Libros, discos, cine, filosofía, religión, arte, viajes, composiciones e instrumentos. Eso y algo más, se trata del mundo de Jorge Ostos, escritor y compositor venezolano que estuvo radicado en Londres y actualmente vive en San Juan, Argentina. Se lo puede encontrar componiendo instrumentales, música para cortometrajes, generando un puñado de canciones conceptuales –agrupadas en su proyecto Musicking-88–, donde además de trabajar en la producción, se animó a cantar en vocoder a lo Daft Punk.
Traductor literario de obras filosóficas y teológicas, y no se ancló en traducir textos, sino también se aventuró a escribir sus propias obras que van desde la pura ficción a libros que analizan pensamientos de filósofos como Lyotard, Derrida, Foucault y Wittgenstein, desde la posmodernidad y la fe. Pero no solo investigó el posmodernismo y quedó atrapado en su ideología, sino que su estilo de vida bebe de fuentes antiguas orientales. Trabaja en Parádosis, la voz hispanohablante de la fe ortodoxa, la rama oriental del cristianismo. En conversación con Indie Hoy, Ostos profundizó acerca de estas tres facetas: la literatura, la música y el arte antiguo en los primeros cristianos.
¿Qué inspiró tu primera novela corta de 2019, Lucas, un retrato suicida?
Lo que inicialmente me llevó a escribir esta novela fue la conversación que estuve teniendo en los meses antes de escribirla con un conocido que sufría de depresión y pensamientos suicidas. Esas largas charlas fueron significativas e impactaron mucho mi vida en aquel momento. Esto inició la idea de escribir una historia en donde yo pudiera tener el completo control del desarrollo de los hechos y la toma de decisiones, algo que, por supuesto, es imposible que tengamos en la vida real. La historia tiene saltos temporales, guiños a la cultura popular y, sobre todo, una gran carga emocional y psicológica. Mi deseo siempre fue aportar algo que pudiera servir de ayuda o consuelo para los lectores. Todavía no he sabido de alguien que estuviera lidiando con esta temática que haya sido de ayuda, pero si sé de un caso de alguien que me expresó toda la ayuda que le brindó la lectura de esta novela, debido a una experiencia difícil vivida en su juventud. Con saber que al menos una persona fue consolada por esta historia, es suficiente para estar a gusto con haberla publicado.
Antes de esa publicación, escribiste varios cuentos cortos recopilados en el libro Historias de muertos en un mundo de vivos. ¿Cómo fue la elaboración de ese libro?
Yo soy un fan del terror, tanto en literatura como en el séptimo arte. Crecí leyendo a Stephen King y a H. P. Lovecraft. Actué en obras de teatro escolares basadas en cuentos de Edgar Allan Poe, y no menciono películas porque no terminaríamos esta entrevista. El punto es que todo ese amor por el desarrollo de historias que buscaran no solo asustar, sino extrañar, asombrar, fascinar a las personas, me llevó a cumplir un sueño que tuve desde niño: escribir mi propia historia de susto. En el caso de Historias de muertos en un mundo de vivos, no es realmente del género terror, sino más bien se va por un lado más de lo fantástico. Si querés una referencia cercana a esos cuentos, son como relatos sacados de episodios de La dimensión desconocida, o aquella serie de culto que amaba en mi infancia, Eerie, Indiana. Para escribirlos, partí siempre de una situación un tanto extraña, y de ahí desarrollaba la historia. De hecho, varios de esos cuentos comenzaron desde el final, es decir, tenía el final claramente plasmado en mi mente, y comenzaba a escribirlo desde allí. En otras palabras, sabiendo el final, le creaba los eventos previos.
Saliendo de la ficción, entramos en tu literatura filosófica y teológica. Empecemos con Más humano, más espiritual. ¿Cómo definirías, según vos, lo “espiritual”? ¿Hay una dicotomía entre lo espiritual y humano?
Todos en cierto grado tenemos una noción de lo “espiritual”, desde un punto de vista religioso, un punto esotérico o, incluso, desde una visión meramente filosófica. Por supuesto, ciertas cosmovisiones filosóficas, como un naturalismo metafísico, o naturalismo ontológico como también es llamado, llevan a negar categóricamente cualquier noción fuera de los elementos, principios y nociones naturales. En este caso, teniendo en contexto este libro, lo “espiritual” se refiere a personas que tienen un interés y les dan una gran importancia a cuestiones no meramente naturales. Por ejemplo, el concebir al ser humano como algo más que meros elementos químicos naturales, y el “yo” como algo más que un simple proceso de impulsos eléctricos que únicamente suceden en el cerebro. Entonces, espiritual comienza a ser algo que es, de hecho, parte de nuestra naturaleza humana. En otras palabras, lo espiritual es un elemento de lo que nos hace ser humanos. Y en muchos existe la dicotomía de que lo espiritual no tiene que ver con lo humano, y viceversa. Entonces, sucede en ciertas religiones que muchos buscan ser “lo más espirituales posible” porque, creen ellos, tener prácticas espirituales y vivir una vida muy espiritual los hará ser mejores. No obstante, omiten la importancia de practicar ciertas virtudes que solo pueden ser logradas con el otro. Entonces, pretenden ser muy espirituales, pero dejan de ser humanos. Con “humano” me refiero a ser sensible a las necesidades de otros, ser empáticos con las demás personas. Ser amorosos y servir a otros. Por eso, en el libro yo coloco la figura de Jesús de Nazaret como una figura que mostró ser perfectamente espiritual y perfectamente humano en su relación con los demás. Así, en Jesús, vemos un ejemplo de que no debería existir esta dicotomía.
Para los que aún no leyeron Mero conocimiento, ¿qué podemos leer ahí?
Ese fue mi segundo ensayo que provino realmente de la tesis de mi licenciatura. El nombre del título proviene de un guiño a un famoso libro llamado Mero cristianismo del famosísimo autor C. S. Lewis, conocido por su obra Narnia. En Mero conocimiento, propongo que el conocimiento no es motivo para ser arrogantes y sentir superioridad para oprimir o menospreciar a otros que no tengan estudios. Es algo muy común, lamentablemente, que vemos ciertos personajes mostrándose como eminencias y eruditos, y por sus conocimientos se justifican en despreciar o tomar en poco a los demás. Entonces, el libro busca proponer ese equilibrio en que, por un lado, es bueno y beneficioso que estudiemos y nos instruyamos, pero por el otro, es también importante ser humildes y serviciales para con nuestro prójimo.
Tu último libro, Reteniendo lo bueno: Saqueando los tesoros del posmodernismo, se divide en tres partes. ¿Podrías sintetizar, a modo de introducción, cada una de ellas?
Este libro representa más de una docena de meses de investigación. Es un libro que escribí junto a mi gran amigo y colega Saúl Sarabia, Doctor en Filosofía de la Ciencia. En esta obra de tinte académico, Saúl y yo desglosamos varias de las ideas más importantes de algunos filósofos llamados “posmodernos”, como Jean-François Lyotard, Jacques Derrida, Michel Foucault y, contra viento y marea, el filósofo que más admiro y sigo Ludwig Wittgenstein. En la primera parte hacemos un desarrollo centrado en la difícil tarea de definir posmodernismo (tomando en cuenta un término más común: posmodernidad). Desarrollamos todo un trasfondo, y argumentamos el porqué el uso de unos términos sobre otros, y explicamos analíticamente lo que queremos decir con cada término. También, abordamos el “amor” y el “odio” con respecto a la filosofía posmoderna desde alas religiosas y filosóficas. Posteriormente, en la segunda parte, abordamos y analizamos de primera mano, textos y propuestas de los cuatro filósofos antes mencionados, y cómo esas ideas pueden servir de utilidad para nosotros en cualquier contexto, y ubicar ciertas cosas en el lugar donde deben estar, como la razón, la objetividad, la ciencia, etc. Finalmente, en la tercera parte, concluimos sobre cómo la filosofía posmoderna sí puede, de hecho, y contrario a lo que muchos tratan de argumentar, ser útil para ser aplicada en distintos contextos tanto religiosos como no religiosos.
¿Cómo llega la música en tu vida?
La vida está llena de refugios. En momentos difíciles o complejos de nuestra vida, necesitamos un lugar para descansar, para resguardarnos de la tormenta, incluso del desastre. Después de un tiempo difícil en mi niñez, nos mudamos junto con mi familia a otra ciudad. Eso no solo fue un cambio de ambiente, sino que significó diferentes cambios en mi vida. En ese nuevo contexto me encontraba como en un refugio en el cual descansaba de la tormenta previa. El punto es que en ese refugio encontré dos tesoros que marcaron mi vida hasta el día de hoy. Uno de esos tesoros fue la música. Obviamente, desde que somos muy pequeños somos expuestos a la música. No obstante, no siempre uno es consciente de la música. Pudiera decir que, a partir de cierta edad comenzamos a ser conscientes de la música, pero me abstengo de afirmarlo puesto que muchos, aun en su edad adulta, son realmente inconscientes de la música. Así entonces, recuerdo que mi hermano llevó unos CDs de Iron Maiden a la casa y cuando escuché aquella música fue como una explosión de sentimientos. De hecho, mi hermano mayor me influenció mucho en la pasión por la música, sin él saberlo. Llegué al punto de un día sacar los libritos estos que vienen dentro de los CDs, colocarlos en distintas posiciones para imitar una batería, y con lápices comenzaba a seguir el ritmo de Nicko McBrain.
¿Cuál fue el proceso creativo de tu disco de 2020, Momentary Stages of Life?
Tres compositores contemporáneos fueron los disparadores: Jóhann Jóhannsson, Max Richter y Ólafur Arnalds. La discografía de ellos tres fueron el motor inicial o, para usar otra analogía, la base inspiracional para que yo comenzara a trabajar en mi álbum, especialmente los álbumes Orphée de Jóhannsson, Sleep de Richter y For Now I Am Winter de Arnalds. Tomando inspiración en lo que recibí de estos compositores y sus respectivos álbumes, comencé un proceso de composición de varias piezas para nada complicadas, que pudieran transmitir un modo similar. Por supuesto, lejos me siento de estos compositores contemporáneos, pero sí siento que el resultado fue un álbum con una melancolía que se puede sentir a la primera escucha.
En tu EP Coming from Beyond trabajás el género de horror synth. ¿De qué se trata el género y cómo surgió la idea?
El horror synth es un género musical que tiene su origen en la música escrita para películas de terror de los años setenta y ochenta. “Horror” para referirse al género de terror, y “synth” para referirse a la alta presencia de sintetizadores sobre los cuales recaía toda el aura musical. Son esas composiciones en películas muy cargadas de sintetizadores para crear atmósferas que acentuaran los temas oscuros, violentos o fantasmales de sus películas. Si vos ves, por ejemplo, Halloween de John Carpenter, Profondo rosso y Suspiria de Dario Argento, L’aldilà de Lucio Fulci, e incluso Terminator de James Cameron, encontrás este tipo de música. Pero, aunque es un género con un sonido bastante retro y, hasta, anticuado, ha resucitado en los últimos años. Si escuchás la música de las películas It Follows, Mandy, Maniac, Summer of 84, hasta Stranger Things y Dark de Netflix, vas a ver triunfante este género musical para películas. Sigue sonando retro, ahí está también por qué la mayoría de las producciones de cine con este género tienden a basarse en épocas pasadas, principalmente la década del ochenta. La idea para mi EP Coming from Beyond está básicamente plantada ahí: un pequeño tributo a esas composiciones para cine, aunque con una pequeña onda más a los synthwave, que es un género similar pero no igual.
También compusiste la canción para Gracias, cortometraje español finalista del XI International New Talent’s Short Film Fest. ¿Cómo surgió esa experiencia?
Gracias es un cortometraje de la directora española Tess Masero Brioso. Ha sido mi trabajo más significativo en el área de composición de música para cine o audiovisuales. Fue una experiencia gratificante, pero esto no significa que fuera fácil. Tess fue bastante amable y comunicativa, pero a la vez exigente. Me mostró un espíritu de excelencia en lo que hace, lo cual admiro. Inicialmente, ella me entregó el material visual con un temp, término que se refiere a la música de muestra o referencia que el director usa para que el compositor tenga una idea de lo que se quiere musicalmente hablando. No obstante, yo le entregué una propuesta musical propia como alternativa al temp, pero fue rechazada. Así que me puse a trabajar en una composición bastante apegada a la referencia que ella proveyó. Luego de varios días de ajustes y cambios quedó esa composición bastante bonita, que anduvo muy bien con las imágenes y el mensaje que quiso transmitir Tess. Al final, el cortometraje no solo fue finalista del festival, sino que fue proyectado en el Seoul Metro International Metro Film Festival.
Este año publicaste tu nuevo proyecto, Musicking-88. ¿Qué encontraremos allí?
Musicking-88 es un proyecto musical en el que trabajé por varios meses en la composición y producción. Anterior a esto, yo había lanzado un sencillo llamado “Dream”, que representó mi primera canción formal con estructura de canción pop y con voces. La canción ha sido bastante bien recibida, por lo que me decidí en lanzar un proyecto esencialmente pop con voz y que, a la vez, estuviera cargada de elementos claros de mis influencias musicales. Soy un gran fan del trabajo de Peter Gabriel, así como de Prince y Tears For Fears, y la influencia musical que han dejado en mí la puse bastante en evidencia en el estilo compositivo de MK-88. Por eso, podés encontrar allí rock, pop, elementos del progresivo, funk, así como la voz con vocoder y un abundante uso de sintetizadores. El álbum con el que debuta este proyecto es Lost and Found, y cuenta con diez composiciones, dos de ellas instrumentales. Estuve a cargo de la grabación y ejecución de todos los instrumentos también, a excepción de algunas participaciones, así como también estuve detrás de la producción, mezcla y masterización. Por cierto, todo grabado completamente en mi provincia, San Juan. Realmente estoy muy feliz y emocionado por lo que Musicking-88 representa musicalmente para mí.
¿Qué nos podés contar sobre tu participación en Parádosis?
En pocas palabras, Parádosis es la división hispanohablante de la organización Ancient Faith. Lo que busca principalmente es proveer material digital e impreso relacionado a la fe ortodoxa. La fe ortodoxa está relacionada con la Iglesia Ortodoxa, a la cual pertenezco. Esta fe está muy vinculada a los primeros cristianos y tiene relación directa con las prácticas del cristianismo primitivo, por supuesto, muy ligado al judaísmo en general, y al conocido judaísmo del Segundo Templo en particular. Evidentemente, en el mundo occidental ha habido un gran desconocimiento de la Iglesia Ortodoxa, lo que en siglos pasados, especialmente en el siglo XX, llevó a muchos en la Europa occidental y, especialmente en Norteamérica, a abandonar las filas cristianas debido a una decepción y falta de espiritualidad y misticismo. Mismo hecho que llevó a mucho a buscar y experimentar con el hinduismo, el budismo, esoterismo, y otras corrientes y religiones, debido a que el cristianismo occidental bastante influenciado por la modernidad y actitudes de la Ilustración rechazó y se alejó de cualquier tipo de misticismo. En fin, Parádosis busca, como lo ha venido haciendo Ancient Faith por años, enseñar y dar herramientas para conocer la fe antigua.
¿Cómo era el arte de los primeros cristianos?
Por siglos el arte casi siempre ha tenido vínculos religiosos y de prácticas de este tipo. El cristianismo primitivo estuvo plagado de símbolos y arte. Inicialmente el arte tuvo mucho que ver en la supervivencia de muchos cristianos en un contexto de persecución. Así que símbolos como el pez, que ha sobrevivido hasta hoy, la señal y los dibujos de la cruz, entre otras prácticas pasaron a ser característica viva de la identidad de estas comunidades. Y, por supuesto, no puedo no mencionar el desarrollo de la iconografía o imágenes religiosas, que no solo funcionaban como un elemento artístico pedagógico ni meramente como un adorno, sino que ese mismo arte de pintar a personas o eventos, representaban y todavía hoy representan una ventana a otro plano, en términos cristianos, una ventana al mundo venidero o glorificado. Entonces, el arte no era un simple entretenimiento o pasatiempo como para muchos puede serlo hoy. Era una práctica integral de sus creencias y fe, y que tenía un significado trascendente e incluso divino. Obviamente, muchos hoy pueden llamar a esto meramente “arte sacro”, pero el punto es que, muchos hemos perdido el darle un valor más elevado al arte. El arte no puede ser un fin en sí mismo, sin significado, sin objetivo, sin valor, sin nada. En pocas palabras, algo vacío. El arte no debería ser movido nada más que por intereses comerciales. Debemos recuperar ese ánimo de aquella gente, donde hacer arte era una práctica que incluía y demandaba entregar todo su ser, incluyendo creencias, anhelos, deseos, fe, espiritualidad. Obviamente, eso se ha perdido muchísimo.
¿Y la influencia de los evangelios canónicos en el arte en general?
Es una pregunta bastante compleja. No obstante, y relacionado a lo anteriormente mencionado, tenemos a Lucas, llamado el Evangelista. Lucas fue uno de los escritores más prolíficos del Nuevo Testamento, y escribió el Evangelio de Lucas. Lucas fue un hombre altamente educado en la época primitiva de la medicina, pintura, idiomas y filosofía. Tradicionalmente se conoce a Lucas como el primer iconógrafo, quien realizó el primer ícono en la historia cristiana, y esa imagen que pintó fue la de una mujer, María. El punto acá es que, uno de los escritores de los llamados Evangelios canónicos y de un buen porcentaje del Nuevo Testamento, fue un artista. Y, aún más, su acto artístico se convirtió en un referente para los próximos dos mil años de arte sacro y no sacro también. Así de influyente puede ser.
Tu música y literatura ficcional tienen rasgos religiosos, pero no apuntan exclusivamente a un mercado religioso. ¿Cómo concebís en la cultura la división entre sagrado y pagano?
La división sagrado-pagano es engañosa. Hay un error garrafal en moralizar la materia. Muchas veces somos ligeros en etiquetar “tal cosa es buena” y “tal cosa es mala”. Por supuesto, acá podríamos entrar en una discusión de terrenos axiológicos, que nos llevaría filosóficamente a un sinfín de teorías de valor. Pero, mantengamos los ojos en lo simple, y es que un libro no es malo en sí mismo, ni es bueno en sí mismo, porque es un objeto (y no me refiero al valor de su excelencia de contenido). Por otro lado, un cuchillo no es malo ni bueno, es un cuchillo, no es un agente moral. Entonces, la ligereza en acusar aquí y allá nos lleva a un túnel sin salida, donde siempre si señalamos aquello como malo, presupone que nosotros somos los buenos. O, en otro contexto, “rechazo aquello porque es pagano”, presupone que esa persona se considera sagrada. Igualmente sucede al revés, muchos se creen superiores simplemente porque el otro es religioso o respeta lo sagrado. Hay un pensamiento ahí implícito de que “los que respetan lo sagrado son unos tontos idiotas enajenados por las instituciones religiosas”. Lo que también presupone un “mírenme, yo soy libre, no como esos”. Esta misma actitud se encuentra evidenciada en el arte, donde se dividen entre los que hacen arte sacro y los que no hacen arte sacro. Pero el problema no está en el arte, está en los que lo hacen. Son ellos los que se desprecian entre ellos y, por ende, desprecian sus productos artísticos. Y acá el punto: el rechazo no es porque el arte esté analizado y juzgado críticamente en términos artísticos, sino que se rechaza porque quien lo hace pertenece a un nicho o a otro. Es decir, uno lo rechaza porque tal arte es sacro, y el otro lo rechaza porque tal arte no es sacro. El punto acá es que, el arte no sacro que hicieron los Beatles, Michael Jackson y Pink Floyd es tan genial como el arte sacro que compusieron Johann Sebastian Bach, Igor Stravinsky y Arvo Pärt. Intensificar esta división trae más problemas de los que soluciona.
¿Qué pensás de los fundamentalistas religiosos que censuran obras artísticas?
Los casos particulares pueden ser analizados cuidadosamente. Pero lo que pienso es que, en general, todo es motivado por una ignorancia que da a luz un fanatismo. La raíz está en censurar algo que está en un paradigma distinto al ese desde el cual censurás. Lo puedo profundizar, pero mejor lo dejamos para otra conversación.