Cuando se piensa en la vasta y revolucionaria discografía de Pink Floyd, títulos como The Dark Side of the Moon o Wish You Were Here vienen a la mente de inmediato. Sin embargo, entre sus trabajos más discutidos se encuentra Echoes: The Best of Pink Floyd, un álbum recopilatorio lanzado en 2001 que divide tanto a los fanáticos como a los miembros de la banda. Para Roger Waters, principal letrista y líder conceptual del grupo durante su etapa más emblemática, este disco es una obra que él no hubiera publicado, al menos de esa forma.
El contexto detrás de Echoes
Pink Floyd ya había explorado el terreno de los recopilatorios con Relics (1971) y A Collection of Great Dance Songs (1981), pero Echoes llegó en un momento peculiar: dos décadas después de la salida de Waters y tras una serie de disputas legales que dejaron al grupo fragmentado. Esta colección, de 26 canciones y más de dos horas y media de duración, abarcaba desde los experimentos psicodélicos liderados por Syd Barrett hasta los himnos épicos de la era post-Waters.
El disco se presentó como un intento de abarcar todo el espectro sonoro de la banda, logrando una mezcla de las etapas creativas más icónicas. Además, las canciones fueron remezcladas para una experiencia auditiva más cohesionada, con transiciones fluidas que imitaban la sensación de un álbum conceptual. Sin embargo, para Waters, esta unificación resultó ser un gesto superficial y, sobre todo, comercial.
La crítica de Waters
En varias entrevistas, el músico expresó su descontento con la existencia de Echoes, calificándolo como un intento “sin alma” de empaquetar una obra artística que estaba destinada a ser disfrutada en su contexto original. Para él, la grandeza de Pink Floyd residía en la narrativa y el concepto detrás de cada álbum, algo que no podía ser desmenuzado y reordenado sin perder su esencia.
Waters llegó a argumentar que la selección de canciones en Echoes tergiversa la evolución de la banda, mezclando temas que jamás deberían compartir espacio. Tracks como “Shine On You Crazy Diamond” y “See Emily Play” representan momentos completamente diferentes en la trayectoria de Pink Floyd, tanto a nivel musical como emocional. “Si hubiera tenido el poder, probablemente no lo habría hecho. No soy un gran recopilador. Casi todo mi trabajo está unido filosóficamente y musicalmente. Pero claramente, hubo otras personas involucradas”, declaró.