Hablar de Screamadelica es hablar de una obra que se adelantó a su tiempo y reformuló el callejón sin salida en el que se encontraba el rock al inicio de la década de los noventa. Pero también es narrar la historia de una experiencia colectiva y cultural única que se dio entre músicos, productores y personajes que conectaron profundamente con el signo de sus tiempos y lograron crear un nuevo paradigma musical.
Hacia 1990, Primal Scream venía de cosechar tibias críticas con sus dos primeros álbumes de estudio, Sonic Flower Groove (1987) y Primal Scream (1989). Decaído de ánimo, el frontman Bobby Gillespie se encontraba recluido en Brístol viviendo del seguro de desempleo británico hasta que un día lo visitó Alan McGee, amigo de la infancia y director de Creation Records. McGee le llevó algunos discos de acid house para ponerlo al tanto del mapa musical de su época y le recomendó al que iba a ser un personaje clave en la historia de Screamadelica: Andy Weatherall. Él era al mismo tiempo albañil, periodista de NME y DJ reconocido por sus remixes de “World in Motion” de New Order y la increíble “Hallelujah” de Happy Mondays.
A través de animadas charlas sobre música y éxtasis, Weatherall se volvió amigo de la banda y le encargaron hacer un remix de la canción “I’m Losing More Than I’ll Ever Have” de su disco anterior. Una de las tres mezclas que envío sedujo a la banda y pronto comenzaron a diagramar un nuevo mapa sonoro definido por la unión de guitarras rockeras y el uso de pistas electrónicas. Así, todas las influencias del góspel, soul, rock y blues de Primal Scream eran procesadas por el increíble talento de Weatherall por crear beats y manipular samples. El resultado fue “Loaded”.
Desde el minuto cero, el primer single del disco funciona como una perfecta invitación al baile con el sample vocal del actor Peter Fonda, extraído de la película The Wild Angels (1966) de Roger Corman. “Loaded” es quizá la primera oda generacional del dance rock a las drogas, y se siente como si añejos géneros del rock, el soul y el góspel sumaran fuerzas de la música house y el dub para crear un futuro horizonte sonoro. Es también el resultado del clima descontracturado y bailable del Londres de aquellos años que, influenciado por las posibilidades creativas del éxtasis, había permitido romper los moldes musicales de comienzos de los noventas. Cuando Weatherall estrenó la canción en una discoteca el impacto en la audiencia fue inmediato y vendieron cien mil ejemplares en febrero de 1990.
Es en ese momento cuando McGee, manager de la banda y quien con el paso del tiempo se convertiría junto a Tony Wilson de Factory Records en el productor discográfico más importante de Gran Bretaña de los últimos 40 años, decidió acertadamente encerrar a la dupla creativa de Primal Scream y Andy Weatherall nuevamente en el estudio. El resultado de ese reencuentro fue el segundo single del disco, “Come Together”, que se volvería el principio del fin para la grieta que aún separaba a la cultura rock del mundo de la música electrónica. Su mezcla de instrumentos acústicos con pistas programadas planteó una nueva relación del rock con la música bailable y fundó la nueva psicodelia de drogas sintéticas de los noventas a diferencia de la psicodelia del LSD de los sesenta.
Cuando Primal Scream publicó “Come Together” en agosto de 1990, instantáneamente se convirtió en la banda más popular del Reino Unido. La canción contenía un poderoso mensaje de unión en donde la música house, en aquellos tiempos la última tendencia, potenciaba el legado musical de la cultura rock, desde Aretha Franklin hasta The Rolling Stones. Este abanico sonoro atrajo la atención de un productor clave en los comienzos del rock: Jimmy Miller. Él había trabajado junto a los Stones en su histórica época entre Beggars Banquet (1968) y Goats Head Soup (1973). Fascinado por unos demos que le mostró Alan McGee, Miller se propuso potenciar el sonido de Primal Scream a partir de sus conocimientos de la música del sur de los Estados Unidos y su característica manera de mezclar las percusiones.
Así nació “Movin’ On Up”, una suerte de versión moderna de “Sympathy for the Devil” que conectaba con el dub jamaiquino y el house de las raves y a la vez rescataba el pulso orgánico del rock y el blues, como también lo harían otros momentos del disco como “Slip Inside This House” y “Don’t Fight It, Feel It”. Publicado finalmente en septiembre de 1991, Screamadelica es un equilibrio perfecto entre fiesta y arte que captura los días de celebración y éxtasis del Londres de comienzos de los noventas mezclados con el espíritu del rock and roll. Conceptualizó una nueva psicodelia en la música en donde la guitarra comenzaba a convivir con la tecnología de los samples, como se escucha en canciones como “Higher Than the Sun” producida por el mítico dúo The Orb. En línea con esta sed por dialogar con paradigmas, Gillespie le encargó la portada del disco al diseñador Paul Cannell, quien dibujó con su mano derecha (él era zurdo) una versión del famoso logo Smiley adoptado por la cultura rave, borrando su sonrisa y resaltando sus ojos estrambóticos.
Así como el house redefinió a la música disco, Screamadelica llevó al house a otra dimensión al traer a la mesa la influencia de géneros del pasado como el soul, góspel, blues y el dub. El resultado fue una obra que se adelantó a su tiempo y definió gran parte de la relación de la cultura rock con la electrónica durante las últimas décadas. Artistas como The Chemical Brothers, Daft Punk y Kasabian fueron directamente influenciados por este disco en su forma de asociar las guitarras de rock a la electrónica. Treinta años después, Screamadelica es un claro ejemplo de que una buena lectura del pasado es una de las claves para poder generar relatos que permitan elevar la creatividad de la música y el arte del presente.