2001 fue un año bisagra. Ya lo sabemos: la difusión a gran escala de la tecnología digital –y en particular internet- reformuló los principios de producción, distribución y consumo de música generando cambios culturales enormes. Dial Up, Napster primero (venido a menos luego del affaire con Metallica), Ares y eMule después, las copias por CD… en suma, el bendito MP3 (con todas sus posibilidades e imposibilidades) nos ayudaron a acceder con mayor facilidad a contenidos inhóspitos, a la vez que nos permitían iniciar búsquedas y caminos con independencia de los medios mainstream.
En ese contexto el lanzamiento del primer disco de Gorillaz –que hoy cumple 15 años– fue revelador: una ambiciosa propuesta multimedia que viralizó el imaginario de toda una época y puso en perspectiva la manera de hacer música en un mundo cada vez más interconectado.
Nacido de la sociedad entre Damon Albarn y el dibujante británico Jamie Hewlett (creador del comic Tank Girl), Gorillaz empezó siendo un misterio cuya diversidad y frescura no tardó en ganarse hordas de adeptos entre el público joven –y, como es de esperar, no demoró en volverse un éxito comercial-. Para los que estábamos dando los primeros pasos adolescentes, vale decir, Gorillaz fue Gorillaz. No fue un post de nada. Más tarde nos enteramos que el cantante era Damon Albarn, que era el cantante de Blur, que era la banda de la cajita de leche. A esa edad nos comprometimos de lleno con el juego que proponían: descargábamos los videoclips, hurgábamos en las historias de 2D, del explosivo Murdoc, de la pequeña y sabia Noodles y el –a ratos atribulado– Russel, mientras garabateábamos dibujos en nuestras carpetas de secundario o tarareábamos la melodía de “19-2000“. Con decirles que recuerdo estar leyendo una conocida revista de guitarras y encontrar una nota a la pequeña Noodles (sí, al personaje animado) donde hablaba de sus tradiciones familiares y la búsqueda del acorde perfecto.
Su variopinta diversidad étnica y el diseño de algunas personalidades arquetípicas reforzaba la idea de una música sin fronteras, a la vez que el uso de dibujos animados, los videos, las aplicaciones web y demás contenidos desmaterializaban (o reformulaban) el vínculo que el público tenía con la banda. Y esto fue un acierto que no tiene comparación directa en toda la historia del pop.
A su vez, la reconversión de una de las principales figuras pop de los ’90 fue a contramano de lo que venía sufriendo la industria: Albarn apostó al formato que venía desplomando las ganancias de las discográficas difundiendo contenidos justo en el tramo donde MTV, uno de los ejes de la cultura de los ‘90, comenzó su mutación hacia ese fatídico e incomprensible formato de 24 horas de realities (y recordemos: todo esto previo a la creación de YouTube).
Además del marketing y el contenido multimedia, en lo que refiere a lo estrictamente musical (que es lo que importa), Albarn se libró del razonable agotamiento del brit-pop enfocándose en las tendencias que estaban encontrando su leitmotiv en el sonido “americano” de finales de los ’90, a la vez que comenzó un camino de colaboraciones fructíferas que en, algunos casos, mantiene hasta la actualidad.
El trabajo de Dan “The Automator” Nakamura, co-productor y responsable de buena parte de los beats y samples que forjaron la identidad del disco, aseguró la diversidad del trabajo sin perder de vista la coherencia y los estados que debe propiciar un buen álbum pop. En ese crisol disfrutamos de la apertura juguetona de “Re-Hash” o “5/4“, las melancólicas y de a ratos sombrías “Tomorrow Comes Today“, “New Genius (Brother)“, “Sound Check” o “Latin Simone” (con la participación del reconocido músico cubano Ibrahim Ferrer), la instrumental “Double Bass” (que bien podría ser un tema de jazz experimental de Medeski, Martin and Wood), las pegadizas y archiconocidas “Clint Eastwood“, “Rock The House” y “19-2000“, la enérgica “Punk” o “M1 A1” que, luego de una introducción pinkfloydiana, evoluciona hacia un rock enérgico y de pura cepa británica… ufff… ¡¡¡El disco tenía 15 temas y todos decían algo!!!
Puesto en el contexto de toda su discografía, este álbum fue la carta de presentación ideal que fundó los cimientos de una narrativa que supo madurar hasta alcanzar –en discos como Plastic Beach– la investidura de una verdadera mitología. Una mitología que no solo sirvió para vender, sino –y tal vez lo más importante– para recuperar el brillo de la cultura pop.
Gorillaz – Gorillaz
2001 – Parlophone / Virgin
01. Re-Hash
02. 5/4
03. Tomorrow Comes Today
04. New Genious (Brother)
05. Clint Eastwood
06. Man Research (Clapper)
07. Punk
08. Sound Check (Gravity)
09. Double Bass
10. Rock the House
11. 19-2000
12. Latin Simone (¿Qué Pasa Contigo?)
13. Starshine
14. Slow Country
15. M1 A1