A pesar de lo inmediatamente contemporáneo de sus atuendos con barbijos, esta semana se cumplieron dos décadas de la salida del álbum debut de Clinic: Internal Wrangler (2000). Lo que hoy parecería una broma de mal gusto en tiempos de pandemia, disfrazarse de enfermeros fue la decisión estética que promulgó Ade Blackburn y compañía. Clinic tenía una obsesión por crear un misterio visual, tapándose las caras para que no pueda ser posible diferenciar a cada integrante, y nunca mostrarse desnudos de uniforme a su público, tanto en sus shows como en las fotos de prensa. En sus primeras apariciones tenían ese aire de The Residents, banda que dio su bendición a este grupo de Liverpool que se ganó de inmediato la etiqueta de banda de culto por su imagen enigmática y su sonido experimental. Clinic trataba la historia de la música como si fuese una espiral, anclando elementos del presente para emprender una búsqueda retrospectiva de su identidad a través de la lectura de géneros diversos. Hay algo del pasado en la música de Clinic, pero nunca se podría decir que eran anticuados. La banda creó un espacio de ciencia ficción donde costaba separar el presente de los constantes déjà vu.
El germen de Clinic data de mucho antes del disco celebrado, sus integrantes transitaron muchas metamorfosis antes de alcanzar su forma final. Ade Blackburn y Jonathan Hartley empezaron a tocar juntos en una banda que se llamaba Sunny Rainy Afterlife en 1984. Luego mutaron a Jellystone Park, pero siguieron buscando su camino, probando formaciones, y volvieron a aparecer años más tarde, esta vez como Pure Morning, con la que terminaría consolidándose como la formación oficial junto al baterista Carl Turney y el bajista Brian Campbell. El sello independiente Radar Records publicó su único álbum, titulado Two Inch Helium Buddah en 1996. Hasta que finalmente en 1999, y ya bajo el nombre que todos conocemos, Clinic firmó con Domino Records para su primer disco.
Internal Wrangler presenta una impronta del proto-punk de los años sesenta pero sin perder la esencia del sonido alternativo del britpop de esa época. Clinic priorizó en sus inicios un carácter distorsionado bien garage, una presencia disonante y estridente, y una atmósfera repleta de reverberación. La banda tomó esta postura proto-punk a partir de toda la corriente que emergió con The Velvet Underground, e incluso hay una especie de homenaje en la canción “Distortions” que toma una frase de uno de los clásicos más recordados de la agrupación neoyorkina, “Candy Says”: “I’d like to know completely/What others so discretely talk about.”
Gran parte de su reconocimiento fue gracias a que Thom Yorke destacó a Clinic como una de las mejores cosas que estaba sucediendo en la música inglesa a principios del milenio. Radiohead invitó al grupo a que formara parte de su gira por Europa en plena ebullición del post-apocalíptico Kid A. En el sonido de Clinic había mucho de la exploración experimental de Radiohead, y algunas de las canciones de Internal Wrangler tienen tintes análogos. Está esa melancolía que subyace en “Distortions” con un Ade Blackburn que opta por la voz aguda al mejor estilo Yorke (una de las pocas canciones que canta con claridad), sobre un escenario onírico creado por los sintetizadores. “The Second Line” genera la misma proyección, con una intro de guitarras muy Jonny Greenwood y un desarrollo frenético. Ese fue el primer single adelanto del disco, salió junto a un videoclip animado que sigue el vuelo de una mosca hasta la garganta de una mujer durmiendo.
“The Second Line” además abre una de las aristas del pasado con sus referencias a los funerales de jazz que llevaban ese nombre. Se trata de una de las celebraciones culturales más importantes de la comunidad africana en Estados Unidos, que tomó vigencia en Nueva Orleans a partir de marchas que se conmemoran con alegría. Incluso desde su portada, Internal Wrangler remite al free jazz de Ornette Coleman, un arte de tapa casi calcado del disco que sacó el famoso saxofonista en 1962 titulado Ornette!. Clinic solo se preocupó por cambiar el nombre, pero luego la forma y su paleta de colores es exactamente igual. Otro homenaje aparece en los títulos de algunas canciones, ya que Coleman solía usar iniciales y Clinic lo copió en canciones como “C.Q.” y “T.K.”.
Internal Wrangler es un disco ecléctico abierto a distintos sonidos y emociones que se complementan perfectamente. El disco comienza como en un ritual frente al fuego con la hipnótica “Voodoo Wop”, una ceremonia de tambores y bongos que te rodea en círculos con sus vibraciones. Es un revival sonoro que combina vestigios del grupo femenino norteamericano The Shangri-Las con el alma de Beethoven en un instrumental fúnebre. Pero hay escenarios tranquilos, como la caminata junto al mar de “Earth Angel”, que luego pasa a la agitación y la locura de “Hippy Death Suite”. También puede volverse frío y mecánico, con temas como “2/4” que tiene una adrenalina neopsicodélica.
Internal Wrangler fue un estreno deslumbrante de una banda que empezaría a cosechar seguidores por todas partes y recién encendería la mecha de lo que iba a explotar luego con su consecuente Walking With Thee (2002), su álbum más exitoso. Luego de varios trabajos más, Clinic presentó el año pasado su décimo y más reciente trabajo discográfico titulado Wheeltappers and Shunters (2019). Hoy se encuentran más vigentes y citados que nunca por su extraño presagio.