La historia de Corazones es la de una obra artística de proporciones adánicas. Es como degustar un fruto prohibido de consecuencias irreparables pero que también logró cambiar para siempre la música latinoamericana. Pero para hacerse una idea más concreta de esta referencia, es necesario tomar en cuenta el proceso creativo que gestó al cuarto LP de la banda chilena Los Prisioneros.
Hacia el final de la década de los 80, la banda había ganado en popularidad y prestigio gracias a su estilo moderno y el fuerte contenido político de sus canciones (como “Muevan las industrias” y “La cultura de la basura”). Así se habían vuelto una agrupación vanguardista y contracultural, tomando influencias de bandas británicas como The Cure y The Clash. En 1988, los oriundos de San Miguel decidieron apoyar la campaña del “No” a Pinochet que iba a permitir la transición hacia la democracia en el país trasandino. Esto produjo que el gobierno de facto chileno cancele la gran mayoría de las presentaciones de la banda y les generó grandes problemas financieros.
Pero el grupo también estaba atravesando un severo conflicto interno entre el vocalista y bajista Jorge González y el guitarrista Claudio Narea. Amigos del liceo desde los 14 años, habían crecido juntos nutriéndose musicalmente el uno al otro. A principios de 1989, Narea descubrió unas cartas románticas de González dirigidas a su esposa Claudia Carvajal. Trompada mediante, Claudio demandó explicaciones y Jorge solo se excusó pidiendo disculpas y alegando que se había tratado de “un grave error”. Así comenzó una de las historias románticas más trágicas y apasionantes que dio la cultura rock, y que resultó ser un motor fundamental a la hora de crear Corazones.
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Las grabaciones del álbum empezaron en marzo de 1989, mientras a la par Jorge retomó su relación oculta con la esposa de Claudio y comenzó a experimentar con el éxtasis, una droga novedosa por aquellos años. Esto lo llevó secretamente a ir componiendo diferentes canciones influenciadas por la incipiente cultura del house, que retrataban la pasión y sensaciones que le despertaban los encuentros románticos con la mujer de su compañero de banda y amigo de toda la vida. De estas experiencias surgieron canciones como “Con suavidad”, “Por amarte” y “Amiga mía”.
Intuyendo lo que estaba pasando, Claudio encaró a Jorge y su mujer y les propuso que hagan un viaje juntos para dejar bien en claro lo que sentían y que, si de verdad estaban enamorados, él daría un paso al costado. Este viaje al sur es probable que haya servido de inspiración para una de las canciones más reconocidas del disco, “Tren al Sur”. Sin embargo, los excesos y manías de Jorge terminaron boicoteando el romance y Claudia finalmente decidió volver con Narea. Cuando las grabaciones de la banda se suspendieron en septiembre de 1989, decidieron descartar las sesiones que hoy se pueden encontrar en internet bajo el título de Beaucheff 1435, la dirección de la casa materna de Jorge.
Decepcionado por el rumbo del proyecto y su fracaso amoroso, Jorge viajó a Estados Unidos a trabajar sus canciones con el productor argentino Gustavo Santaolalla. A los demos mencionados anteriormente, en este período se agregan otras composiciones entre las que destaca “Estrechez de corazón”, canción que más tarde se transformaría en un hit del álbum, y es hasta hoy considerada como un hito clave en la renovación del cancionero romántico de habla hispana que habían forjado artistas como Salvatore Adamo, Camilo Sesto y Nino Bravo. En particular, “El amor de mi vida” de Sesto fue una gran influencia, aunque Jorge aportó una letra que sintetizaba la impotencia de su traición romántica. La producción electrónica de Santaolalla también trazó una conexión musical con exponentes del house de ese momento como Joe Smooth y el álbum Technique de New Order.
Al retorno de su viaje, González se sentía optimista y retomó los ensayos con la banda. Sin embargo, las aguas turbulentas de la tragedia romántica habían terminado de hundir las relaciones dentro de la banda. Hubo dos situaciones claves que definieron para siempre el futuro de la banda y que sumaron a la mística concepción del álbum Corazones.
En diciembre de 1989, Jorge se presentó en la casa de los Narea y les propuso un trío sexual para cerrar lo sucedido, a lo que Claudio y su mujer se negaron rotundamente. Al otro día, Jorge se tomó una docena de Valiums y se cortó las venas, pero afortunadamente su intento de suicidio fue atendido a tiempo. Un mes después y en un clima de suma tensión, Claudio se dispuso a grabar las guitarras para las canciones que Jorge había trabajado en Estados Unidos pero al escuchar las letras que hacen referencia a su esposa se sintió humillado y decidió dar un paso al costado para preservar su familia.
Meses después, en medio de una total incertidumbre acerca del futuro de la banda, Corazones fue publicado y con el tiempo logró ser uno de los discos más vendidos de la historia de Chile. Pero la banda duraría solo un año más. Por un lado, Jorge sabía que él era el motor creativo de la banda, pero sin la personalidad y el criterio musical de Narea la banda no sería lo misma. El éxito y el dinero le llegaron pero el costo fue alto: traicionar a su mejor amigo. Nadie sabe hoy en día cuál hubiera sido el techo artístico de Los Prisioneros, teniendo en cuenta que sus tres integrantes tenían solo 25 años cuando salió Corazones. Años después, la banda se reencontró para dar una serie de shows agotados en el Estadio Nacional de Santiago, pero pronto volvió a separarse.
La historia de Corazones es el relato de un amor imposible, que como todo amor imposible nunca envejece, e influenció a un conjunto de canciones que treinta años después aún se sienten modernas. Al mismo tiempo, fue una obra adelantada a su tiempo al unir la cultura electrónica del house con el espíritu del rock. Es un disco que elevó el imaginario social de la cultura dance, mezclando el beat de la pista de baile con la narrativa de la canción moderna hispana. Pero quizás lo más importante sea que Corazones cambió para siempre el paradigma del pop latino, logrando que la música electrónica sea bailada y festejada no solo por la élite, sino también por las clases populares.