Felipe Herrero además de ser un prolífico poeta, dirige los sellos Melón Editora y Lisboa Ediciones. La suya es una propuesta cuyo lirismo incide en la ironía y en la paradoja como herramientas para difundir su mensaje. Herrero prefiere la simpleza bien entendida como prolijidad lo que potencia la cadencia y el ritmo de sus versos. Aquí una conversación sobre su última publicación: Estoico (Editorial Lisboa), intenso poemario donde las formas del yo laten en constante estado de emotiva transformación.
-¿Por qué Estoico?, ¿a qué se debe ese anclaje que enuncia cierta connotación filosófica?
–Estoico nace en un momento de quiebre. Su primera composición me llevó pocos días, los últimos quince de 2015. Todo el libro es el reflejo de la partida de un ser cercano; que nos pedía que ante el ocaso de su propia vida fuésemos estoicos, imperturbables (si eso no es suficiente material como para escribir no sé qué puede serlo). Estoico se titula así por esa manera de pensar. Si bien existen sucesos insoslayables que marcan invariablemente un cambio en las personas, hay elementos, pequeños oasis —como en mi caso una mirada, un abrazo o unas palabras— que contienen tal fuerza reveladora que mantiene cierto temple en la persona que sufre. Si esto no fuese un poco de esta forma, no habría vida humana en el planeta. Esa fuerza que te mantiene parado.
-Sos joven. Al principio de toda obra artística, las influencias son necesarias e inevitables, a veces hasta deseables, pero ¿cómo lográs librarte de ellas y ser vos mismo? ¿Se es más libre cuando se han sacudido las influencias?
-Creo que es imposible evitar las influencias. Tal vez en cierto momento se descubran tantas influencias en la “red personal” que esa misma aglomeración derive en una voz personal.
-¿Pensás que guardás alguna afinidad estética con los poetas de tu generación?, ¿por qué?
-Generalizando; creo que los autores de poemas de esta generación buscamos la sencillez y lo urbano del poema. Evitar excesos de vestuario.
-¿Cuál sería, a tu parecer, el común denominador hallados en los poemarios que has ido publicando desde Legua roja (2011), El cálido viento de la noche (2012), Noruega / Norway (2012) hasta Estoico (2016)?
-Una excelente pregunta que me cuesta responder. Si me baso en una estética todos mis poemarios son diferentes. Los temas son recurrentes en el andar de mis libros: la vida, la muerte, la ecología, la amistad, el amor a los animales y la estupidez del ser humano. Considero voces, muchas voces, elijo una de esa urbanidad de voces según la circunstancia, el tema y mi ánimo.
-Como poeta y editor: ¿Cuál es el valor de la palabra?, ¿cuáles son sus límites y cuáles sus posibilidades?
-La palabra tiene tanto valor para mí como mi vida. Entiendo que el límite a la palabra es algo que colocamos nosotros. Cuantas más restricciones con la palabra menor será su alcance. Para mí, solo la corrección de un texto tiene límites, ese es el momento para aplicar límites; aplicar un límite a una creación que en realidad puede tener infinitas posibilidades.
-Ya que estamos hablando de las palabras, materia prima del poeta. ¿Las buscás, las persiguís o ellas aparecen?
-Desde el 2000 pasando por Agua marina / Otoño y olvido / Bajo nieve (2010), Legua roja (2011), Pirueta solar (2011), Impureza de los días (2014), hasta Río antiguo, alba antigua (2015), la palabra aparecía, se aferraba a otra, a otra y conformaba una frase que proponía un tema y derivaba en un texto poético. A partir de La ventana (2015, libro inédito anterior a Estoico), el tema se antepuso a la palabra, es decir, tuve que buscar las palabras para expresar las ideas que germinaban en mi cabeza.
-¿Cómo nace, y cómo se desarrolla en vos, un poema? Pienso, en “Alrededor del sol”, por ejemplo.
-“Alrededor del sol” como “Trazo”, son los únicos dos textos poéticos ajenos a esos últimos días de 2015. “Alrededor del sol” surgió tras otra muerte; me resultó interesante puntualizar en cómo la amistad —la verdadera—puede aliviar o tratar de apaciguar una acción tan insoslayable como la muerte; porque ya sabemos que no es el muerto el que sufre, sino los que quedan alrededor de él. “Trazo” antepone lo real a la subjetividad; es un llamado a la atención; dispensa de la activación de la imaginación por una experiencia personal similar a lo real.
-Se diría que tu obra manifiesta una constante obsesión por esa necesidad de cuestionarse. ¿Es así?
-Es así. Suelo cuestionar al humano desde la dinámica y accionar de la naturaleza. ¡Ok! damos por entendido que nosotros somos una parte de la naturaleza; pero eso mismo es lo que esquivamos y no damos por entendido en el día a día, creyendo en vez que la naturaleza es una parte de nosotros que nos debe, obediencia.
-¿Creés que el estilo, el tono de la poesía esté determinado por el temperamento del poeta, es decir por el modo que tiene éste de percibir el mundo?
-Por supuesto. Siento que el estilo estético del poema puede ser persuadido por el tema del poema. El perfeccionamiento de ese estilo a mi modo de ver, tiene base en esa persuasión por el tema y el manejo del temperamento de cada uno.
-Tu poética no intenta descifrar o recrear un panorama circundante inmediato, me refiero a la ciudad de Buenos Aires, donde vivís. ¿Qué significa tu barrio en relación a tus libros? ¿Creés que tu poesía se hubiese desvirtuado de haber vivido en otro sitio, fuera de la ciudad?
-Algunos de mis libros, como es el caso de Avenida de Mayo (2013) o Estoico (2016), están vinculados a ese panorama circundante de la ciudad de Buenos Aires. Mis otros libros no, podría decir que lo más polar a esta ciudad son mis relatos de Agua marina / Otoño y olvido / Bajo nieve (2010), los poemas que conforman Noruega (2012) y sobre todo el libro Legua roja (2011) que incluso podría subtitularlo como “cierta poesía de ciencia ficción”.
-¿Los años suscitan mayor intensidad y apasionamiento a tus sentimientos?
-Siento que corregir una y otra vez mis textos me ha dado cierta seguridad a la hora de volcar el sentimiento en ellos o viceversa, dejo ser el sentimiento y luego logro su cauce en la corrección. Cada día que pasa más cuenta me doy de que nunca podré dejar de escribir. Si tanta importancia tiene en mí la escritura, sobran razones para volcar lo máximo que pueda de mí a ella.
-Volviendo a tu proceso escriturario. Al escribir, ¿te ves supeditado previamente a exigencias temáticas o confíás un poco en el azar y la inspiración del momento?
-Ya no confío de manera ciega en el azar de lo que la inspiración me propone, alguna que otra vez la dejo ser un poco, motivo de un plus de exigencia en la corrección. Casi siempre resulta un poema aunque últimamente me veo tentado por la narrativa.
-Pienso particularmente en “Altas horas”, en “Resumen salteño” o “Lo que se hace capital de su propia destrucción”. La limpieza y claridad con que componés tus versos tienden a neutralizar cualquier atisbo de estallido pasional. En tus poemas hay emoción sin efusión. ¿Se trata de una búsqueda estética deliberada?
-Exactamente. Esos tres poemas tienen una carga emocional muy potente, pero a diferencia de otras veces, en donde dejaba que esa emoción trabajase casi a rienda suelta en la escritura, esta vez le puse un alto y utilicé un lenguaje más formal que dejara ver esa emoción que pugnaba por salir.
-¿Cuál fue la historia del poema “Encéfalo”?
-Si bien “Trazo” arranca Estoico, desde un lado premonitorio a lo que continúa con respecto a “hay situaciones que fueron, son y serán más allá de la participación que uno pueda tener desde un lado subjetivo, me refiero claro a los absolutos: vida y muerte. Enfrentar la vida y la muerte desde un lado objetivo, también.”, “Encéfalo” es el poema que enmarca temporal y espacialmente el tema general del libro: los últimos días de vida de una persona. Para enmarcar a esa persona en puntual, me pareció atractivo recurrir a eventos de milenios pasados. Yo no creo que un ser pueda ser más importante que otro, me resulta una mirada un poco pobre de la vida; creo que todos los seres somos parte de algo mayor y nos vamos enganchando y formamos una obra general. Por esos enganches justamente, me pareció oportuno dar una mirada fugaz de nuestra historia, de cómo dejamos la vagancia (del acto de vagar por el mundo) para asentarnos geográficamente en un punto y aplicar pensamiento cada vez más preciso sobre elementos cada vez más minúsculos. Así dejamos palos y piedras, para llegar a aplicar un bisturí en la cabeza de otra persona: ¿Cuántas cosas y vida debió ocurrir? ¿cuántos aciertos y errores debieron ocurrir para llegar a eso?.
-Desde tus primeros libros, hasta el último; tus versos han sido por lo general ceñidos de breve aunque profundo aliento y metro libre. ¿El tema o la forma determina la extensión de un poema?
-Amaría tener la capacidad de escribir un soneto, pero no puedo, no sé como hacerlo. No creo que escribir sonetos sea enteramente algo mecánico, mejor dicho, creo que escribir un buen soneto contiene partes absolutamente libres que se tratan con la formalidad visual y musical de su encofrado. Por esta razón, no creo que el soneto limite nada; creo que el soneto malo limita todo claro (es decir, el soneto que en su génesis está constituido únicamente para respetar sus reglas formales). De alguna forma entonces, a mi modo de ver lógico, siempre es el tema el que predomina aunque la extensión del soneto esté pautada, establecida y sea inquebrantable, hay otros alcances en lo que se está diciendo en un buen soneto que superan la extensión visual y musical de su estructura.
-¿Y respecto al ritmo?, ¿qué factores lo establecen?
-Cuando escribo el ritmo ocurre, tal vez es el único componente de mis poemas al que le doy absoluta libertad. No me preocupo por el ritmo en mis poemas, que no quiere decir que no me haya ocupado en su momento. Soy amante de la música, que estudio detenidamente; tal vez el ritmo libre de mis poemas se vea influido por ese estudio a la hora de escuchar música.
-La razón vertebra buena parte de tu propuesta poética. Ahora me pregunto, ¿qué lugar ocupa entonces lo irracional, lo impulsivo en el proceso creativo?
-Existe mucha irraccionalidad en Legua roja, mi primer poemario. La irracionalidad nos vincula con el acto salvaje y si bien la guerra, cualquier guerra tiene un trasfondo racional, a la hora de ejecutar la acción bélica el hombre abraza su irracionalidad. Legua roja está construido justamente desde ese lugar irracional, en su momento, me pareció oportuno trabajar ese libro de esa manera por el tema que toca.
-Por cierto Felipe, ¿existe una irrupción de lo autobiográfico en su obra lírica?, ¿hay poemas en Estoico que nacieron concretamente de una vivencia personal, anecdótica?
-A excepción del poema “Trazo”, los otros nueve surgieron de una vivencia personal.
-¿Corregís mucho tus poemas?, ¿cuál es el camino de depuración de tus textos hasta llegar al rigor lírico de tu estilo?; ¿hay un subyacente método estricto de corrección?
-Todos mis poemas tienen varias capas de corrección encima. Correcciones simples, correcciones que proponen nuevos límites, de toda índole. Cada libro me enfrenta a una nueva invención correctiva también, más allá de las correcciones obvias, claro.
-¿Qué importancia le otorgás a la cadencia y a la sonoridad en un poema?
-La cadencia y la sonoridad me ocurren, no las busco. Por supuesto ambas cosas tendrán mi atención al momento de la corrección, para ver justamente si eso que me ocurrió en el ritmo, su cadencia y sonoridad son aceptables a mi modo de ver en la integridad total del poema.
-¿Cuándo considerás, entones, que un poema está terminado?
-Cuando me lo sé de memoria y desde varios ángulos de lectura me convence, lo dejo reposar un tiempo, lo retomo. Si me pasa lo mismo que al comienzo lo doy por “terminado”.
-¿Qué posibilidades ofrece la memoria al servicio de la poesía?
-La memoria es una poderosa aliada, invita al lector a un círculo familiar, activa una suerte de comparaciones con la historia personal de quién lee. La memoria es una aliada integradora y delicada.
-¿Y la imaginación?, ¿hay que confiar en ella?
-Desde mi punto de vista ¡claro! Por supuesto que hay que confiar en la imaginación y en lo que ella ofrece… en un momento de creatividad íntimo opino que hay que dejarla ser; siempre nos queda la corrección para ajustes y reajustes.
-¿Te atrae la narrativa?, ¿qué novelistas leés?
-Por supuesto, ahora estoy leyendo con mucho entusiasmo Memorias de ultratumba de Chateaubriand y la novela Invención tardía de Horacio Cavallo. Leo muchos novelistas y son también muchos los que me gustan, algunos son Lev Tolstoi, Stefan Zweig, Joseph Roth, Arthur Schnitzler, Robert Walter, Isaac Asimov, Gesualdo Buffalino, de habla hispana Jorge Luis Borges, Rodolfo Walsh, Leopoldo Marechal, Tomás Eloy Martínez, Juan José Saer, Martín Kohan, Leonardo Oyola… me gusta mucho la narrativa uruguaya contemporánea Mercedes Estramil, Gustavo Epinosa, Ramiro Sanchiz, Horacio Cavallo, Álvaro Ojeda.
-¿Te interesan los recitales de poesía como fenómeno cultural?
-Sí, me parecen buenos eventos para que los poetas se den a conocer y se conozcan entre sí.
-Como editor te has encargado de rescatar obras de autores extraordinarios. Pienso en Horacio Salas. Su libro Mate Pastor. Hace mucho, conseguí un ejemplar en una librería de viejo, y te aseguro que tras su lectura, algo en mí había cambiado. ¿Vas a reeditarlo?
-Existen libros que no deberían perder su hilo de vida en librería, no deberían perder su posible reunión con un lector x. Mate pastor es un poemario único, no solamente marca un antes y un después en la poesía de Horacio Salas sino que también marca un antes y un después en la poesía nacional. Ahora yo pregunto: ¿Cómo es posible que un libro que marcó un antes y un después en la poesía nacional no esté vigente? No tengo una sola razón para no editar Mate pastor.
-Por último, Felipe, ¿tiene la poesía un futuro?
-Creo que la poesía como en toda literatura está en constante cambio. La poesía tendrá futuro a medida que existan poetas que la sientan, que la ejerzan, que le presten atención y se la tomen en serio.