Bahía Blanca es la ópera prima de Rodrigo Caprotti, una película ante todo singular y basada en la novela homónima de Martín Kohan (Anagrama, 2012). El film tendrá su estreno en Buenos Aires el 7 de julio en el Cine Gaumont y cuenta con las actuaciones de Guillermo Pfening, Marcelo Subiotto, Elisa Carricajo, Ailín Salas, Javier Drolas y Julia Martínez Rubio.
Tanto la novela de Kohan con el film de Caprotti tienen como premisa la superstición. La creencia popular de una suerte de mácula que envuelve a la ciudad de Bahía Blanca plantea desde el comienzo de la historia la inminencia de un peligro. Si bien no sabremos hasta la mitad de la película cuál es el secreto que envuelve al personaje de Pfening, como espectadores asistimos a una atmósfera de extrañeza que roza el terror.
“Entre los aciertos que se puedan señalar, que son muchos, yo subrayaría que hay un uso del artificio en la novela, evitando toda forma de realismo. Lo mimético de la imagen podría llevar a un registro realista y la lectura de Rodrigo de la novela consigue darle a la película el mismo aire de artificio que yo traté de darle a la novela”, explica el escritor en entrevista exclusiva con Indie Hoy.
La sinopsis del film anuncia: “Mario Novoa, docente universitario, utiliza una investigación sobre el escritor Ezequiel Martínez Estrada para escapar de un pasado que lo atormenta y establecerse en Bahía Blanca a 688 km al sur de Buenos Aires. Esta ciudad se convierte en el lugar ideal para el olvido, hasta que un encuentro fortuito con un viejo amigo desencadena el peor de los peligros”.
Así, la localidad que da nombre al film tiene una presencia medular en la historia, tanto que se presenta como un personaje más, sobre el que el propio Kohan expresa: “Bahía Blanca es la verdadera heroína de la historia”. Lo cierto es que Bahía Blanca es el punto en el que se desatan los secretos y las oscuridades tanto del protagonista como de los personajes secundarios, que abonan la creación de un espacio que cobra tintes de ciencia ficción, que subraya un límite mental maldito que es producto del acervo popular, que escapa a la compresión de la intelectualidad académica.
“Si hubiera hecho una novela realista sobre Bahía Blanca no hubiera tenido sentido literario”, agrega Kohan y Caprotti acepta este código para su ópera prima, al igual que Pfening, quien desarrolla un personaje taciturno y a la vez alerta a cualquier estimulación. El autor tuvo un cameo al comienzo de la película, por lo cual pudo trabajar con Pfening durante el rodaje y alabó su trabajo actoral: “Pude ver cómo se transformaba en su rostro para convertirse en el personaje. En este sentido destaco el trabajo de todos los actores. Todos actúan como si estuvieran ocultando algo”.
El personaje de Mario Novoa alberga una serie de contradicciones que es lo que lo presenta tan atractivo ante el espectador desde la primera escena: “En el personaje hay una venganza impulsiva y también diferida”, explica Kohan y nos remonta a lo que conoceremos sobre su pasado, nos sumerge en la lógica de lo que podríamos calificar como un sociópata, lo cual traslada nuestra moral a códigos que escapan a los de la norma, algo que también habilita de manera verosímil la ausencia del poder policial y las instituciones; todo organizado en torno a la lógica anti realista de la ciudad que da nombre al film.
Bahía Blanca es la segunda novela de Kohan que es llevada al cine, en 2011 Ciencias morales tuvo su adaptación de la mano de Diego Lerman con La mirada invisible. De todos modos, el escritor no participó activamente en el guion: “Tanto con Lerman como con Caprotti tuve muchas charlas de café pero no participé de los guiones”, reveló, y también explicitó la importancia de entender a la película como una obra nueva frente a la novela. Hablando desde la teoría de Roland Barthes, el escritor plantea que la adaptación de un film se presenta como una nueva lectura de la obra por lo que no existiría una manera “correcta” de narrar la historia en un soporte artístico diferente.