Roger Keith Barrett, popularmente conocido como Syd Barrett, es una de las llamas que más rápido se extinguió en el mundo del rock, dejando un signo de interrogación gigante por lo que habría podido deparar su talento. Su caso, salvadas las diferencias de contexto, tal vez solo sea comparable con el de Ian Curtis, cantante de Joy Division, que se suicidó a los 23 años; pero la diferencia radical entre ambos es que Barrett no murió sino que desapareció para siempre de la música a los 24 años debido a sus problemas psiquiátricos.
Para rastrear el potencial de Barrett, es necesario analizar múltiples factores. El primero de ellos, y el más fundamental, es la ciudad en la que se formó y creció. Lejos del ajetreo de Londres, o de los paisajes industriales de Mánchester, Sheffield o Liverpool, Syd creció en la plácida y próspera comunidad de Cambridge. A la edad de 14 años comenzó a tener un inusitado interés por la literatura, la pintura y la música, cuando Mick Taylor —su compañero de Boy Scouts y futuro guitarrista de The Rolling Stones— le enseñó sus primeros acordes.
Hijo de un destacado médico, Barrett se crió rodeado de pinturas expresionistas, poesía imagista y rhythm and blues norteamericano, influencias que moldearon su personalidad adolescente. De rasgos prístinos y elegantes, el joven británico rápidamente se convirtió en un personaje popular durante la secundaria. Hacia comienzos de los años 60, el ácido proveniente de Suiza recaló en Cambridge, y muchos estudiantes, entre los que se encontraba Barrett, tuvieron sus primeras experiencias con esta droga.
La influencia de la London Free School, institución en la que la clase trabajadora podía acceder a clases gratuitas sobre distintas materias, fue un punto fuerte para que Barrett comience a vislumbrar un nuevo mundo posible dentro de la cultura pop. Por entonces, Pink Floyd todavía era una banda que versionaba canciones de blues, hasta que se encontraron con la experimentación sonora y la improvisación libre de la banda AMM.
Con sus conocimientos en pintura y estas experiencias musicales, a partir de 1966 Barrett se convertiría en una suerte de Jackson Pollock de la música. Tal como el pintor norteamericano apoyaba su lienzo sobre el piso y dejaba de lado la tradición europea de utilizar el caballete para sostener los lienzos, Syd colocó su guitarra eléctrica sobre la mesa y comenzó a experimentar con sonidos que llevarían a su banda a nuevas dimensiones musicales.
Durante el verano de aquel año, Syd compuso varias de las canciones que más tarde aparecieron en el primer LP de Pink Floyd, y otras canciones esenciales de su repertorio como “Arnold Layne” y “Candy and a Currant Bun“. Su visión pollockista de cómo trabajar el sonido se unió con la influencia de la mencionada escuela imagista de poesía británica, incorporando versos libres, una cadencia arrítmica y una sintaxis rota junto con la fonética cotidiana que se escuchaba en Cambridge, y que nada tenía que ver con el acento “cockney” que se había vuelto tan común en el rock inglés.
Una figura relevante dentro de la formación literaria de Barrett es el escritor T.S. Eliot y su idea de suprimir los eslabones en una cadena semántica. Muchas de las letras de Syd parten de esta “lógica de la imaginación” esgrimida por Eliot. Otros autores como Hilaire Belloc, Lewis Carroll, Edward Lear y Kenneth Grahame fueron claves en el desarrollo literario y la búsqueda fonética de Syd. A esto se le puede sumar algunas lecturas de moda de su tiempo como el I-Ching.
A partir del libro de Rob Chapman, Syd Barrett: El brillo de la ausencia, en Indie Hoy nos propusimos desentrañar las influencias literarias del artista británico en 10 canciones fundamentales de su breve pero fascinante historia musical.
10. Pink Floyd – “Chapter 24“
The Piper at the Gates of Dawn (1967)
En 1966, y en pleno auge de popularidad de la cultura oriental en Gran Bretaña, Syd compró una copia del I-Ching traducida por Richard Wilhem, en la galería Indica de Londres. Entre los sonidos de armonio, campanas y mellotron que adornan “Chapter 24”, Barrett encontraría un lugar para hacer reverencia a la influencia de los himnos folk tradicionales de Inglaterra y colar frases del hexagrama “Fu” del libro chino.
9. Syd Barrett – “Love You”
The Madcap Laughs (1970)
Publicada en el primer disco solista de Barrett tras abandonar Pink Floyd, la letra de “Love You” estuvo fuertemente influenciada por la antología The Complete Nonsense del escritor absurdista Edward Lear, y el libro No Sound is Innocent del percusionista de la banda AMM Eddie Prevost. Barrett emplea un enfoque anti jerárquico en sus palabras para lograr una suerte de fiesta verbal, que salva las distancias entre idea y expresión para contar una relación disparatada de histeria amorosa.
8. Pink Floyd – “Arnold Layne“
Arnold Layne (1967)
Muchas de las letras de Barrett parten del principio acuñado por T.S. Eliot de suprimir los eslabones de la cadena semántica para no seguir otra lógica que no sea la de la imaginación. La falta de especificidad que aparece en varias partes de “Arnold Layne” puede resultar antipática para el gusto común. En el primer single publicado por Pink Floyd, el músico buscó fragmentar el discurso social aceptado, en especial en la segunda estrofa de la canción.
7. Pink Floyd – “Matilda Mother“
The Piper at the Gates of Dawn (1967)
Incluida en el álbum debut de Pink Floyd, y escrita durante su brote creativo en el verano inglés de 1966, “Matilda Mother” está influenciada por la poesía de Hilaire Belloc. La letra da cuenta de una visión de ensueño que Syd tuvo en su infancia, narrando una historia de reyes y reinos.
6. Syd Barrett – “Dark Globe“
The Madcap Laughs (1970)
“Dark Globe” muestra la influencia imagista de Ezra Pound en la escritura de Barrett, tomando la famosa frase “Me tatué el cerebro” de sus poemas. Esta canción también da cuenta del estado mental deteriorado de Syd por ese entonces, encontrando un punto en común con la alienación extrema que compartía con el escritor estadounidense.
5. Pink Floyd – “Flaming”
The Piper at the Gates of Dawn (1967)
Otro himno a la psicodelia que forma parte del disco debut de Pink Floyd, “Flaming” es un argot que utilizaban los consumidores de ácido lisérgico y que hace referencia al fulgor que se puede apreciar durante un viaje de LSD. La letra fluctúa entre la inocencia infantil y las sensaciones intensificadas por las drogas, mezclando la fantasía de Lewis Carroll con miradas pictóricas y una clara influencia de Belloc. Incluso hay una innovación en el coloquialismo “yippie”, pronunciado “yupi”, que hasta entonces no había aparecido en el pop británico.
4. Pink Floyd – “The Gnome“
The Piper at the Gates of Dawn (1967)
“The Gnome” se inspira en el libro The Little Grey Men de Denys Watkins-Pitchford, uno de los libros infantiles favoritos de Syd. Esta fábula cuenta la historia de tres gnomos que parten a la búsqueda de su hermano desaparecido llamado Cloudberry. Barrett mezcla esta influencia con algunas experiencias que tuvo durante las tardes de verano con su novia adolescente Libby, mientras escrutaba el río desde la campiña de Cambridge. También podemos escuchar una referencia al panteísmo de El viento en los sauces de Kenneth Grahame.
3. Pink Floyd – “The Scarecrow”
The Piper at the Gates of Dawn (1967)
Publicada junto a un pintoresco video en donde vemos a Syd y sus compañeros de banda deambular por el campo, “The Scarecrow” conecta con los principios del poeta francés Charles Baudelaire en sus descripciones de los dandys parisinos. “Quiero mostrarte a los modernos, moviéndose en frisos”, había escrito Baudelaire un siglo antes. Esta vez, Barrett se aleja de Kenneth Grahame para evocar una vida rural y seguir una narración exacta de los lugares encantados de su infancia. La canción también nos da una vista panorámica dentro de una mente distanciada, en la que las imágenes permanecen a salvo de la intrusión de los humanos.
2. Pink Floyd – “Astronomy Domine“
The Piper at the Gates of Dawn (1967)
Llevando la influencia imagista al extremo, Barrett compuso esta canción en la que el significado de las letras se pone por entero al servicio de las formas que generan. “Astronomy Domine” se construye a partir de rimas internas, onomatopeyas y aliteraciones, dejándose llevar por el simple placer de jugar con las palabras, así como ejemplifica su primera estrofa. También podemos escuchar al “uhhh” del coro como si encapsulara al cosmos dentro de un cuento de hadas, y arriesgar una relación con Dan Dare, el legendario piloto futurista que protagonizaba el cómic Eagle de Frank Hampson, publicado durante la primera adolescencia de Syd.
1. Syd Barrett – “Golden Hair“
The Madcap Laughs (1970)
La canción que forma parte de su disco solista debut es quizás una de las mejores adaptaciones de un poema de James Joyce en la historia del rock. El escritor irlandés publicó “Golden Hair” en 1907 dentro de la antología titulada Música de cámara, y siempre soñó con que este poema y otros fueran musicalizados por alguien. Podemos encontrar una compatibilidad en los poemas de Joyce con la música densa de Syd, con sus vocales largas, formas estróficas sencillas, su extensión reducida y la unidad de sentimiento e imágenes convencionales. Barrett logró captar el espíritu del libro en frases que también sintetizan su estado de no-retorno a la realidad y la futura desaparición de la industria musical con solo 24 años, hasta su muerte acaecida en 2006.