Brain Drain, el undécimo disco de los Ramones, cumple tres décadas de existencia. Un disco que siguió marcando tendencia incluso cuando la banda ya no arrasaba solo en los albergues punks y se había convertido en uno de los estallidos más importantes de la música estadounidense del siglo XX. Incluso en el disco número 11 de la banda, el punk de sus inicios se conservaba. Esta será la gran diferencia de los Ramones y las otras dos bandas más importantes del género: Sex Pistols y The Clash optaron por otros senderos en el ocaso de su carrera. Sex Pistols fue una bomba que duró poco tiempo, que explotó en 1977 con Never Mind the Bollocks y murió el año siguiente con el primer disco de Public Image Ltd. Lo que pasó entre el punk y el post-punk fue una estrella fugaz. The Clash abrió su punk a otros géneros también predominantes en el post-punk como el reggae, por ejemplo. Pero los Ramones siempre fueron los Ramones, ya que desde en principio con sus primeros discos se mostraron rudos pero melódicos a la vez. Su punk pasaba por otro lado para hacer del género algo individual y crear un concepto más bien “ramonero”.
Ramones conservó esa fórmula y supo mantener esa intercalación siempre. Y bajo el grito de “¡1,2,3,4!” sus canciones se volvían más punkis aún cuando las tocaban en sus shows en vivo, ya sea en CBGB o en un estadio. El punk de Ramones no llegaba a ser tan agresivo como el de Sex Pistols, pero la diferencia es que supieron aguantar la bola de fuego por varios años, combinando sus distorsiones con letras de amor y encontrando en su forma de hacer las cosas un idioma propio que sujetaron durante toda su trayectoria. Ramones es un símbolo del punk que sirvió de influencia a montones de bandas que le siguieron a posteriori. Mientras Ramones sacaba un disco consistente tras otro, Sex Pistols revivía a intervalos de años, como perros rabiosos enterrados en un cementerio de animales donde renacían de una forma cada vez más espeluznante.
De eso se trató el hit del disco: “Pet Sematary”, hecha para la película de terror de 1989 que adaptó la novela de Stephen King. El escritor es un gran fanático de la banda y le pidió en su momento la participación del grupo en el film, una historia de terror donde la muerte se percibe como la niebla en el bosque. En Brain Drain, Ramones respiraba el polvillo de las lápidas del grupo. Con enorme repercusión, “Pet Sematary” se convirtió en una de las canciones más pedidas por el público y fue el título del disco homenaje que hizo la banda de horror punk Misfitis, también fanáticos del cine y la música de terror. Y también hay montones de cóvers, entre los que deslumbra la versión de la banda alemana Rammstein. Ese olor a muerte se percibe desde un principio en la portada, con una pintura de Matt Mahurin que tiene algo de guiño al famoso grito de Edvard Munch.
Si bien en Brain Drain Marky Ramone volvía a tomar los palillos de la batería del grupo, quien decidía cerrar su puerta era Dee Dee Ramone. Él y Johnny no tenían una buena relación y después de tantos años la situación debió volverse agotadora. Dee Dee pone su voz en la desafiante “Punishment Fits the Crimey” y fue también el compositor de gran parte de las canciones del disco, como “Zero Zero UFO” y “I Believe in Miracles”, otro de los grandes éxitos del disco. Esta sonata salvaje y ruidosa servía como navaja de doble filo: por parte afilaba a la banda con un nueva alegría punk, pero a la vez se la clavaba en la espalda a su creador. En el video de promoción del tema aparecen letras que tiran varios mensajes, desde criptas y políticas, nombres de bandas como The Beatles, The Rolling Stones y The Kinks. Aparecen mensajes de paz pero también de una guerra interior cuando anuncian “Dee Dee Out, CJ In”, en referencia a la salida definitiva del bajista y su reemplazo por el nuevo integrante, CJ Ramone. “I Believe in Miracles” será interpretada por Eddie Vedder y Pearl Jam e incluida en el disco We’re Happy Family: A Tribute to the Ramones.
En 1989 Ramones seguía soportando los distintos cambios de rumbo de la música, una época en donde el heavy metal había estallado en todas partes y el hardcore era el zombie maldito que había llegado para ocupar el lugar que había descuidado el punk, por su falta de giro sustancial. Brain Drain es un disco emblemático porque da la imagen de un espantapájaros lúgubre que sobrevive en el tiempo, destrozado, pero firme. Con invasores colgados de los hombros que pican su cabeza, pero a pesar de morir, va a quedar ahí, clavado, por siempre, como un emblema del punk.