Las bisagras son la pieza clave de un mecanismo que permite abrir y cerrar puertas y ventanas. Eso lo sabemos todos.
Pueden abrirse para espiar o cerrarse para zanjar una discusión. Abrirse para encontrarse o cerrarse al despedirse. Abrirse para recibir un nuevo aire o cerrarse para protegerse.
Todo ésto y mucho más puede suceder gracias al fiel dispositivo de las bisagras. Por eso está muy bien que alguien las cuide para que no se oxiden y aparezcan sonidos irritantes. Eso hace Luciana Ravazzani que, de algún modo, se ocupa de rendirle homenaje a otro tipo de bisagras.
¿Pensás que podemos definir Desde las bisagras como un libro de poemas de amor? Y si es así, ¿desde dónde elegiste abordarlo?
Sí, creo que se puede definir a Desde las bisagras como un libro de poemas de amor. El abordaje no fue deliberado. Si Desde las bisagras es un libro de poemas de amor es porque cuando lo escribí estaba enamorada.
¿Por qué decidís hacer pie en la intimidad como eje temático? ¿Es posible preservar la intimidad siendo escritor?
No sé escribir sino desde la intimidad. La escritura me permite poner esa intimidad en juego. Creo que es posible preservar la intimidad siendo escritor si es lo que uno elige. Yo, en cambio, elijo escribir desde lo que me sucede en lo más profundo porque es ahí donde el acto de escritura se vuelve para mí el lugar en el que quiero permanecer. Siento que puedo escribir lo que sea porque las palabras son mi escudo, un escudo despellejado, sí, pero escudo al fin.
¿Por qué elegiste estructurar el libro en cinco partes? ¿Qué las diferencia?
La división en cinco partes surgió a partir de leer los poemas que componen el libro antes de que fuera libro. Lo primero fue descubrir que el tono era el mismo y, por eso, tenían una unidad que los sostenía. Después sí fue pensar en poner bajo un título cada serie porque hablan de momentos y de personas diferentes.
Marcás a los hombres del libro con la distancia que parecen merecer. ¿Son medidas espaciales o temporales? ¿Hay un aquí y un ahora?
La primera de las cinco partes se llama “Cerca”. Recuerdo que pensé “Cerca del corazón”. En este caso, la medida es temporal y espacial: temporal porque en el momento en que escribí el libro estaba en pareja y los poemas de esa primera parte le pertenecen a él; espacial porque compartíamos la casa, la mesa de la cocina, la cama. A mí pueden conmoverme situaciones de aeropuerto, clínica médica u hotel donde llenar una planilla pide el domicilio y resulta que el de mi pareja y el mío es el mismo. La felicidad que ocasiona compartir tiempo y espacio con otro.
La segunda parte se llama “Lejos” y ahí si la medida es puramente espacial porque son poemas acerca de viajes.
La tercera parte que titulé “Más lejos” vuelve a ser temporal y espacial: más lejos aún que si el otro estuviera en otro país, la dolorosa distancia del otro en este tiempo donde a veces la nostalgia se vuelve un arma demasiado filosa.
Las otras dos partes no llevan marcas témporo-espaciales. “Bar Bidou” son los poemas que están dedicados a mi papá y “Tu cara sol, tu cara sal” son aquellos que surgieron en el terreno del sueño.
Trabajás con el cotidiano más perfectamente imperfecto. Sin momentos privilegiados, sino más bien desventurados. ¿Por qué te interesa posar la mirada ahí? ¿Será que el amor es eso? ¿Un lugar lleno de momentos no privilegiados? ¿Un gran paréntesis?
Lo que del amor me parece más maravilloso es que puede ser cotidiano, que puede ser algo de todos los días compartir las compras de almacén, las cenas, el sueño. Cuando el amor lleva años no es para mí el anhelo de esos primeros tiempos donde todo era luz. Yo me siento orgullosa si puedo sostener durante años un amor que no se apaga, sino que simplemente va cambiando de resplandores.
Hay transparencia y pureza en el lenguaje, una especie de levedad en lo narrativo. Sin embargo parece estar hablándose todo el tiempo de temas mayores, más importantes pero a través de detalles tenues. ¿Cómo manejaste ese contrapunto?
Es en lo mínimo donde siempre encuentro lo máximo y me parece encantador ese reflejo que toca desde lo tenue temas que no tienen la levedad de las palabras que los nombran. No hay una voluntad, no decido posar la mirada en lo más sutil, es lo que naturalmente me atrae.
¿Qué cambió entre El ombligo de las naranjas, tu primer libro de poemas y éste?
Creo que cambió el lugar desde el que escribo. En el momento que escribí El ombligo de las naranjas era más cobarde. Si bien mantenía una intimidad, era mucho más velada. La mirada estaba puesta fuera y no tanto dentro. La experiencia de la muerte de mi mamá me llevó a escribir mi segundo libro de poemas que se llama Intenciones de hablarte. Creo que a partir de ese segundo poemario, me volví mucho más osada. Descubrí que era capaz de hablar de compresas estériles, de manos hinchadas, del contacto con alguien que a duras penas puede responder a los gestos de ese vínculo.
¿En qué momento algo se vuelve sólo posible de decir con poesía?
Pienso en la poesía como en una urgencia. No sabría decir en qué momento algo se vuelve sólo posible de decir con poesía pero sí podría asegurar que la poesía llega siempre que las cosas no pueden decirse de otro modo.
¿Utilizás la poesía como búsqueda o resultado?
La poesía siempre es para mí una búsqueda. Hay cosas que recién comprendo una vez que pude escribirlas.
Desde las bisagras
Luciana Ravazzani
Ediciones en Danza, 2015
80 pag.