Si la carrera de Radiohead pudiera dividirse en dos partes, sin dudas el punto de quiebre sería Kid A (2000) y su radical cambio de sonido que los llevó a sumergirse en los inhóspitos paisajes del post rock y el ambient.
Antes de ese disco fueron una atípica y cambiante banda de rock dominada por la creativa e ingeniosa dupla de guitarras de Jonny Greenwood y Ed O’Brien sobre las que aparecían las melodías frágiles pero poderosas de Thom Yorke. De esa hipotética primera etapa en la carrera del quinteto de Oxford suele haber consenso entre los críticos en considerar a OK Computer (1997) como su punto más alto y a Pablo Honey (1993) como el más débil. Y, sin embargo, este último es un disco fascinante y no siempre valorado en toda su dimensión, acaso porque once canciones del álbum quedaron un tanto eclipsadas por una: el megahit “Creep”. No obstante, vale la pena profundizar en un disco debut que no tiene desperdicio y en el que el romanticismo nihilista y perdedor de Yorke se desarrolla sobre arreglos de guitarra entre etéreos y violentos que remiten tanto a Johnny Marr como a Kevin Shields.
Para entender el sonido de Pablo Honey no hay que perder de vista que, cuando este disco vio la luz, Kurt Cobain no había lanzado su último grito y el grunge aún no se había convertido en una caricatura de sí mismo. De hecho, Radiohead fue presentado por la prensa y la discográfica Parlophone como una suerte de respuesta inglesa a Nirvana y, por cierto, es indudable que “Creep” es el otro gran himno generacional de la primera mitad de los noventa luego de “Smells Like Teen Spirit” (por trillado que esté “Creep” nunca dejara de ser un temazo. ¿A quién le importa Albert Hammond y su acusación de plagio?) Pero Yorke y los suyos eran estudiantes cultos de un colegio acomodado inglés y no chicos de clase media baja de Seattle y eso se notaba tanto en la complejidad de los contrapuntos de las guitarras, en la obsesión de Greenwood por convertir el sonido de la guitarra en otra cosa (obsesión que comenzó en el ataque furioso que anuncia el estribillo de “Creep” y que se extendería hasta nuestros días), como en las claras influencias del shoegaze y los Smiths más que del punk y la escena indie norteamericana de los ochenta (exceptuando la horrenda “How Do You?”, un frustrado intento punkie).
Pero, ¿qué hace tan especial a Pablo Honey”? Para empezar, Radiohead jamás volverá a sonar tan dulcemente melancólico y a la vez hipnótico como en la bella “You” y esos tejidos de guitarras que abren el disco a puro romanticismo nostálgico o como en esa gema pop olvidada que es “I Can’t“. Por cierto, la temática de Yorke en este disco no es la máquina de picar carne del sistema consumista capitalista en el que estamos atrapados sino un amor difícil. El mismo que se vuelve obsesivo en “Thinking About You” (que nació como un tema cuasi punk y derivó en una magnifica balada acústica con rasgueo doblado de guitarras), degradante en “Creep” o concluido en esa exquisitez ensoñada y poco recordada llamada “Lurgee” que musicalmente marca una tendencia del disco: canciones que comienzan envueltas en guitarras delicadas, pero con un pulso nervioso y tambaleante que, tarde o temprano, devienen en olas de electricidad y distorsión. Tal vez, el ejemplo máximo de esto es “Blow Out” que arranca sutil bajo la forma de una extraña y ensoñada suerte de bossa nova nocturna y eléctrica para convertirse en una furiosa muestra de noise y shoegaze de guitarras incendiarias.
Pero no todo es desamor en Pablo Honey. Eran los noventa y el cinismo y la ironía estaban a la orden del día entre los adolescentes indies. Allí está la maravillosa “Anyone Can Play Guitar” para demostrarlo desde su título y su letra que se ríe del estrellato rockero (“Me dejo crecer el pelo, quiero ser Jim Morrison”). Una canción perfecta que intentó ser corte de difusión y fracasó bajo la despiadada sombra de “Creep” o el relato nihilista de “Prove Yourself” (“respiro, sangró, ruego, rezo pero estoy mejor muerto”). Y esa fusión entre romanticismo (pensando, desde luego, en el melancólico movimiento artístico del siglo XVlll, no en Luis Miguel) y nihilismo es una asociación clave para entender la lírica yorkiana de esos años. Frente al desamor y al sufrimiento por la imposibilidad de ser amado (“Vos sabés que lo intento pero no puedo”) Yorke a la manera de Morrissey en su etapa Smiths se regocija en su quebranto (“tu piel me hace llorar”) y acepta el sin sentido de la existencia (“No pertenezco aquí” o más aun “parece que el mundo va a terminarse pronto ¿Por qué debería creer en mí mismo?”). El nihilismo (término que deriva de la palabra “nada” en latín) tal como lo entendía Nietzsche, nos habla del sinsentido y el absurdo de un mundo en el que se perdieron todos los valores tradicionales. Y, en Pablo Honey, el joven Yorke demuestra ser un letrista nietzscheano. Es interesante pensar que si la salida del nihilismo es un punto clave en la obra del mítico filósofo alemán (sobre la que no viene al caso ahondar en este texto) puede decirse que para enfrentar la cuestión nihilista, el líder de Radiohead tenía una propuesta: Alzar la voz frente a la angustia paralizante de aquel fin de siglo, dejar de susurrar y empezar a gritar (tal como lo expone en esa otra gran pieza de pop a la vez climático y desesperado que es “Stop Whispering“). Así habló Thom Yorke.
Radiohead – Pablo Honey
1993 – Parlophone / Capitol
01. You
02. Creep
03. How Do You?
04. Stop Whispering
05. Thinking About You
06. Anyone Can Play Guitar
07. Ripcord
08. Vegetable
09. Prove Yourself
10. I Can’t
11. Lurgee
12. Blow Out