Confluencia (Alto Pogo, 2017) es la primer novela de Inés Kreplak, un cruce literario entre la crónica y la ficción donde narra la historia de una comunidad de mujeres que viven en el Delta, y a través de estas historias se encuentra también con la suya propia.
Habías contado que durante el período que cursaste la carrera de Letras no habías escrito mucho, ¿cómo surgió tu interés por escribir tu primera novela, y por qué el interés por la crónica?
En realidad yo terminé la carrera en el 2010, y ya hacia el final cuando yo estaba más reconciliada con quién era y con la vida académica empecé a hacer un taller con Juan Diego Incardona. El taller se llamaba “La imaginación de lo común” y ahí volví a escribir, retomé la escritura pero de una manera más lúdica. Nunca pensé que quería escribir profesionalmente, no sé qué es escribir profesionalmente, pero nunca pensé que iba a publicar por lo menos. Estaba jugando un poco a escribir, y después lo dejé porque en realidad me pasaron muchas cosas en la vida, muy duras, y en realidad no tenía tiempo para escribir, tiempo mental para escribir. Yo creo que hay que tener un poco la cabeza tranquila, tener algo de tiempo de ocio para poder escribir, y no me pasaba para nada. Mi mamá se estaba muriendo, en el medio de eso yo me había ganado una beca y estaba viviendo en Francia, muchas cosas me pasaron que no me permitieron seguir escribiendo. Cuando volví y estuve un tiempo y me recuperé, necesité de alguna manera volcar todo eso en la escritura. Creo que salió así la novela, y por eso creo que también había muchas cuestiones autobiográficas que aunque yo no me lo había propuesto en una primera instancia salieron, o sea tenían que salir en la historia. Y el formato de crónica no sé por qué, en realidad me interesaba mucho el espacio del Delta y la historia de las mujeres que se cuenta en Confluencia, me parecía que era un tema literario, un tema para escribir. Había un concurso de crónicas, yo quería ir a Guadalajara, porque las cosas son medio caprichosas. Yo quería conocer la feria del libro de Guadalajara porque había trabajado en el Ministerio de Cultura y había trabajado mucho en gestión cultural, y quería conocer la feria del libro de Guadalajara porque me parece que es “el” lugar. Y había un concurso de crónicas de Nuevas Plumas, que pedían una crónica de alguien que no hubiera publicado. Y todo fue a la vez, me apareció este tema y dije bueno voy a hacer una crónica para tratar de concursar. Estaba haciendo el taller de Hernán Vanoli y llevé esta idea. Él viene de la revista Crisis, él también escribe, tiene muchos ensayos para la revista y Crisis publica crónicas, entonces pensé que me podía ayudar y de hecho sí, obviamente era una persona de referencia para trabajar la crónica. Y a medida que la fui escribiendo, tenía un formato específico, una cantidad de caracteres limitados y yo sentía que me estaba quedado corta, que tenía que contar más cosas en esa historia. Igual la cerré y la mandé, no gané y listo. Pero le faltaba algo, le faltaban cosas a eso que yo había escrito y mientras, no es que esperé el resultado, sino que seguí escribiendo y a medida que iba llevando distintos capítulos, o lo que en ese momento eran los primeros capítulos, fue apareciendo la otra historia, la mía.
En este cruce entra la crónica y lo literario, la novela también puede ser leída como una investigación social sobre modos de vida, ¿cuál fue tu interés sobre esta cuestión más social?
Me parece que eso tiene que ver con mis intereses como ser humano, como persona. A mí me interesa mucho la política, me interesa mucho trabajar lo social, estoy todo el tiempo pensando cómo llevar a cabo proyectos más allá de lo individual, me parece que tiene que ver con eso.
¿La literatura la concebís también en ese sentido?
No siempre, pero salió así, no fue pretencioso, la verdad que siento que es honesto, yo no aspiré a nada. No tenía un plan, después obviamente lo fui estructurando, había cosas que yo quería que estuvieran. Tenía algunos problemas éticos, cómo voy a hablar de todas estas personas, cómo voy a contar sus historias yo que vengo de afuera y me meto acá y saco sus trapitos al sol y empiezo a juzgar desde afuera. Yo no quería que eso pasara, entonces me pareció que una manera sensata era exponerme yo también, digamos. También me sirvieron mucho las instancias de taller, Vanoli tiene un funcionamiento que es un taller quincenal donde no se lee en clase, vos mandás una semana antes y los demás leen. El momento del taller es un momento de reflexión sobre la escritura o de devolución de los compañeros. Entonces cuento que yo escribí ese capítulo y que lo que me pareció es tal cosa y tal otra respecto del anterior o que lo que voy a escribir a continuación es tal cosa, algo más acerca de reflexionar sobre la estructura general de la novela que entonces era el momento. La instancia para compartir con otros mis dudas, mis temores, mis miedos, entonces en esas instancias de conversación fui decidiendo como iba a encarar la historia.
La novela en cierto punto parece tener como protagonista central del Delta a la historia de Malena, pero después el relato se va abriendo a otras historias, ¿cómo fue sucediendo eso?
En realidad en un primer instante era una crónica sobre las mujeres del Delta, no sobre Malena. En un inicio ella era el nexo para ir a Casa Puente, para presentarme a sus amigas, a sus compañeras, para ir viendo diversas formas de vivir ahí, por qué llegaron, de donde venían, pero después fue ganando ella más terreno, y también esta sensación que está en el libro, de que para hablar de ella tenía que hablar de mí.
¿Cómo sucedió eso y qué sentís que le sumó a la novela?
Obviamente es lo que más me incomoda. Yo creo que gané en autenticidad y en ser sincera, que era algo que yo necesitaba. Después, todo el tiempo está mezclada la ficción, hay muchos elementos autobiográficos, hay muchos elementos de la crónica, pero también hay muchas historias de gente que vive en la isla que es lo que yo me imaginé; por eso es una novela y no una crónica. Igual me interesa esa duda, me parece que cada uno lo puede leer como quiera.
¿Cuál fue tu interés en contar la historia de las mujeres del Delta?
La novela está dedicada a las mujeres, y tiene que ver con la admiración. También porque soy mujer, porque me interesan los temas de género, porque milito por la igualdad de género, creo que está todo mezclado. También yo tengo una vida: mi mamá falleció, yo tengo tres hermanos, eso es así y hay mucha presencia masculina. Yo toda la vida tuve amigos varones, me costaba mucho relacionarme con las mujeres porque me era más fácil relacionarme con hombres. Me costó mucho aprender a pintarme, arreglarme, reconciliarme con la idea de ser mujer. Nunca tuve ningún problema, pero me doy cuenta ahora porque tenía el machismo muy metido, no sé si el machismo, no es que mis hermanos sean machistas, ni mi papá, pero sí porque vivimos en la sociedad en la que vivimos, había algo de “ufa, ¿por qué mis hermanos son varones y yo soy mujer?”. Entonces descubrir en la adultez el vínculo con las mujeres y la importancia de cada una de las mujeres que se acercaron a mi vida, o que pasan por mi vida, me constituye a mi como sujeta, y son muy importantes. Quería dar cuenta de eso también, me daban mucha admiración las mujeres que contra todos los estereotipos, decidían “bueno me voy a vivir al Delta”, “practico el poliamor”, me interesaba, me interesa, lo miro, lo observo.
Por otro lado, acerca de la narración que hacés sobre tu padecimiento, ¿sentís que eso sirve o sirvió para visibilizar tu experiencia sobre la enfermedad, tal vez distinta a lo que se sabe o al saber médico?
Sí, me parece que se conoce algo que por ahí no es sobre una patología que es cada vez más frecuente sin ser muy frecuente. Hay muchas falsas creencias, o una sensación de que es una enfermedad degenerativa o mortal, mucho estereotipo fundado en viejas concepciones. Hay cada vez mejores medicamentos que actúan mucho mejor sobre los cuerpos con esclerosis múltiple y es mucho más fácil tener una vida más o menos común y corriente, sin por ahí quedar en silla de ruedas o tener una discapacidad que se sienta mucho o que se vea. Pero sigue siendo un padecimiento, sigue siendo una enfermedad crónica difícil y es difícil porque muchas veces no se ve, y lo que no se ve parece que no estuviera. Yo quería visibilizarlo un poco, o desde mi lado tratar de ayudarme a mí a dar menos explicaciones, no tener que explicar tanto, algo un poco más egoísta. Pero también mientras me ayudaba a mí, quizás ayudaba a otras personas. Esto fue antes: a raíz de que yo estaba por publicar Confluencia, tuve el espacio en un medio masivo como es Clarín para publicar una nota sobre mi experiencia con la esclerosis múltiple. La verdad que es un medio muy masivo, me sorprendí porque es una nota re larga de un sábado, doble página, podría no leerse. Me sorprendí de las repercusiones: ese día entre agregados a Facebook y mensajes privados creo que me solicitaron amistad más de 200 personas en un día, más mails, comentarios, mensajitos de texto, Whatsapps, de gente que no veía hace mil años o que incluso no sabía que yo tenía esclerosis múltiple. Y muchos familiares por ahí de personas que padecen esclerosis múltiple agradeciéndome porque estaban entiendo algunas cosas que no habían podido hablar con sus seres queridos. Fue muy lindo para mí eso.
Cambiando de tema, ¿cuál es tu posición acerca del espacio o el rol que ocupa la mujer dentro de la literatura?
Yo estoy muy contenta porque hay muchas escritoras, por lo menos en Argentina, que les está yendo muy bien, y que se les está dando cada vez más espacio. Poetas, narradoras, periodistas, cronistas, eso me parece muy bueno. Después creo que hay un poco todavía de prejuicio en la literatura, como que hay que catalogar, etiquetar, o ponerle un sello al tipo de literatura: literatura de mujeres, ¿qué es? Me parecen categorías viejas que no sirven. Pero después, igualdad de acceso, por lo menos en Argentina yo no veo que sea más difícil para las mujeres publicar. Sí es difícil todo, acá ganamos menos plata por la misma tarea laboral, si somos madres tenemos que cuidar a los pibes y tenemos que hacer muchas más cosas. Estructuralmente obviamente que hay desigualdad. No sé, hay que ver los filtros, cómo es en los talleres literarios la relación entre cantidad de mujeres que escriben y cantidad de hombres y cuántos publican, esos son datos que yo no tengo, entonces no puedo sacar conclusiones. Estaría bueno estudiarlo, pero es muy difícil dar cuenta de eso. Me parece que es un momento auspicioso, pero no me parece que pase lo mismo en otros países de Latinoamérica, escritoras paraguayas actuales no conozco, en Bolivia está Liliana Colanzi pero no sé quién más, Chile tiene una buena movida y muchas chicas están publicando y escribiendo narrativa y poesía muy buena, pero es difícil… se me vienen a la cabeza nombres de hombres en su mayoría.
¿Estás trabajando en algún nuevo proyecto?
Gané una beca del Fondo Nacional de las Artes, de capacitación. Estoy tomando talleres con Laura Wittner, porque tengo algunas poesías que quiero trabajar para que sean un libro. Este año me voy a dedicar a eso, y tengo unos cuentos que estuve escribiendo que no dan para un libro ahora porque falta, pero se publica uno la semana que viene en un diario de Córdoba. Los tengo y me gustaría ir publicándolos en revistas, o en diarios.
Inés Kreplak recomienda el disco Transa de Caetano Veloso y la canción “The Boy With the Thorn in His Side“, de The Smiths.