“Una de las premisas de nuestra generación de músicos es que si hay algo que nos chupa un huevo, es Fito Páez”, dice Valentín Prieto en una conversación sobre el último decenio de la escena independiente de Rosario. El sentimiento del director artístico de Polvo Bureau es entendible: la industria musical no ha sabido generar ganancias de sus jóvenes, desertándolos a favor de la figura del prócer, a la cual siguen explotando mediante la perpetuación del culto individual. Sin banca económica, esta camada desamparada debió generar sus propios espacios.
Planeta X fue el sello pionero en lo concerniente a la auto-gestión local. La institución del indie rosarino, que data de mediados de los ’90, amalgamó todo lo que divergía de Babasónicos entonces, con Melero como principal referencia. Su cara visible fue Matilda. Estandarte unívoco del under de la ciudad, el dúo de Juan Manuel Godoy e Ignacio Espumado propició sin ayuda de nadie el revival del tecno-pop a escala nacional. Su último material, El río y su continuidad (2016), porta un título que de hecho sirve de metáfora para el ethos de trabajo DIY de toda la comunidad: la abolición de jerarquías a favor de algo hermanado y transversal. Al contar con un público niche, las bandas por fuera de la circulación comercial debieron unir fuerzas. Pol Nada fue visionario en lo que se refiere a esto: el primero en aprovechar el advenimiento de internet como herramienta para entablar vínculos con grupos de afuera.
Aun así, pese a ser una presencia estable en una cultura cambiante – post-mediática, post-2001, post-Cromañón –, Rosario nunca ha sido demasiado popular. La razón siempre fue la misma: la cuna del Monumento padece de un síndrome severo de hermano del medio, quizás como extensión de situarse a mitad de camino entre CABA y Córdoba. “La gente va a ver lo nuevo y lo consagrado, pero lo que hay en el medio no le interesa a nadie”, cuenta Prieto con resignación de buen carácter. Rosario es un paraíso de discos debut, pero sus entusiasmos son efervescentes y el techo se alcanza rápido. El verdadero rasgo que define a su escena es que no es un lugar en donde aspirar a construir una carrera.
En lo que a obras respecta, sin embargo, la ciudad no tiene nada que envidiarle al resto del país. Sellos como Soy Mutante, Júbilo y Discos del Saladillo editan LPs en formato libre y digital. Polvo Bureau definió la corriente década continuando el legado de Planeta X de distribuir material no canonizado, aunque comenzó como un intento de formalizar el sentido de comunidad y amistad descubierto por sus fundadores. Tal posicionamiento colectivo a la hora de hacer las cosas fue radical. Consideren la obra de Mi Nave, constante y merecidamente laureada como la mejor banda de Rosario: su dream-pop es mucho más rico y deliberado que el de otras ofertas internacionales del género, que Pitchfork promovía entre el 2010-2012 y hoy tienen suerte de recibir un seis generoso seguido de un decimal al azar.
Sus eventos son igual de revolucionarios. El Festival Otro Río es una propuesta contracultural gratuita que desde el 2013 congrega a bandas diversas y poco visibilizadas en el Centro Cultural Parque España, rompiendo con la endogamia intra-sello. El ciclo Joven y Efímero, situado en el mismo lugar, fue indispensable por la curaduría de Pablo Ayala: sus fechas eran protagonizadas por proyectos de afuera junto a alguno local que se le pareciese. Desde el 2011, Bon Scott se ha ocupado de llenar el vacío que dejó un centro de resistencia como Casa Encantada. McNamara fue un sitio ineludible de recitales, hasta una denuncia masiva en redes por comportamiento sexualmente inapropiado a principios de este año.
Es en el frente de la representación donde el indie de Rosario todavía tiene que ponerse al día. Simplemente no se les ha cedido la misma cantidad de espacio a artistas mujeres. Está Josi Mai, están las Aguaviva, Pauline Fondevila constituye la mitad de Perro Fantasma, y Kimi Neptune se levanta como par del irreverente Hombre de Color en Daddy Rocks. Los que Perdonan hacen lo suyo en clave más punk, y Alto Guiso está en ascenso desde haber arremetido contra el patriarcado en la fecha del Tetazo. En lo inmediato, no vienen a la mente tantas más, lo que es alarmante.
A pesar de esto y como oriundo de esta urbe, pocas cosas me han traído tanto deleite durante mis tempranos veinte como cantar El Himno de Coger antes de salir a ver música en vivo, ritual que consiste en formar una ronda con tus amigues y reciclar la melodía de “Do I Wanna Know?”, pero repitiendo “¡co-co-coger!” para invocar la llegada de los placeres del cuerpo (disclaimer: su índice de éxito es dudoso). Muchas de mis noches favoritas consistieron en perseguir a Queridas hasta la Plataforma Lavardén o La Sala de las Artes; la gente que quiero sumida en su danza interpretativa y su purpurina tan centelleante como la guitarra de Andrés Yeah en el escenario. Yo, personalmente, sostengo con bastante convicción que Andrés y Josi son nuestros Beach House, aunque prefiera Heridas –su indispensable debut del 2016– por sobre la mitad de la discografía de Victoria Legrand y Alex Scally. Lo anecdótico en este caso sirve para ilustrar que la escena independiente que aconteció entre 2008-2018 sí fue importante. Si Rosario siempre estuvo cerca (…), entonces acérquense.
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Indie Hoy celebrará sus 10 años con un festival en Ciudad Cultural Konex (Sarmiento 3131, CABA) el domingo 7 de octubre. Más información.