Cada tanto suele ocurrir que se nos pega una canción al punto de que no podemos dejar de tararearla en nuestra cabeza. De hecho, algunas encuestas sobre el asunto reflejan que al menos el 90% de las personas han vivido este fenómeno y para varias puede llegar a ser bastante molesto. A esta particularidad se la conoce como “gusano de oído” (earworm, en inglés), término que se deriva del alemán “Ohwurm”, que a su vez significa “picor musical”.
La palabra fue utilizada por primera vez por el psiquiatra Cornelius Eckert, y desde entonces se la define como un segmento musical de aproximadamente 20 segundos que tiende a sonar en loop en la mente. Pues bien, es mucho lo que se ha estudiado sobre este fenómeno tan común. En una entrevista con The Harvard Gazette, el profesor de psiquiatría David Silbersweig señaló:
“Hay algunas características musicales que hacen que las canciones sean más propensas a convertirse en ‘earworms’, como si la pieza es repetitiva, si hay una duración más larga de ciertas notas, o si los intervalos entre las notas son más pequeños. Además, las canciones que desencadenan algún tipo de carga emocional, ya sea de forma consciente o no, o las que están asociadas con un recuerdo en particular, a menudo pueden ser las que se nos quedan atascadas en la cabeza”.
De acuerdo con lo encontrado por este mismo especialista en sus investigaciones, en este fenómeno participan tanto la corteza auditiva del lóbulo temporal del cerebro, que respalda la percepción musical; y las conexiones entre esa corteza y otras áreas profundas como el hipocampo o la circunvolución parahipocampal, todas ellas claves en la recuperación de la memoria.
Más adelante, el profesor explicó que “lo que ocurre es que las conexiones en nuestros cerebros que involucran estas regiones se ‘atascan’, lo que resulta en una reproducción automática de los recuerdos musicales“.
Finalmente, Silbersweig explicó que las personas que suelen padecer problemas con su memoria funcional, como quienes presentan trastorno por déficit de atención, pueden tener menos “gusanos de oído”; mientras que quienes padecen de trastorno obsesivo-compulsivo tienden a sufrirlos con más frecuencia.