Veinte años después de su lanzamiento, Voodoo (2000) se mantiene como una pieza de culto tan compleja como atractiva. Segundo disco de estudio de un ascendente D’Angelo, significó un quiebre cultural dentro de su era y generó un sinfín de polémicas y mitos urbanos que terminarían por abrumar y desgastar a su creador. Y esto último no es una metáfora: luego de una serie de problemas durante la producción del disco, de una parasitaria comercialización de las canciones por parte de la industria, y de una gira en la que todo comenzó a girar peligrosamente alrededor de la sexualización y banalización de su arte, Michael Eugene Archer eligió retirarse de los grandes focos por un tiempo prolongado hasta su estruendoso regreso de la mano de Black Messiah en 2014.
Anclado en el loop de los años 90, trabajando siempre dentro del amplio universo de la recordada era dorada del hip hop, D’Angelo no tardó demasiado tiempo en obtener su título de alquimista musical. Su muy exitoso disco debut titulado Brown Sugar (1995) trajo al centro de la escena global altísimas dosis de R&B y soul tradicional, además de claros y sutiles trazos melódicos de hip hop, funk, góspel y jazz originario. Alejado de la disputa cerrada entre el gangsta rap y la cepa más festiva del hip hop, D’Angelo desarrolló muy velozmente un estilo por completo original: explotando al máximo la dicotomía entre lo clásico y moderno –la black music original reivindicada y ejecutada desde un punto de vista contemporáneo– y haciendo hincapié en la producción artesanal, este muy joven talento nacido en Richmond, Virginia logró dotar a su opera prima de una estética adelantada a su tiempo y, al mismo tiempo, de una textura cien por cien vintage.
Su fineza a la hora de hacer dialogar a géneros como el jazz, el soul y el góspel con el hip hop de su era lo convirtieron en uno de los pioneros del movimiento neo soul, llegando él mismo a sostener que el rap había influenciado intensamente a su obra y que este era el “soul de la calle”. Considerando esto, no sería para nada descabellado sostener que lo que convierte a Voodoo en una de las obras maestras de la música contemporánea es la poderosa e indestructible conexión –libre de clichés, malos excesos y burdos estereotipos– que establece entre las diferentes eras de la música negra. Grabado y producido en los míticos Electric Lady Studios de Nueva York junto a un lineup de músicos colaboradores e invitados de lujo, simbolizó y encarnó una separación contundente (y bastante revolucionaria, a decir verdad) de las estructuras sonoras más convencionales presentes en Brown Sugar.
Desde el primer minuto de “Playa Playa”, lo que se nota a leguas es el concepto artesanal del disco: siempre arraigado en la tierra, pero estableciendo un contacto fuerte con el plano espiritual, el funk, el R&B y el soul toman el control de una máquina retrofuturista destinada a estremecer todos los rincones del alma. Mientras se va descomponiendo de una forma por completo vanguardista para su época, la voz del protagonista desaparece y queda entremezclada entre los rastros más densos de un presente que acecha desde las profundidades.
Haciendo honor a su título, el segundo disco de D’Angelo continúa su recorrido desarrollando un cuerpo ambivalente y nos enseña a lo largo de “Devil’s Pie” cuál es la manera perfecta de interpretar al soul desde una perspectiva moderna. Podemos decir que estamos ante una pieza enteramente de neo soul, pero aquí es también muy fuerte la presencia del rap –tanto en la cadencia del fraseo como en el scratch y la densidad del beat– y de la vibra callejera que dominaba a la black music en aquellos años. La confirmación de esto llega de inmediato de la mano de la contagiosa, cruda y sensual “Left & Right”, acompañada por el flow sanguíneo y gangsta de Method Man y Redman. Sin despegarse del todo de la premisa hip hop, pero cruzando caminos con el góspel, el funk y el R&B más tradicionales, la cadencia bien calurosa y libre de “The Line” y la tensa calma presente en la línea argumental de “Send It On” consagraron a D’Angelo como uno de los vocalistas más versátiles, profundos y talentosos de su tiempo.
Manteniendo el clima ritualista, pero abriendo el juego hacia el jazz y el blues, “Chicken Grease” es un arriesgado juego entre el instrumentalismo puro y el spoken word en donde una vez más resalta la capacidad de D’Angelo para adaptarse a cualquier estilo. Mientras rapea con velocidad, la guitarra provee una base muy sutil y desde la batería llegan las anchas espaldas de una canción por completo atípica para su era. Como si fuese una jam session, el enlace con “One Mo’Gin” es instantáneo, virando el clima general hacia uno de reunión íntima en el que nada queda fuera de la mesa; mientras el bajo martillea sobre nuestros oídos de forma sistemática, el protagonista y las coristas se despachan con un diálogo tan tranquilo como revelador que cierra a puro funkadelic.
Profundizar el concepto es parte de la evolución, por lo que “The Root” llega en el momento ideal: plagada de texturas sonoras, de alternancias tonales y de variaciones estructurales, es la canción de Voodoo que más explota la libertad de cuerpo y espíritu que entrega el jazz. Mientras la elevación ritualista se consume, “Spanish Joint” acelera el proceso de fusión de la mano de un riff funky disco lleno de sexualidad, un set de percusión y batería que cocina a fuego rápido –y bien latino, claro que sí– y unos vientos desatados que le ponen muchísimo picante a una pieza memorable.
Bajo una lluvia de estrellas, D’Angelo convierte a “Feel Like Makin’ Love” en uno de los soundtracks más memorables de cualquier escena de sexo tanto de la vida real como de la ficción. Porque además de la perfecta ejecución del jazz desde la batería y del funk desde el bajo, lo que convierte a esta canción en un clásico moderno es su desfachatez a la hora de plantear una secuencia cotidiana en la que lo racional y lo animal no encuentran distinción. Escondida en los segundos finales, su conversación con una mujer en la última mesa de un bar al borde del cierre establece una continuidad narrativa durante la reflexiva “Greatdaynmornin’/Booty”, que funciona como un pensamiento en voz alta acerca de la naturaleza de las relaciones modernas.
Sin dudas que “Untitled (How Does It Feel)” quedó en el recuerdo por ese videoclip que cuestionaba de forma directa el voyeurismo de masas y que lo enfrentaba con la intimidad real, pero en la memoria colectiva quedarán grabados el delicadísimo falsetto del frontman y su intensidad liberadora –con elevados niveles de confort espiritual, algo potenciado por el hecho de ser un track multipista– a la hora de navegar sobre un beat en el que abundan las referencias al góspel originario. El grand finale se plasma en la más tribal “Africa”: dedicada a su hijo, Michael D’Angelo Archer II, tiene como beat principal –merced del oído de Questlove, la mente maestra detrás de cada orquestación rítmica en el disco– a la base creada por Prince para su canción de 1986, “I Wonder U”, aunque convertida en una agradable versión cuasi a cappella mucho menos estridente y brillosa.
Comprobado el estatus de obra maestra de Voodoo, lo que sigue es un interrogante: ¿Qué fue lo que llevó a D’Angelo a desaparecer de los radares del mainstream por casi una década tras presentarlo oficialmente al mundo? Lo primero que hay que descartar como posibles razones son las ventas y la recepción de la crítica, pues las primeras fueron un récord absoluto, y el periodismo especializado no hizo más que rendirse ante una de las creaciones más valientes, vanguardistas y complejas de la era contemporánea.
El verdadero problema con el que se enfrentó D’Angelo fue el de la comercialización extrema de su música. Crítico del R&B moderno, al que consideraba una especie de pop lavado pensado solamente para la radio, buscó alejar por completo a la black music de ese ethos y llevarla de vuelta hacia donde todo había comenzado. Claro que esto no iba a ser simple, pero lo que jamás imaginó fue la imposibilidad de su misión: los ejecutivos de Virgin Records no vieron con buenos ojos su tono anti radial, patalearon por el hecho de que los singles no eran hits instantáneos, y no se tomaron a bien el Parental Advisory que el disco recibió antes de su lanzamiento. La intensa campaña promocional a nivel global creada por la discográfica y el estatus de sex symbol que el cantante se ganó de forma indeseada tras el estreno del sensual y chocante video de “Untitled (How Does It Feel)”, llevaron a un veloz agotamiento físico y mental por parte de un D’Angelo por completo ajeno a ese tipo de acciones y eventos comerciales.
La gira mundial no hizo más que complicar las cosas, ya que el mencionado video generó que en todos los rincones del mundo tanto el concepto estético como el audiovisual de cada show quedasen en un segundo plano: apenas D’Angelo comenzaba su performance junto a los Soultronics, lo único que pedía la audiencia femenina era que se sacase la ropa, llevándolo esto a una absoluta frustración que incluyó visibles ataques de ira, equipos destruidos en directo y suspensiones y retrasos de varios de sus shows –se calcularon tres semanas completas canceladas sin más– debido a la presión que sufría por sentir que tenía que estar idéntico a como lucía en uno de los videoclips más malditos del siglo pasado. Su posterior depresión y alcoholismo son evidencia de un duro proceso en el que la falta de confianza y la triste incomprensión respecto de la operación industrial subyacente en el clip fueron clave para mantenerlo lejos de las luces bajo las que nunca había querido caminar.
Con el tiempo, Voodoo se ha convertido en una obra de culto difícil de igualar. Veinte años más tarde, sigue siendo ese trabajo salvaje, innovador y desafiante creado por uno de los artistas más interesantes del quiebre de siglo. Postmoderno y radical en todo sentido –producto de la libertad absoluta marca registrada de las grabaciones de funk de los 70– Voodoo condensa lo mejor de todas las épocas de la black music, evoluciona el concepto del soul hacia nuevos horizontes y consigue un sonido que honra a los orígenes sin dejar de mirar hacia el futuro. Contra todo y a pesar de todo, Voodoo logró vencer los mandamientos de la industria y extender su influencia hasta nuestros días sin que su sonido haya envejecido siquiera un año. Será justicia o no será nada.