Las obras conceptuales tienen la particularidad de dar fruto de la abstracción total. Toda la experimentación del arte pasa por encontrar un sentido fuera de lo convencional, y si hay alguien que no se puede dejar de lado al hablar sobre experimentación es a John Cage. Vanguardista por donde se lo mire, Cage fue un compositor y teórico musical que llevó al extremo cada ítem de estudio y encontró el abismo de las adversidades que confrontaba.
Organ²/ASLSP es una de sus obras más extraordinarias por su singularidad, ya que refiere a lo más lento posible (“As Slow As Possible” en inglés). La primer versión se escribió en 1987 como una adaptación para órgano de la obra original de 1985, y se trata de una partitura que fue escrita con una duración estipulada de 639 años. Comenzó el 5 de septiembre de 2001, en el 89º aniversario de su creador fallecido en 1992, cuando un grupo artístico planeó el proyecto de seguir sus apuntes para tal composición y llevar a cabo la interpretación más lenta y más larga de la historia. Los primeros 17 meses fueron de silencio absoluto, hasta que luego empezó a emitir sus primeros sonidos al salir de unos tubos. Lo que parecía inaudito, funcionó y así lo seguirá haciendo hasta el 2640.
La instalación se encuentra en Halberstadt, una ciudad de Alemania de aproximadamente 49.000 habitantes, conocida por ser el lugar en donde se construyó el primer órgano tal cual hoy lo conocemos, con 12 teclas por octavas. La obra se manifiesta sola, sin la necesidad de alguien que la interprete físicamente, en la iglesia de Sankt-Burchardi construida alrededor del año 1050 por Burchard de Nabburg, destruida en el 1600 durante la Guerra de los 30 años y reconstruida en 1711. Muchos visitantes han tratado de fraudulenta la obra porque en el momento de su contemplación el órgano no emitió sonido. Pero la composición exige una comprensión ampliada del tiempo musical, ya que entre cada nota y silencio de la partitura pueden pasar varios años.
El concepto filosófico de esta pieza se centra en la finitud de la vida terrenal del autor frente a la de su obra. John Cage puso en cuestión la momificación del arte pero le otorgó un pulmón especial, a modo de fuelle, que le permitiera superar generaciones y generaciones después de la defunción de su creador. O por lo menos eso se estima, el tiempo lo dirá. Pero a la vez es el mismo tiempo aquel dios que impuso a John Cage una vida de estudiar todos sus detalles de su obra.
El tiempo es uno de los objetos de estudio centrales en la carrera de John Cage, junto con el azar, ya que su filosofía está en contra de la rigidez en el arte y hace del accidente una forma de expresión. Sus técnicas fueron siempre muy variadas, pero todas apuntaban en cierta medida a lo mismo: a la contingencia. Otra de sus obras más conocidas es 4’33’’, una pieza donde el intérprete se debe sentar frente a su piano pero sin emitir ninguna nota, solo sus silencios. Esto abre espacio a lo más fugaz de una interpretación, desde la incomodidad de la tos de algún espectador, hasta el sonido del paso de hoja de la partitura.
Este mismo tratado del azar se puede apreciar en muchas otras expresiones en Estados Unidos en la década de los 60. Así como John Cage trabajaba con bañeras, también existía el colectivo artístico Fluxus que destrozaba pianos (Sonic Youth hizo lo mismo a modo de homenaje). Pero fuera de la música, el azar también se estudió en la pintura, teniendo a Jackson Pollock como referente. Su técnica de action-painting ponía a la acción de pintar como primordial, por sobre a la obra de arte. Pollock se posicionaba de distintas maneras, cambiando los ángulos y salpicaba pintura a modo de retratar el instante. Esto daba por hecho que ni siquiera el mismo Pollock podía repetir uno de sus cuadros.
En la literatura surgen las técnicas del cut-up de William Burroughs, que cortaba párrafos de textos distintos y los ordenaba al azar, dando como resultado algo nuevo que enfrentaba la lógica de razonamiento. En otro sentido aparece Jack Kerouac con aquella narrativa libre y ese dejar fluir de la escritura, como si fuera la nota de un saxofón interpretando un free jazz a lo Ornette Coleman. En el cine hay varias referencias, pero tres nombres que sí o sí tienen que estar son: Jonas Mekas, con la cámara como una extensión de su brazo y con el registro de casi toda su vida a modo de diario; Stan Brakhage, con su forma múltiple de experimentar sobre el fotograma y trabaja la materialidad pegando mariposas y proyectándolas para ver cómo incidía la luz; y John Cassavetes, conocido por su técnica de la improvisación actoral con estímulos alcohólicos.
John Cage es una figura que mucha gente va a valorizar al mismo tiempo en que será bastardeado por el lado opuesto. Pero la intención de su obra pasa a convertirse en una forma fantasmal, donde a medida que se leen estas líneas, la Organ²/ASLSP sigue sonando en la oscuridad de una iglesia. Para John Cage la obra de arte abierta requiere el suprimir del ego y abrir el campo infinito de posibilidades que son solo víctimas del reloj: es el lenguaje del tiempo sin ningún tipo de estructuras.