Hacia el final de los noventa, Madonna se encontraba disfrutando el éxito de Ray of Light (1998), disco que le valió numerosos premios, millones de copias vendidas y la aclamación de la crítica. Pero lejos de recostarse sobre laureles, la Reina del Pop estaba lista para dar su siguiente paso. “Nadie está haciendo algo interesante o provocador, con la excepción del artista ocasional que es único y se las arregla para colarse en la conciencia. Todo es muy genérico y homogeneizado. Si este disco resulta exitoso, quiere decir que la gente está lista para algo distinto”, dijo sobre su próximo proyecto. Una vez más, Madonna comprendía que detrás de cada gran obra había un riesgo.
Las sesiones para su próximo álbum arrancaron en 1999 junto a su más reciente socio musical, el inglés William Orbit. La dupla trabajó en varias canciones, muchas de ellas inéditas hasta el día de hoy, pero sus planes cambiaron cuando un track de un productor francés llamado Mirwais Ahmadzaï llegó a las manos del manager de Madonna, Guy Oseary, quien se interesó y se comunicó para pedirle más material. Mirwais estaba terminando su segundo disco y le envío algunas canciones con la intención de ser contratado como artista de su sello, Maverick Records. Pero estos tracks llegaron a los oídos de La Ciccone, quien inmediatamente le pidió a Oseary que busque al artista francés y le pregunte si quería trabajar con ella.
Madonna era reticente a repetir los sonidos de sus discos anteriores. En búsqueda de nuevos colaboradores, prestó especial atención al auge de la música bailable europea de la época y en proyectos franceses como Cassius, Daft Punk y Air que daban cuenta que la música electrónica de ese país estaba a la vanguardia mundial. La artista se influenció en el movimiento del french touch (también conocido como french house o house francés) y quiso incorporarlo en su visión de la música pop y su cualidad para crear baladas.
Hay tres baladas de guitarras folk e intervención electrónica en Music: “I Deserve It”, “Nobody’s Perfect” y “Gone”. En la primera escuchamos la voz de Madonna sin efectos ni manipulaciones, y en los versos de “Nobody’s Perfect” sucede lo mismo hasta que llegan los estribillos protagonizados por el efecto del auto-tune (recientemente explorado por Cher y Daft Punk), ambas canciones producidas por Mirwais. La manipulación vocal también aparece en “Paradise (Not For Me)”, un excepcional lamento barroco electrónico de vocoder y un verso en francés.
Lejos del misticismo que inspiró su disco anterior, Madonna quería hacer que el mundo baile una vez más, una invitación que aparece desde el primer track, “Music”. Inspirada en la reacción del público en un recital de Sting al que la cantautora había asistido, Madonna quería escribir una canción que hable sobre el poder de la música para reunir a las personas. “La música hace que la gente se junte. La música reúne al burgués con el rebelde”, canta en el estribillo. Este carácter universal de la música, y de la música dance en particular, explica la química que había entre Madonna y su productor francés. Ella lo apodó como un “Disco God” y “Music” demuestra por qué. No en vano fue la canción que dio título al disco y representó uno de los singles más exitosos en la carrera de la artista. La composición deriva de “Never Young Again”, un track del productor francés perteneciente a Disco Science (2000), su segundo disco.
Music sigue con “Impressive Instant”, el primer single promocional del álbum, un ejemplo del french house ácido que reinaba en la época. “Este es mi disco francés”, afirmó Madonna en una entrevista promocionando su álbum, algo que no solo estaba presente en su trabajo junto a Mirwais y en aquella estrofa cantada en francés. En “What It Feels Like For A Girl”, una protesta contra la hipocresía y la opresión a la mujer en la sociedad patriarcal, la cantante cita unas líneas de la película The Cement Garden (1993) dichas por la actriz francesa Charlotte Gainsbourg. Publicado como el tercer single promocional del disco, este trip hop recuerda al sonido del dúo inglés Everything But The Girl e incluye samples del guitarrista de jazz David Torn. “Don’t Tell Me”, el segundo single extraído del disco, será su primer y último acercamiento al country en su repertorio, pero “a la Madonna”. Con una técnica explícita de tartamudeo (o “stuttering”) —responsabilidad de Mirwais—, la canción comenzó como un boceto de su cuñado que Madonna luego rescataría y convertiría en otro hit.
En lo que respecta a Orbit, el productor inglés hace su primera aparición con la techno pop “Runaway Lover” y sus característicos break beats, sus sintetizadores disonantes y una fluida interpretación de La Ciccone —donde no faltan sus susurros, una marca registrada. En “Amazing”, la dupla hace gala del “California sound” con guitarras con tremolo y una distorsión similar a la psicodélica “Beautiful Stranger” (1999). Otra co-producción es “Gone”, penúltimo track aunque verdadero cierre del álbum. Esta estremecedora performance fusiona una vez más la crudeza folk con la electrónica y una de sus más sentidas letras.
Por último, “American Pie” —una versión del clásico de Don McLean— finaliza el álbum en su edición internacional, forzada a añadirla por la discográfica. A lo largo de su carrera, Madonna nunca fue propensa a grabar cóvers, pero este es un acierto. El single se convirtió en uno de sus más grandes éxitos entrado al milenio, tomando el clásico de folk norteamericano en un hit de pop radial, con la especial participación en coros del actor Ruppert Everett—con quien co-protagonizó la no muy bien recibida The Next Best Thing (2000) y para cuyo soundtrack fue grabada—. Sin embargo, esta versión no fue eximida de duras críticas para los acérrimos defensores de esta icónica canción del cancionero estadounidense, quienes la consideraron un insulto y un sacrilegio, por lo menos.
Tres videos surgieron de Music. En “Music”, dirigido por Jonas Åkerlund, Madonna viste un sombrero de vaquero en una salida nocturna junto a sus amigas, haciendo una visita a un club de strippers. Por unos momentos, transiciona a una representación de dibujos animados inspirada en la videografía del hip hop de esos años. El video generó polémica por su erotismo, lo que la llevó a decir: “Hay mucha gente todavía incómoda con la homosexualidad. Primero que todo, las chicas también van a un club de strippers, pero solo muestran hombres yendo. No se trata ni siquiera sobre lesbianismo, es sobre mujeres divirtiéndose haciendo cosas que los hombres piensan que es su territorio. A veces es bueno dar vuelta las cosas un poco”.
En el video de “What It Feels Like For A Girl” dirigido por su entonces esposo, Guy Ritchie, vemos a Madonna en total espíritu nihilista, agrediendo a todo hombre que se le acerca —musicalizado por un épico remix a cargo de Above & Beyond—, censurado por MTV. Por último, está el video de “Don’t Tell Me”, en donde adopta una estética country postmoderna, dirigido por el francés Jean-Baptiste Mondino.
Todo el aspecto visual del álbum estuvo a cargo de Mondino, viejo colaborador de Madonna. Juntos buscaron conceptualizar la yuxtaposición de elementos contradictorios que signa el álbum: la dualidad entre lo real y lo falso, lo industrial y lo orgánico, lo rural y lo urbano. Esta búsqueda está representada en la figura que Madonna llamó una “cyber cow-girl” y que podemos ver en la portada del disco.
“Fue un triunfo de la vanguardia”, expresó Mirwais sobre el éxito del disco. A sus 42 años, Madonna lo había hecho de nuevo. El single homónimo se transformó en la canción más exitosa mundialmente del año 2000. Vendiendo más de 10 millones de copias, el álbum obtuvo cinco nominaciones a los premios Grammy, incluidos “Mejor álbum Pop”, “Grabación del año” y “Mejor performance pop femenina”. Con la experiencia de siete excelentes discos bajo el brazo, Madonna encontró la inspiración para crear uno de los mejores discos del inicio del nuevo milenio.