Un 25 de julio de hace 15 años, Babasónicos sacudía el nuevo siglo con Jessico, su disco bisagra. Un álbum que resume la esencia musical que tomaría de ahí en más la banda de Adrián Dárgelos y que tiempo más tarde la colocaría en un lugar prestigioso del rock nacional.
Al citar el año 2001, instantáneamente una serie de imágenes emergen como figuras repetidas en la memoria colectiva de quienes fuimos testigos de una de las mayores crisis de la historia argentina. Un proceso de vaciamiento que comenzó con las políticas neoliberales impuestas por el gobierno de la década anterior y que condujo al endeudamiento externo, recesión, recortes sociales y el famoso “corralito”. El desenlace, ya lo conocemos: huelga general, cacerolazos, saqueos y el derrocamiento del entonces presidente de la Nación. ¿Quién diría que a mediados de ese año inestable y nefasto, una banda de rock que hasta entonces no había alcanzado la popularidad, lanzaría un disco que marcaría un antes y un después en su carrera y se convertiría en el estandarte de una nueva generación?
Durante los primeros pasos del tercer milenio, la escena del rock nacional se presentaba en un periodo negativo, de estancamiento, limitado a las pocas bandas del denominado “rock chabón” que habían sobrevivido y que, junto con los clásicos como Charly García, eran las únicas que llenaban estadios. En los ’90, había surgido una oleada de bandas con un sonido alternativo que los periodistas y críticos denominaron como Nuevo Rock Argentino. Entre ellos se destacaban Los Brujos, Peligrosos Gorriones y por supuesto Babasónicos. La banda de los hermanos Rodríguez se caracterizaba por sus letras conceptuales, el uso de imágenes abstractas, estados atmosféricos, psicodélicos. Con Babasónica (1997) el grupo había mostraba su faceta más oscura, una música más pesada para la época, con letras que desencadenaban distintos cuestionamientos morales. En 1999, despiden el siglo XX con Miami, un conjunto de canciones que retrataban y criticaban el cambio cultural y social que la política menemista había dejado: la cultura de “El shopping“. Pero el inicio de los 2000, las nuevas tecnologías y formas de comunicación, requerían un poco de aire fresco. Para ese entonces, el grupo liderado por Adrián Dárgelos decidió cortar su vínculo con la discográfica Sony y asociarse al reciente sello independiente Pop Art. En este marco de cambios, de modernidad, de un país en vísperas del derrumbe, es que nace Jessico.
A simple vista, podemos decir que lo más notorio de Jessico es el cambio radical del sonido. No es solo pop, es “pop sónico”. Con su sexto álbum la banda acababa de definir lo que de ahí en más sería su propia receta. Aquí, lo melódico se mezcla con lo bailable y la mayoría de las letras apuntan a personajes o historias fácilmente identificables. La superficialidad es la temática clave: “Fiesta de farsantes de la espuma social”, se escucha en “Fizz“, una de las canciones del disco que exhibe el caretaje típico de la clase alta y la televisión. Por otro lado, “Camarín“, que señala el resentimiento de un crítico de rock que ve al músico como un sujeto buscando la popularidad, las mujeres, el “reviente” mítico asociado al rockstar.
“El Loco” fue el primer corte de Jessico y tanto su videoclip como la canción lograron gran aceptación por parte del público. Su sonido es lento, con influencias de la música japonesa (fue grabada con un shamisen, intrumento de cuerdas tradicional de Oriente) y la letra cumple cierta función mística, filosófica, que la vuelve una rareza destacable sobre el resto.
“Los Calientes” y “Deléctrico” fueron otros de los cortes de difusión del disco cuyos estribillos resultan de los más pegadizos de la discografía babasónica. El primero fue elegido como el encargado de abrir Jessico y al poco tiempo se convirtió en un clásico de las fantasías adolescentes de sábado por la noche. En el caso del pop-tecno “Deléctrico“, se trata de la letra más corta hecha para una canción del grupo y su historia es bastante conocida: el popular “Va a venir, no va a venir” hace referencia al ex bajista fallecido Gabo Manelli, cuando lo esperaban para que ayudara con la parte eléctrica del estudio de grabación que estaban construyendo en Tortuguitas y éste nunca llegaba.
El costado crítico del álbum dice presente en “Soy Rock“. Con una potencia que poco tiene que ver con el pop, Dárgelos se vale del género gramatical femenino para dejar bien en claro de qué lado de la escena musical estaba: “Soy muy puta y no trabajo para vos” lo dice todo. La idea era separarse de ese “organismo feudal”, donde el rock es difundido y financiando a costa de propaganda política para el Estado.
Jessico fue elegido por distintas revistas especializadas del país y Latinoamérica como disco del año y ha encabezado la lista de la Rolling Stone como disco de la década del rock nacional. En su décimo aniversario, Babasónicos lanzó la reedición del álbum acompañado de un lado B, titulado Carolo, con las canciones grabadas en 2001 que habían quedado afuera. Como si fuera poco, en 2013 se estrenó el documental Una historia de rock en tiempos convulsos, dirigido por Alejandro Arias, que narra desde la voz de los integrantes de la banda, músicos amigos y periodistas, lo que significó el lanzamiento de Jessico.
Hoy en día, se lo considera un material de escucha obligatoria no solo para quien quiera comprender la posición que logró ocupar el grupo en la escena argentina sino para asimilar la evolución del colectivo del rock en español.
Sin lugar a dudas, el éxito del disco no hubiese sido tal sin el contexto en el que se desarrolló: La falta de innovación de una movida que había optado por quedarse en la zona de confort antes de afrontar riesgos dentro de un aparato, por lo menos, endeble. Babasónicos tomó el timón y Jessico se transformó en el idioma que hablaría una generación. El comienzo y la síntesis de un todo.
Babasónicos – Jessico
2001 – Pop Art
01. Los calientes
02. Fizz
03. Deléctrico
04. Soy Rock
05. Pendejo
06. El Loco
07. La Fox
08. Tóxica
09. Yoli
10. Rubí
11. Camarín
12. Atomicum