The Beatles tuvo exposición como ninguna otra banda de la época. Sin embargo, mientras algunos miembros del grupo, como Paul McCartney, lidiaron con la fama sin dificultad, George Harrison tuvo problemas para enfrentar el éxito de los Fab Four. La intensidad de las entrevistas, la Beatlemanía y los conciertos le generaban ansiedad, estrés y paranoia.
Con el paso de los años, y a medida que cada uno fue desarrollando su propia identidad musical lejos de la dinámica de banda, comenzaron a sentir que cada vez les resultaba más difícil relacionarse entre ellos y aparecieron las primeras tensiones en el grupo. Esto alcanzó su punto máximo durante la grabación de su último álbum de estudio, Let It Be.
Para este álbum, los Beatles decidieron filmar el proceso de grabación, por lo que convocaron a Michael Lindsay-Hogg para que dirigiera un documental. La opinión de Harrison sobre el film era extremadamente crítica y lo dejó en claro en una entrevista de 1987, después de que le preguntaran sobre las películas que la banda hizo en su carrera. Harrison no tenía problemas con A Hard Day’s Night y Help!, pero no soportaba ver Let It Be.
“Esa, ya sabes, no me gustó”, explicó Harrison, refiriéndose a la película como Let It Rot (“Déjalo pudrir”). “Hay escenas en ella, como en el techo, que están bastante bien, pero la mayor parte me pone tan molesto que no puedo verla. Porque fue una experiencia particularmente mala que estábamos teniendo en ese momento, y ya es bastante malo pasar por eso, ni hablar de que lo filmen y lo graben para que tengas que verlo el resto de tu vida. No me gusta”, concluyó.