Esta semana se cumplen 40 años desde que Joy Division publicó su obra maestra, Unknown Pleasures. El debut del cuarteto de Mánchester marcó a gran parte del sonido alternativo, saliendo de los escondites más lúgubres de los antros ingleses hasta eternizarse en una remera que vemos en cualquier recital. El diseñador Peter Saville se basó en el primer pulsar astronómico para crear la portada del álbum, pero sus picos parecen marcar una frecuencia cardíaca, lo que sirve para ilustrar cómo Unknown Pleasures aún sigue presente y su banda continúa con vida. Antes de finalizar todos sus shows, New Order dedica la última parte del set a homenajear su primera banda, y sobre las pantallas se forman unas palabras que hacen imposible esquivar el escalofrío: “Forever Joy Division.”
Mánchester fue la cuna del post-punk, y para pensar en Joy Division, hay que señalar su cualidad geográfica, de vital importancia para entender su corta trayectoria. Mánchester era el sueño de toda mente de negocios que imaginaba un levantamiento industrial. Pero el techo de los sueños era mucho más alto que el que permitió su realidad social, y un clima gris y abandonado se sumergió en el proletariado que vagaba por castillos de cemento para ganarse un salario bajo. La idea de Mánchester como una gran ciudad textil se fue apagando con cada fábrica que cerraba sus puertas de chapa para siempre; pero ese sonido metálico se volvería el germen de un nuevo sonido.
Las rivalidades en Mánchester siempre fueron inevitables: en el fútbol, el United contra el City; en el rock, Oasis contra Blur; pero también había sucedido bastante antes con Joy Division y The Fall. Esta supuesta confrontación era solo un rumor más bien social, ya que ambas bandas venían de un contexto similar y su estética estaba influenciada por una mirada literaria. The Fall sacó su nombre de la novela del escritor existencialista Albert Camus; Joy Division se inspiró en los testimonios de La casa de las muñecas de Ka-Tzetnik 135633, donde la sección llamada “joy division” era conocida como el grupo de mujeres explotadas y abusadas sexualmente por los soldados en la ocupación de la Alemania Nazi de la Segunda Guerra Mundial. Ambas novelas describen un peso asfixiante en distintas partes de la humanidad, una tirando al absurdo y otra a lo trágico, pero la impronta fundamental es que estas dos cualidades nunca estuvieron separadas. Joy Division conserva una lectura del texto El mito de Sísifo de Camus, donde un hombre es castigado por los dioses y es condenado a cargar una piedra enorme sobre una colina por toda la eternidad. El hombre la arrastra hasta la cima y al llegar la piedra vuelve a caer hasta la base; así el hombre debe volver a su tarea y el ciclo se repite durante toda su vida. Joy Division toma esa filosofía existencialista de la ausencia de un Dios denotada por los errores del hombre, quien debe cargar con la condena de la soledad y la angustia que provoca el no saber qué hacer con tanta conciencia y libertad.
Los integrantes de Joy Division tomaron del regimiento alemán no solo su nombre: en su estética había cierta obsesión bélica y una temperatura hostil. Antes de Joy Division, los mismos integrantes tenían una banda con otro nombre, Warsaw, inspirada en el tema de David Bowie y Brian Eno, pero que también es una referencia directa al Tercer Reich ya que Warszawa alude al paisaje devastado por la guerra. El disco de Warsaw (descartado por la banda en su momento pero publicado en 1994) es una versión cruda del sonido de Joy Division y una primera aproximación más agobiante de lo que sería Unknown Pleasures. Si bien en Warsaw había una menor producción en su sonido, esa inmediatez describía la atmósfera densa en la que se iba a sumergir Joy Division. La voz de Ian Curtis, mucho más punk que lo que será después, suena tan grave como oscura. Pero la esencia de los instrumentos ya aparece este proyecto, esa búsqueda industrial y obsesión con los metales fríos y los golpes secos. El bajo de Peter Hook, por ejemplo, suena más resonante y recuerda al acero de los tanques de guerra. Martin Hannett fue el productor de Unknown Pleasures y quien puso toda su perseverancia y talento en sacar adelante el concepto que veía en Joy Division. Stephen Morris, baterista del grupo, confesó que el excéntrico productor lo sometió a circunstancias poco habituales de grabación, como armar la batería fuera del estudio, en el baño o en la terraza, mientras buscaba esa timbre adecuado y el eco que necesitaba el universo sonoro de la banda.
El inicio del disco ya resume esta búsqueda: una batería de hojalata marca la intro de una de las canciones más icónicas del grupo, “Disorder”. La canción ya era conocida antes de la salida del disco, porque la banda ya la venía tocando en vivo, logrando el reclutamiento de la audiencia alternativa, sin necesidad de recurrir a estrategias tradicionales de promoción como entrevistas. Joy Division estaba destinado a lo enigmático y el misticismo que giraba en torno a los jóvenes de Salfolrd. “Disorder” marcaba el inicio distópico de algo que estaba adscrito a la desdicha, una danza epiléptica que somatizaba el dolor profundo de un individuo enfermo, en una sociedad caótica llena de deshechos automovilísticos y cemento grisáceo. El riff de la guitarra de Bernard Sumner altera el clima sonoro y lo dramático de la voz de Ian Curtis que inicia un viaje como poeta maldito: “Estuve esperando que alguien venga y me tome de la mano” dice la primer canción de Unknown Pleasures. Y en la primer canción de su segundo y último disco, “Atrocity Exhibition”, dice: “Toma mi mano, te mostraré lo que fue.” Como si de un disco a otro, Curtis logró atravesar ese pasillo que simboliza una especie de redención, el camino del necesitado para convertirse en el guía.
“Insight” es otro de los poderosos asentamientos de Martin Hannet en el grupo. Con el uso de sintetizadores y la creación de un espacio sonoro vasto, Hannet remarcaba de forma técnica la cercanía que la banda tenía con la ciencia ficción. Ian Curtis probó de distintas formas su vocalización y terminó grabándola a través de un teléfono para transmitir mejor la distancia que su productor deseaba. “Insight” es una melodía espesa que expresa la consecuencia individual de vivir en un futuro no deseado, una mente melancólica atormentada por sus recuerdos. Los recuerdos se volverán un poderoso elemento en la pluma de Ian Curtis y en la forma en que sus letras reflejan una individualidad estancada y apresada por el ayer. Por eso Joy Division tiene tanto de angustia y desahogo como de bronca por la opresión. En otra alusión a los recuerdos, “I Remember Nothing”, la canción final del disco, comienza con el ruido de vidrios rotos, como de botellas que se estrellan contra el piso y crean una imagen mental cinematográfica de una depresión sombría.
Morrissey decía que Joy Division no era un grupo de intelectuales sino de ensambladores; y algo de razón tiene, porque las canciones con referencias literarias no eran adaptaciones sino pinceladas con una mirada en común. Así pasa con “Interzone”, por ejemplo, basada en la novela El almuerzo desnudo de William Burroughs, a quien Curtis admiraba y hasta han compartido happenings donde Joy Division y Cabaret Voltaire tocaban como teloneras a una lectura del escritor beatnik. El término “ensambladores” también sirve para describir la idea conceptual de una obra de arte hecha a partir de deshechos.
Canciones como “New Dawn Fades” deslumbran el dolor y la poca empatía que percibía Ian con respecto al futuro. Sus conocidos ataques de epilepsia también se convirtieron en parte de su escritura, plasmados en “She’s Lost Control”. La danza que hacía en sus shows será inolvidable, porque no expresaba la felicidad asociada al baile sino que transmitía una mirada angustiante que parecía querer escapar de su caparazón. Ian Curtis se quitó la vida a los 23 años de edad, dejando una obra que sirvió para marcar el inicio de uno de los grupos más influyentes de la historia. El espectro de Joy Division durará por siempre, no solo en los shows de New Order ni en la estampa de remeras, sino en cada momento en que la vida se vuelve insoportable y necesitamos una buena compañía.
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Foto principal: Paul Slattery.