Las narrativas sobre Memoria, Verdad y Justicia vienen impulsando el desarrollo cultural argentino desde hace décadas, disputado lo que era sentido común en 1976 y alcanzando, en este 2023, una identificación masiva en torno a propuestas como la de Argentina, 1985. Los libros constituyen el principal motor de ese caudal de producciones con perspectivas de derechos humanos y, desde el ensayo o la ficción, han alcanzado best sellers y bibliografías obligatorias en planes de estudios.
Determinados por el vigor que tomó el horror de los delitos de la dictadura, pocos libros se animaron a dar un paso al costado de la solemnidad del tratamiento de los derechos humanos y permitir pensar las implicancias del terrorismo de Estado más allá del detalle de las torturas y las picanas. Estos títulos presentan nuevas estrategias para públicos con otras agendas, sin correrse de la responsabilidad de construir una memoria que sostenga los valores del Nunca Más.
Periodistas, poetas, ensayistas, novelistas y artistas plásticos, en Indie Hoy elegimos cinco títulos que permiten abordar la Memoria desde distintos puntos de vista, y proyectan hacia el futuro los desafíos que tienen las nuevas generaciones en materia de derechos humanos.
El Nunca Más de las locas, de Matías Máximo
Marea
La primavera alfonsinista representó una apertura democrática y un estallido cultural para una parte de la población. Todo aquello que permaneciera bajo la norma heterosexual y cisgénero podía gozar de los privilegios de la libre circulación. No así las personas de la comunidad LGBTIQ+: eran tildadas de enfermas por ministros de alto rango y padecían las razzias en los bares. Sin embargo, y a pesar de las barreras borrosas entre dictadura y democracia, no necesitaban de ninguna aprobación para organizarse. Ya venían recostándose en la clandestinidad para celebrar sus cuerpos y sus deseos.
En El Nunca Más de las locas, los mitos se vuelven realidad histórica a partir del archivo. Los disfraces reveladores y los jolgorios en el Delta del Tigre están frente a los ojos del lector, con el detalle testimonial de quienes organizaban esas fiestas y eludían los controles de la Prefectura. A la represión estatal, la violencia familiar y la humillación pública les respondían con sus principales armas de resistencia: farra, cachondeo y complicidad comunitaria.
Con la impronta de derechos humanos de la editorial Marea, esta novedad del periodista Matías Máximo combina los legajos judiciales y la narración literaria para romper con la solemnidad de los relatos de la Memoria y subirle el volúmen a lo que las personas entrevistadas recuerdan como el momento más festivo de sus vidas. Sin dejar de detallar la saña de las golpizas ni la falta de perspectiva de género de la Justicia, este libro permite eternizar a militantes del orgullo y la inmoralidad. Porque la cifra de 30.400 puede continuar en disputa. Qué la alegría fue marica, no.
Oración, de María Moreno
Random House
Desde 1983, sobrevinieron décadas -necesarias- de libros que expusieron las distintas modalidades de los crímenes del gobierno militar junto a su complicidad civil. La búsqueda de construir memoria a partir de la difusión de una verdad censurada tenía la intención de lograr una suerte de justicia reparatoria que siente precedente para la democracia. Ese tipo de publicaciones, en algún momento, debían transformarse: buscar matices entre los buenos y malos que nos permitan abrir puertas a versiones más analíticas de la realidad histórica. Oración, de María Moreno, es uno de los puntapiés de ese cambio narrativo que a la Memoria nacional le hacía falta.
Con rigurosidad periodística, lucidez en la elección de recursos estéticos y un despliegue ensayístico sobre los alcances del uso del archivo, Moreno recupera -y se podría decir que hace justicia, en tanto también se ofrece recordar- la historia de Victoria Walsh, periodista y militante, pero además “hija de” una de los símbolos de los periodistas desaparecidos en dictadura, Rodolfo. Es precisamente con la discusión sobre cierta imagen canónica que se construyó sobre Walsh padre, que la autora logra dotar a esta obra de una perspectiva de género que moviliza una serie de contrastes y nuevos debates hacia el futuro de los discursos de derechos humanos: uno que no espectaculariza el horror sino que intenta motorizar modalidades más propositivas de configuración de una identidad orgullosa.
Moreno no se priva del género epistolar, la reseña cultural, el informe judicial o la narración policial. Incluso, por momentos, hasta se convierte en un metatexto que revela el procedimiento de investigación, debate sobre la responsabilidad de lo que está aconteciendo en sus propias páginas y revaloriza a las obras que podrían significar un nuevo impulso a los relatos de Memoria. Junto a esos argumentos y a su condición de precursora, Oración puede significar un horizonte para repensar las dimensiones de las tragedias de nuestra historia, revisando los vacíos de los relatos para proyectar un futuro regido por el ardor de la búsqueda de nuevos debates.
Exilio, de Osvaldo Bayer y Juan Gelman
Página/12
Un poeta y un cronista. Un padre de desaparecido y un militante de izquierda. Un dolido y un indignado. Un porteño en Roma y un santafesino en Berlín. Dos exiliados y también dos amigos: esa es la condición que reúne a Juan Gelman y Osvaldo Bayer, dos autores que dejaron una obra prolífica que transmite convicción y provoca perplejidad. En este intercambio conjunto transparentan las emociones de los eternos siete años que la última dictadura los expulsó de un país al que añoraban retornar cada día, aunque les ofrecía muerte.
“La manera de negar el destierro es negar el país donde se está”, escribe Gelman y sintetiza el pulso de miles de identidades argentinas que durante dos décadas se construyeron en base a la carencia: de familiares, de amigos, de democracia, de barrio, de patria. A ese plano, Bayer le añade el filoso dolor que provoca la hipocresía europea, que apañaba diplomáticamente al gobierno militar -con quienes cerraba opulentos negocios económicos- y expiaba culpas con aisladas movilizaciones a la embajada argentina.
Los relatos que componen Exilio nos permiten vivenciar uno de los costados más tétricos de la dictadura: la expulsión y el desarraigo de profesionales y artistas que sólo sabían de sus afectos cuando recibían noticias de nuevas víctimas. Ante esa aflicción, los autores se refugian en los textos, en los recuerdos, en la poesía: en la palabra. Porque las palabras sobreviven a las coyunturas y el tiempo cumple su rol ubicando a los genocidas en la memoria de la infamia.
Diario de una princesa montonera, de Mariana Eva Pérez
Planeta
Conservar la posibilidad de reirnos como forma de resistir al desaliento al que nos sometió el terrorismo de Estado. Ese podría haber sido el impulso de Mariana Eva Pérez, que en una especie de diario íntimo registró dolores, viajes, compañerismos y su rol como querellante en los juicios por la desaparición de sus padres, para trazar un irreverente camino de abordaje a los relatos de Memoria. Desde la autobiografía ficcional, pero también con herramientas de la dramaturgia y la abstracción burlona, expresa desde la esencialidad del humor la lucha por encontrar nuevas palabras para nombrar la fatalidad y sus efectos inagotables.
La autora adopta el registro sarcástico para reconstruir cierta pose militante que performa confrontación, en simultáneo que subraya los desvaríos domésticos de los genocidas en su prisión domiciliaria. Sin embargo, detrás de eso no busca esconder las cicatrices abiertas de la desaparición, las implicancias de la organización colectiva ni tampoco la profunda impotencia que provocan los privilegios que tienen los militares ante la justicia.
Reeditada en su versión ampliada por Planeta, Diario de una princesa montonera se convierte -quizás sin esa pretensión, pero con el impulso de la transparencia- en el testimonio de una generación de hijos de desaparecidos que intentan construir un escenario tan terrible como cercano, que habita en ellos como una pesadilla y cada tanto irrumpe como una realidad. Porque si fue posible escribir poesía después de Auschwitz y hacer películas parodiando a Hitler, tiene que llegar la instancia de abordar desde un registro de la insolemnidad la tragedia que aún nos constituye. Mariana Eva Pérez pudo haber dado ese paso.
Conjunto vacío, de Verónica Gerber Bicecci
Sigilo
Ni militares, ni juicios, ni estrategias represivas, ni organizaciones políticas. Conjunto vacío ni siquiera tiene el propósito de que un lector desentendido pueda conocer algún aspecto de la historia que se vivió en Argentina desde 1976. Pero en su vitalidad narrativa se corporizan los efectos de las desapariciones, las materializaciones de la Memoria y los flashes de un archivo personal corroído por las ausencias. Porque las fatalidades del siglo pasado son incomprensibles para una generación que solo conoce la democracia, pero las sensaciones de temor, destierro y soledad son heridas con las que se conviven en la rutina de nuestra supervivencia.
La artista plástica Verónica Gerber Bicecci explora el lenguaje y lo combina con ilustraciones geométricas para representar los distintos universos colectivos, que se superponen para reconstruir una memoria colectiva. Mexicana hija de exiliados políticos, afronta el desafío de proponer una reflexión sobre las formas que toma la figura del desaparecido en la vida democrática y sin mediación de las fuerzas de seguridad. Porque existe desaparición en los vacíos que se provocan cuando una casa de la infancia fue destruida y también en la hija que llena la ausencia de una madre.
Desde el amor no correspondido hasta el olvido neurológico; desde la ausencia de hogar hasta las habitaciones vacías: entre ensayo, poesía y narración, la autora provoca la desesperanza de las ausencias y el valor de reconstruir una vida. La editorial Sigilo, en su permanente apuesta por autores latinoamericanos, continúa en la vanguardia entendiendo que existen emociones que no se pueden contar solo con palabras. Es por ello que aún nos seguimos preguntando -los argentinos, pero también los hijos de ellos- qué significa que una persona está desaparecida.