En tiempos en donde las voces estruendosas parecen ser un requisito excluyente de la fórmula pop, escuchar la suave y delicada voz de Karen Carpenter es una experiencia atemporal. Pero su poderoso contralto era una rareza, incluso en el auge de su carrera.
Junto con su hermano, Richard Carpenter, dieron forma a The Carpenters: entre 1969 y 1983 sacaron 12 álbumes de estudio y vendieron alrededor de 100 millones de discos, convirtiéndose en la banda de mayores ventas durante la década de 1970 en Estados Unidos.
En fuerte contraste con el hard rock, el rock progresivo y el glam rock reinantes en esta era “post-Beatles”, la música de los Carpenters apelaba a una variedad muy amplia de oyentes. No comulgaban el recién nacido cliché “sexo, drogas y rock and roll”, y sumado a una imagen menos que inofensiva fueron tildados de “conservadores”, y desdeñados por el rockero promedio y parte de la crítica de entonces. En su defensa, Richard ha dicho por esos años: “No hacemos música pop blanda y poco imaginativa. No copiamos grabaciones de otras personas. Somos más creativos que eso. Hacemos nuestros propios arreglos, nuestras propias orquestaciones. Tratamos de brindar nuestra propia interpretación a una canción”.
Sus inicios en la música
Karen nació en marzo de 1950, en el seno de una familia de clase media. A sus 13 años, la familia se mudó a la ciudad californiana de Los Ángeles. Durante su infancia estuvo expuesta a la música gracias a su padre y, por supuesto, la radio.
Fue Richard quien desde temprana edad demostró una singular afinidad por la música. Sus padres entendieron su precoz talento, y no dudaron en comprarle un piano. Demostró ser más que apto, y fue considerado un prodigio. Para su adolescencia, ya estaba decidido en ser parte de la industria. Karen —quien observaba a su hermano compenetrarse cada vez más con el arte— era mientras tanto una “marimacho” (como la llamaban risueñamente), fan del baseball.
No fue hasta 1964 que decidió formar parte de la banda de su colegio. Le fue asignada la armónica de metal pero se aburrió al instante y la batería despertó su intriga. Le pidió al director de la banda si podía cambiar de instrumento y él no se negó pero le advirtió que “las chicas no tocan la batería”. Esto no fue suficiente para detenerla y rápidamente descubrió su pasión como música. Estudió el instrumento durante un tiempo, primero con Bill Douglass (baterista de Art Tatum) y luego siguió por su propia cuenta. Su hermano, tres años mayor que ella, notó su potencial y la invitó a formar parte de proyectos musicales con él. Karen contaba con solo 15 años. Hasta ese momento, nadie —ni siquiera ella— se había percatado de sus dotes vocales.
Richard y Karen recorrieron el profuso circuito musical de California y salieron victoriosos en numerosos concursos de talentos, pero se chocaban con la poco entusiasta reacción del público debido al inicial material jazzero de los hermanos, alejado de la predominante psicodelia de los 60.
Al poco tiempo, Richard decidió incluir más canciones melódicas en su repertorio y así Karen comenzó a cantar. Una vez graduados de la secundaria, ambos asistieron a la Universidad de California para estudiar música, Richard en piano y Karen en voz, aunque no fue de mucha utilidad ya que académicamente no interesaba su voz natural y debía cantar con su voz de cabeza. Entre pruebas y audiciones, Karen llamó la atención de un bajista sesionista de los más solicitados en la industria californiana, Joe Osborn, quien era dueño de un pequeño sello independiente.
Obsorn les ofreció grabar en un estudio profesional, y los hermanos enviaron sus demos a todas las compañías discográficas de Los Ángeles. Finalmente pudieron concretar su máxima pretensión: un prometedor contrato discográfico. Esto derivó en un disco debut, Offering, en 1969. Karen se encargó de la batería y la voz principal en todo el disco (además del bajo en dos canciones). Su hermano, de los arreglos, la composición, la producción, y la dirección musical de la banda. El LP no funcionó comercialmente, sin embargo, fue un viejo objetivo alcanzado. Influenciados por el refinado sonido de Burt Bacharach, las sofisticadas armonías de los Beach Boys y sus inicios en el jazz, The Carpenters estaban listos para volverse la sensación pop del momento.
La fama mundial
Un año más tarde sacaron su segundo disco, Close to You, cuyo homónimo primer track se convirtió en su canción insignia y los alzó al estrellato. “Close to You” era una relativamente vieja composición de Bacharach (co-escrita junto a su habitual colaborador Hal David) que les fue propuesta por la discográfica. Richard aceptó versionarla y lució a la perfección la quintaesencia musicalidad de la banda: la profunda, tierna y a la vez madura voz de Karen, junto a los brillantes arreglos de Richard que oficiaban de perfecto cobijo para la performance de su hermana.
En el transcurso de un par de meses, el dúo se convirtió en la revelación que sacudió la industria, las radios y las bateas en ambos lados del Atlántico. Fueron nominados para dos Grammy en las categorías “Mejor artista nuevo” y “Mejor performance de un dúo, grupo o coro” (compitiendo ni más ni menos que con “Let It Be” de unos conocidos ingleses), y ganaron ambas. El álbum les proveyó otro hit, “We’ve Only Just Begun” (de autoría de Richard y su colaborador letrista John Bettis) que les abrió el terreno para una racha de hits a lo largo de los años venideros.
La baterista que cantaba
Para 1973, los hermanos se encontraban en el ápice de su éxito y la joven Karen era la protagonista. Se mantuvo como baterista en los primeros años de la banda, con el ahora nuevo y aclamado papel de cantante. Y, si bien se contaban escasos antecedentes de bateristas mujeres en la música popular —particularmente Honey Lantree, quien fue su principal inspiración—, nunca habían logrado tanta exposición y consistencia como ella. Su faceta como cantante eclipsó su destreza en la batería, pero esta superaba lo meramente rudimentario: obtuvo elogios por pares como Buddy Rich y Hal Blaine.
El instrumento representaba su esencia: “Agarré un par de baquetas y fue la cosa más natural que había hecho”, dijo. Se veía a sí misma como una “baterista que cantaba”, rebosando de alegría cada vez que golpeaba los tambores. Enamorada del sonido de los Ludwig —su marca predilecta gracias a Joe Morello y Ringo Starr—, Karen era una baterista consumada de una sutil e impronta personal. Sus impecables interpretaciones simultáneas, tanto vocal como en la batería, la convertían en una atracción ineludible.
Un trágico final
A medida que los hermanos fueron ganando éxito, Karen había accedido no muy conforme a dejar el instrumento en vivo, durante ciertas canciones debido a presiones de Richard y la compañía. Para 1975, finalmente cedió ante la necesidad de volverse una “frontwoman”. La batería le brindaba seguridad, incluso más que su voz, y esta fue unas de las razones por la cual no quería alejarse del instrumento. Dicho rol fue disminuyendo cada vez más hasta casi relegarlo por completo.
Ese mismo año su anorexia nerviosa comenzó a manifestarse. Su cuerpo y su mente no aguantaron y debió reposar bajo orden médico, viéndose obligados a cancelar una gira europea. Este trastorno databa de principios de década y se enfatizó durante la segunda mitad. Su cuerpo había avanzado a un estado de extrema delgadez. Sus amigos más cercanos no sabían cómo ayudarla, la enfermedad era virtualmente desconocida. Recién a comienzos de los 80 tomó ayuda por su cuenta, pero no fue suficiente. Su abuso de cápsulas y laxantes la estaban deteriorando cada vez más. Finalmente, el 4 de febrero de 1983, su corazón dejó de latir. Afectada por los constantes y drásticos cambios de peso, y años de maltrato a su cuerpo, Karen falleció a sus tempranos 32 años.
Su repentina muerte causó una consternación social e hizo que los trastornos alimenticios pasaran a una primera plana, cobrando una conciencia generalizada y una mayor visibilidad desde entonces.
35 años después, su legado
Durante los últimos 30 años se ha reevaluado la obra de los Carpenters y comenzado a reconocer sus méritos. La presencia de Karen como música y cantante le ha ganado un espacio dentro de la historia de la música popular.
El sonido de los Carpenters, melodioso y meticulosamente producido, era laureado por una melancolía inherente a la voz de Karen. Su alma de baterista le otorgaban un superlativo control vocal al momento de cantar. Poseía un caudal de voz que era producido sin esfuerzo alguno, como un talento innato. Su voz era sensual y oscura, de esas que demandan ser escuchadas. Fue de las intérpretes de timbre bajo que más ha grabado en la historia, y era de primeras tomas. John Lennon y Paul McCartney halagaron su unicidad: “La mejor voz femenina del mundo, melodiosa, armoniosa y distintiva”, palabras de Sir Paul.
Cuatro años después de su muerte, un joven cineasta de nombre Todd Haynes trascendió por su polémico cortometraje biográfico Superstar: The Karen Carpenter Story, donde narra la vida de Karen interpretada por muñecos barbie. Al no poseer los derechos de las canciones para su uso, Richard Carpenter inició acciones legales y ganó la disputa. Se decidió entonces destruir las distintas copias de la película, prohibiéndose su distribución. Con el correr del tiempo, el film ha logrado el status de un clásico de culto.
Cantantes como Madonna, Christina Aguilera y K. D. Lang la han nombrado como una fuerte influencia. Bandas como The Cranberries y Sonic Youth la han homenajeado, versionando sus canciones en un álbum tributo a los hermanos titulado If I Were A Carpenter (1994).
Sheila E., Debbie Peterson, Kelley Deal y Andrea Álvarez son algunas de las bateristas en las que la joven Karen despertó el deseo de tomar las baquetas. Músicos de jazz como Hugo Lobo, Charlie Hunter y Pat Metheny, también se han declarado grandes admiradores de los hermanos, y en especial de Karen. Este último dijo: “La voz de Karen siempre ha sido una referencia para mí, y su fraseo siempre ha sido una inspiración. Cuando pienso en los Carpenters pienso, por ejemplo, el nivel de maestría musical que representan, y la profundidad y la emotividad representadas en la voz de Karen. El tipo de habilidades que hacen a esas canciones, y lo que hacen musicalmente… Yo abrazo todo eso, completamente. Nunca sentí la necesidad de crear algún tipo de distancia entre su música y cualquier otra cosa. Para mí, verdaderamente habla por sí solo y vive en sus propios términos. Posee una atemporalidad resonante de la música en sí”.