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    Jorge Alfano y los 40 años de Trabajo interno, el primer disco argentino de música ambient

    Sintetizadores, experimentación y meditación: repasamos la historia de una obra clave en los comienzos de la música electrónica argentina.
    De Eric Olsen14/10/2025
    Portada de Trabajo interno de Jorge Alfano
    Jorge Alfano: Trabajo interno (1985, Interdisc).

    Hay música que no busca llenar un silencio, sino abrirlo. Trabajo interno, el primer disco de Jorge Alfano publicado en 1985, nació de esa intención: un intento de escuchar lo que pasaba adentro. Para el artista argentino radicado en Estados Unidos, la música siempre fue más una práctica espiritual que una carrera, una forma de explorar los planos más abstractos e inconscientes de nuestra mente.

    Ese recorrido comenzaría en los años 80 en Nueva York, donde grabaría cuatro piezas instrumentales inspiradas en la música sufí, el minimalismo y las posibilidades que ofrecían los primeros sintetizadores. En un momento en que la música electrónica y la new age empezaban a cruzarse, Trabajo interno anticipó un lenguaje todavía inexplorado en nuestro país. Cuatro décadas después, ese gesto experimental se revela como un capítulo fundacional para la música ambient argentina.

    Jorge nació en Floresta, barrio de familias trabajadoras donde casi todas las casas tenían un piano aunque pocos sabían tocarlo bien. Desde muy chico le llamó la atención la manera en que cierta música podía cambiarle el ánimo, y empezó a explorar esa sensación con curiosidad. La muerte de su padre, cuando tenía 13 años, lo obligó a empezar a trabajar, primero de plomo en una orquesta de casamientos y más tarde como bajista y pianista en distintas bandas.

    “Para mí, la música no era solamente un hobbie —recuerda Jorge en conversación con Indie Hoy—. Había que laburar, ser obrero de la música, salir a trabajar a donde sea. Así que tocaba todas las noches en cabarets, en casamientos, en lo que sea. Pero también tenía una inquietud muy profunda: para mí la música era un camino espiritual”.

    A los 18 años se sumó como bajista a Horizonte, banda con la que publicó un disco de rock fusión y folclore, y en uno de sus recitales conoció a Alejandro Lerner, con quien forjó una fuerte amistad marcada tanto por la música como por un interés compartido en la espiritualidad y la filosofía. Durante esos años compartieron grupos de meditación, leían libros como El Kybalión y La vida impersonal, y estudiaron al místico George Gurdjieff y sus ideas acerca de cómo despertar del "sueño despierto" en que vivimos.

    “El papá de Alejandro era psiquiatra, un tipo muy avanzado, y nos pasaba libros que nos fueron abriendo la cabeza —recuerda Jorge—. Yo siempre tenía mis ojos en que tenía que haber algo más. Creo que la muerte de mi papá tuvo mucho que ver con eso: cuando lo vi morir y vi que su alma dejó su cuerpo, me di cuenta que había algo más de lo que se ve a simple vista”.

    En los años 70, cuando en Argentina todavía era difícil encontrar información sobre música del mundo y misticismo, Jorge empezó a investigar por su cuenta: estudió metafísica, yoga y encontró la música de la India, el jazz de John Coltrane, y la música argentina de vanguardia como Astor Piazzolla, Gato Barbieri y Mercedes Sosa. “Me di cuenta que en todos los ámbitos de la música había gente intentando hacer algo nuevo. Eso me ayudó a refinar mi oído y entender mejor qué quería hacer”, dice.

    Jorge Alfano.
    Jorge Alfano. Foto: Daniel Tencer.

    Era la época de los militares y de los desaparecidos. Argentina se volvía un país cada vez más difícil de habitar, ni hablar de crecer como músico. En recitales, la presencia y los secuestros de la Coordinación Federal, la policía secreta militarizada, se hacían cada vez más comunes. En las calles y las mentes, crecía un clima de vigilancia, tensión y desolación. “Nosotros zafamos, pero se volvió claro que no había futuro, que no había lugar a dónde ir”, dice Jorge.

    Al mismo tiempo, su interés en la espiritualidad y la música del mundo crecía, así que tomó una decisión. En 1981, como tantos otros artistas argentinos por ese entonces, abandonó el país y se instaló en Nueva York, donde se adentraría en el mundo de los sintetizadores y se encontraría con la música ambient de Steven Halpern y Brian Eno.

    “Un día entré a un café en el Village y escuché una música que me dejó en shock: simple, bien armada, con mucho gusto —recuerda—. Una música que no era para la cabeza: no era John Coltrane, ni Piazzolla, ni funk, jazz o folclore. Me acerqué a la casetera y vi que era Steve Halpern. Me compré todos sus casetes, años después tocamos juntos en más de 20 discos. También encontré los discos de Brian Eno, el primero en crear música ambient, que antes se llamaba new age. Nada de eso existía en Argentina”.

    Igual de novedoso fue el teclado Korg Polysix, uno de los primeros sintetizadores accesibles en incluir arpegiador y secuenciador; un instrumento de sonido cálido, casi orgánico. Jorge decidió usarlo para grabar unas piezas con una grabadora de cuatro canales que un amigo baterista había instalado en su departamento de Queens. Inspirado en sus lecturas sobre las danzas sufís, preparó cuatro piezas, una dedicada a cada elemento: fuego, aire, agua y tierra. El proyecto se llamó Inner Work, o como se publicaría años más tarde, Trabajo interno. 

    “El trabajo interno era el mío —cuenta Jorge—. Traté de encontrar una forma de expresión que no tenga límites ni conceptos de conservatorio, o comerciales, ni estructuras conocidas. Por eso no toqué el bajo. El trabajo interno es limpiar todo lo que te frena de ser quien sos de verdad. Estar presente, consciente en el momento, eso es improvisación, eso es espontaneidad. Cuando un músico tiene esa libertad, ahí se unen música y espiritualidad. Cuando un pájaro canta, no lo ensaya, no lo compone: nada más canta”.

    Jorge Alfano.
    Jorge Alfano. Foto: Daniel Tencer.

    En la historia de la música argentina, pocas obras suenan tan solitarias y adelantadas como Trabajo interno. Aunque fue grabado con un solo sintetizador, tiene un sonido expansivo: cada nota respira, se propaga, crea su propio ecosistema: algunos más etéreos y ensoñadores, otros densos y profundos. Cuarenta años después, es un disco que sigue sonando a futuro, y a la vez resuena con un eco ancestral, una música que parece existir al margen del tiempo.

    La experimentación en el estudio explica gran parte de esa singularidad: Jorge probó qué pasaba si reproducía las cintas al revés y superponía nuevas capas, generando una nueva textura “misteriosa y muy interesante”. Inspirado por el minimalismo estadounidense y compositores como Philip Glass, buscaba que el sonido mismo se convirtiera en una forma de meditación. Hoy muchos asocian a la música new age y ambient con playlists de música genérica diseñada para calmar el estrés de la vida moderna, pero para Jorge, la relajación no era un fin en si mismo, sino una vía para abrir la mente y despertar la conciencia. 

    “Es como un mantra —cuenta—. La repetición en la música mística tiene que ver con el trance, un estado que abre un portal en la conciencia. El universo es mental, pero nuestra mente se acostumbra a ciertos modelos, a ciertas cajas, y para romperlos hay que insistir con una frecuencia y repetirla, para que vaya machacando, en términos criollos. Esa frecuencia empieza a trabajar con la glándula pineal, que es la que autoriza la creatividad, la visión del universo y del interior. Entonces, hay cierta forma de componer música que puede ayudar al trabajo interno. La música no es entretenimiento, es una técnica para la transformación”. 

    El disco se grabó y mezcló en apenas una semana, pero las grabaciones quedaron guardadas por más de tres años mientras Jorge volvía a Argentina para tocar con su amigo Alejandro Lerner y grabar el hit que catapultaría la carrera de Lerner, “Todo a pulmón”. “En 1983 Alejandro me llamó para armar la banda otra vez y tocar en Obras Sanitarias —recuerda Jorge—. Entonces explotó todo: giras, dinero, fama. Pero yo seguía metido en mi búsqueda espiritual, intentando encontrar un camino más verdadero”. 

    El regreso a la Argentina también trajo una oportunidad inesperada. En una visita a las oficinas de Interdisc, el sello donde grababa Lerner, el dueño Rubén Aprile le preguntó si tenía algún proyecto propio, y Jorge le hizo escuchar esas grabaciones que había hecho en Nueva York: “Le dije: mirá, esto es lo que se viene, pero acá no existe, hay que jugársela, es un experimento”. Aprile aceptó el desafío y en 1985 Trabajo interno llegaba a disquerías de todo el país en vinilo y cassette, con una portada blanca donde se dibujaba, apenas perceptible, una pirámide formada por líneas claras. “Era una tapa completamente esotérica —explica Jorge—, cada línea representa los elementos. No quería que sea una foto de mi cara, la idea era que fuera algo impersonal, más allá de lo comercial”.

    Trabajo interno tuvo una repercusión sutil en su momento, pero sufrió las consecuencias de muchas obras adelantadas a su tiempo. Una entrevista en la Revista Pelo describiría a Jorge como un “músico de la nueva era”, sin asociar el disco a la incipiente corriente de música electrónica que estaba empezando a brotar en Argentina: ese mismo año se publicaría el también fundacional Orquesta de Carlos Cutaia junto a Daniel Melero.

    “Interdisc empujó el disco, pero claro: temas larguísimos, toda una cosa esotérica... Las radios no entendían nada —recuerda Jorge—. Cada vez que iba tenía que explicarles qué era new age, de dónde venía la idea de una nueva era. Me veían como un marciano total. Y también creo que la experiencia de haber vivido con los militares todavía estaba ahí. Cualquier cosa que hablaras de conciencia, de conocerte a vos mismo, de espiritualidad, de ser músico, de ser creativo, de que no haya estructuras… todavía era muy difícil y peligroso”.

    Trabajo interno fue apenas el primer paso de una exploración que duraría una vida entera. Jorge se adentró en la etnomusicología y la música de los Andes, donde se unió a una hermandad quechua y pasó años estudiando la cosmogonía andina. En paralelo, se formó en metafísica e hipnosis terapéutica, fundó el instituto Sacred Sounds y viajó a Japón para profundizar en el estudio del bansuri y otras flautas tradicionales.

    Grabó varios discos —solistas y junto a Steven Halpern, una de las figuras centrales de la música new age—, llegó a tocar dos veces para el Dalai Lama y fue uno de los principales productores del sello The Relaxation Company, con un extenso catálogo dedicado a la música para la relajación, el yoga y la meditación. Actualmente se dedica a explorar la relación entre sonido y sanación, investigando las teorías de Nikola Tesla y Royal Rife que vinculan la vibración, la luz y la frecuencia con procesos de regeneración celular.

    “La parte más importante de este camino es saber escuchar —asegura Jorge—. Por eso trabajo mucho en el silencio, ahí está todo lo que necesitás. Es lo que Pitágoras describía como la música de las esferas, la música de las moléculas, de los elementos. Esa es la verdadera música, nosotros la materializamos de la forma en que a nuestra mente humana le parece bella o interesante. Pero en realidad, saber escuchar es el comienzo de toda música mística”.

    Jorge reconoce un nuevo interés en la música ambient y new age en los últimos años. “Sé que hay una movida —cuenta—. La música ambient está creciendo mucho, hay un campo enorme para explorar. Me parece fantástico que 45 años después de que empezó, ya es ahora de que le den bola. Escucho a muchos compositores haciendo cosas muy buenas, porque creo que estamos en una época de apertura cósmica y tecnológica muy importante, cambios que nos van a permitir evolucionar y seguir curándonos a través de las frecuencias”.

    Décadas después de su publicación, Trabajo interno volvió a ser descubierto por un nuevo público y se convirtió en un vinilo de culto entre coleccionistas de música electrónica periférica, sobre todo después de que la canción “Fuego” fuera incluida en Síntesis moderna, el compilado curado por los DJs Ric Piccolo y Ariel Harari con joyas experimentales y poco conocidas de la música argentina de los 80. Un una reseña del disco publicada en Bandcamp, el crítico Richard Villegas compara su sonido al de “los relajantes viajes intergalácticos de Vangelis”.

    Hoy, el nombre de Jorge Alfano vuelve a aparecer asociado a los primeros pasos de la música ambient y electrónica en Argentina, una escena y un legado que durante décadas se mantuvieron ocultos. “Todos los años sucede algo con ese disco —reflexiona el músico de la nueva era—. Tengo más de 20 discos, pero Trabajo interno es el que siempre vuelve a aparecer en mi vida, es increíble. Nunca lo hice para ganar dinero, ni mucho menos ser famoso o reconocido. Lo hice por una cuestión espiritual, porque sabía que se venía un momento importante: el despertar de mucha gente hacia algo evolutivo”. 

    En la contratapa de Trabajo interno puede leerse una frase todavía vigente: “Esta música está dedicada a cubrir ese espacio de tranquilidad, meditación, viaje interno que tanto se necesita en la época que nos toca vivir”.

    Música en Argentina
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