Honey Está Muerta. Alguna vez fue el prototipo de chica efervescente que se lleva el mundo por delante, la dulzura psicoeléctrica de Jim y William Reid hecha persona ficticia, heroína de Scott Fitzgerald transportada mágicamente a la fluorescencia de los ’80s, en fin: la protagonista de esa canción con percusión robada a Phil Spector, escondida en el centro de una cebolla de fuzz, que todos asocian de inmediato con The Jesus & Mary Chain. Y quizás fue por eso que en el ’92 (hará dos décadas exactas el próximo 23 de marzo) la asesinaron sin ternura y convirtieron su obituario en la razón de ser de su cuarto disco. Honey –y todo lo que ella representa– está muerta; ahora hacemos otra cosa.
El gesto puede haber nacido del deseo incendiario de librarse del estigma de Psychocandy (pausa para digresiones: a. déjenle a los Reid la tarea de transformar algo genial en un estigma, b. ¿existe algo relativo a The Jesus & Mary Chain que no haya sido concebido por un deseo incendiario?), pero lo cierto es que el álbum se aleja mucho menos del debut, y del resto de la discografía de la banda, de lo que sus autores pretendían. Honey estará muerta, pero su espíritu embruja los amplificadores. El molde sigue siendo en esencia el mismo; todavía late el pulso pop por detrás del ruido, por encima de las voces imposiblemente cool que despachan como si nada frasecitas controversiales. Quiero morirme como JFK, quiero morirme in the USA. Si hay una diferencia, es de grado y no de cualidad: Honey’s Dead contiene todos los recursos clásicos de los JAMC en su versión más consistente y radio-amigable hasta entonces, con la prolijidad que le aportan las artes ingenieriles de Alan Moulder y los latigazos limpios de Steve Monti, ex-baterista de Curve e Ian Dury & The Blockheads.
A los críticos no les impresionó; y es mucho más fácil cruzarse con un fan resurreccionista que insiste en desenterrar periódicamente a Honey –y todo lo que ella representa– para adorarla como el logro máximo de los hermanitos escoceses, que con uno dispuesto a defender como se debe la belleza de su fantasma.
Es cierto: los músicos que fraguaron Psychocandy, los que amaban a la Velvet Underground y a los Beach Boys y apenas sabían tocar sus instrumentos, los que actuaban en vivo borrachos y desnucaban guitarras, no son los mismos de Honey’s Dead. No tienen la espontaneidad de su lado, el encanto de lo nuevo, el poder de escandalizar intacto. Honey’s Dead es el producto de músicos más conscientes de sí mismos, diestros con las melodías, adeptos a los arreglos, un poquito más cansados. En ese contexto, mantener la postura rebelde y adolescente de los inicios corre el riesgo de pasar como despropósito y esfuerzo vacío, pero los Reid salen airosos y esto también es cierto: Honey’s Dead, veinte años después, la rockea. Adiós al aura de misterio frío de Psychocandy; la chica dorada y terriblemente inalcanzable ya no está ahí para poner distancia entre ella y el oyente, pero los resabios de su encanto viajan más infecciosos que nunca sobre las olas de sonido y celebran en 42 minutos todo lo que hace maravillosa a la Chain. Que siga muerta muchos años más.
The Jesus and Mary Chain – Honey’s Dead
1992 – Blanco Y Negro Records
01. Reverence
02. Teenage Lust
03. Far Gone and Out
04. Almost Gold
05. Sugar Ray
06. Tumbledown
07. Catchfire
08. Good for My Soul
09. Rollercoaster
10. I Can’t Get Enough
11. Sundown
12. Frequency