En pleno auge del movimiento punk, cuando los Sex Pistols y los Ramones irrumpían con su irreverencia contra los excesos del rock corporativo, Roger Waters estaba ocupado redefiniendo el rumbo de Pink Floyd tras la salida de Syd Barrett. Tal vez sea por eso que el histórico bajista y principal compositor de la banda británica llegó a declarar que el punk le resultó ajeno y que nunca llegó a comprenderlo del todo.
“Jamás me interesó demasiado la música moderna. Podía encontrar algo disfrutable, pero nunca me resultó interesante. Nunca escuché a The Clash, y ciertamente no a los Sex Pistols. En ese momento, como ahora, yo escuchaba a Neil Young. Todo aquello me pasó de largo”, admitió Waters en una declaración recuperada por Far Out Magazine.
Durante los años 70, mientras el punk empezaba a infiltrarse en la cultura popular y en generaciones más jóvenes, Waters canalizaba su propia ira en obras conceptuales como Animals (1977) y The Wall (1979). Aunque no compartía la estética ni la urgencia punk, sus letras contra el sistema y la industria dialogaban con el mismo espíritu contestatario, más cercano a John Lennon y Young que a los nuevos íconos del underground.

Pink Floyd y el punk: ¿puntos de contacto?
Paradójicamente, muchas de las primeras canciones punk guardaban puntos de contacto con el legado floydiano de la era Barrett: estructuras desprolijas, acordes raros y una búsqueda de expresión basal que coincidía con la impronta de los inicios psicodélicos del grupo británico, que más tarde mutaría a un proyecto progresivo y experimental.
Si bien los punks detestaban a Pink Floyd como emblema del "rock dinosaurio", de alguna manera, el legado de Waters y compañía estaba presente en la escena que pretendía negarlos. Él, sin embargo, nunca se sintió parte.