Quien lee un libro como No es lo que pensás (Hekht Libros), sabrá que la propuesta de su autora, Ana Ojeda, es, a su vez, una fuerte apuesta por la renovación narrativa. El programa que pone en práctica con este libro-objeto subraya un momento histórico. Las nuevas tecnologías han, decididamente, cambiado las formas de nuestro pensamiento, y en consecuencia, los modos de escribir. La idea decimonónica de poder elaborar una novela que acotara la realidad en tu totalidad (léase: argumento, trama, personajes), tiene sus días contados. Tal operación se ha vuelto hoy, un flagrante anacronismo.
Tras los avances implementados por Faulkner, Borges, Barthes, y Robbe-Grillet, por citar algunos casos puntuales, hace mas de medio siglo que se habla de “obras abiertas”. Narraciones (no hablo aquí de géneros, sino de experiencias en prosa) que revelan al mundo como algo mucho más complejo que aquel quien intente (vanamente, desde luego) glosarla en su bien pensante integridad. Pues mal que nos pese, el hombre tiene más dudas que respuestas. El problema es que no todos optan por el grado cero de sinceridad a la hora de escribir. Y se dejan seducir por el laurel o el vil metal.
Los libros de Ana Ojeda ponen el acento en el lenguaje. Esa tensión se vislumbra ahí donde el enunciado adquiere su corporeidad expresiva. Renglón tras renglón ella va forjando un nuevo código. El de nuestra época.
-AM: El libro se abre con una audaz cita de Quevedo. Ahora bien, tras leer el libro, y teniendo en mente al padre del conceptismo español, ¿sos consciente de que tu prosa alcanza con No es lo que pensás, un sesgo definitivamente barroco?
-AO: Sí, por supuesto. La idea desde el vamos fue trabajar con el exceso.
-¿Pero por qué precisamente el exceso, Ana? ¿Qué te atrae de ese desborde?
-Tal vez porque siento que, a partir del acceso general a Internet, desde que la clase media tiene wi fi en su casa, chequea mail, fb, tw de manera cotidiana, varias veces por día, o más: sin desconectarse nunca del todo, vivimos una especie de tiempo excesivo, en varios lugares al mismo tiempo, compilando realidades inmediatas en continuado, yuxtaponiendo situaciones en múltiple tasking sin respiro. Esto, antes, en la era del zapping, era pura elucubración de la ciencia ficción.
-¿Armaste el viaje teniendo el libro en mente?
-No, el libro se me presentó a posteriori como la manera adecuada para procesar lo que había vivido durante el viaje.
-Dos hermanas, Tilde y Lota, viajan a la lejana y exótica India. En otras palabras, rumbean a lo desconocido. A medio camino entre la crónica y la novela, la historia narra las andanzas de dos boedistas en Mumbai… No obstante, siento que el argumento, per sé, de estas mamushkas exploradoras, no le hace justicia a la caudalosa porosidad verbal de este libro. Tu estilo justiciero mantiene viva la lengua rioplatense. No es uno que se forja for export (léase el catálogo de Anagrama/Planeta). ¿Estoy equivocado si pienso que el verdadero protagonista es el lenguaje?, ¿por qué?
-Para mí, el verdadero protagonista de la literatura es en efecto el lenguaje. Me interesa que mis libros tengan trama porque como lectora soy muy gustadora de ella, pero sin duda donde se juega –me parece– mi apuesta es en el trabajo con esa derivación íntima del castellano que es el rioplatense. Hacer estallar la idea del idioma como unidad monolítica, hablando un código de interior, para quienes lo comparten. Hace unos días, en la presentación de la antología La mano que mece (Outsider), Ariel Bermani me dijo: “El tema con lo que vos escribís… es que hacés mierda el lenguaje”. Creo que es una apreciación ajustada. El manoseo del lenguaje implica distancia, es decir, crítica, que me parece fundamental. Si somos hablados por el lenguaje, la creatividad no autorizada se vuelve resistencia: me niego a escribir con el español que regula la Real Academia Española, como lo regula la RAE, porque recupero nuestra experiencia de ex colonia, que sigue presente aun hoy.
El uso intensivo del lenguaje acota las proyecciones universales o universalistas de recepción. Es algo que cada tanto se me cruza por la cabeza. Al mismo tiempo, publico en sellos que hacen tiradas muy pequeñas, con lo cual materialmente esa posibilidad está bastante clausurada desde el comienzo.
-La obra opera a través de múltiples planos. Se articula, por un lado, el texto matriz, es decir, la narración anecdótica, pero del cual, a su vez, se desprende toda la marginalia que complementa, a través de variantes y matices, la historia del viaje. Las notas al pie, casi siempre de carácter fáctico, y desde luego, la inclusión acertada de una importante selección de fotografías, perfeccionan la “trama”. ¿Cómo fuiste armando ese cruce de diálogos? Imagino que fue una empresa de larga maduración.
-No es lo que pensás cuenta el viaje a “!ncredible India” de dos hermanas clase media de Boedo: Tilde y Lota, pero como lo que ahí experimentan no les cabe en el lenguaje porque, justamente, su código no está preparado para dar cuenta de realidades que le son por completo ajenas, los planos narrativos se multiplican (el exceso que mencionaba antes) en un intento de aprehensión de lo incomprensible. Están las notas al pie, el glosario del final, las fotografías, las traducciones “corridas” de los diálogos transcriptos en inglés. La idea es que cada lector seleccione qué cantidad de información quiere o no incorporar a su lectura. Porque otro tema que tenía bastante en la cabeza mientras escribía era cómo pensar el género novela, que es un producto muy decimonónico, en un mundo que ya no le corresponde, lleno de hipervínculos y de una inmediatez por momentos agotadora.
-Indudablemente parece que la novela en cuanto género narrativo, se encuentra viviendo un período de cierto desgaste. ¿Pensás que se encuentra en un callejón sin salida en cuanto a su forma? ¿O pasa más por el argumento? ¿Su temática, lo que desarrolla? Hay quienes culpan pura y exclusivamente al Mercado, así, con mayúscula.
-Pienso la novela como una célula totipotencial. Dicen que en castellano nació con Cervantes, en el siglo XIX se impuso, consolidada, sobre todos los demás géneros. Nunca dejó de mutar ni de incorporar lo heterogéneo. En ese sentido, la entiendo como una máquina de reterritorialización potente. Es decir: una máquina de otorgar sentido, a lo que sea, de la forma que sea. No la veo al final de nada, sí en plena mutación. A mí puntualmente me interesa pensar cómo “bajar” la experiencia de nuestra realidad astillada en muchos real time paralelos (recuerdo ahora una propaganda de celulares que se promocionaba hace un tiempo con el jingle: “La vida en real time” (?!) ), atravesada por infinidad de hipervínculos, a la novela desde lo formal. No como argumento, sino como algo que la novela haga al momento de contar. Dividirse en varias líneas (fábula / notas al pie / traducciones / glosario), de manera de –en última instancia– complicar la lectura con una serie de decisiones que el/a lector/a tiene que tomar, quiera o no, es un ensayo de respuesta posible a este interrogante.
-No son pocos los pasajes en inglés que muy originalmente volcás a nuestro idioma, otra vez, al “margen”. Me refiero a que tus traducciones engrosan el enunciado. Lo complementan, alcanzando el espesor exacto de la expresión rioplatense. No estaría nada mal poder leer a los clásicos en nuevas ediciones siguiendo un poco tu propuesta. Pienso que se trataría de una operación donde se rescataría mucho. ¿Te imaginás si Nicolás Olivari hubiese traducido a Shakespeare?…
-Yo tengo una política de traducción de la que estoy convencida hace un tiempo ya: cada tribu con su traducción. Expresar el mundo en nuestros términos es una conquista que nunca deberíamos dejar de ejercer. Porque filtramos el mundo a través de la grilla de nuestro lenguaje. Porque nuestro lenguaje es nuestra piel, es decir, lo que topa con el afuera.
Si hoy en día no contamos con traducciones al rioplatense de los clásicos universales es por una cuestión de dinero. Es más barato traducir una vez Shakespeare en España y luego comercializar esa versión en todo el mundo hispanohablante, que traducir en España para España, en Argentina para Argentina, en Chile para Chile, y así. El tamaño del mercado se acota. Estamos tan acostumbrados a consumir traducciones catalanas de los clásicos que nos escandaliza encontrar la palabra “boludo” en Pirandello, o en Césaire. Para mí no hay lenguajes más adecuados que otros, son todos equivalentes, intercambiables: códigos.
No es lo que pensás abre, después del epígrafe de Quevedo, con la traducción del mismo párrafo de Teoría King Kong, de la francesa Virginie Despentes, traducido por el ahora Paul B. Preciado, en primer lugar, y por Marlène Bondil, en segundo. La distancia que hay desde el español de Paul al rioplatense de Marlène cifra, para mí, todo el trabajo del libro.
-Me interesaría conocer tu opinión de política y lenguaje. La escritura entendida como operación ideológica. ¿Se complementan?, ¿es posible una simbiosis para crear literatura?
-Creo que la política no necesita ingresar en forma de argumento (situaciones, personajes, etc.) para operar en una escritura.
-¿Por qué lo pensás así?
-Es que la literatura, la escritura, es mucho más que trama.
-Paradójicamente, y a pesar de que la lengua ocupe un lugar privilegiado en No es lo que pensás, la narración glosa el tema de la incomunicación. Dos muchachas argentinas perdidas en un mar de hindúes que hablan urdú. “El peso de la extranjería”, como bien decís en un pasaje. Todo un tema…
-La extranjería es distancia e incomprensión. El lenguaje se vuelve inmediatamente importante porque es la manera privilegiada que tenemos de lidiar con esas dos problemáticas. Es lo que está entre eso y nosotrxs. Pero a la vez es en una parte importante lo que nos constituye en tanto seres pensantes, con lo cual, de nuevo: el lenguaje lo es todo.
-Hay momentos donde intentás rescatar o inventar neologismos, con la idea de ponerlos en uso. Por ejemplo, la palabra “coladuras”, esa fusión entre “cola” y “caradura”. De este modo, recordás al lector las inagotables posibilidades que tiene la lengua en reinventarse. Al fin y al cabo, es así como se mantiene vivo el lenguaje. Es decir, afinando el oído…
-Sí, totalmente. Qué vergaridad.
-¿Estamos ante una militancia a favor de la experimentación lingüística?
-Sí, en las junturas del lenguajes es donde se acumula el saber colectivo. Experimentar con ellas es liberarlo.
-Haciendo un balance. ¿Cómo ubicás a la India en relación a la Argentina?, ¿experimentaste más coincidencias que diferencias en los usos y costumbres de su gente?
-En el pedacito de India que visité (Mumbai, Jaipur, Delhi) sentí una ajenidad absoluta.
-¿Volverías a visitarla?
-Luego de No es lo que pensás me pasa algo raro con la India. Por un lado, no volvería a pisarla sin la compañía de un hombre que me garantice libre tránsito y estacionamiento; por el otro, su cultura multiforme y milenaria, sus mil idiomas, religiones, etnias, etc. ejercen una fascinación potente en mí. Cada dos por tres me encuentro googleando algo que tiene relación con el universo indio.