistema perverso y corrompido, que lleva la bandera de la degradación del arte y la cultura. Lo opuesto al rock. De todas maneras, en esta cosa noctámbula y oscura que atraviesa el disco hay momentos que son hasta bailables y todo el tiempo se impulsa al movimiento. Creo que se deja entrever que si tenemos coraje, y si actuamos y pensamos por nosotros mismos, podemos encontrar algunos pasadizos que nos pueden conducir a algo más luminoso.
¿Cómo ves el under actual en nuestro país?
Lo veo muy amplio, hay diferentes movidas muy grosas que se están generando desde las fusiones de diferentes rubros, como los festivales autogestionados y organizados por sellos independientes que unen fuerzas y arman cosas en conjunto, y que a la vez se fusionan con programas de radio, o con colectivos culturales. Hay escenas que se están empezando a crear en base a estas fusiones, entonces se arma un despelote monumental, muy lindo. Adentro de eso hay propuestas musicales que me gustan más que otras, las que me interesan son las que ponen a la música y a lo artístico por encima del snobismo y la pose. A la larga son las propuestas que trasciende. A las otras, tarde o temprano se las lleva el bobero.
El 19 de mayo presentás el disco en Liverpool Bar de Palermo (Arévalo 1376), ¿cuáles son tus expectativas?.
Las expectativas son poder conectarme con las canciones desde otro lugar mucho más impredecible, como es el escenario, y también poder dominar mi ansiedad. Para mí va a ser muy novedoso porque nunca toqué los sintetizadores en vivo. Además, junto a mi banda integrada por Santiago del Prado (batería), Camilo Martin (bajo) y Juan Manuel Pla (guitarra), estamos ensayando hace bastante; sincronizándonos sobre las pistas MIDI del disco, eso inevitablemente nos hace tocar de otra manera, y nos llevó tiempo poder aceitarnos en eso. Va a ser toda una novedad para nosotros y nos tiene bastante entusiasmados.